Humberto Decarli
La crisis venezolana es esencialmente económica. El fracaso estruendoso de la gestión gubernamental se aprecia en diferentes aristas más allá de algunos índices macroeconómicos. En una economía diseñada para importar, lo cual pasó por la liquidación del aparato industrial, manufacturero y agrícola, que ahora no tiene divisas. El modelo establecido es rentista y sólo depende de los petrodólares y al estar ausentes ocurre la paralización, el desabastecimiento, la escasez y la inflación. Cuando una nación petrolera tiene hipotecada su producción al pagar 650 barriles diarios a China por endeudamiento y 550 mil en Petrocaribe, Petrosur y Petroandina que cuasi regala, y además tiene una ingente deuda externa, el resultado es catastrófico.
Andrés Oppenheimer, en un trabajo reciente, habla de 4 escenarios para el gobierno o su reemplazo: 1. Entregarse al Fondo Monetario Internacional; 2. Aplicar sus recetas unilateralmente; 3. Dolarizar la economía; 4. Entregar el país a China. Todos estos supuestos implican la aplicación de medidas drásticas que buscan colocar el peso de la crisis en quienes no la causaron, la población pobre en general, y se corresponden con una visión tradicional. Es probable que los centros mundiales de poder busquen una solución negociada entre el gobierno y la oposición e incluyendo a Cuba, para mantener el estatuto de dominación sobre Venezuela. Eso implica la impunidad de los militares como lo logró Pinochet en Chile al ser presionado por esos factores mundiales para ir a un referéndum, perdido por él a la postre, pero sin sanción para sus latrocinios y homicidios.
Esa salida política, al igual que una solución económica tradicional, dentro ddel capitalismo rentista y extractivista, puede ser frustrante y sólo buscaría correr la arruga. La verdadera solución pasa por concretar el mal manejo de la economía, residente en la administración de los dólares en el exterior independientemente de su gestión interna. La clave radica en determinar cómo PDVSA dispuso las divisas en el exterior sin enterarlas en caja del Banco Central y lograr la repatriación de ellas. El acuerdo no debe ser con los partidos y los empresarios sino con toda la sociedad venezolana en sus entes representativos para eludir la imputación de responsabilidades en las grandes mayorías al castigárseles con medidas draconianas. No debe repetirse las fórmulas terribles como las del 23 de enero de 1958 o la mencionada en la nación austral.
La crisis venezolana es esencialmente económica. El fracaso estruendoso de la gestión gubernamental se aprecia en diferentes aristas más allá de algunos índices macroeconómicos. En una economía diseñada para importar, lo cual pasó por la liquidación del aparato industrial, manufacturero y agrícola, que ahora no tiene divisas. El modelo establecido es rentista y sólo depende de los petrodólares y al estar ausentes ocurre la paralización, el desabastecimiento, la escasez y la inflación. Cuando una nación petrolera tiene hipotecada su producción al pagar 650 barriles diarios a China por endeudamiento y 550 mil en Petrocaribe, Petrosur y Petroandina que cuasi regala, y además tiene una ingente deuda externa, el resultado es catastrófico.
Andrés Oppenheimer, en un trabajo reciente, habla de 4 escenarios para el gobierno o su reemplazo: 1. Entregarse al Fondo Monetario Internacional; 2. Aplicar sus recetas unilateralmente; 3. Dolarizar la economía; 4. Entregar el país a China. Todos estos supuestos implican la aplicación de medidas drásticas que buscan colocar el peso de la crisis en quienes no la causaron, la población pobre en general, y se corresponden con una visión tradicional. Es probable que los centros mundiales de poder busquen una solución negociada entre el gobierno y la oposición e incluyendo a Cuba, para mantener el estatuto de dominación sobre Venezuela. Eso implica la impunidad de los militares como lo logró Pinochet en Chile al ser presionado por esos factores mundiales para ir a un referéndum, perdido por él a la postre, pero sin sanción para sus latrocinios y homicidios.
Esa salida política, al igual que una solución económica tradicional, dentro ddel capitalismo rentista y extractivista, puede ser frustrante y sólo buscaría correr la arruga. La verdadera solución pasa por concretar el mal manejo de la economía, residente en la administración de los dólares en el exterior independientemente de su gestión interna. La clave radica en determinar cómo PDVSA dispuso las divisas en el exterior sin enterarlas en caja del Banco Central y lograr la repatriación de ellas. El acuerdo no debe ser con los partidos y los empresarios sino con toda la sociedad venezolana en sus entes representativos para eludir la imputación de responsabilidades en las grandes mayorías al castigárseles con medidas draconianas. No debe repetirse las fórmulas terribles como las del 23 de enero de 1958 o la mencionada en la nación austral.
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