Anábasis
Vigésimo novena emisión de Anábasis, programa de Radio QK (Uviéu, 107.3 FM / radioqk.org), 31 de enero de 2014. Historia, memoria, conflicto.
Vigésimo novena emisión de Anábasis, programa de Radio QK (Uviéu, 107.3 FM / radioqk.org), 31 de enero de 2014. Historia, memoria, conflicto.
En julio de 1957, en la localidad italiana de Cosio di
Arroscia, tres grupos de vanguardia artística (la Internacional Letrista, el
Movimiento Internacional por un Bauhaus Imaginista y el Comité Psico-Geográfico
de Londres) fundan la INTERNACIONAL SITUACIONISTA, con el propósito explícito
de destruir el arte e intentar una construcción más libre de la vida. En la
estela de (y rompiendo con) otras vanguardias como el surrealismo o el propio
letrismo, arman todo un repertorio de intervención en la realidad para la
“construcción de situaciones”: el urbanismo unitario, la psicogeografía, la
pintura industrial, la deriva, el desvío (detournement)… Establecida en un
puñado de países, en la I.S. destaca desde su fundación la sección francesa y,
en ella, la figura fundamental de Guy Debord (director de la revista central,
Internationale Situationniste), pero hay que citar otros personajes de esta
primera época como Asger Jorn, Michelle Bernstein, Pinot-Gallizio, Constant,
Alexander Trocchi… Políticamente, se puede hablar de un posicionamiento más o
menos trotskista o de ultraizquierda. La influencia de grupos como Socialisme
ou Barbarie (nucleado en torno a Cornelius Castoriadis —seudónimos: Pierre
Chalieu, Paul Cardan…—) le aportarán en buena medida una perspectiva comunista
consejista, y personajes como Henri Lefebvre la de la importancia de la crítica
de la vida cotidiana.
Precisamente, en torno al cambio de década, la Internacional Situacionista emprende un giro brusco en su orientación y papel, abandonando los aspectos más artísticos, depurándose la composición de la organización y su propia estructura. En 1960, Debord y Canjuers elaboran los “Preliminares para una definición de la unidad del programa revolucionario” como plataforma de discusión entre la I.S. y SoB; en este texto, la reconstrucción de la vida cotidiana se liga indisolublemente a la lucha anticapitalista, mientras que la crítica del espectáculo (con la ausencia total de intervención por parte de la población espectadora) se sitúa en el centro de la crítica social. Los situacionistas van afilando una crítica radical del capitalismo avanzado occidental sin perder de vista lo que ocurre en los países donde impera el capitalismo de Estado; todos los conflictos mundiales de envergadura (la independencia de Argelia, la revuelta de Watts, la pseudorevolución pseudocultural China, la Guerra Árabe-Israelí…) serán objeto de unos análisis originales y, las más de las veces, escandalosos para la ortodoxia cultural y política. Su crítica está marcada por un tono y un contenido que percibe bastante lúcidamente los signos de una próxima crisis en unas condiciones sociales marcadas por una mercantilización del ocio y de todas las esferas de la vida y el papel creciente (la dictadura) de la publicidad y de los medios de comunicación: todo lo que antes se vivía directamente se aleja ahora en una representación; este avance de la alienación no deja de ser problemático, y la citada crisis se aprecia en torno al descontento juvenil (formación de bandas, hooliganismo, delincuencia), a la creciente insumisión obrera (absentismo, sabotaje, huelgas salvajes no mediatizadas…), la ruptura de las normas morales y sexuales, la crisis de la familia… Como grupo minoritario, y reducido con los citados cambios organizativos prácticamente a la sección francesa, la I.S., que delimita claramente sus límites respecto de todo el complejo cultural francés modernista de la época, no obstante, sabe esperar.
A finales de 1966, con el llamado “Escándalo de
Estrasburgo”, las ideas situacionistas van a conocer una amplificación
tremenda. Algunos de sus partidarios en esta universidad acceden a la dirección
de la rama local de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (U.N.E.F.) con
el programa declarado de destrucción de la misma. Con el dinero de la
organización, editan miles de copias del pronto famoso opúsculo “De la miseria
en el medio estudiantil…”, firmado por el situacionista Mustaphá Khayati.
