Don David de la Obviedad
Al hablar de la revolución del siglo XXI,
muchos opositores al régimen sentirán inmediato rechazo por este artículo, y de
forma contraria los abyectos al “proceso” sentirán el deber patriótico de
leerlo. Esta es una figuración que me hago ahora, al momento de escribir estas
líneas introductorias, y que quizás hago para reflejar la polarización política
y social de nuestro país, a la que estamos tan acostumbrados.
La revolución bonita, la revolución bolivariana, en fin, la revolución propuesta por el presidente Chávez, llegó con él en enero del año mil novecientos noventa y nueve, un año antes del paso al nuevo milenio y al nuevo siglo. Es, cronológicamente, una revolución nacida en el siglo XX, con ideas y propuestas más antiguas aún, que dieron a luz pensadores del S. XIX; y fueron implementadas, por no decir impuestas, hasta mediados del siguiente centenario en varios países de Europa, Asia y América Latina.
No pretendo, en este artículo, rivalizar o fraternizar con alguna de “las dos partes”, solo planteo que esta revolución, que comenzó con la victoria de Chávez y que se cimentó durante su mandato, no es una revolución del siglo XXI, pues no contiene, a mi parecer, en ninguna de sus partes, el ideal de la juventud, no busca renovarse, ni reinventarse, ni sus propuestas se adecúan al pensamiento de mis contemporáneos, sino que parece querer volver a atrás a cada paso, volver no sé si a un pasado “glorioso” lleno de cruentas guerras y héroes, como nos lo plantea la historia institucionalizada, y a una independencia que parece no tener fin, ni principios.
Te ruego, querido lector oficialista, no te molestes ni concluyas acá la lectura de mi artículo, pues, aunque pienses que mis planteamientos son disparatados, aún no finalizan mis palabras. Y a ti, lector opositor, que ya debes estar más contento que al principio, te digo que leas con cuidado mis líneas, y esperes a ver qué digo.
Durante el auge de la revolución de Chávez, surgió en nuestro país una oposición liderada por políticos y empresarios que vieron amenazados sus intereses. Esta oposición fue creciendo conforme pasaban los años y, luego del paro petrolero, que concluyó con el despido masivo de veinticinco mil trabajadores de la industria; y luego de otros desaciertos gubernamentales, los desencantados llegaron a ser tan numerosos, que se hicieron llamar “la mitad del país”. Esta mitad, que protesta y exige cambios de personal político, parece no querer más que la salida de los mandatarios; y no propone, ni crea alternativas, sino que se contenta y regodea en mencionar los fracasos de la revolución. Igualmente, no aparece el ideal de la juventud, no busca reinventarse, ni renovarse, más parece que su finalidad es volver al pasado, a los primeros años de la bonanza petrolera y al bipartidismo “democrático”.
Hasta aquí, ya cada uno de ustedes, lectores míos, puede contentarse, pues si estabas en desacuerdo con lo que dije al principio sobre la revolución, ya encontraste acá algo que no solo calma tus ansias de acabar la lectura, sino que te motiva a seguir leyendo; y si estabas de acuerdo con lo que dije al comienzo, y esto último te decepcionó, te invito a que leas nuevamente el segundo y tercer párrafo, para que te contentes y continúes leyendo las líneas que faltan.
A partir del año dos mil dos, podríamos decir que se conformó en nuestro país una sólida oposición, numerosa y activa, que se desligó de quienes no compartían sus ideas. Asimismo la “otra parte”, estrechó sus lazos con el proceso, y se desentendió de los que se oponen a sus doctrinas. En ese año, justamente, el país “se partió en dos”. A dos años del siglo XXI, apenas en el marco de esta puerta que se nos abre, volteamos aferrados a lo que dejamos en la habitación de atrás, y con miedo, y con paso inseguro avanzamos sin ver hacia adelante, creyendo siempre que “todo tiempo pasado fue mejor”, como dijo el poeta Manrique.
Doce años después, estas dos mitades se han solidificado, y se han cerrado a opiniones distintas, y al porvenir de nuestra sociedad. Cualquiera de nosotros que ha tratado de permanecer “neutral”, y cuando digo neutral, me refiero al simple hecho de ser crítico con ambos sectores, ha sido catalogado de escuálido o chavista, de acuerdo al caso.
