[Reproducimos dos notas que reflexionan - con libertad, agudeza e irreverencia - sobre la peripecia de ese peculiar interprete del lenguaje de señas que le puso un toque inolvidable al ceremonioso acto oficial con motivo de la muerte de Nelson Mandela. Para quien no esté al tanto de la noticia y de cómo la trataron los medios de difusión, recomendamos ver http://www.informador.com.mx/suplementos/2013/502688/6/el-interprete-malentendido.htm]
¿Cómo traducir la mentira?
Antonio Pérez
Los Presidentes perpetran a diario unos discursos anodinos, prescindibles, intercambiables y harto mentirosos. Los construyen con una docena de palabras fluorescentes hilvanadas mediante una gramática de parvulario. Son tan sencillos de entender que hasta los podemos traducir antes de que sean pronunciados. La última tanda de semejantes hipocresías y vaciedades tuvo lugar durante el reciente entierro de Nelson Mandela. Por fortuna, cuando nos disponíamos estoicamente a soportarla, llegó Thamsanqa Jantjie y nos regaló la mejor y hasta diríamos la única y verdadera interpretación del discurso del Poder.
Jantjie «loado sea su nombre», fue el genial indígena xhosa que tradujo las verborreas presidenciales al lenguaje de signos y lo hizo en una actuación que merece pasar a la historia de la dramaturgia: utilizando únicamente sus brazos y sus manos, navegó atravesando olas de idiotez, escapó a las serpientes de la credulidad y aprovechó la ocasión para escenificar el sinsentido presidencial.
Una burla magistral que fue el mejor homenaje a Mandela. De hecho, en algunos momentos álgidos de su performance, Jantjie encarnó a Madiba. Fue cuando se echó las manos al cuello simulando un estrangulamiento: exactamente lo que el difunto hubiera querido hacer con esa mafia de Presidentes que le enjaularon por terrorista y que tan contentos estaban porque, ¡al fin!, se libraban definitivamente de ese negro que tuvo que recurrir a la lucha armada para librarse de aquel apartheid que tan jugosos beneficios les reportó a los grandes asesinos de nuestros tiempos.
Toda genialidad tiene su coste y esta vez fueron los sordos quienes lo pagaron. Ahora bien, ¿les perjudicó perderse los discursos o más bien les ahorró el mal trago de entenderlos? Optamos por lo segundo. Más aún, sostenemos que, ante los discursos del Poder, todos debemos hacernos los sordos. Por ello, el ejemplo de Jantjie no solo debe universalizarse sino que debe ser declarado Tesoro Vivo de la Humanidad por ser el fundador de una Escuela de Traductores muy superior a la del Toledo medieval.
Enfrentado a tan impecable traducción, ¿como ha respondido el Poder Democrático?, pues cómo acostumbra el Poder Totalitario: encerrando al Héroe Jantjie en un frenopático.
[Tomado del periódico CNT, # 407, Valladolid, enero 2014]
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Los Presidentes perpetran a diario unos discursos anodinos, prescindibles, intercambiables y harto mentirosos. Los construyen con una docena de palabras fluorescentes hilvanadas mediante una gramática de parvulario. Son tan sencillos de entender que hasta los podemos traducir antes de que sean pronunciados. La última tanda de semejantes hipocresías y vaciedades tuvo lugar durante el reciente entierro de Nelson Mandela. Por fortuna, cuando nos disponíamos estoicamente a soportarla, llegó Thamsanqa Jantjie y nos regaló la mejor y hasta diríamos la única y verdadera interpretación del discurso del Poder.
Jantjie «loado sea su nombre», fue el genial indígena xhosa que tradujo las verborreas presidenciales al lenguaje de signos y lo hizo en una actuación que merece pasar a la historia de la dramaturgia: utilizando únicamente sus brazos y sus manos, navegó atravesando olas de idiotez, escapó a las serpientes de la credulidad y aprovechó la ocasión para escenificar el sinsentido presidencial.
Una burla magistral que fue el mejor homenaje a Mandela. De hecho, en algunos momentos álgidos de su performance, Jantjie encarnó a Madiba. Fue cuando se echó las manos al cuello simulando un estrangulamiento: exactamente lo que el difunto hubiera querido hacer con esa mafia de Presidentes que le enjaularon por terrorista y que tan contentos estaban porque, ¡al fin!, se libraban definitivamente de ese negro que tuvo que recurrir a la lucha armada para librarse de aquel apartheid que tan jugosos beneficios les reportó a los grandes asesinos de nuestros tiempos.
Toda genialidad tiene su coste y esta vez fueron los sordos quienes lo pagaron. Ahora bien, ¿les perjudicó perderse los discursos o más bien les ahorró el mal trago de entenderlos? Optamos por lo segundo. Más aún, sostenemos que, ante los discursos del Poder, todos debemos hacernos los sordos. Por ello, el ejemplo de Jantjie no solo debe universalizarse sino que debe ser declarado Tesoro Vivo de la Humanidad por ser el fundador de una Escuela de Traductores muy superior a la del Toledo medieval.
Enfrentado a tan impecable traducción, ¿como ha respondido el Poder Democrático?, pues cómo acostumbra el Poder Totalitario: encerrando al Héroe Jantjie en un frenopático.
[Tomado del periódico CNT, # 407, Valladolid, enero 2014]
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Slavoj Zizek y el traductor de nuestro autoengaño
Eudald Espluga
Más comentado que la doble pregunta en Cataluña. Más ridículo que Jorge Lorenzo y Ana Botella hablando en inglés. Más inquietante que la mirada de Sauron. Más incomprensible que el creativo del último anuncio de la Lotería... Su nombre es Thamsanqa Jantjie, y ha venido para quedarse.
