Curare
Para
quienes tenemos años conviviendo con este proceso de dominación bautizado por
el Teniente Coronel de Sabaneta como “socialismo del siglo XXI”, el nombre de
Juan Montoya, no es nada nuevo. “Caimán” o “Juancho” como le decían sus
afectos, es una de las figuras modulares de los grupos armados que coexisten en
el 23 de Enero, fogueado en las luchas populares de finales del siglo pasado de
esa populosa parroquia fue una de las victimas fatales del pasado 13 de
febrero, cuando un grupo de venezolanos protesto frente a la fiscalía de
Venezuela, abriendo paso a una jornada de violencia que todavía afrontamos.
Juancho,
era miembro de una multiplicidad de colectivos y grupos armados, entre ellos el
más celebre es el otrora Movimiento Revolucionario de Liberación Carapaica
(MRL-Carapaica) que alcanzo notoriedad en agosto de 2002 cuando irrumpió en la
palestra publica cuando ametrallo la infame “ballena” y “rinoceronte” de la
antigua Policía Metropolitana, durante la exoneración de los militares de alto
rango que participaron en el golpe de estado de ese año.
Bajo el
nombre de guerra de “comandante murachi”, este “radical del chavismo” en el
2010 junto a su grupo armado y encapuchado aprovecho las cámaras de Caracol
Noticias de Colombia, para hacer una declaración publica ante los medios donde
pedían a gritos al gobierno del difunto Hugo Chávez, que rectificara el camino
que estaba tomando la “revolución” por los graves vicios de corrupción y de
derroche entre las altas esferas del proceso.
Sus
críticas fueron objeto de múltiples críticas y de rabiosos comentarios por
parte del hoy, bajo perfil, Mario Silva, el cual los acusaba sin son ni compón
en su programa de televisión, de ser un
agente de la CIA al servicio de la Burguesía imperialista.
Pero este
impasse con el poder de Miraflores, no fue el primero, en febrero de 2008, una
bomba estallaba en la sede de la patronal FEDECAMARAS, dejando muerto a Héctor
Amado Serrano Abreu, un habitante del 23 de enero que formaba parte del Frente
Guerrillero Venceremos, que desde hace algunos meses atrás se había dedicado a
poner niples en diferentes zonas y delegaciones eclesiásticas en Caracas,
atacando a sectores de la oposición pero también a factores del chavismo.
Las
pesquisas arrojaron que su acompañante era Juancho Montoya, el cual se dio a la
fuga al escuchar la detonación y rápidamente se procedió a su detención, lo que
arrojo un escándalo dentro de los colectivos armados del 23 de enero y una
campaña por su liberación que encabezo la mismísima Lina Ron, así como un “paro
armado” en la zona para exigir su liberación.
Sin
embargo, Juancho siempre fue una persona contradictoria en vida, el y Serrano
Abreu estaba en la nómina y cobraba por la Alcaldía Mayor de Caracas, tenía una
credencial con rango de inspector de la PM, poseían chapas policiales, radio
transmisores y motocicletas XT.
Esa
contradicción parece haber alcanzado su clímax, el pasado 13 de febrero, cuando
cae muerto de bala en la Candelaria, cuando un grupo de escoltas, agentes del
Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y pistoleros cuando
hicieron frente a una manifestación de jóvenes opositores al gobierno. Nadie se
explica que hacia Juancho en una movilización opositora… ¿cambio de bando?,
¿estaba infiltrado?...las respuestas solo las sabe él.
A
diferencia de otros caídos del campo bolivariano como Danilo Anderson o Lina
Ron, nadie menciona hoy el nombre de “Juancho”, ni le dedican canciones, ni hay
murales y ningún ministerio pago grandes obituarios por su muerte. Fue
enterrado como uno mas, dejando tras de si una historia de paradojas y enigmas
sin responder.
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