Lo cierto es que este año, luego de la muerte del presidente Chávez, del afincamiento de los problemas económicos, alimenticios, de seguridad, entre otros; surgieron nuevos conflictos entre estas dos corrientes, que devinieron en protestas estudiantiles que comenzaron en el estado Táchira, y que detonó acciones similares en numerosas ciudades del país con el apoyo o la reprobación de la sociedad civil.
Hasta acá, amigos míos, pueden sentirse aludidos; rechazar o abrazar mis opiniones. A partir de este momento, no hablaré más del pasado. Ahora, te pido a ti, lector, me leas atentamente y, si puedes, te olvides por un momento del bando al que perteneces, aunque hayas jurado lealtad; solo haremos un pequeño ejercicio, juntos, tu y yo.
Este artículo se llama la revolución del siglo XXI, te diré por qué:
Este es el nuevo siglo, pero no solo el nuevo siglo, es también el nuevo milenio. Y nosotros, tu y yo, la juventud de transición, pues quienes tenemos la edad mínima legal para hacer vida política, nacimos no en el ocaso del siglo de las grandes guerras, del desarrollo tecnológico y de la globalización, si no que nacimos en el amanecer de los nuevos tiempos, en la nueva era, la del Ser plural y libre, la del planeta comunicado, de la diversidad sexual, de la reconexión con la Madre Tierra; y este nuevo Ser nace en nuestro, ahora, conflictivo Sur.
Imagina, imagina, querido amigo, que es ésta nuestra historia; que los fracasos y las victorias del pasado, glorioso o no, nos han llevado a este tiempo, pero recuerda que el siglo XX ya pasó, y no podremos alcanzarlo, porque nuestro tiempo es éste, y anda hacia adelante.
Los jóvenes del siglo XXI, sentimos el dolor de vivir separados y segregados por diferencias políticas que no existen, por discursos de odio y de intolerancia promovidos por líderes con ideas viejas que buscan el poder monárquico, la adulación y dependencia de todos los poderes en un solo sujeto.
Nosotros, los jóvenes de este siglo, entendemos que nuestro compromiso debe ser individual y social, porque somos individuos, distintos y pensantes, con ideas y propuestas diferentes, con inclinaciones particulares, pero también somos conscientes de que pertenecemos a una sociedad que debe ser escuchada y tomada en cuenta, porque en ella hacemos vida, y sin ella no existiríamos.
Nuestra revolución, la Revolución del siglo XXI, entiende que todos dependemos de todos, que debemos ser múltiples los líderes comprometidos con nosotros mismos y con la comunidad; pero necesitamos ser escuchados y escucharte, necesitamos ser críticos y aceptar la crítica para poder mejorar; que nos des tu opinión y que toleres la nuestra, porque, aunque estemos en desacuerdo o nos veamos diferente, somos parte de una sola sociedad y nos afectan los mismos problemas porque entendemos que somos un ecosistema.
La universidad trabajará para la sociedad y la sociedad para la universidad. Es por eso que juntos nos reinventaremos, y adaptaremos nuestra revolución a los cambios que, afortunada e inevitablemente, seguirán llegando; hasta que los nuevos jóvenes, los líderes de nuestro futuro, se opongan a nuestras ideas, y entendamos que la sociedad debe mutar, siempre hacia adelante.
Antes de concluir el ejercicio, te invito, queridísimo lector, a que dialogues con aquel que piensas que se opone a tus ideas; y que lo escuches, y verás cómo encontrarás más vínculos que diferencias.
Ahora, amigo mío, puedes volver a tu estado primo, en el que eres un Ser, igual que yo y tus hermanos, o puedes decidir pintarte un color y pensar de una u otra manera. Eres libre. Pero también te digo que ya eres parte de esta revolución naciente, en la que tenemos por bandera la diversidad; en la que atacamos juntos los problemas, sin buscar culpables, porque nos afecta a todos; porque nuestro fin es convencer y no vencer; porque sabemos que todo tiempo pasado fue anterior, y no mejor.
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