En fecha 22 de enero de 2014 se conoció mediante el
anuncio oficial del Vicepresidente del Área Económica del gabinete, Rafael
Ramírez, de la devaluación esperada ante la falta de liquidez del Estado venezolano.
El funcionario declaró que las remesas y las divisas para viajeros se harán a
la paridad del SICAD, actualmente en Bs. 11,30. Este anuncio es parte del
paquete económico, maquillado y promovido por cuotas, del gobierno bolivariano.
El presidente Maduro señaló que el nuevo esquema de
bandas será un impulsor de la economía real y es un paso para la consolidación
del socialismo. Ramírez también apuntó que no podían permitir el privilegio a los
viajeros, lo cual resulta una excusa ridícula, considerando que los verdaderos
privilegiados al beneficiarse de la corrupción e incompetencia gubernamental
han sido boliburgueses y enchufados. Ejemplos absolutamente claros de esto los
tenemos en que, para el período 2004-2012 y según las propias estadísticas
oficiales, unas 10.000 empresas recibieron 181 millardos de dólares CADIVI, con
las 20 más grandes captando el 25% de dicho monto; aparte que en ese total
habría que incluir los 20 millardos de dólares que - de acuerdo a confesión de
voceros oficiales - fueron otorgados a empresas fantasmas o de maletín. Además,
en ese lapso PDVSA gastó más de 130 millardos en compras al exterior no
tramitadas ante CADIVI. Con semejantes magnitudes -que según demasiados
indicios quedan muy cortas frente al despilfarro real- aparecen pequeños los
casi 20 millardos que se habrían tramitado para cupos de viajeros y compras por
Internet.
La nueva convertibilidad del bolívar frente al
dólar representa un incremento en casi 80 % sobre la anterior tasa de cambio en
Bs. 6,30 por cada unidad monetaria estadounidense. Comienzan con la migración
de dos rubros pero irán progresivamente transfiriendo otros, con la finalidad
de obtener más bolívares por los mismos dólares para reducir la presión fiscal
y dejar en las manos del Estado el control de las importaciones.
Es una ostensible devaluación producto de los
desequilibrios de las finanzas públicas habida cuenta del pago de la ingente
deuda externa, el despilfarro y la corrupción. No se trata ni siquiera de una
estrategia capitalista para crecer y expandir la economía, ni mucho menos de
buscar relaciones de producción alternativas al desarrollismo neoliberal y al
extractivismo depredador del entorno natural.
Las consecuencias de la sostenida devaluación se
traducen en la subida del índice inflacionario, al generar más liquidez y no es
accidental que los economistas pronostiquen para este año alrededor del 70% de
inflación. Es lo que cabe esperar cuando se toman decisiones fundamentadas en la
lógica del mercado y que de ninguna manera cuestionan el juego de la oferta y
la demanda.
Esta coyuntura demuestra la incapacidad del llamado
Comité Político Militar de la revolución, al apelar a un mecanismo regresivo y
lesivo para las grandes mayorías. En El
Libertario sostenemos que es una clara señal del manejo rentista de la
economía porque todo está ocurriendo ante la disminución del ingreso de divisas
generadas por los hidrocarburos, factor determinante de la dinámica económica y
financiera venezolana.
Hacemos hincapié en que la oposición congregada en
la MUD y la seudo-izquierda en el gobierno, en nada cuestionan lo esencial de esta
nueva aberración del militarismo venezolano, haciéndose cómplices de la toma de
decisiones del poder. Es la misma salida iniciada con el viernes negro de 1983,
continuada por las distintas administraciones posteriores y solo detenida en la
época de la gran bonanza financiera de 2007. Multiplicaciones inorgánicas para
cubrir los egresos presupuestarios con las inevitables secuelas en la economía
nacional, favoreciendo al sector financiero, de telecomunicaciones, al energético
y a la burguesía importadora.
Es un nuevo efluvio del rol asignado a los
militares gobernantes para mantener el esquema de capitalismo de Estado que ha
signado a Venezuela desde 1926, cuando el petróleo pasó a ser nuestro primer
rubro de exportación como fuente energética fósil, hasta los actuales momentos.
Las soluciones propuestas ante la grave crisis que hoy padecemos, son peores
que las gomecistas y siempre el peso de las mismas recae en quienes menos
culpables han sido en esta ordalía que Domingo Alberto Rangel llamó “emirato
petrolero”, profundizada en los últimos quince años.
Para enfrentar el agravamiento de la crisis
económica para las mayorías, nuestra propuesta continúa siendo construir una
alternativa diferente a la pugna interburguesa entre el gobierno bolivariano y
sus falsos críticos de la Mesa de la Unidad Democrática, reconstruyendo la
autonomía de las organizaciones e iniciativas populares de base y aumentando la
conflictividad contra el poder autoritario en todas sus dimensiones. Para esto
no hay atajos, sólo la convicción de la imperiosa necesidad del renacimiento de
un movimiento social sobre bases críticas e independientes para el cambio
civilizatorio necesario en Venezuela.
Enero de 2014
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