Masaya Llavaneras
Vengo de las filas del chavismo critico, del chavismo progre interpelado por el feminismo, el indigenismo, el movimiento queer o LGTBI, y también ¿por qué no? por la bárbara desigualdad económica y la exclusión que divide a Venezuela en varios mundos con matices distintos de miseria. Para mí todo ese combo material y simbólico va junto, no me espero a lo que muchas veces me dijeron compañeros y compañeras marxistas, comunistas (o cómod@s), a que las condiciones materiales hubieran madurado para poder abordar esos otros temas importantes pero, “con claridad ideológica, porque al final la lucha es de clases”.
Yo no estoy tan segura -ni lo estuve entonces- de que la lucha sea una sola, ni que tenga ese nombre de tanto pedigrí en la izquierda tradicional. Quizás sea por mi experiencia de desclasada, de vivir y ser testigo de contrastes sociales y económicos cada día de mi vida. Incluso diría que con un pie en cada mundo, pero la metáfora no me sirve porque estoy convencida de que hay mucho más que dos.
Ese menjurje que para muchos y muchas es visto como “falta de claridad ideológica” siempre me hizo sospechosa o cuando menos rara; muy light para unos, muy roja para otros. Nunca han faltado las conversaciones que se llenan de silencios incómodos de un lado o de otro, o cambios de tema abruptos cuando se incomoda a afectos cercanos al corazón que no quieren ponerse en juego. Porque eso siempre está ahí: la posibilidad de quiebre de una relación afectiva por pensar diferente.
Así se va navegando con la ilusión -de a veces-, llegar a puerto, pero con la duda perenne de si realmente escuchaste, o si realmente fuiste escuchada. Ahora, mirando el país desde afuera, pregunto a ambos bandos qué está pasando. Pregunto sobre todo a mis afectos, mis familiares, mis amigas. Pensando en que cada mirada aporta, en que sus vivencias, tristezas y preocupaciones son en parte mías. No deja de sorprenderme que cada persona relata un país distinto. Una habla de ataques y tuits alarmantes, no se puede salir. Otro habla de pasear como un fantasma por calles desoladas porque la gente está asustada en sus casas, pero la verdad es que no pasa nada. Otra me dice que esto no es otra cosa que un golpe lento, que ya se está organizando la gente para defender lo logrado. Otro me habla de cómo la oposición de base es la única que le pone pecho a esta lucha, porque los y las líderes lo que han hecho es prender candelas y dejar que los demás se quemen.
Aquellas que intentan mirar desde varios lados me han dicho que en Caracas ahora hay dos ciudades, por un lado no pasa nada mientras el otro se quema. Y no me queda sino pensar que hemos tenido varias Caracas, varias Venezuelas por mucho tiempo. Más tiempo que los últimos 15 años a los cuales la oposición atribuye la crisis actual. Y un tiempo que incluye esos 15 años que dentro del chavismo se miran como proceso de transformación monolítico e incriticable. Si bien esos 15 años no son los únicos causantes de esta coyuntura, sin duda han contribuido y mucho a la misma.
Hay Venezuelas de miseria extrema, mientras las hay de una opulencia vulgar. Hay un país en que cada cual sobrevive una violencia durísima y cotidiana en los callejones y escalones que conducen a sus casas. Hay otro que ha empezado a experimentar esa violencia en años más recientes. Hay una Venezuela a la que la vida le cambió rotundamente al tener un médico o una médica cerca por primera vez en décadas y así dejar de “morirse por pobre”. A la misma vez sigue existiendo la Venezuela de mujeres pariendo que van de puerta en puerta por los hospitales a ver cuál sí la va a atender. A pesar de las contradicciones, hay una Venezuela que no cabía en la foto de la modernidad y por fin percibió que tenía un espacio y palabra propia quince años atrás. Esa percepción está ahí para quedarse en muchos. Un espacio así no se deja ir así nomás.
No obstante, es paradójico que a nombre de ese lugar ganado eliminemos el habla de el otro. ¿Cómo, si este era un proyecto de inclusión, hay la represión que se ha experimentado últimamente por quienes piensan distinto? ¿Cómo es que este proyecto de igualdad se deviene uno de censura? No creo en la inocente y buena voluntad de los medios de comunicación per se, ni tampoco en la ausencia de agendas ocultas en los que convocan irresponsablemente a mecanismos violentos y salidas no democráticas a las situaciones que oponen. Mucho menos creo en barricadas y asesinatos a ciegas de gente que vuelve del trabajo a su casa y se tropiezan con una guaya. Lo que sí percibo es que al eliminar los espacios de crítica, tanto dentro como fuera de las filas del chavismo, se han cerrado los espacios de participación y transformación que ese proyecto político abanderaba. Al cerrarlos hemos entrado en una trampa de silenciarlo todo y esperar la voz diáfana de un líder que no existe. Lo que terminamos escuchando son comentarios desafortunados, frecuentemente misóginos y homofóbicos que invitan a la violencia de dos polos ensordecidos. ¿Cómo, más que a través de un diálogo justo, se puede salir de esta encrucijada?
[Tomado de http://fueraderadar.wordpress.com/2014/03/24/de-los-espacios-ganados-y-la-trampa-del-silencio.]
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