Por Henry Picado
Desinformemonos.org
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El domingo 30 de junio un helicóptero
sin identificación y de color negro, aterrizó en las cercanías de Alto Cuén,
comunidad indígena bribri del cantón de Talamanca, en el Caribe costarricense.
Esta aeronave permaneció en la zona hasta el 4 de julio mientras unos supuestos
misioneros recorrían de forma sospechosa las comunidades indígenas haciendo
mediciones topográficas.
De la aeronave bajaron ocho personas con atuendos militares,
quienes aseguraron ser misioneros evangelistas y se presentaron en cada casa
obsequiando biblias. Los paramilitares se identificaron con los nombres de
Alejandro Cetrulo, Rodolfo Ortíz, Roque Revilla Candiotti, Isaias Romero Acuña,
Travis Reid, Brian Bucek, Nual Richardson y Josh Hyatt. Posteriormente se supo
que eran un peruano, dos costarricenses, y cinco canadienses.
Según los testimonios de habitantes de Alto Cuen estas
personas, aunque se presentaron como evangelistas, se comportaban de forma
extraña y cargaban equipo de montaña sofisticado: GPS, cámaras fotográficas,
medidores de altitud, armas blancas y de fuego; así como equipo para hacer
mediciones topográficas detectores de metales y radares. Tal y como lo
constatan las fotográficas suministradas por los pobladores de esta comunidad,
los supuestos evangelistas vestían de uniforme color fatiga y se encontraban
armados.
Estos supuestos misioneros al parecer contaban con
entrenamiento militar y fueron capacitados para sobrevivir en la montaña,
señalan los indígenas, quienes reportan
también que los visitantes no tomaban agua del río, sino que la extraían de las
plantas de bambú y además lograron cazar una serpiente terciopelo, la cual
degollaron y comieron su carne. Los lugareños les solicitaron a los supuestos
misioneros realizar oraciones, tarea que no pudieron cumplir, con lo quedó
claro que no eran evangelistas.
Los vecinos alarmados por la situación se comunicaron con la
Fiscalía de Bribri, que procedieron a subir a Alto Cuen. Dos oficiales de la
fuerza pública llegaron al campamento de los misioneros sin encontrarlos en el
lugar. Los funcionarios bajo la orden del Ministerio Público procedieron a
decomisar los pasaportes y algunas armas, tales como cuchillos y una pistola de
balines, dejando a la comunidad a la merced los paramilitares.
Después de la visita de la fuerza pública, la comunidad fue
amenazada de forma violenta por los supuestos misioneros, quienes apuntaron a
los indígenas con armas y les exigieron los artículos sustraídos por la
policía. Mientras tanto, otro de los misioneros se mantuvo en el campamento
sujetando un arma de grueso calibre, gritando: “si vuelven los policías les
dispararemos”. Según el testimonio recogido por el Programa Kioscos Ambientales
de la Universidad de Costa Rica, los paramilitares amenazaron con volver a la comunidad.
La situación anterior se dio en medio de un contexto
regional que tiende hacia la ocupación de la policía de los espacios públicos,
y el control del movimiento de la población por parte de aparatos estatales y
empresas de seguridad privada, los cuales incrementan la vigilancia al amparo
del discurso de la lucha contra el narcotráfico.
El Caribe costarricense vive hoy un proceso de
criminalización de la protesta social de forma oficial e implantada por el
Estado y los medio de comunicación comerciales, acompañado por la impunidad que
cubre el gatillo fácil contra ambientalistas y líderes comunitarios. Al mismo
tiempo aumenta la presencia militar de las fuerzas armadas estadounidenses
provenientes de la Cuarta Flota que desembarcan en el Puerto de Limón con
supuestas misiones humanitarias.
Sumado a lo anterior se incrementan las presiones para la
explotación minera y la construcción de hidroeléctricas dentro del territorio
indígena, mientras se concreta el Plan Mesoamérica a través de la interconectividad
con líneas de alta tensión que cruzan desde Panamá y tiene como destino México.
En solidaridad
El pasado 13 de julio una delegación de más de quince
indígenas del territorio de Talamanca caminaron cinco horas para llegar a Alto
Cuén y solidarizarse con esta comunidad. Dicha delegación estuvo compuesta por
personas de las comunidades de Alto Uren, Arenal, Meleruk, T’suri y Kachabli.
Al llegar el colectivo fue recibido por la comunidad de Alto Cuén para celebrar
una asamblea informativa, espacio donde conversaron sobre los acontecimientos y
preocupaciones generadas por la intromisión de los supuestos misioneros. Para
los miembros de la delegación solidaria ésta intromisión viola el derecho a la
autonomía indígena y la soberanía territorial.
Existen serias sospechas sobre el objetivo de la visita de
este misterioso helicóptero. Las personas afectadas temen que se trate de
paramilitares relacionados con el narcotráfico o prospectores pagados por las
compañías mineras canadienses. Al respecto, las distintas comunidades indígenas
reclaman la inacción gubernamental en la investigación y exigen el
esclarecimiento del caso.
Publicado el 22 de
julio de 2013
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