En 1967, verían la luz las dos obras teóricas claves: el
Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones de Raoul Vaneigem,
y La sociedad del espectáculo de Debord. Mientras la primera es una afirmación
radical de la subjetividad revolucionaria, el segundo es un tratado críptico
donde se perfila un análisis unitario del capitalismo en las nuevas condiciones
de la sociedad de consumo, del espectáculo, una relación social entre personas
mediatizada por imágenes, y donde detrás de un sinfín de frases desviadas y
dobles sentidos, se pueden pulsar las influencias claras de Hegel, Marx o el
Lukács de Historia y consciencia de clase.
Estos años conocen un buen puñado de interesantes polémicas
con otros grupos radicales en Francia, así como unas posibilidades (truncadas)
de expansión de la crítica situacionista en Inglaterra, Estados Unidos o
Italia.
Los primeros meses de 1968 contemplan una gran agitación en las universidades francesas, ejemplificada en la crisis de Nanterre, con la actuación y la represión del grupo de los “Enragés”, una auténtica banda de estudiantes y no estudiantes dedicada a trastocar completamente la vida universitaria; curiosamente o no, desde estas coordenadas, en Mayo la subversión se generaliza, primero a todos los centros de enseñanza y pronto, a las fábricas, en lo que se convierte en la mayor huelga general de la Historia; unas semanas en las que todo fue posible. La I.S. va a asociarse con los “Enragés” y promoverán el Comité por el Mantenimiento de las Ocupaciones (C.M.D.O.); su papel e influencia es inversamente proporcional a lo ínfimo de sus efectivos, animando a la extensión de la revuelta y a la formación de consejos obreros; aportarán, sin duda, los análisis más radicales del movimiento y darán el tono más poético de la crisis social.
Después de Mayo, sin embargo, la I.S. va a sufrir una crisis profunda (no exclusiva de este grupo) que llevará finalmente a la autodisolución, en 1972; el horizonte de la revolución social se aleja y el debate de orientación interno no lleva a ninguna parte; las exclusiones, dimisiones y descalificaciones, arrecian.
De la mano del grupo de los “Ácratas” o de gente como Santi Soler (posteriormente fundador del M.I.L.), las ideas situacionistas van conociéndose en España.
Para el programa de hoy, la organización informal de Anábasis charló con Miquel Amorós sobre casi todas estas cosas, y algunas más, aprovechando su visita al vertedero asturiano. Miquel es el autor de innumerables publicaciones y, en la parte que nos ocupa, de Los situacionistas y la anarquía (Muturreko burutazioak, Bilbo, 2008, con tres ediciones ampliadas; una deliciosa historia de los grupúsculos revolucionarios de Francia y otros países en la década de los 60), del prólogo a los textos de la Sección Italiana (Pepitas de Calabaza, Logroño, 2010), y también editó la compilación de textos situacionistas y consejistas relativos a la crisis revolucionaria en Italia, Un terrorismo en busca de dos autores (Muturreko, 1999). Activo en colectivos radicales en la época del tardofranquismo, entró en contacto con estas ideas a comienzos de la década de los 70, difundiendo las perspectivas situacionistas desde grupos como “Los Incontrolados” o “Trabajadores por la Autonomía Proletaria y la Revolución Social”. Iniciada la década de los 80, participa en la fundación y desarrollo del grupo “Encyclopèdie des Nuisances”, junto a otros epígonos situacionistas como Jaime Semprún y antiguos miembros de la I.S. (o en su órbita) como René Riesel, Christian Sebastiani o Pierre Lepetit, grupo en el que el propio Debord jugará un papel problemático.
Antes, empezamos el programa con la lectura de un texto de
hace un año, la “Declaración a los poderosos de aquí y de otros lugares
destinada a exponer la razón por la cual el pueblo humilde de todas partes de
común acuerdo ha comenzado a cavar, revolver y abonar el suelo, para después
sembrar legumbres y cereales en Notre-Dame-des-Landes, Bretaña, hecha por los
que abajo suscriben y por miles de otros que están de acuerdo con ellos”, desde
la Z.A.D. de Nantes, publicado en el nº2 de Argelaga.
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