J. R. Lopez Padrino
Algunos sectores de la oposición han lanzado como propuesta la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
A nadie escapa el hecho de que el Estado venezolano es un aparato envejecido, corrupto, e ineficaz de origen y espíritu gomecista.Sin embargo, plantear una Constituyente como salida a la profunda crisis política-económica-ética y social que afecta al país es engañoso, pues detrás de una potencial solución de los problemas, se esconde la perpetuación del proyecto hegemónico existente. Las experiencias Constituyentistas de Colombia (1991), Perú (1993), Bolivia (1994), Argentina (1994), Venezuela (1999) y más recientemente Ecuador (2008) representan ejemplos muy aleccionadores que demuestran que esta no es la vía más idónea para la crisis que afecta a la gran mayoría de venezolanos.
Una nueva Constituyente en esencia se abocará a introducir una serie de cambios de carácter jurídico dentro del marco democrático burgués destinados a modernizar el andamiaje legislativo a fin de seguir beneficiando al orden existente, a las élites burguesas y boliburguesas y al gran capital transnacional. Al igual que en el proceso del año 1999, no se tocarán las bases económicas, ni las relaciones de producción, por ende, se perpetuará la distribución injusta de la riqueza y se profundizará aún más la explotación del asalariado, profundizando las brechas sociales ya existentes, así como los niveles de pobreza y de miseria.
Venezuela vive una compleja conflictividad social, la más grave de sus últimos años de historia, producto de la desesperanza y frustración de amplios estratos sociales quienes históricamente han sido engañados y manipulados, en especial durante estos últimos años bajo el régimen socialfascista bolivariano. Socialfascismo que lejos de representar una alternativa contrahegemónica, impulsa un capitalismo de Estado militarizado que ha acentuado la precariedad en nombre del socialismo.
Obviamente, una ANC no resolverá en lo más mínimo los muchos problemas (trabajo, vivienda, seguridad, inflación, educación, escasez generalizada, etc.) que hoy afectan a los sectores populares y al venezolano en general. Una nueva ANC seguramente modificará el Estado Militar imperante, por uno más efectivo y eficiente al servicio del mismo proyecto hegemónico explotador.
Para una Venezuela agobiada por problemas económicos, políticos y sociales la convocatoria a una ANC no representa la solución a las dificultades propias de la crisis, y solo permitirá la consolidación de un Estado explotador acorde con las nuevas exigencias económicas del capital globalizado. Además, al margen de las consideraciones políticas podría representar un fatídico salto al vacío dada la perversa reingeniería electoral impuesta por el régimen y la correlación de fuerzas políticas existente, lo cual lamentablemente se traduciría en una profundización del Estado militar autoritario existente en la actualidad.
Algunos sectores de la oposición han lanzado como propuesta la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
A nadie escapa el hecho de que el Estado venezolano es un aparato envejecido, corrupto, e ineficaz de origen y espíritu gomecista.Sin embargo, plantear una Constituyente como salida a la profunda crisis política-económica-ética y social que afecta al país es engañoso, pues detrás de una potencial solución de los problemas, se esconde la perpetuación del proyecto hegemónico existente. Las experiencias Constituyentistas de Colombia (1991), Perú (1993), Bolivia (1994), Argentina (1994), Venezuela (1999) y más recientemente Ecuador (2008) representan ejemplos muy aleccionadores que demuestran que esta no es la vía más idónea para la crisis que afecta a la gran mayoría de venezolanos.
Una nueva Constituyente en esencia se abocará a introducir una serie de cambios de carácter jurídico dentro del marco democrático burgués destinados a modernizar el andamiaje legislativo a fin de seguir beneficiando al orden existente, a las élites burguesas y boliburguesas y al gran capital transnacional. Al igual que en el proceso del año 1999, no se tocarán las bases económicas, ni las relaciones de producción, por ende, se perpetuará la distribución injusta de la riqueza y se profundizará aún más la explotación del asalariado, profundizando las brechas sociales ya existentes, así como los niveles de pobreza y de miseria.
Venezuela vive una compleja conflictividad social, la más grave de sus últimos años de historia, producto de la desesperanza y frustración de amplios estratos sociales quienes históricamente han sido engañados y manipulados, en especial durante estos últimos años bajo el régimen socialfascista bolivariano. Socialfascismo que lejos de representar una alternativa contrahegemónica, impulsa un capitalismo de Estado militarizado que ha acentuado la precariedad en nombre del socialismo.
Obviamente, una ANC no resolverá en lo más mínimo los muchos problemas (trabajo, vivienda, seguridad, inflación, educación, escasez generalizada, etc.) que hoy afectan a los sectores populares y al venezolano en general. Una nueva ANC seguramente modificará el Estado Militar imperante, por uno más efectivo y eficiente al servicio del mismo proyecto hegemónico explotador.
Para una Venezuela agobiada por problemas económicos, políticos y sociales la convocatoria a una ANC no representa la solución a las dificultades propias de la crisis, y solo permitirá la consolidación de un Estado explotador acorde con las nuevas exigencias económicas del capital globalizado. Además, al margen de las consideraciones políticas podría representar un fatídico salto al vacío dada la perversa reingeniería electoral impuesta por el régimen y la correlación de fuerzas políticas existente, lo cual lamentablemente se traduciría en una profundización del Estado militar autoritario existente en la actualidad.
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