El Fuelle - periódico de las Juventudes Libertarias en la península ibérica
[Nota de El Libertario: con una mezcla de mala fe y desinformación, vemos cómo se siguen calificando de "anarquistas" a las guarimbas, expresiones violentas de la protesta popular hoy en Venezuela. Para aclarar las cosas, reproducimos lo esencial de un texto donde se deja claro que la acción anarquista no es para nada sinónimo de uso continuado y privilegiado de la violencia.]
La asociación de la Acción Directa y la Propaganda por el Hecho, con la violencia se encuentra institucionalizada en la sociedad. Institucionalizada no solo porque políticos y medios de comunicación se empeñen en asociar ambos términos – siendo solo los últimos los capaces de tener éxito en su tarea -, gratificantemente, para ellos, apoyados por ordas de estúpidos que esperan ver nacer la revolución entre dos contenedores en llamas. No. Se encuentra institucionalizado en la medida en que la Real Academia (R.A.E.), historiadores, grupos editoriales “serios”, etc. toman y presentan al anarquismo en general, o a la Acción Directa por ejemplo, como conceptos hermanados con la violencia. A nuestro modo de ver las consecuencias de ésto son mucho más graves, a los políticos nadie nadie los escucha ya – al menos para bien -, la labor de los mass media en ocasiones llega a resultar contraproducente – como está sucediendo con el término antisistema, nuevos diablos del S.XXI que consiguen el apoyo de pérfidos ciudadanos poseídos -, pero si quien lo dice es la R.A.E., Stanley Payne o la editorial Vincens Vives será que es verdad.
Pero si nos duele tal visión por parte de aquellos de los que poco o nada podemos esperar ¿Cuánto más no ha de dolernos la errónea interpretación que se da a ambos términos, en innumerables ocasiones, por parte de nuestros propios compañeros – o pseudocompañeros -? Por parte de aquellos que debieran combatir con toda su voluntad el manipulado discurso del sistema, tratando de hacer ver que en realidad Acción Directa y Propaganda por el Hecho son lo que son y no lo que otros, lo que la burguesía, lo que el estado, quieren que sea. Esos “compañeros” que familiarizan la violencia en sus más distintas formas con nuestro quehacer diario, ligándola y haciéndola intrínseca, inseparable, de la Propaganda por el Hecho y la Acción Directa – y por ende del anarquismo -, flaco favor le hacen a la idea que pretenden defender, pues justifican y acaban convirtiendo en realidad lo que en origen no es más que una mala mentira. Este fetichismo de la violencia – tanto pasada como presente – en el que muchos, aunque sean una minoría, se recrean contribuye a falsear la historia otorgándole un protagonismo en la idea libertaria y en el movimiento que nunca ha tenido. Por todo ello queremos contribuir, con las siguientes líneas, a mostrar, definir y difundir lo que son estos dos bellos conceptos que distan, y mucho, de ser unas acciones violentas y destructivas. Nada más lejos de la realidad, Acción directa y Propaganda por el Hecho, son dos conceptos constructivos, creadores y no violentos.
Acción directa
Quizá el ejemplo más claro sobre todo lo anteriormente expuesto lo encontramos en los libros de texto de bachillerato de la editorial Viçens Vives en los cuales podemos leer cosas como que “parte del movimiento anarquista optará por la acción directa” y organizará grupos autónomos revolucionarios con el objeto de atentar contra los pilares básicos del capitalismo: el estado, la burguesía y la iglesia” o que “la proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de continuar con la acción directa y aquellos que propugnaban una acción de masas”. A parte de las mentiras que contienen ambas citas podemos observar además, una ignorancia flagrante del asunto que se está tratando al contraponer la Acción Directa con la Acción de Masas, puesto que Acción Directa no es otra cosa que Acción de Masas, son equivalentes, son sinónimos.
Del mismo modo ocurre cuando desde los propios círculos libertarios se considera que una acción directa contra una empresa/ institución/estado/persona pasa por reventar una cristalera, averiar una máquina o el mobiliario urbano, agredir a una persona, etc. En ese fatídico momento en el que la relacionamos con violencia, no solo se hace patente el desconocimiento de lo que es Acción Directa sino también el desconocimiento de lo que significa el sabotaje – o el boicot en su caso -. El gran problema es que existe un error de concepción básico y es que la Acción Directa jamás es una acción en contra de sino con, es decir, la Acción Directa busca negociación sin intermediarios entre la masas (las personas afectadas) y el ente o personas contrarias (los afectadores).
