Viento sin Fronteras
Esta es una pequeña crónica bastante familiar de seguro para muchos. Ayer me levante a las 6 am para prepararme para ir a trabajar. Llegué al trabajo a eso de las 7:30 am y allí pase todo el día. A las 7 pm regresé a mi casa. Al llegar a casa tuve que bajar a la bodega más cercana (vivo en una zona rural) a comprar las cosas para cenar o almorzar los días que vienen. Pues bien, una compra que consistía en unas tres papas, dos latas de sardinas, tres tomates, una cebolla, un jabón azul, una caja de cigarrillos y unas galletas me salieron en 170 BsF. Hasta aquí todo parece normal pero no es así. Mi salario diario son 200 BsF.
Claro, son 200 BsF y esto me deja tan solo 30 BsF para ir guardando de modo que pueda pagar el resto de mis gastos, como el alquiler por ejemplo. O el pasaje en el transporte público, que si no fuera a pie al trabajo tendría que descontar 10 BSF a estos 30 que se suponen me sobraba.
Además de esto, recordé que la ultima que vez que me quede sin gas pasó casi un mes hasta que dicha comodidad volviera a mi casa. Y mi casa claro, una casita de 38 m2 a la que le falta el agua casi todos los días una hora o dos con un alquiler que equivale a casi la mitad del salario mínimo por el que trabajo. Me vino a la mente esa casa de la misión vivienda que se construyó "el cantamañanas" del CC (gran afiliado al PSUV por cierto y referencia ideológica de muchos por aquí) y que estaba vacía hasta dos semanas atrás, que logro venderla, por no menos que la discreta cantidad de 700.000 BsF.
Me vino a la mente una cosa, y ya me calentaba más los nervios. Pasé 10 años de mi vida en la universidad. Tengo una licenciatura, un máster y deje la tesis doctoral a la mitad por falta de ganas. Y bueno, no es que crea que merezco un salario de ministro, pero por alguna razón, y esta razón por alguna otra razón siempre termina siendo culpa mía; me ha sido imposible encontrar un trabajo que, sin ser exactamente para lo que supone que estudié al menos me permita (y de eso se supone que se trata la universidad) devolverle a la sociedad o a quien sea, un poco de ese material intelectual o técnico que se supone adquirí en esos años. A veces me dan entonces unos episodios de lucidez y digo; claro, es que para enchufarse bien hay que saber a quién jalarle bolas. O pienso y reniego sobre como montar ese proyectico escrito con la siempre sacrosantas palabras; comandante eterno, compañero camarada, el arañero, nuestro proceso, la guerra económica, el gigante eterno, el legado. Todo esto sin duda aumenta los grados de un sentimiento de frustración que se crece.
Y con eso me vienen a la cabeza los contratos de las carboneras en guasare, la placa deltana, los 3 mil millones de dólares que nos presto la chevron, las concesiones a madereras chinas en el alto caroní, la muerte de los sabino, la criminalización de los wayuu, la muralla roja fascista disparando a sindicalistas disidentes, los brazos armados del gobierno mandando a callar a las viejas con sus cacerolas a punta de pistola, los muertos de Uribana, los 400 muertos anuales en prisión, los autores intelectuales de la masacre de El Amparo metidos en el gobierno diseñando las leyes antiterroristas. Y así. Y así pienso que tarde o temprano, yo, y mucha gente que no se identifica para nada con los voceros de la oposición, incluso sectores que provienen del chavismo, saldrán a las calles a protestar. Y allí estaré, si la ruralidad me lo permite, entregando panfletos a quienes tengan ojos para leerlos. Sin caer en ingenuidades sé, que muchos imbéciles fanáticos de Pérez Jiménez o de Leopoldo Lopez estarán allí con sus consignas y créanme que allí mismo los combatiré. Allí mismo les demostrare que ellos y estos otros son los mismos.
Ganas no me faltan de salir a encender a piedras cuanto carro de los policías se me atraviese. Porque son unos malandros y unos matraqueros. Ganas no me faltan de quemarle en la puerta de la gobernación de Mérida toda la basura que no son capaces de gestionar. Ganas no me faltan de reventar las vidrieras del supermercado y dejar regado por el suelo todos esos productos para los que tengo que hacer colas en mis días de fin de semana. Ganas no me faltan de pillar un cajero del banco a solas e intentar de una vez por todas ver cómo carajo se le puede sacar todo el dinero a mandarriazos.
Ganas no me faltan de darle las gracias en persona a quienes le metieron fuego a las camionetas del SEBIN porque son un grupo de inteligencia asesina que tortura y persigue la disidencia política. Ganas no me faltan de ir a esa líder estudiantil, que en realidad es una afiliada de PJ y decirle que se calle la boca, que es una pajua, y que por su culpa (y la de esos mamelotracios a los que ella obedece) la protesta, que podría haber sido una buena tranca de cochina y donde todos reconozcamos que estas demandas anteriores son de reivindicación urgente para TODOS la convirtieron en una consigna casi propia de sus propios intereses partidistas.
El año apenas empieza y no promete ser un año de calmas. Venga pues la tormenta.
