Vladimir
Aguilar Castro
Centro
de Estudios Políticos y Sociales de América Latina (CEPSAL)
“Me
decís que no soy ni burgués ni proletario, que soy un demócrata.
¡Cuidado
con las palabras carentes de definición,
son
el instrumento favorito de los intrigantes!
Ellos
son los inventores de este bello aforismo: ¡ni proletario ni burgués, sino
demócrata!
¿Qué
opinión no logrará hallar cobijo a la sombra de esa enseña?
Todo
el mundo finge ser demócrata, sobre todo los aristócratas”.
Carta de Blanqui a Maillard (1852).
En estos últimos quince años
los venezolanos nos hemos dicho de todo. Probamos de todo. Nos hemos insultado y
agredido. En definitiva, lo que ha estado en cuestión en nuestro país ha sido
la propia acepción de democracia.
Chávez fue el Presidente de
una parte de Venezuela no porque haya dejado de ser legítimamente electo por la
mayoría, sino porque lamentablemente no gobernó para todo el país. Maduro, a
poco menos de un año de mandato, sigue en el mismo esquema de su antecesor.
Luego de estos años, ha
llegado el tiempo de dialogar pues hemos arribado a lo más profundo de la
desafección cultural, política, económica y social como nación. Por
desafección entendemos el proceso recurrente de pérdida de sentido hacia la
política y de lo político en sociedades con altas formas desiguales y
combinadas de desarrollo. Sería así la manifestación política de la
no-contemporaneidad de la conciencia de masas (Bloch), expresada en todas las
formas de conciencia desfasadas de las formas de conciencia normal y ordinaria,
producidas por la sociedad en un momento determinado de su desarrollo.
Los acontecimientos
inauguran nuevas temporalidades, anota Ranciere, pero tal vez nuestra
conciencia no ha estado a la altura de los tiempos.
Tanto el gobierno como la
oposición deben de enviar señales claras de querer dialogar. El Movimiento De
Frente con Venezuela (http://entretodosdigital.blogspot.com/2014/03/proposiciones-del-movimiento-de
frente.html), ha propuesto una agenda de puntos muy importantes. El diálogo
debe darse en igualdad de condiciones si existe un compromiso de verdad. La
oposición debe tener capacidad de proponer y el gobierno debe tomar decisiones
contundentes. La intermediación puede ser externa pero también se puede pensar en
las formas como, por ejemplo, los pueblos indígenas en Venezuela dirimen sus
diferencias. En Sudáfrica, el Ubuntu fue el mecanismo exitoso utilizado por
Desmond Tutu y su Comisión de la Verdad, para superar el Apartheid.
Para nosotros (desde la academia),
algunos temas urgentes de diálogo para el corto, mediano y largo plazo, podrían
ser:
Temas de la coyuntura
El Movimiento De Frente con
Venezuela plantea temas que coadyuven a ir superando la polarización, “como
fórmula de mantener el poder o de hacerse del mismo”, además de romper el
círculo vicioso de la represión violencia represión. Lo primero sería el apego
a la Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela (CRBV), justo en el
momento en que cumplimos quince años de su aprobación.
Por otra parte, la mesa de
diálogo debe tener carácter permanente para avanzar en temas estructurales y
estratégicos, trascendiendo a las meras partes en conflicto (gobierno y
oposición). Hay un tercer país no alineado que también desea discutir y ser
parte de cualquier acuerdo.
Temas estratégicos para una agenda nacional (cultural y de país)
La política como promesa de
posibles consensos también se reinventa en lo social. Para el caso de
Venezuela, quince años de polarización ininterrumpida crea las condiciones para
avanzar en la construcción de una pluralidad basada en nuevos supuestos,
sustentándolos en ideas que le impriman un ritmo distinto al sentido de la
política. En esta reinvención de la política en lo social, tendríamos que:
1.- Superar del modelo
energético rentista-extractivista: desde nuestra perspectiva, el
extractivismo es la totalidad de una actividad económica con uno o varios
impactos sobre el sistema ecológico y cultural global. Ese modelo que durante
cien años ha caracterizado la economía venezolana, ha estado también en la base
(material y espiritual) de todas nuestras carencias y padecimientos como
nación.
2.- Relacionar la democracia participativa y protagónica con la democracia
fundacional: es decir, se trata de la
democracia que día a día es capaz de resituarse a sí misma por un trabajo
constituyente que le imprime un carácter permanente.
3.-
Construir una nueva pluralidad humana: la democracia como expresión de una sociedad con “derecho a
tener derechos” se perfilaría desde la disidencia (racional), donde la
hegemonía de gobierno no busca la aniquilación de la oposición, ya no desde la
perspectiva liberal del derecho que distinguía entre aquellos que tienen
derechos (o más derechos) y los que no tienen derechos (o tienen menos), sino
desde una perspectiva social, democrática y de justicia.
4.-
Estatuir la emergencia de nuevas institucionalidades: la democracia no
se concibe sin instituciones nuevas que la determinen en su materialización.
5.-
Discernir entre poder versus funciones del Estado: el Estado se erige en
el despliegue de funciones legislativas, ejecutivas, judiciales, y morales, a
través de la cual se crean las condiciones para el ejercicio de derechos
reconocidos constitucionalmente, lo que Bartolomé Clavero denomina un modelo que repare en los poderes en coherencia
suficiente con la revisión de los derechos bajo un paradigma constitucional,
que aunque pueda estar perfilado constitucionalmente, aún constituye un reto
pendiente en las Américas desde hace tiempo, tanto como desde las
independencias.
6.-
Precisar de un constitucionalismo constituyente: armonización de los
derechos constitucionales con las nuevas institucionalidades para su ejercicio
permanente.
Finalmente, como quiera que
en este país nos hemos acostumbrado a sobrevivir al fuego cruzado de la
polarización, la despolarización debe erigirse desde la palabra diálogo.
Es una buena oportunidad para intentarlo. Lo contrario seria que, una vez vuelta la calma, el gobierno mantenga su mismo esquema de gobernar y la oposición el mismo guion de reaccionar, hasta el momento en que la danza macabra de la muerte y de la guerra vuelva por sus fueros.
Es una buena oportunidad para intentarlo. Lo contrario seria que, una vez vuelta la calma, el gobierno mantenga su mismo esquema de gobernar y la oposición el mismo guion de reaccionar, hasta el momento en que la danza macabra de la muerte y de la guerra vuelva por sus fueros.
Reinventarnos políticamente
en el ejercicio de la democracia como permanente objetivo a alcanzar, nos
llevaría a reconocer, tal como lo advierte Josiah Ober, “que de los tres principales términos para precisar el poder político
(monarquía, oligarquía y democracia), el último es el que no ofrece ninguna
respuesta a la cantidad. El poder del demos no es el poder de la población ni
el de su mayoría, es más bien el poder de cualquiera. Todo el mundo tiene el
mismo derecho a gobernar que a ser gobernado”.
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