Jantjie es el traductor al lenguaje de signos para sordomudos que la lió en el funeral de Nelson Mandela. Acusado de asesinato (de quemar a dos personas vivas, concretamente), violación y robo en el pasado, Jantjie sufre esquizofrenia. Durante el funeral dijo oír voces y ver ángeles. Medio mundo la ha tomado con él, y el suceso ya ha generado más bibliografía secundaria que el bosón de Higgs. Muchos se han reído. Muchos se han indignado. Algunos hasta han querido ver en Jantjie el hombre de cartón pluma tras el cual se esconde el escurridizo Burial. Pero la canonización definitiva le acaba de llegar ahora: Slavoj Žižek le ha dedicado todo un artículo en The Guardian.
Filósofo pop por excelencia, el esloveno ha hecho de Jantjie el fantasma que acecha nuestras autocomplacientes fantasías. Žižek podría suscribir las palabras del sudafricano, quien recientemente ha declarado estar orgulloso de su destrezas para la traducción hasta el punto de autorpoclamarse "campeón de la lengua de signos". ¿Por qué podría Jantije llevar razón? Pues porque, según el esloveno, este tipo de traductores no están allí para los sordos, sino para hacernos sentir bien a los que oímos perfectamente. Para tranquilizarnos y permitir que creamos estar haciendo lo correcto, como si de verdad pensáramos en los menos privilegiados. En este sentido, la actuación de Jantjie habría sido intachable, de matrícula de honor.
El mismo razonamiento se podría aplicar a las grandes galas benéficas —como los telemaratón que cada diciembre emiten muchas cadenas televisivas—, pues tales espectáculos melodramáticos no están pensados para los niños con cáncer o las víctimas de una inundación: son, en realidad, nuestra gran catarsis anual. Son galas organizadas en favor de nuestro beneficio emocional y simbólico. De hecho, según Žižek, el mismo funeral de Mandela tuvo más de pirotecnia lacrimal que de cualquier otra cosa.
El 'caso Jantjie' habría acabado con todo eso por un momento. Como Nuevo Mesías, nos habría revelado la verdad de nuestro autoengaño complaciente. Al mago se la he visto el plumero.
Podemos preguntarnos, sin embargo, si Jantjie ha encarnado la pastilla azul que nos ha devuelto fuera de Matrix, como pretende Žižek, o si por el contrario ha supuesto una sobredosis de pastillas rojas. Por más goloso que sea pensar lo contrario, nos inclinamos a creer que estamos en el segundo de los escenarios. Que siga el espectáculo.
[Tomado de http://www.playgroundmag.net/musica/noticias-musica/actualidad-musical/slavoj-zizek-y-el-traductor-de-nuestro-autoengano]
Más comentado que la doble pregunta en Cataluña. Más ridículo que Jorge Lorenzo y Ana Botella hablando en inglés. Más inquietante que la mirada de Sauron. Más incomprensible que el creativo del último anuncio de la Lotería... Su nombre es Thamsanqa Jantjie, y ha venido para quedarse.
Jantjie es el traductor al lenguaje de signos para sordomudos que la lió en el funeral de Nelson Mandela. Acusado de asesinato (de quemar a dos personas vivas, concretamente), violación y robo en el pasado, Jantjie sufre esquizofrenia. Durante el funeral dijo oír voces y ver ángeles. Medio mundo la ha tomado con él, y el suceso ya ha generado más bibliografía secundaria que el bosón de Higgs. Muchos se han reído. Muchos se han indignado. Algunos hasta han querido ver en Jantjie el hombre de cartón pluma tras el cual se esconde el escurridizo Burial. Pero la canonización definitiva le acaba de llegar ahora: Slavoj Žižek le ha dedicado todo un artículo en The Guardian.
Filósofo pop por excelencia, el esloveno ha hecho de Jantjie el fantasma que acecha nuestras autocomplacientes fantasías. Žižek podría suscribir las palabras del sudafricano, quien recientemente ha declarado estar orgulloso de su destrezas para la traducción hasta el punto de autorpoclamarse "campeón de la lengua de signos". ¿Por qué podría Jantije llevar razón? Pues porque, según el esloveno, este tipo de traductores no están allí para los sordos, sino para hacernos sentir bien a los que oímos perfectamente. Para tranquilizarnos y permitir que creamos estar haciendo lo correcto, como si de verdad pensáramos en los menos privilegiados. En este sentido, la actuación de Jantjie habría sido intachable, de matrícula de honor.
El mismo razonamiento se podría aplicar a las grandes galas benéficas —como los telemaratón que cada diciembre emiten muchas cadenas televisivas—, pues tales espectáculos melodramáticos no están pensados para los niños con cáncer o las víctimas de una inundación: son, en realidad, nuestra gran catarsis anual. Son galas organizadas en favor de nuestro beneficio emocional y simbólico. De hecho, según Žižek, el mismo funeral de Mandela tuvo más de pirotecnia lacrimal que de cualquier otra cosa.
El 'caso Jantjie' habría acabado con todo eso por un momento. Como Nuevo Mesías, nos habría revelado la verdad de nuestro autoengaño complaciente. Al mago se la he visto el plumero.
Podemos preguntarnos, sin embargo, si Jantjie ha encarnado la pastilla azul que nos ha devuelto fuera de Matrix, como pretende Žižek, o si por el contrario ha supuesto una sobredosis de pastillas rojas. Por más goloso que sea pensar lo contrario, nos inclinamos a creer que estamos en el segundo de los escenarios. Que siga el espectáculo.
[Tomado de http://www.playgroundmag.net/musica/noticias-musica/actualidad-musical/slavoj-zizek-y-el-traductor-de-nuestro-autoengano]
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