J.R. López Padrino
La dupleta Maduro-Cabello acosado por la protesta popular y el desprestigio internacional de su régimen ha propuesto una engañosa y burlesca “Conferencia de Paz”. Convocatoria que no responde a una verdadera voluntad de paz, a la búsqueda del entendimiento entre las partes en conflicto, sino para ganarle tiempo a la crisis, para lograr los reacomodos políticos en el seno del oficialismo y para mejorar la imagen del gobierno ante la comunidad internacional.
Paradójicamente mientras que el bufón mayor de Miraflores montaba su show mediático con la participación de sectores sociales que dependen de los subsidios estatales, de genuflexos de oficio -muy abundantes en estos días-, “opositores” empeñados en invisibilizar la dura represión y representantes de la vieja y nueva burguesía, la Guardia Nacional y las bandas paramilitares arremetían con más fuerza contra las protestas en diversas ciudades del país.
Maduro y sus fariseos invocan a la paz discursivamente pero siguen utilizando un lenguaje insultante y descalificador, siguen brindándole protección a las bandas armadas que siembran el terror en la población, siguen usando a la Guardia Nacional para reprimir salvajemente a los manifestantes y sembrar el terror en la población. Ya van 18 jóvenes asesinados, cientos de lesionados y miles de manifestantes sometidos a procesos judiciales manipulados por jueces corruptos al servicio del régimen.
Los socialfascistas hablan de una paz que es la “paz de los sepulcros”. Una paz impuesta con sangre y fuego, una paz impuesta a punta de balas, perdigones y gas del bueno. Una paz basada en la pestilente bota militar que responde a los intereses del proyecto hegemónico y a sus lacayos de turno. Así como sucedió el 27F durante el Caracazo (1989) hoy las fuerzas represivas del Estado apellidadas bolivarianas salen de nuevo a la calle a reprimir, a asesinar, a usar la tortura como venganza por la afiliación ideológica del detenido (golpizas, amenazas de muerte, asfixia, electricidad, hasta una violación sexual). Hechos que no son aislados, sino que se corresponden a políticas institucionales dirigidas desde Miraflores con la complicidad de instancias como la Fiscal General de la República y la Defensoría del Pueblo en manos de sátrapas al servicio del proyecto cuartelario.
¿Qué hará la dupleta Maduro-Diosdado ante el crecimiento de las protestas en las calles y plazas del país? ¿Qué harán los ladinos del siglo XXI ante la insatisfacción de los trabajadores, de los estudiantes, de los sectores populares? Seguramente profundizarán la represión y la tortura para imponer “su orden y su paz”. Ya el discurso oficialista no convence, solo le queda la represión, el uso de la Fuerza Armada Nacional como el garante de la gobernabilidad ("orden y paz social") y de la continuidad del proyecto hegemónico capitalista. Componente armado que se ha transformado en herramienta efectiva para la represión e intimidación de quienes no compartimos el pensamiento oficial y quienes luchan por sus derechos sociales. El uso de las fuerzas militares (Guardia Nacional y otros componentes de la FAN) en funciones de seguridad pública viola los acuerdos internacionales de Derechos Humanos y mandatos emitidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos; además ha sido sinónimo de graves violaciones de los derechos fundamentales como ocurrió durante los sucesos del 27F y se reeditan lamentablemente 25 años más tarde.
La dupleta Maduro-Cabello y su corte de esbirros hablan de paz, pero es la paz de los sepulcros, de la represión, de los asesinatos y de la tortura. La paz del engaño, la miseria, la violencia y la escasez. La paz que reprime y conculca el derecho a los trabajadores. La paz que les conviene a las transnacionales energéticas que se benefician de la política antinacional del régimen. La paz que les conviene a los “países amigos” para seguir disfrutando de los regalos a cambio de su lealtad.
El futuro de esta revolución bastarda está agotado. Todo indica que el social-militarismo del comandante galáctico y su grupete ha entrado en una fase decadente, donde solo la represión le garantiza su permanencia en el poder. Lo que fue una ilusión, una esperanza para muchos venezolanos, se ha reducido a un movimiento político fascista nutrido con proclamas demagógicas, que se ha limitado a rejuvenecer con nuevos actores al proyecto de dominación que ha imperado en el país por muchos años. La mal llamada revolución bonita, está acabando en una perversa maquinaria burocrático-militar putrefacta, dispuesta a imponer mediante la bota militar un opresivo proyecto explotador a los venezolanos.
No se puede llamar socialista a un proyecto que promueve la militarización del país, el asesinato impune, la tortura, y el control represivo de la vida política y social del individuo.
