Nelson Acosta
[Tomado de http://autonomiaspoliticas.blogspot.com /2013/10/enemigo-interno.html]
Julia es estudiante de artes escénicas. Como muchos jóvenes de su generación, está preocupada y ocupada por la grave situación que vive el país. La conocí hace dos años. A propósito de un taller que dicté sobre el discurso político democrático en Venezuela. Desde entonces hemos estado en comunicación. Julia es una estudiante disciplinada, honesta, idealista y buena amiga. Gusta de la actividad cultural. Con un grupo de compañeras de su edad, ha organizados "performances" donde critican aspectos de la revolución bolivariana. Ha participado en marchas y ha desarrollado una intensa actividad opositora a este régimen. Su característica más sobresaliente es, quizás, la más peligrosa. Julia tiende a decir lo que piensa. De acuerdo al Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA) las opiniones y actividades teatrales de esta joven, que ironizan y critican al socialismo del siglo XXI, podrían ser calificadas como actividades propias de un "enemigo interno".
El amigo lector bien puede pensar que estoy exagerando y, de ser así, está usted en su derecho. Es más, ojalá esta opinión no se ajuste a la realidad: una desproporción, pues. Sin embargo, es importante prestar atención a esta nueva creación del gobierno. El CESPPA ha sido decretado con la finalidad de neutralizar la "actividad enemiga interna y externa". De acuerdo al decreto que ordena su creación, este organismo podrá requerir información a cualquier ente estatal o privado y estos estarán obligados a entregarla. Asimismo, tendrá la facultad de determinar que información pública quedará reservada sin reparar en otros criterios como el derecho de acceso a la información, consagrado en la Constitución vigente pero que el oficialismo siempre se ha negado a normar en términos prácticos por ley.
¿Por qué jóvenes como Julia deben preocuparse? O, dicho en términos más contundentes ¿Constituye este organismo militarizado una amenaza para los sectores opositores? ¿Es legítimo, en un orden democrático, hablar de enemigos internos? ¿No es este un lenguaje apropiado en situaciones de orden bélico?
El CESPPA, es importante tenerlo en mente, remite a la Doctrina de Seguridad Nacional. Recordemos que esta política fue implementada durante las décadas de los 70 y 80 por los gobiernos militares de Brasil, Chile y Uruguay. Se buscaba legitimar la represión contra individualidades y agrupaciones catalogadas como "enemigos" de la seguridad interna de esas naciones. Bajo su cobertura se destruyó el régimen democrático de esos países y se produjeron horrendas violaciones a los derechos humanos.
Nos acercamos a la celebración de las elecciones municipales. Parece un contrasentido, en el marco de estos comicios, crear un organismo militarizado que "solicitará, integrará y evaluará las informaciones de interés para el nivel estratégico de la nación, asociadas a la actividad enemiga interna y externa, provenientes de todos los organismos de seguridad e inteligencia y otras entidades públicas y privadas; según lo requiera la dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana".
Voy a insistir en el argumento de la Doctrina de Seguridad Nacional. Los estudiosos del tema la califican como una doctrina de carácter militar. Y estas "constituyen, en esencia, conjuntos de proposiciones no necesariamente escritas, que fundan un corpus más o menos coherente, orientadoras del accionar institucional de las fuerzas armadas en lo que es la manifiesta función principal de las mismas: hacer la guerra".
Es razonable, entonces, que Julia y sus amigos se sientan preocupados. Este organismo, de carácter militar, al servicio de la dirección política de la revolución bolivariana (esta no es una institución del Estado), pudiera evaluar como enemiga las actividades de estos jóvenes opositores.
Todos los estudiantes como Julia y, desde luego, la totalidad del sector democrático, se enfrentan con una amenaza real a la libertad de opinión y, con argumentos como el de enemigo interno, tienen sobre sus cabezas una “espada de Damocles” para reprimir a discreción la actividad opositora. Esperemos que este decreto no se transforme en la partida de nacimiento de un nuevo Pinochet tropicalizado que intentaría aniquilar la actividad política en el país.
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