Pelao
Carvallo
Asunción 29
de julio
Sigo de
cerca la Audiencia Preliminar del así llamado "caso Marina kue". Voy
ahí por solidaridad con lxs presxs pólíticxs del caso y por ayuda mútua con
todxs quienes luchan contra la injusticia. Ir a la sala del segundo piso del
“Palacio de Justicia”, sentarse ahí y ver cómo se desarrolla ese ritual lo
siento también como un aprendizaje de la técnica de la injusticia. La vivencia
de la injusticía la tenemos todos, pero su técnica es posible verla en
situaciones como ésta: una "audiencia" preliminar.
Cada día de
audiencia deja algún aprendizaje, alguna idea, algún descubrimiento o
confirmación, tanto en lo general como
en las escaramuzas de esa batalla que se vive allí cada hora. Hoy, 29 de julio,
fuimos testigos de cómo se reconstruyó la maquinita que teje la impunidad.
La sorpresa
que provocó el pedido de allanamiento del Registro Público que hizo Vicente
Morales a primera hora, provocó mucha agitación entre el personal del juzgado y
la fiscalía, temiendo incluso por una nueva alza de la presión de la Jueza
Janine Ríos. Rápidamente se consultaron funcionarios con jueza, jueza con
funcionarios, ambos con códigos y libros, mensajes, tweets y whassaps volaban.
La solución de la jueza fue dar un receso durante el cual conversó
acaloradamente con la defensa de lxs acusadxs. El fiscal Rachid se acercó a esa
conversación e intentó intervenir también acaloradamente; la jueza tomó muy mal
los grititos de Rachid y le exigió que se retirara bajo apercibimiento de
desacato. El fiscal agacho la cabeza y volvió a su escritorio como escolar
castigado por su profesora favorita.
Destaco
este pequeño incidente pues es notorio que la jueza Janine Ríos mantienen una
amable y nutrida comunicación mediante gestos faciales y manuales y sus
celulares trabajan muy coordinadamente, los envíos de mensajes suelen suceder
sincrónicamente. Pareciera que se comunican mediante todas estas formas cada
vez que la jueza debe resolver algún tema, por nimio que sea. El fiscal, de
algún modo, parece ser el bastón con el cual la jueza enfrenta los pedregosos
caminos que los abogados y la abogada de la defensa le hacen andar.
Este día el
camino pedregoso fue el pedido de allanamiento al Registro Público que la jueza
Janine Ríos resolvió… sin resolver nada. La gestión de este trámite dependía de
la presteza del juzgado y ante eso la jueza decidió… un receso de media hora.
Instalada
de vuelta la “normalidad” judicial, el fiscal Rachid se dedicó a rechazar todos
los incidentes presentados por la defensa llevada adelante por Ferreiro,
Morales y Morales. Todos sus rechazos fueron realizados con gran economía
argumentativa y de palabras: en general sus discursos consistían en la
repetición constante de la frase “No existe”, con gran despliegue de saliva en
su pronunciación. No existe esto, no existe lo otro, no existe aquello, no
existe eso. Tanto no existía para el fiscal Rachid que se vio obligado a
reconocer que el famoso cuaderno mojado… no existía. Se había perdido, sólo hay
algunas fotos de él y… bueno, de ese cuaderno se sacó el listado con que se
armó la imputación. O, bueno, eso dice el fiscal Rachid.
Durante la palabra del fiscal Rachid es que se
desarrolló en forma plena una novedad táctica que desde los últimos días de la
semana pasada venía insinuándose: la conformación de un equipo fiscal ampliado
en el hemiciclo judicial. La dupla jueza-fiscalía fue transformado hoy en un
terceto de pleno derecho, sumando al defensor público de Curuguaty, Joaquín
Díaz. Actúan desde hoy como una banda: argumenta el fiscal, la jueza le da pie
a proseguir mediante preguntas encaminadas a convencer a las personas acusadas
de lo mal que lo hacen sus abogados y remata el defensor Díaz profundizando con
argumentos pro fiscalía. Hoy, en ningún momento el defensor Díaz mostró
diferencias o discrepancias con el fiscal y sostenidamente lo auxilio con
fundamentaciones para los rechazos que Rachid presentaba.
Han
establecido, entre fiscal, jueza y defensor público una forma de actuar
destinada a intentar frenar, en el espacio político que es el estrado judicial,
la apabullante victoria que el equipo de defensores de los principales acusados
en esta causa venía obteniendo día a día. Porque el estrado es una cancha de
disputa política en lo micro y en lo macro. Desde la perspectiva de las
autoridades (jueza y fiscalía) los acusados son una fuerza a ganar para el
sometimiento a la verdad que ellos representan. Trata el terceto de convencer
por fuerza de repetición, a los acusados, de la realidad de sus argumentos, de
la razón de sus palabras y del derecho de su posición. Porque todo eso, en el
espacio de la macro política representada por el público asistente y los medios
de comunicación está perdido para ellos: nadie cree reales los argumentos de la
fiscalía, nadie encuentra razonables las palabras de la fiscalía fundadas en
actuaciones parcialistas e interesadas y nadie cree ya en el derecho que les asiste
a fiscales y jueza a seguir llevando adelante un proceso nulo en un sentido
moral y fáctico.
La
incorporación del defensor Díaz al tejido de la injusticia viene a sincerar una
situación. Tres meses de defensa pública de los acusados que ahora tienen como
apoderados a Ferreiro, Morales y Morales, cerró con… nada. Del quince de junio
de dos mil doce hasta fines de septiembre de ese mismo año la defensa pública
dejó un vacío de actuaciones que la ha sido imposible reparar hasta hoy.
Ponerse hoy a argumentar como un integrante más de la fiscalía es sólo la
formalización de una historia.
La técnica
de la injusticia se teje en la Audiencia Preliminar del caso Marina kue en una
máquina de tres engranes que van triturando la verdad, la dignidad, la realidad
para producir una bonita impunidad apropiada a la ruina de una sociedad.
Pelao
Carvallo
Asunción 29
de julio
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