Por Juan Pablo Contreras
Liga de Trabajadores por el Socialismo
Dos hechos fundamentales han abierto una nueva situación
nacional: si no era poco el hecho de que para el chavismo la ausencia de la
figura fundamental socavaría las bases de su proyecto, ha estallado en la cara
de los sucesores de Chávez la real situación económica, evidenciada en el
inicio de los ajustes capitalistas para intentar solventarla, rediseñando el
supuesto “desarrollo nacional”, la configuración que se gestó en los últimos 14
años. Nos encontramos ahora mismo en momento de duros ajustes, esto, ante la
imposibilidad de seguir manteniendo el crecimiento económico sobre la base del
endeudamiento para financiar el gasto público, que ha sido el motor de dicho
crecimiento en los últimos casi tres años. La velocidad de crecimiento del
gasto público necesaria para mantener la progresión del PIB superó la tasa de
crecimiento de los ingresos petroleros, y la inercia tenderá a profundizar la
brecha negativa entre ingresos y gastos.
Sobreendeudamiento, inflación y nuevos ajustes
Mantener el modelo implicó endeudarse durante varios años a
un ritmo acelerado que incluso a futuro solo puede anunciar, si caen los
precios del petróleo, una situación más que crítica. Se muestra claramente que
sin afectar las ganancias de los capitalistas, no es sostenible en el tiempo
incluso la tímida redistribución que llevó a cabo el gobierno de Chávez durante
estos años, que solo le fue posible por los altos ingresos petroleros. La
imposibilidad para el gobierno de Maduro de cubrir un déficit fiscal que
asciende a casi 15 puntos del PIB, le exigió la devaluación de la moneda dos
veces consecutivas develando lo crítico de la situación. Pero más grave aún,
para cubrir parte del déficit restante ha recurrido a la impresión de dinero
por parte del BCV, lo cual también ha contribuido en desatar más las presiones
inflacionarias que para principios de junio marcan casi un 20%, siendo que la
meta para el año estaba ubicada en 16%, y algunos analistas prevén que para finales
de año puede rondar el 40% sino más. Para tener una idea más clara, solo en el
rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas, la inflación acumula en lo que va
de año un 27%. Es evidente que también la inflación está sobrecargada por el
desabastecimiento, que ligado a los problemas de producción, llevan a cabo los
propios capitalistas, aumentando la especulación, y aumentando los precios,
presionando con ello la “concesión” de más dólares. De conjunto, todo esto no
es más que expresión del capitalismo semicolonial rentístico petrolero.
Si los techos salariales datan de hace unos cinco años en
diversos lugares del sector público y en una parte importante del sector
privado, más allá de los aumentos al salario mínimo que rápidamente es devorado
por la inflación, el ajuste se plantea en una situación coincidente con el
surgimiento de peleas y de descontento por abajo, traducido en luchas por
recomposición salarial que se extiende en las distintas ramas económicas. Al
mismo tiempo en las oficinas gubernamentales y en sus “centros de estudios
políticos”, los ajustes estructurales del modelo ya se discuten abiertamente:
un posible aumentos de la gasolina, el del transporte ya en curso, la energía
eléctrica, y los servicios en general, del IVA, por supuesto manteniendo el
dogma de apoyarse en el sector privado nacional y transnacional para hacerle
frente a la situación (ver artículo en este mismo periódico). Se ve venir un
año crítico para la “revolución bolivariana” y para la redefinición del
equilibrio en las formas de dominio burgués establecido desde hace 14 años en
Venezuela. Las tendencias que se vienen acumulando en el perfil de los
ingresos, gastos y endeudamiento, han llegado a un punto en el que según la
lógica del manejo de la economía capitalista, se hace imprescindible un
profundo ajuste capitalista como ya se nos viene aplicando.