La dupleta Maduro-Cabello acosado por la protesta popular y el desprestigio internacional de su régimen ha propuesto una engañosa y burlesca “Conferencia de Paz”. Convocatoria que no responde a una verdadera voluntad de paz, a la búsqueda del entendimiento entre las partes en conflicto, sino para ganarle tiempo a la crisis, para lograr los reacomodos políticos en el seno del oficialismo y para mejorar la imagen del gobierno ante la comunidad internacional.
Paradójicamente mientras que el bufón mayor de Miraflores montaba su show mediático con la participación de sectores sociales que dependen de los subsidios estatales, de genuflexos de oficio -muy abundantes en estos días-, “opositores” empeñados en invisibilizar la dura represión y representantes de la vieja y nueva burguesía, la Guardia Nacional y las bandas paramilitares arremetían con más fuerza contra las protestas en diversas ciudades del país.
Maduro y sus fariseos invocan a la paz discursivamente pero siguen utilizando un lenguaje insultante y descalificador, siguen brindándole protección a las bandas armadas que siembran el terror en la población, siguen usando a la Guardia Nacional para reprimir salvajemente a los manifestantes y sembrar el terror en la población. Ya van 18 jóvenes asesinados, cientos de lesionados y miles de manifestantes sometidos a procesos judiciales manipulados por jueces corruptos al servicio del régimen.
Los socialfascistas hablan de una paz que es la “paz de los sepulcros”. Una paz impuesta con sangre y fuego, una paz impuesta a punta de balas, perdigones y gas del bueno. Una paz basada en la pestilente bota militar que responde a los intereses del proyecto hegemónico y a sus lacayos de turno. Así como sucedió el 27F durante el Caracazo (1989) hoy las fuerzas represivas del Estado apellidadas bolivarianas salen de nuevo a la calle a reprimir, a asesinar, a usar la tortura como venganza por la afiliación ideológica del detenido (golpizas, amenazas de muerte, asfixia, electricidad, hasta una violación sexual). Hechos que no son aislados, sino que se corresponden a políticas institucionales dirigidas desde Miraflores con la complicidad de instancias como la Fiscal General de la República y la Defensoría del Pueblo en manos de sátrapas al servicio del proyecto cuartelario.
¿Qué hará la dupleta Maduro-Diosdado ante el crecimiento de las protestas en las calles y plazas del país? ¿Qué harán los ladinos del siglo XXI ante la insatisfacción de los trabajadores, de los estudiantes, de los sectores populares? Seguramente profundizarán la represión y la tortura para imponer “su orden y su paz”. Ya el discurso oficialista no convence, solo le queda la represión, el uso de la Fuerza Armada Nacional como el garante de la gobernabilidad ("orden y paz social") y de la continuidad del proyecto hegemónico capitalista. Componente armado que se ha transformado en herramienta efectiva para la represión e intimidación de quienes no compartimos el pensamiento oficial y quienes luchan por sus derechos sociales. El uso de las fuerzas militares (Guardia Nacional y otros componentes de la FAN) en funciones de seguridad pública viola los acuerdos internacionales de Derechos Humanos y mandatos emitidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos; además ha sido sinónimo de graves violaciones de los derechos fundamentales como ocurrió durante los sucesos del 27F y se reeditan lamentablemente 25 años más tarde.
La dupleta Maduro-Cabello y su corte de esbirros hablan de paz, pero es la paz de los sepulcros, de la represión, de los asesinatos y de la tortura. La paz del engaño, la miseria, la violencia y la escasez. La paz que reprime y conculca el derecho a los trabajadores. La paz que les conviene a las transnacionales energéticas que se benefician de la política antinacional del régimen. La paz que les conviene a los “países amigos” para seguir disfrutando de los regalos a cambio de su lealtad.
El futuro de esta revolución bastarda está agotado. Todo indica que el social-militarismo del comandante galáctico y su grupete ha entrado en una fase decadente, donde solo la represión le garantiza su permanencia en el poder. Lo que fue una ilusión, una esperanza para muchos venezolanos, se ha reducido a un movimiento político fascista nutrido con proclamas demagógicas, que se ha limitado a rejuvenecer con nuevos actores al proyecto de dominación que ha imperado en el país por muchos años. La mal llamada revolución bonita, está acabando en una perversa maquinaria burocrático-militar putrefacta, dispuesta a imponer mediante la bota militar un opresivo proyecto explotador a los venezolanos.
No se puede llamar socialista a un proyecto que promueve la militarización del país, el asesinato impune, la tortura, y el control represivo de la vida política y social del individuo.
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