Esta es una pequeña crónica bastante familiar de seguro para muchos. Ayer me levante a las 6 am para prepararme para ir a trabajar. Llegué al trabajo a eso de las 7:30 am y allí pase todo el día. A las 7 pm regresé a mi casa. Al llegar a casa tuve que bajar a la bodega más cercana (vivo en una zona rural) a comprar las cosas para cenar o almorzar los días que vienen. Pues bien, una compra que consistía en unas tres papas, dos latas de sardinas, tres tomates, una cebolla, un jabón azul, una caja de cigarrillos y unas galletas me salieron en 170 BsF. Hasta aquí todo parece normal pero no es así. Mi salario diario son 200 BsF.
Claro, son 200 BsF y esto me deja tan solo 30 BsF para ir guardando de modo que pueda pagar el resto de mis gastos, como el alquiler por ejemplo. O el pasaje en el transporte público, que si no fuera a pie al trabajo tendría que descontar 10 BSF a estos 30 que se suponen me sobraba.
Además de esto, recordé que la ultima que vez que me quede sin gas pasó casi un mes hasta que dicha comodidad volviera a mi casa. Y mi casa claro, una casita de 38 m2 a la que le falta el agua casi todos los días una hora o dos con un alquiler que equivale a casi la mitad del salario mínimo por el que trabajo. Me vino a la mente esa casa de la misión vivienda que se construyó "el cantamañanas" del CC (gran afiliado al PSUV por cierto y referencia ideológica de muchos por aquí) y que estaba vacía hasta dos semanas atrás, que logro venderla, por no menos que la discreta cantidad de 700.000 BsF.
Me vino a la mente una cosa, y ya me calentaba más los nervios. Pasé 10 años de mi vida en la universidad. Tengo una licenciatura, un máster y deje la tesis doctoral a la mitad por falta de ganas. Y bueno, no es que crea que merezco un salario de ministro, pero por alguna razón, y esta razón por alguna otra razón siempre termina siendo culpa mía; me ha sido imposible encontrar un trabajo que, sin ser exactamente para lo que supone que estudié al menos me permita (y de eso se supone que se trata la universidad) devolverle a la sociedad o a quien sea, un poco de ese material intelectual o técnico que se supone adquirí en esos años. A veces me dan entonces unos episodios de lucidez y digo; claro, es que para enchufarse bien hay que saber a quién jalarle bolas. O pienso y reniego sobre como montar ese proyectico escrito con la siempre sacrosantas palabras; comandante eterno, compañero camarada, el arañero, nuestro proceso, la guerra económica, el gigante eterno, el legado. Todo esto sin duda aumenta los grados de un sentimiento de frustración que se crece.
Y con eso me vienen a la cabeza los contratos de las carboneras en guasare, la placa deltana, los 3 mil millones de dólares que nos presto la chevron, las concesiones a madereras chinas en el alto caroní, la muerte de los sabino, la criminalización de los wayuu, la muralla roja fascista disparando a sindicalistas disidentes, los brazos armados del gobierno mandando a callar a las viejas con sus cacerolas a punta de pistola, los muertos de Uribana, los 400 muertos anuales en prisión, los autores intelectuales de la masacre de El Amparo metidos en el gobierno diseñando las leyes antiterroristas. Y así. Y así pienso que tarde o temprano, yo, y mucha gente que no se identifica para nada con los voceros de la oposición, incluso sectores que provienen del chavismo, saldrán a las calles a protestar. Y allí estaré, si la ruralidad me lo permite, entregando panfletos a quienes tengan ojos para leerlos. Sin caer en ingenuidades sé, que muchos imbéciles fanáticos de Pérez Jiménez o de Leopoldo Lopez estarán allí con sus consignas y créanme que allí mismo los combatiré. Allí mismo les demostrare que ellos y estos otros son los mismos.
Ganas no me faltan de salir a encender a piedras cuanto carro de los policías se me atraviese. Porque son unos malandros y unos matraqueros. Ganas no me faltan de quemarle en la puerta de la gobernación de Mérida toda la basura que no son capaces de gestionar. Ganas no me faltan de reventar las vidrieras del supermercado y dejar regado por el suelo todos esos productos para los que tengo que hacer colas en mis días de fin de semana. Ganas no me faltan de pillar un cajero del banco a solas e intentar de una vez por todas ver cómo carajo se le puede sacar todo el dinero a mandarriazos.
Ganas no me faltan de darle las gracias en persona a quienes le metieron fuego a las camionetas del SEBIN porque son un grupo de inteligencia asesina que tortura y persigue la disidencia política. Ganas no me faltan de ir a esa líder estudiantil, que en realidad es una afiliada de PJ y decirle que se calle la boca, que es una pajua, y que por su culpa (y la de esos mamelotracios a los que ella obedece) la protesta, que podría haber sido una buena tranca de cochina y donde todos reconozcamos que estas demandas anteriores son de reivindicación urgente para TODOS la convirtieron en una consigna casi propia de sus propios intereses partidistas.
El año apenas empieza y no promete ser un año de calmas. Venga pues la tormenta.
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