El problema reside en que el Estado, el Capital, los opresores en general, no estarán nunca dispuestos a negociar de partida – y menos con la masa – y si, con el paso del tiempo, lo están, es mediante sus reglas impuestas (Acción Mediada) por lo que suele hacerse necesario, por lo que solemos vernos obligados, recurrir al boicot o a acciones de sabotaje, para obligar al empleo de la Acción Directa, que es la acción de la mayoría, y garantizar su éxito, que es el éxito de la mayoría.
Tras esta breve explicación pasamos a reproducir un extracto de un artículo de Joan Peiró relativo a la Acción Directa en el cual se define y ejemplifica con claridad el término:
«La acepción que en nuestros medios se ha dado a la acción directa es tan simple y pueril, que los adversarios hallan en ello motivos para calificarnos en las formas más despectivas. La acepción que generalmente se da a la acción directa es ésta: "Solución de los conflictos entre el capital y el trabajo tratando directamente patronos y obreros, prescindiendo de la Autoridad." Repetimos que ésa es la acepción general, y no hay que decir que ella denota una pobreza universal y justifica las pullas y epítetos, provenientes, desde luego, de los que disimulan su ignorancia con la ignorancia de los demás.
Esencialmente, acción directa significa acción de masas, y las masas obreras no solamente están interesadas en los problemas que se debaten entre el capital y el trabajo, sino que lo están asimismo en todos los problemas de la vida pública y social, sean ellos morales, políticos, jurídicos, administrativos, culturales, y cuantos se refieran al orden de la justicia y la libertad. Por eso mismo, si acción directa es solucionar los conflictos económicos-profesionales tratando directamente con la burguesía, prescindiendo de la autoridad, igualmente «debe ser y es» acción directa tratar directamente con la autoridad y con el Estado, el Municipio o cualquier otro estamento, en tanto los problemas a tratar y resolver se debatan entre la clase obrera y cualesquiera de dichas instituciones.»
Una vez expuesta la cita nos encontramos con dos elementos importantes para nuestra argumentación. Por un lado, la Acción Directa dista mucho de ser una simple negociación capital vs trabajo, como normalmente se mantiene, y por otro, la Acción Directa no es violencia, tal y como sostenemos.
Habrá quien pueda decir en este momento que, aun aceptando la premisa de que en la teoría la Acción Directa no sea violenta, la realidad nos impone una contrariedad ya que las huelgas, las manifestaciones, etc. – que no son más que elementos de presión de esta herramienta – son acciones violentas.
Ni que decir tiene que tal afirmación está tan alejada de la realidad como la Luna de la Tierra. Si las manifestaciones, los piquetes o las huelgas no son violentas per se – por mucho que algunos personajes aislados, dispuestos a que todos recibamos palos con tal de quemar un contenedor, un cajero, etc. se empeñen-. Pero, si mediante el uso de la coacción, la amenaza y la violencia, se viola, se arrebata, nuestro legítimo derecho a la protesta ante una situación de injusticia y a la defensa de nuestros intereses, ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta? Porque debemos recordar en este momento que una desobediencia civil pacífica también es punible, y con grandes penas – cada vez mayores -, por no hablar de que además igual te dan palos.
De cualquier manera, estas acciones no son acciones violentas, a no ser que se considere violencia el mero hecho de realizar una huelga, en cuyo caso resulta inútil cualquier intento de razonamiento con los interfectos, puesto que del mismo modo en que esto se considera violencia, es de suponer que no se considerará opresivo y violento el régimen de explotación económica y de opresión ideológica, moral y cultual al que nos somete el sistema capitalista.
En conclusión, podemos definir la Acción Directa como el arma política del proletariado y demás sectores oprimidos. Acción de Masas encaminada a la resolución de conflictos entre el capital, el Estado – política, administración, jurídica, moral, etc. – y los de abajo, realizable de una u otra forma, con tal o cual intensidad y acompañada o no de sabotajes y boicots según las exigencias del momento, pero siempre al margen de intermediarios.
