Douglas Zabala
Mucho antes de la llegada de Alonso de Ojeda, ya los wayuu
arrastraban con todo lo que conseguían para la otra parte de su territorio,
ahora dividido por líneas imaginarias, encajadas en las cabezas de quienes
inventaron los mapas, rayas y fronteras.
De manera que ningún alijuna por
muy enchufado que esté, va a venir como quien descubriera
el agua tibia, a decirle al país que
ellos si acabaran con esa tradición milenaria, adherida a nuestros guajiros
como el propio sol, que en esas tierras achicharra a sus chivos, cardones y tunas.
Nadie puede
negar la actitud conciliadora asumida
por el gobernador Arias Cárdenas, una vez que se vio rodeado de camiones,
chirrincheras, chinchorros, mujeres, ancianos y jóvenes indígenas, clamando un
trato justo y equitativo, a lo que ha sido prácticamente su principal modo de
vida, impuesto por el olvido de los gobiernos de la etapa cuarta republicana y
en menor grado por la reciente administración bolivariana, los cuales a pesar de sus discursos rimbombantes acerca de la defensa de los pueblos
originarios, aun persiste la falta de
políticas estatales, en aras de logra un desarrollo productivo, armónico con su
medio ambiente y sus costumbres.
Anunciar como
Comandante en Jefe la creación del
Estado Mayor Fronterizo y la
inmediata activación de la Fuerza de
Tarea Conjunta Fronteriza, Cívico – Militar, como mecanismo perfecto contra el
contrabando, para después dejarse tomar la sede principal del gobierno regional, regentada por el que
precisamente el 4 de febrero, también la asaltó exitosamente, es rayar
en el ridículo, sobre todo para quien se
jacta desde Miraflores, haberse tragado
los tratados militares de Sun Zu, Karl Von
Clausewitz y hasta las revolucionarias
lecciones de guerra de guerrillas, aprendidas de Fidel, el Che y por no dejar
del Comandante Fausto.
La última
vez que nuestro presidente amenazó con
aislar las mafias que dirigen desde
Maicao el desabastecimiento diario, producido en nuestra ciudad capital,
precisamente olvidó meter en ese mapire, al famoso clan, por cierto no indígena, sino de Generales, Coroneles,
Capitanes y hasta Cabos de Guardia, que todo los días pasan y dejar pasar caravanas
de gandolas, camiones, bongos y chalanas, rumbo hacia Colombia, cargados de todos los
productos vendidos en Mercal y de
cualquier tipo de combustible bombeado hasta la última gota, desde las
corruptas válvulas de la pedevesa roja rojita.
De nada ha
servido el fracasado chip de alimentación y menos todas estas alharacas
compulsivas, acerca de los controles para erradicar este flagelo de la escasez
de alimentos. Quince años fortaleciendo a las burguesías agro alimentarias de
América latina y las del propio imperio, producto de las importaciones masivas
derivadas de una economía socialista de puerto, aliñada con una persecución y
segregación de los sectores productivos
nacionales, son las causa reales y
originarias del resurgimiento del
contrabando de extracción y del bachaqueo maicaero – militar.
Somos los
primeros habitantes del ombligo de la tierra. Somos perpetuos y felices
viajeros a la luz del sol y de la luna, después que Juya fecundó abrojos sobre
la tierra y Ma’leiwa tapizó el suelo
materno con flores amarillas. Ha
palabreao José Ángel Fernández Silva, poeta de esas tierras áridas. Y así será
por los milenios que vendrán; de tal
modo que pierden su tiempo los gobernantes de turno en tratar de evitar ese lleva y trae de bravos bachacos
por la nación Guajira.
Los
contrabandistas son otros y eso lo saben desde los tachoncitos que llenan las bolsas en los mercados
Bicentenarios hasta los wayuu enchufados
de Calixto Ortega, el Padre Vidal y Noheli Pocaterra.
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