A veces es difícil entender a los dirigentes y a los dirigidos en Venezuela, en este caso sindicalistas y trabajadores. Tendremos que hacer una de esas especulativas extensiones y proponer que, cuando Freud nos habla del principio de muerte, que se contrapone al principio vida, esto también vale para el proletariado venezolano (por lo menos a su amplia mayoría) al que parece guiarlo este principio de muerte y han elegido suicidarse como grupo social. Porque, cuando media población del país protesta por todo, mantenerse en silencio es renunciar a tener presencia en la sociedad optando por lo que se parece mucho a una servidumbre voluntaria indigna del sindicalismo. Si me equivoco, me gustaría que los afectados lo mostraran.
El país, de mano de jóvenes y estudiantes, está prendido fuego en reclamos porque la situación es insostenible por donde se la vea. Las protestas se suceden sin cesar y la represión toma el carácter de una guerra a muerte contra los manifestantes. Las fuerzas represivas han sido mucho más benignas con la guerrilla colombiana (muchos dicen que hasta cómplices), con los delincuentes y los narcotraficantes (muchos dicen asociados) que con los que protestan. No falta mucho para que Maduro grite Estudiantes y jóvenes temblad. La población apoya, excepto en los silenciosos y atemorizados barrios porque dicen que la gente disfruta mucho haciendo amistades en las largas colas por papel tualé.
Pero lo que más llama la atención es que los trabajadores y sus sindicatos miran para un costado, como si lo que pasara no fuera con ellos. A lo más, unos pocos cientos protestan aquí o allá, en lo que en los últimos años ha conformando una suerte de protestoterapia porque casi nunca consiguen algo, aunque las hagan todos los días. Hay 400 contratos colectivos del sector oficial sin renovar, pero nada de protestar por eso y mezclarse con los otros que protestan ni apoyarlos, ni decir esta boca es mía. Parece que renunciaron a Proletarios del mundo uníos, y optaron por ir por la propia con lo que seguramente pierden sin remedio ante un Estado totalitario. ¿Será que los sindicalistas son tan sensibles que tienen mucho miedo que Maduro los regañe en una de esas cadenas que no escucha casi nadie o, si se la escucha, dan risa como cuando afirmó que Bolívar era huérfano de esposa?
Pudiera ser
Claro que cabe preguntarse si los trabajadores están tan bien que el único que está en la carraplana soy yo y los que me rodean. Quizás a ellos les lleguen a sus casas los distribuidores de Mercal para dejarles canastas llenas de productos todas las semanas a precios regulados y yo no lo sepa. Pudiera ser, pero es difícil pensarlo. Es difícil porque, con la última devaluación, el sueldo mínimo de un trabajador ha pasado a ser de 2 dólares por día, que, por otra parte, es el billete más grande que hay en este país petrolero. Una economía de miseria, tremendo logro revolucionario. Una joven amiga que se acaba de ir a EE.UU., indocumentada, está repartiendo propaganda de un bingo en las calles de Nueva York y cobra un salario de explotación, 8 dólares la hora. Un obrero de fábrica, con sus papeles en regla, cobra 18 dólares la hora, más que un obrero venezolano en una semana. ¡Oh el Imperio¡ Y no me vengan con lo del cestaticket porque eso no pasa de 0,50 dólares por día. Pero los sindicalistas duermen como Maduro ¿o con Maduro?
También pudiera ser que, como ellos y sus dirigentes no se enteren, no lean diarios, no reciban twitters, no entren en Facebook, sólo vean VTV como lo ordenó el Fallecido Eterno. Pudiera ser. También pudiera ser que se creyeran el cuento de los fascistas guarimberos, lo de la guerra económica (que parecen que la pierden porque las penurias económicas no tienen fin) y lo del golpe prolongado en el que extrañamente descubrieron a 3 generales de oficina comprometidos (sin militares no hay golpe) justo cuando llegaron los cancilleres de UNASUR. Entonces prefieren no mezclarse en las protestas para guardar la pureza revolucionaria de los trabajadores esperando que luego el Presidente Obrero y la Primera Combatiente les reconozcan la sumisión y obsecuencia con la revolución chavista y les otorgue otro 10 % de aumento del sueldo mínimo, es decir, unos 300 Bs más. Guauuu!!! Estamos resueltos!!! Hasta puedo volver a comprar algunos cigarrillos!!!
Otra novedad para nosotros los anarquistas. La masa de los trabajadores venezolanos no se une a los pocos trabajadores que protestan, ni a los jóvenes ni a la clase media, prefieren unirse a los militares que por siglos han sido algo así como sus enemigos naturales por ser defensores del Estado y de los patrones, privados o estatales. Cosas veredes Sancho, que non crederes, decía El Quijote a Sancho Panza. Claro que no debemos descartar que, como en este país ya casi no se fabrica nada porque todo se importa y como la mayoría de los asalariados sirven al Estado y las empresas del Estado están cerradas, o casi, muchos trabajadores hayan pasado a ser reposeros y prefieran, como los cubanos, recibir 2 dólares diarios y una tarjeta de racionamiento sin hacer nada y por eso los sindicatos apoyan a Maduro como presidente en los próximos 12 años, rogando que no se vaya la Polar.
Aunque también pudiera ser que los dirigentes, obedeciendo al Fallecido Eterno hayan considerado que los sindicatos ya no tengan sentido porque el Presidente Obrero y La Primera Combatiente se encargarán de defender los intereses de los trabajadores y llevarlos al bienestar y la buena vida. Pudiera ser, pero tampoco nos lo han dicho. Todas estas son especulaciones, porque los sindicalistas duermen como Maduro … o con Maduro.
Tristeza
A quienes tenemos unos años en esto de reclamos sindicales, no deja de llamarnos la atención este sopor laboral, este aguantar asesinatos, vejaciones, mentiras, degradaciones con tanto miedo e indiferencia ajenos a dar la cara en medio de un país protestando. La única explicación que encontramos para este silencio, indiferencia o autismo de los sindicalistas es que han caído en poder del espíritu de muerte freudiano renunciando a unirse a los otros en los reclamos, por caminar a un lento suicidio como organizaciones. Como decía Bakunin, las que no cumplen la razón de ser de su existencia terminan por desaparecer. Si fuera así, fácil es de adivinar que pronto clamarán como niños preguntándose quién podrá defendernos. Dios los encuentre confesados. Yo, soy ateo y protesto. Cuando uno recuerda los años y años de luchas anarcosindicalistas con tantos que entregaron su existencia para construir vida, le viene una profunda tristeza al ver a los trabajadores venezolanos que prefieren vivir como muertos.
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