Propaganda por el Hecho
Si ya la Acción Directa resulta conflictiva en su acepción común qué decir de la Propaganda por el Hecho. Concepto este que si puede ligarse nítidamente con la violencia, aunque solo de forma parcial y por una interpretación errónea de lo que, desde nuestro punto de vista, ésta significaba en un principio. Tal vinculación proviene esencialmente de la última década del S. XIX, cuando se sucedieron gran cantidad de ataques contra políticos y burgueses dentro de una estrategia de lucha terrorista que algunos denominaron como Propaganda por el Hecho. Sin embargo esta definición no hace sino referencia a una pequeña parte de lo que el concepto engloba en sí mismo, además entendemos que se trata de una acepción errónea por ser una interpretación a posteriori, puesto que el término cuando fue enunciado por vez primera no recogía en él la acción mediante atentados.
La “Propaganda por el Hecho” fue formulada por primera vez en 1876, en el boletín del a Federación del Jura, en un artículo de Malatesta y Cafiero en el que se decía:
«El hecho insurreccional destinado a afirmar los principios socialistas mediante la acción es el medio de propaganda más efectivo y el único que sin engañar y corromper a las masas puede penetrar hasta las capas sociales más profundas y atraer a las fuerzas vivas de la humanidad a la lucha mantenida por la Internacional.»
A la vista de tal formulación se percibe meridianamente que la Propaganda por el Hecho no responde a la violencia clásica atribuida al término, por mucho que algunos compañeros, en su error – y persistencia insistente en el mismo -, hayan acabado asociándolo de forma indisoluble.
La insurrección, como máxima expresión de la Propaganda por el Hecho, pretende llevar a la sociedad en la práctica lo que generalmente se queda en libros y folletos, en palabras en general. Ahora bien ¿Es violento llevar a la práctica la teoría? La respuesta que se impone es negativa en la mayoría de los casos, ¡Hombre! Si la teoría dice que ha de acusarse a un país de tener armas de destrucción masiva para, posteriormente, bombardearlo y adueñarse de sus recursos, amén de realizar un suculento negocio con la reconstrucción del mismo, podríamos concluir que sí, que es violento. Pero a la legua salta que no nos encontramos ante este caso.
Llevar a la realidad una sociedad organizada horizontalmente, basada en aquello de libertad, igualdad y fraternidad, en la que rija lo de: de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades, sin el robo y la explotación que suponen la propiedad y el capital; no es violento. Pueden ocurrírsele a uno todos los adjetivos que considere oportunos, incluso los más peyorativos, pero el adjetivo violento no ha lugar.
Estando en esta situación la cuestión: ¿Dónde estriba la violencia del hecho insurreccional? ¿La violencia de la revolución?
La violencia, que ha de hallarse a la fuerza en algún lugar para hacer su aparición, no puede estar si no enfrente de quienes llevan o pretenden llevar la anarquía a la práctica. Y alguien podría echarse las manos a la cabeza ante tal afirmación, pero si algo nos ha enseñado la historia – que visto lo visto tal pudiera decírsenos que no nos ha enseñado nada -, es que las insurrecciones del proletariado se han caracterizado por su contundencia, pero también por su respeto a la integridad del enemigo de manera mayoritaria una vez acaba el enfrentamiento armado – aunque es evidente que siempre existieron y existirán descontrolados -. Los asesinatos a sangre fría son un rara avis dentro del proceso insurreccional del proletariado en general, y del anarquista en particular, y generalmente no responden a directrices pactadas.
Pues sí, la violencia estriba en aquellos que pretenden defender al Estado y al capital por cualquier medio, pues, ¿quienes son, si no ellos, los que arremeten con toda su fuerza contra un pueblo que en mayoría y libertad ha decidido regir sus propios destinos conforme a un sistema libertario y, mediante la opresión por el temor a la extensión del ejemplo, la aplastan con toda su fuerza y crueldad sometiendo a la mayoría por la minoría? ¿Acaso no es ésta la violencia? ¿Acaso es necesario mencionar cuál ha de ser la respuesta lógica cuando ponen en peligro tu propia vida? ¿Acaso no sería una estupidez no estar preparado para la defensa de una revolución?
En conclusión, y para finalizar, creemos resulta claro que la violencia no se encuentra dentro de la Acción Directa, de la Propaganda por el Hecho ni del anarquismo, que la violencia se encuentra enfrente, que está en donde se difaman las palabras y las ideas. La violencia se encuentra en el poder que es quien ataca a aquellos que pretenden poner en marcha una alternativa, llevar la anarquía a la práctica y no en aquellos que se defiende de una agresión.
Aquellos compañeros que con tanto ahínco defienden y promulgan métodos que no le son propios al anarquismo están contribuyendo a sustentar la imagen confeccionada por el poder, y lo que es peor, a legitimar la represión ante aquellos a los que se pretende despertar con tales actos.
