Por Rubén Alexis Hernández
Recientemente fue publicado un escrito en el portal Aporrea
(http://www.aporrea.org/actualidad/a187030.html), cuyo contenido suscribo en su
totalidad, pues ayuda a desmontar la creencia que numerosos cristianos tienen
sobre la figura del ex Papa Juan Pablo
II, a quien consideran un personaje ejemplar, digno, honrado, humilde, e
incluso mítico, supuestamente diferente en el seno de la Iglesia Católica, y
por tanto con su beatificación bien justificada. La docente Inés Gamboa, autora
del artículo en cuestión, contribuye a difundir verdades sobre la jerarquía
eclesiástica, calificando a Juan Pablo II como anticomunista extremo, enemigo
de la Teología de la Liberación, cómplice de mafiosos y delincuentes de cuello
blanco, y protector de sacerdotes pederastas. Sobre la pederastia, la autora
comenta:
“Pero sin duda los que deben estar súper contentos, son los
miles de curas pederastas a quienes protegió y defendió, pese a las
innumerables pruebas y juicios realizados en todo el mundo y que mostraron la
verdadera naturaleza de la Curia Romana.
Gracias al Papa Francisco, el mismo que nos mandó un enviado
para dialogar con la oposición, ahora los pederastas tendrán su santo: San
Karol Wojtila, patrono de los pederastas”.
En realidad Juan Pablo II fue uno de tantos miembros del
catolicismo cuya práctica espiritual y vida pública estuvo bien distante de los
principios originarios del cristianismo. Él, como el resto de las autoridades
eclesiásticas a lo largo de la Historia, fue un aliado incondicional del
establishment y justificó la violencia de los poderosos contra pueblos enteros;
tristemente célebre fue su silencio cómplice ante los crímenes que el
imperialismo estadounidense llevó a cabo en nombre de la democracia y de la
libertad, y ante el progresivo desastre
socioecológico global cortesía del capitalismo.
Juan Pablo II, a quien muchos ingenuos consideran un
personaje bien importante para la humanidad, perteneció a una institución al
servicio de intereses oscuros y nefastos, ajenos y perjudiciales a las masas, que
irónicamente constituyen la mayor parte de la feligresía. La Iglesia Católica
en si misma ha tenido manejos extraños y turbios desde que el cristianismo fue
adoptado como religión oficial por el Imperio Romano; en este contexto la
pedofilia y la pederastia forman parte de todo un conjunto de irregularidades,
desaguisados, conductas negativas y vicios cotidianos desde siglos atrás. De
manera que Juan Pablo II será el santo de los pederastas, pero de ninguna
manera el primer jerarca católico que defendió a escorias que utilizaron el
mensaje de Cristo para sus propósitos perversos.
Rubén Alexis Hernández
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