Con acciones que recuerdan a otros tiempos, una organización
indígena crítica del gobierno es intervenida violentamente con el fin de
entregarla a sectores oficialistas.
Pablo Mamani Ramírez
Desinformemonos.org
Desinformemonos.org
Las oficinas del Consejo Nacional de Markas y Ayllus del
Qullasuyu (CONAMAQ, organización indígena opositora al presidente Evo Morales)
están intervenidas por la policía boliviana. Esta afirmación es literal, pues
los uniformados están adentro de las oficinas de la organización de los ayllus
(comunidades) que representa al mundo de los Andes.
Los interventores se justifican ante la opinión pública
alegando que están afuera, supuestamente, para evitar un “enfrentamiento” entre
indígenas. Aquí hay un sofisma colosal, porque en los hechos los policías
tienen tomadas las oficinas y varios de ellos, como se observa, permanecen
sentados en sus puertas interiores. ¿Qué hacen la Defensoría del Pueblo, el
representante de Naciones Unidas para los pueblos indígenas y otros pretendidos
defensores de los derechos humanos?
El gobierno trató de justificar que la policía está ahí con
el fin de resguardar las oficinas, pero la realidad es otra. En los hechos el
gobierno las tomó y toda afirmación contraria a ésta simplemente no es real. En
este contexto, se observa en los pasillos interiores un desolador paisaje de
ladrillos tirados en el suelo, palos o maderas quebradas, y una férrea
vigilancia policial que, más que resguardar el inmueble, despliega una
sistemática violencia psicológica y política. Estas dos violencias se muestran
mediante el amedrentamiento a los que están adentro y a los que están afuera.
Dentro se respira un ambiente de gran tensión y guerra no declarada, como en
los peores tiempos de las dictaduras militares.
Hay varios datos para evidenciar este hecho: Para ir al
baño, por ejemplo, uno tiene que ir acompañado por un policía a una distancia
de cinco metros. Las mamas y tatas que se encuentran todavía dentro, para ir al
baño, también deben ser acompañados por un policía, bajo la mirada fija de los
otros que merodean en el interior del inmueble. Se trata de una cosa
absolutamente curiosa cuando las autoridades originarias salientes y entrantes
muestran una lucha sorprendentemente pacífica, y de acuerdo con los marcos del
derecho social y político nacional e internacional que tienen los pueblos
indígenas originarios, consagrados en la propia Constitución Política del
Estado.
Incluso a los tatas y mamas que están adentro no se les
dejan hacer libremente sus necesidades biológicas durante las noches; los
molestan con golpes de botas en la puerta del baño, particularmente si se
tardan un poco. A esto se suma un hecho por demás grave: la ducha del baño fue
robada en la madrugada del día martes 17 de diciembre, presumiblemente por los
policías interventores. Aquí ya no existe el derecho a bañarse y evitar
enfermedades.
¿A esto se puede llamar resguardo policial de las oficinas
de CONAMAQ? Lo que existe es, además de violencia policial, una fragrante
violación del derecho a la vida, a la salud y a la alimentación. Hay gente
incomunicada, hijos y madres, o esposo y esposa. Aquí la única explicación
posible es que el ministro de Gobierno, Carlos Romero, tiene tomadas dichas
oficinas con el fin de entregarlas a un pequeño grupo financiado por el
gobierno de Evo Morales y Álvaro García, que el 9 de diciembre intentó tomar violentamente
estas oficinas. Y la evidencia de ello es que hoy se tiene la puerta de la
calle rota, ventanas rajadas y gente que no puede salir, es decir, la violación
su derecho a la comunicación y locomoción.
Este cuadro se complementa con el asedio de agentes del
servicio de inteligencia que pululan en las afueras de las oficinas, junto a
una cámara de vigilancia instalada en uno de los postes de luz cercanos a
CONAMAQ. Es decir, los ayllus preexistentes a la colonia y a la república, como
establece el artículo 2 de la Constitución, sufren de modo abierto una acción
persecutoria y criminal. El delito de los ayllus es haber demandado el respeto
a sus derechos sociales y luchar por la autonomía política de la organización,
frente a una política de cooptación y de corrupción de los dirigentes.
Los policías tienen la orden de no dejar que nadie entre ni
nadie salga. “Es una orden desde arriba”, explican. Dado que un grupo de seres
humanos está sufriendo, además de las inclemencias del tiempo, una sistemática
violencia policial y estatal en pleno proceso democrático y de las libertades
civiles y políticas, ¿qué hace la Defensoría del Pueblo? ¿Qué hacen el
representante de las Naciones Unidas para los pueblos indígenas en Bolivia y
otros organismos de los derechos humanos?
Existe una innegable, abierta y descarada intervención del
gobierno contra una organización social que es crítica frente a un régimen que
produce cada día más violencia y una criminalización sistemática de la lucha
social.
¿Por qué es importante resaltar ahora que aquí hay una
intervención? Porque la palabra intervención es una acción fragrante que viola
el derecho a organizarse libremente, en este caso de una familia y de una
organización con fines lícitos como es CONAMAQ. Intervenir quiere decir
irrumpir dentro de un espacio y tiempo propio y autónomo para imponer los
designios de los poderosos con el fin de acallar las voces críticas. Después de
ello se aplica una violencia sistemática agrandada a lo que ahora existe en
contra de las autoridades de una organización y sus procedimientos propios.
Además, intervenir quiere decir acallar, controlar, alterar el normal
funcionamiento de una institución u organización.
En síntesis, intervenir quiere decir que hay una acción de
un foráneo a un lugar para imponer sus intereses con la finalidad de sojuzgar a
los miembros del grupo o movimiento intervenido. Es lo que hizo Estados Unidos
en Irak o la Unión Europea en Libia. Una intervención es legal y socialmente
aceptable cuando en ella existe algún indicio de actividad ilegal y
abiertamente atentatorio a los intereses generales de la sociedad. En este caso
no existe ningún dato que nos hable de alguna actividad ilegal.
Solamente existe la realidad de una organización social que
se yergue como ente crítico a un proceso de lucha que no es anticolonial ni
antirracista sino que, por el contrario, es un gran proceso de la reproducción
de los hechos procoloniales y proracistas. Esto es una tragedia nacional por
adelantado, porque aquí no existe ningún atisbo de Estado plurinacional (como
se sostiene) o de un proceso de cambio que apunte justamente en contra del
colonialismo y un profundo racismo hoy incólume. Lo que existe es un incremento
radical del racismo estatal justamente en contra de los pueblos indígenas
originarios que han sufrido un oprobio por siglos y siglos. Y esto además se
parece a un hecho igual o peor al del tiempo del apartheid boliviano liberal de
los años ochenta y 2000 del siglo pasado.
Así vivimos en Bolivia, igual o peor que en países como
Colombia, Guatemala, Ecuador o México, donde existe una violencia extrema en
contra del indígena y de toda la sociedad. La vida allí no tiene ningún valor,
ni la opinión crítica como tampoco una lucha digna por justicia y las
libertades humanas y políticas. Bolivia vive en las puertas de una dictadura.
* Sociólogo aymara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.