[Nota de El Libertario: con una mezcla de mala fe y desinformación, vemos cómo se siguen calificando de "anarquistas" a las guarimbas, expresiones violentas de la protesta popular hoy en Venezuela. Para aclarar las cosas, reproducimos lo esencial de un texto donde se deja claro que la acción anarquista no es para nada sinónimo de uso continuado y privilegiado de la violencia.]
La asociación de la Acción Directa y la Propaganda por el Hecho, con la violencia se encuentra institucionalizada en la sociedad. Institucionalizada no solo porque políticos y medios de comunicación se empeñen en asociar ambos términos – siendo solo los últimos los capaces de tener éxito en su tarea -, gratificantemente, para ellos, apoyados por ordas de estúpidos que esperan ver nacer la revolución entre dos contenedores en llamas. No. Se encuentra institucionalizado en la medida en que la Real Academia (R.A.E.), historiadores, grupos editoriales “serios”, etc. toman y presentan al anarquismo en general, o a la Acción Directa por ejemplo, como conceptos hermanados con la violencia. A nuestro modo de ver las consecuencias de ésto son mucho más graves, a los políticos nadie nadie los escucha ya – al menos para bien -, la labor de los mass media en ocasiones llega a resultar contraproducente – como está sucediendo con el término antisistema, nuevos diablos del S.XXI que consiguen el apoyo de pérfidos ciudadanos poseídos -, pero si quien lo dice es la R.A.E., Stanley Payne o la editorial Vincens Vives será que es verdad.
Pero si nos duele tal visión por parte de aquellos de los que poco o nada podemos esperar ¿Cuánto más no ha de dolernos la errónea interpretación que se da a ambos términos, en innumerables ocasiones, por parte de nuestros propios compañeros – o pseudocompañeros -? Por parte de aquellos que debieran combatir con toda su voluntad el manipulado discurso del sistema, tratando de hacer ver que en realidad Acción Directa y Propaganda por el Hecho son lo que son y no lo que otros, lo que la burguesía, lo que el estado, quieren que sea. Esos “compañeros” que familiarizan la violencia en sus más distintas formas con nuestro quehacer diario, ligándola y haciéndola intrínseca, inseparable, de la Propaganda por el Hecho y la Acción Directa – y por ende del anarquismo -, flaco favor le hacen a la idea que pretenden defender, pues justifican y acaban convirtiendo en realidad lo que en origen no es más que una mala mentira. Este fetichismo de la violencia – tanto pasada como presente – en el que muchos, aunque sean una minoría, se recrean contribuye a falsear la historia otorgándole un protagonismo en la idea libertaria y en el movimiento que nunca ha tenido. Por todo ello queremos contribuir, con las siguientes líneas, a mostrar, definir y difundir lo que son estos dos bellos conceptos que distan, y mucho, de ser unas acciones violentas y destructivas. Nada más lejos de la realidad, Acción directa y Propaganda por el Hecho, son dos conceptos constructivos, creadores y no violentos.
Acción directa
Quizá el ejemplo más claro sobre todo lo anteriormente expuesto lo encontramos en los libros de texto de bachillerato de la editorial Viçens Vives en los cuales podemos leer cosas como que “parte del movimiento anarquista optará por la acción directa” y organizará grupos autónomos revolucionarios con el objeto de atentar contra los pilares básicos del capitalismo: el estado, la burguesía y la iglesia” o que “la proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de continuar con la acción directa y aquellos que propugnaban una acción de masas”. A parte de las mentiras que contienen ambas citas podemos observar además, una ignorancia flagrante del asunto que se está tratando al contraponer la Acción Directa con la Acción de Masas, puesto que Acción Directa no es otra cosa que Acción de Masas, son equivalentes, son sinónimos.
Del mismo modo ocurre cuando desde los propios círculos libertarios se considera que una acción directa contra una empresa/ institución/estado/persona pasa por reventar una cristalera, averiar una máquina o el mobiliario urbano, agredir a una persona, etc. En ese fatídico momento en el que la relacionamos con violencia, no solo se hace patente el desconocimiento de lo que es Acción Directa sino también el desconocimiento de lo que significa el sabotaje – o el boicot en su caso -. El gran problema es que existe un error de concepción básico y es que la Acción Directa jamás es una acción en contra de sino con, es decir, la Acción Directa busca negociación sin intermediarios entre la masas (las personas afectadas) y el ente o personas contrarias (los afectadores).
