J. R. López Padrino
Los venezolanos han sufrido en los últimos días una de las peores razias represivas de su historia a manos de la nefasta Guardia Nacional, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y las bandas armadas al servicio del régimen. La represión contra la protesta social ya suma 10 personas asesinadas, más de 250 personas sometidas a régimen de presentación de las 3.000 que ya existían y cerca de 55 manifestantes encarcelados.
Aplicando la Doctrina de la Seguridad Nacional y la dicotomía "amigo-enemigo", el gorilato bolivariano y su títere Maduro han institucionalizado un nefasto terrorismo de Estado y una miserable violencia política. Terrorismo de Estado que adopta el sigilo, el asesinato, el ataque por sorpresa, las prácticas delictivas, el uso de grupos paramilitares, la tortura e inclusive la violación (caso Juan Carrasco) a fin de restablecer "la paz ciudadana". Terrorismo que no solo elimina al enemigo político, sino además convence al ciudadano común que su vida está supeditada a su incondicionalidad frente al régimen. Ello acompañado de una desarticulación conceptual del idioma y vaciamiento de contenido a fin de confundir a las masas populares. Por ejemplo, el régimen habla de paz y amor pero militariza, reprime y asesina a jóvenes. Hablan de colectivos de paz y amor, pero son los mismos grupos de maleantes que siembran el terror y la muerte en nuestras ciudades.
Además, recurren a un lenguaje falso para eludir la responsabilidad de nominar lo ignominioso. Se metaforiza el horror para volverlo discursivamente aceptable. Maduro y su pandilla de matones jamás emplean expresiones directas como 'matar', o 'liquidar' al disidente, sino que recurren a un neo-lenguaje banalizador a fin de encubrir la represión y el asesinato de quienes disienten y protestan su política.
Mediante la construcción de un lenguaje comunicacional "aséptico", y de un discurso descalificador de sus víctimas, el régimen pretende que la violencia orientada a exterminar a la disidencia sea percibida como algo saludable para el país y no como un vulgar sicariato político. Valdría la pena recordar al nazi Adolf Eichmann durante su juicio en Jerusalén quien llegó afirmar: "Cien muertos es una tragedia, cien mil es estadística y nada más". Al igual que Eichmann los fachochavistas apelan a un discurso naturalizador del asesinato, de la muerte a fin de enmascarar su agenda violenta como paradigma de su "bastarda revolución". Pero además el régimen pretende que no se visualicen los abusos, las violaciones y los asesinatos perpetrados por sus asesinos uniformados (Guardia Nacional, Policía Nacional) y no uniformados (colectivos hamponiles) en el país y fuera de nuestras fronteras. Por ello imponen un blackout informativo, sacan del aire a canales de TV y expulsa del territorio nacional periodistas extranjeros. Pero lo que aún es peor es que estos asesinos a sueldo son presentados como ciudadanos respetuosos de las leyes dispuestos a cualquier sacrificio a "favor de la paz de la República".
La llegada al poder del socialfascismo bolivariano ha permitido una reposición de la obra de George Orwell, "1984". El lenguaje, lo recrearon, se lo apropiaron, lo "nazificaron", y lo esparcieron a todos los confines de la sociedad "a punta de bayonetas y balas". Los venezolanos vivimos vigilados todo el tiempo, bajo un férreo control ideológico, una hegemonía comunicacional, y una represión dirigida a fin de lograr el sometimiento de la población.
La ideología fachochavista representa un proyecto reaccionario, resultante de una combinación de una retórica socialista con un accionar fascista. Esta explosiva combinación ha dado origen a la barbarie, a la bazofia que hoy "desgobierna" al país. Un proyecto que aliena, que genera una falsa conciencia revolucionaria, que desdramatiza los asesinatos y crea una atmósfera de "normalidad" alrededor de los perpetradores de ellos, y que pretende rescribir la historia desde la impunidad, desde la censura de la memoria, desde la deformación de la realidad y del olvido.
Como en el pasado, ahora también se violan los derechos humanos y se encarcelan a quienes ejercen el derecho de la protesta en nombre de un grotesco y falsificado socialismo.