El problema reside en que el Estado, el Capital, los opresores en general, no estarán nunca dispuestos a negociar de partida – y menos con la masa – y si, con el paso del tiempo, lo están, es mediante sus reglas impuestas (Acción Mediada) por lo que suele hacerse necesario, por lo que solemos vernos obligados, recurrir al boicot o a acciones de sabotaje, para obligar al empleo de la Acción Directa, que es la acción de la mayoría, y garantizar su éxito, que es el éxito de la mayoría.
Tras esta breve explicación pasamos a reproducir un extracto de un artículo de Joan Peiró relativo a la Acción Directa en el cual se define y ejemplifica con claridad el término:
«La acepción que en nuestros medios se ha dado a la acción directa es tan simple y pueril, que los adversarios hallan en ello motivos para calificarnos en las formas más despectivas. La acepción que generalmente se da a la acción directa es ésta: "Solución de los conflictos entre el capital y el trabajo tratando directamente patronos y obreros, prescindiendo de la Autoridad." Repetimos que ésa es la acepción general, y no hay que decir que ella denota una pobreza universal y justifica las pullas y epítetos, provenientes, desde luego, de los que disimulan su ignorancia con la ignorancia de los demás.
Esencialmente, acción directa significa acción de masas, y las masas obreras no solamente están interesadas en los problemas que se debaten entre el capital y el trabajo, sino que lo están asimismo en todos los problemas de la vida pública y social, sean ellos morales, políticos, jurídicos, administrativos, culturales, y cuantos se refieran al orden de la justicia y la libertad. Por eso mismo, si acción directa es solucionar los conflictos económicos-profesionales tratando directamente con la burguesía, prescindiendo de la autoridad, igualmente «debe ser y es» acción directa tratar directamente con la autoridad y con el Estado, el Municipio o cualquier otro estamento, en tanto los problemas a tratar y resolver se debatan entre la clase obrera y cualesquiera de dichas instituciones.»
Una vez expuesta la cita nos encontramos con dos elementos importantes para nuestra argumentación. Por un lado, la Acción Directa dista mucho de ser una simple negociación capital vs trabajo, como normalmente se mantiene, y por otro, la Acción Directa no es violencia, tal y como sostenemos.
Habrá quien pueda decir en este momento que, aun aceptando la premisa de que en la teoría la Acción Directa no sea violenta, la realidad nos impone una contrariedad ya que las huelgas, las manifestaciones, etc. – que no son más que elementos de presión de esta herramienta – son acciones violentas.
Ni que decir tiene que tal afirmación está tan alejada de la realidad como la Luna de la Tierra. Si las manifestaciones, los piquetes o las huelgas no son violentas per se – por mucho que algunos personajes aislados, dispuestos a que todos recibamos palos con tal de quemar un contenedor, un cajero, etc. se empeñen-. Pero, si mediante el uso de la coacción, la amenaza y la violencia, se viola, se arrebata, nuestro legítimo derecho a la protesta ante una situación de injusticia y a la defensa de nuestros intereses, ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta? Porque debemos recordar en este momento que una desobediencia civil pacífica también es punible, y con grandes penas – cada vez mayores -, por no hablar de que además igual te dan palos.
De cualquier manera, estas acciones no son acciones violentas, a no ser que se considere violencia el mero hecho de realizar una huelga, en cuyo caso resulta inútil cualquier intento de razonamiento con los interfectos, puesto que del mismo modo en que esto se considera violencia, es de suponer que no se considerará opresivo y violento el régimen de explotación económica y de opresión ideológica, moral y cultual al que nos somete el sistema capitalista.
En conclusión, podemos definir la Acción Directa como el arma política del proletariado y demás sectores oprimidos. Acción de Masas encaminada a la resolución de conflictos entre el capital, el Estado – política, administración, jurídica, moral, etc. – y los de abajo, realizable de una u otra forma, con tal o cual intensidad y acompañada o no de sabotajes y boicots según las exigencias del momento, pero siempre al margen de intermediarios.
Propaganda por el Hecho
Si ya la Acción Directa resulta conflictiva en su acepción común qué decir de la Propaganda por el Hecho. Concepto este que si puede ligarse nítidamente con la violencia, aunque solo de forma parcial y por una interpretación errónea de lo que, desde nuestro punto de vista, ésta significaba en un principio. Tal vinculación proviene esencialmente de la última década del S. XIX, cuando se sucedieron gran cantidad de ataques contra políticos y burgueses dentro de una estrategia de lucha terrorista que algunos denominaron como Propaganda por el Hecho. Sin embargo esta definición no hace sino referencia a una pequeña parte de lo que el concepto engloba en sí mismo, además entendemos que se trata de una acepción errónea por ser una interpretación a posteriori, puesto que el término cuando fue enunciado por vez primera no recogía en él la acción mediante atentados.
La “Propaganda por el Hecho” fue formulada por primera vez en 1876, en el boletín del a Federación del Jura, en un artículo de Malatesta y Cafiero en el que se decía:
«El hecho insurreccional destinado a afirmar los principios socialistas mediante la acción es el medio de propaganda más efectivo y el único que sin engañar y corromper a las masas puede penetrar hasta las capas sociales más profundas y atraer a las fuerzas vivas de la humanidad a la lucha mantenida por la Internacional.»
A la vista de tal formulación se percibe meridianamente que la Propaganda por el Hecho no responde a la violencia clásica atribuida al término, por mucho que algunos compañeros, en su error – y persistencia insistente en el mismo -, hayan acabado asociándolo de forma indisoluble.
La insurrección, como máxima expresión de la Propaganda por el Hecho, pretende llevar a la sociedad en la práctica lo que generalmente se queda en libros y folletos, en palabras en general. Ahora bien ¿Es violento llevar a la práctica la teoría? La respuesta que se impone es negativa en la mayoría de los casos, ¡Hombre! Si la teoría dice que ha de acusarse a un país de tener armas de destrucción masiva para, posteriormente, bombardearlo y adueñarse de sus recursos, amén de realizar un suculento negocio con la reconstrucción del mismo, podríamos concluir que sí, que es violento. Pero a la legua salta que no nos encontramos ante este caso.
Llevar a la realidad una sociedad organizada horizontalmente, basada en aquello de libertad, igualdad y fraternidad, en la que rija lo de: de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades, sin el robo y la explotación que suponen la propiedad y el capital; no es violento. Pueden ocurrírsele a uno todos los adjetivos que considere oportunos, incluso los más peyorativos, pero el adjetivo violento no ha lugar.
Estando en esta situación la cuestión: ¿Dónde estriba la violencia del hecho insurreccional? ¿La violencia de la revolución?
La violencia, que ha de hallarse a la fuerza en algún lugar para hacer su aparición, no puede estar si no enfrente de quienes llevan o pretenden llevar la anarquía a la práctica. Y alguien podría echarse las manos a la cabeza ante tal afirmación, pero si algo nos ha enseñado la historia – que visto lo visto tal pudiera decírsenos que no nos ha enseñado nada -, es que las insurrecciones del proletariado se han caracterizado por su contundencia, pero también por su respeto a la integridad del enemigo de manera mayoritaria una vez acaba el enfrentamiento armado – aunque es evidente que siempre existieron y existirán descontrolados -. Los asesinatos a sangre fría son un rara avis dentro del proceso insurreccional del proletariado en general, y del anarquista en particular, y generalmente no responden a directrices pactadas.
Pues sí, la violencia estriba en aquellos que pretenden defender al Estado y al capital por cualquier medio, pues, ¿quienes son, si no ellos, los que arremeten con toda su fuerza contra un pueblo que en mayoría y libertad ha decidido regir sus propios destinos conforme a un sistema libertario y, mediante la opresión por el temor a la extensión del ejemplo, la aplastan con toda su fuerza y crueldad sometiendo a la mayoría por la minoría? ¿Acaso no es ésta la violencia? ¿Acaso es necesario mencionar cuál ha de ser la respuesta lógica cuando ponen en peligro tu propia vida? ¿Acaso no sería una estupidez no estar preparado para la defensa de una revolución?
En conclusión, y para finalizar, creemos resulta claro que la violencia no se encuentra dentro de la Acción Directa, de la Propaganda por el Hecho ni del anarquismo, que la violencia se encuentra enfrente, que está en donde se difaman las palabras y las ideas. La violencia se encuentra en el poder que es quien ataca a aquellos que pretenden poner en marcha una alternativa, llevar la anarquía a la práctica y no en aquellos que se defiende de una agresión.
Aquellos compañeros que con tanto ahínco defienden y promulgan métodos que no le son propios al anarquismo están contribuyendo a sustentar la imagen confeccionada por el poder, y lo que es peor, a legitimar la represión ante aquellos a los que se pretende despertar con tales actos.
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