Los venezolanos han sufrido en los últimos días una de las peores razias represivas de su historia a manos de la nefasta Guardia Nacional, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y las bandas armadas al servicio del régimen. La represión contra la protesta social ya suma 10 personas asesinadas, más de 250 personas sometidas a régimen de presentación de las 3.000 que ya existían y cerca de 55 manifestantes encarcelados.
Aplicando la Doctrina de la Seguridad Nacional y la dicotomía "amigo-enemigo", el gorilato bolivariano y su títere Maduro han institucionalizado un nefasto terrorismo de Estado y una miserable violencia política. Terrorismo de Estado que adopta el sigilo, el asesinato, el ataque por sorpresa, las prácticas delictivas, el uso de grupos paramilitares, la tortura e inclusive la violación (caso Juan Carrasco) a fin de restablecer "la paz ciudadana". Terrorismo que no solo elimina al enemigo político, sino además convence al ciudadano común que su vida está supeditada a su incondicionalidad frente al régimen. Ello acompañado de una desarticulación conceptual del idioma y vaciamiento de contenido a fin de confundir a las masas populares. Por ejemplo, el régimen habla de paz y amor pero militariza, reprime y asesina a jóvenes. Hablan de colectivos de paz y amor, pero son los mismos grupos de maleantes que siembran el terror y la muerte en nuestras ciudades.
Además, recurren a un lenguaje falso para eludir la responsabilidad de nominar lo ignominioso. Se metaforiza el horror para volverlo discursivamente aceptable. Maduro y su pandilla de matones jamás emplean expresiones directas como 'matar', o 'liquidar' al disidente, sino que recurren a un neo-lenguaje banalizador a fin de encubrir la represión y el asesinato de quienes disienten y protestan su política.
Mediante la construcción de un lenguaje comunicacional "aséptico", y de un discurso descalificador de sus víctimas, el régimen pretende que la violencia orientada a exterminar a la disidencia sea percibida como algo saludable para el país y no como un vulgar sicariato político. Valdría la pena recordar al nazi Adolf Eichmann durante su juicio en Jerusalén quien llegó afirmar: "Cien muertos es una tragedia, cien mil es estadística y nada más". Al igual que Eichmann los fachochavistas apelan a un discurso naturalizador del asesinato, de la muerte a fin de enmascarar su agenda violenta como paradigma de su "bastarda revolución". Pero además el régimen pretende que no se visualicen los abusos, las violaciones y los asesinatos perpetrados por sus asesinos uniformados (Guardia Nacional, Policía Nacional) y no uniformados (colectivos hamponiles) en el país y fuera de nuestras fronteras. Por ello imponen un blackout informativo, sacan del aire a canales de TV y expulsa del territorio nacional periodistas extranjeros. Pero lo que aún es peor es que estos asesinos a sueldo son presentados como ciudadanos respetuosos de las leyes dispuestos a cualquier sacrificio a "favor de la paz de la República".
La llegada al poder del socialfascismo bolivariano ha permitido una reposición de la obra de George Orwell, "1984". El lenguaje, lo recrearon, se lo apropiaron, lo "nazificaron", y lo esparcieron a todos los confines de la sociedad "a punta de bayonetas y balas". Los venezolanos vivimos vigilados todo el tiempo, bajo un férreo control ideológico, una hegemonía comunicacional, y una represión dirigida a fin de lograr el sometimiento de la población.
La ideología fachochavista representa un proyecto reaccionario, resultante de una combinación de una retórica socialista con un accionar fascista. Esta explosiva combinación ha dado origen a la barbarie, a la bazofia que hoy "desgobierna" al país. Un proyecto que aliena, que genera una falsa conciencia revolucionaria, que desdramatiza los asesinatos y crea una atmósfera de "normalidad" alrededor de los perpetradores de ellos, y que pretende rescribir la historia desde la impunidad, desde la censura de la memoria, desde la deformación de la realidad y del olvido.
Como en el pasado, ahora también se violan los derechos humanos y se encarcelan a quienes ejercen el derecho de la protesta en nombre de un grotesco y falsificado socialismo.
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