El rentismo petrolero que se fue acentuando y el crecimiento
de la dependencia
No es ninguna novedad que bajo el proyecto de Chávez no se
superó en lo más mínimo el capitalismo rentístico petrolero que ha venido
preponderando en la historia del país. Como se ha visto, más allá de los
discursos y papeles de Estado, sencillamente no existe un interés serio en
trascender esta condición, sino por el contrario, tanto para el gobierno como
para la burguesía en su conjunto se ha tratado de su “mejor” aprovechamiento.
Las altas y bajas de la existencia del ciclo petrolero, característico del
capitalismo semicolonial venezolano, son realidades que las determina el
mercado mundial, sin que desde el propio país exista una fuerza que pueda
incidir sustancialmente en dicho movimiento, más allá de las relativas
iniciativas dentro de la OPEP.
El actual proyecto político en el manejo del Estado está muy
lejos de haber revertido esta realidad, y sus políticas solo buscan adaptarse a
los problemas que implica el propio ciclo petrolero a merced de los humores de
la economía mundial, y más vulnerable aún por la crisis económica internacional
en curso. Como vemos, lejos está Venezuela de cualquier estatuto de autonomía
como desde el gobierno se nos quiere hacer creer, más aún la dependencia se ha
acentuado, y el ciclo recesivo abierto entre el 2009-2010 está para
demostrarlo, cuando apenas se operó una caída de por sí no muy pronunciada de
los precios del petróleo. Para la burguesía en sus distintas variantes o
sectores, su mejor aprovechamiento consiste en apropiar la mayor parte de dicha
renta petrolera, incrementando su poder importador y acumulando la mayor
cantidad de dólares para que cuando la acumulación de tendencias conlleve a la
devaluación, estos sectores gocen de plena libertad para mantener e incluso
“lanzar hacia arriba” sus márgenes de ganancias, ajustando al alza los precios
para el consumidor final, golpeando a los sectores asalariados y que perciben
rentas fijas. De esta manera, se merma abruptamente las condiciones de vida de
quienes sufren no solo el estancamiento salarial sino la caída del salario
real, mientras se reduce también el ingreso de los sectores populares. El
presidente del Indepabis, Eduardo Samán, está para confirmarlo cuando
recientemente afirmara que “los empresarios están ganando más que nunca”,
mientras la caída de los ingresos de los hogares obreros y populares sigue en
la baja y cayendo su poder adquisitivo.
Supuestos especialistas en “economía” nos dan una
presentación muy tradicional del problema de la crisis abierta, pero claro, muy
favorable a los grupos dominantes, en tanto ocultan que en la crisis económica
que se abre hay ganadores, la propia burguesía que ve aumentada sus ganancias
junto a los intereses propios que se gestan en la burocracia estatal que
administra las grandes empresas; y hay perdedores, los trabajadores y el
pueblo. Se nos dice: "se acaba la ´fiesta´ de los altos ingresos, del
incremento del gasto público y se hace aún más inviable seguir financiando la
demanda nacional con nueva deuda. Ha llegado el momento de pagar la que ya
existe y que se ha incrementado de modo muy importante en los últimos
años". Con lo que nos quieren hacer creer que el tal endeudamiento del
Estado solo ha sido para financiar el gasto público y con este, el llamado
gasto social, y no realmente las ganancias de los capitalistas que es donde
están los verdaderos excesos de la "fiesta". Se termina por dar así
un salto (al vacío) profundizando y exacerbando la dependencia al mercado
mundial al no superar la monoproducción, la monoexportación y el rentismo,
también presentado como que a todos nos afecta por igual.
El fracaso de un proyecto de “desarrollo nacional” y el surgimiento
de nuevos grupos económicos
Dentro del proyecto de Chávez, se anidó la idea de un
“desarrollo nacional” que él debía llevar a cabo con burgueses nacionalistas y
con unas Fuerzas Armadas incorporadas a esa política, dentro de un esquema en
el que para lograr los equilibrios políticos en las instituciones y en especial
en las Fuerzas Armadas, justificó una “corrupción necesaria”, estando su
gobierno siempre ligado a nuevos sectores burgueses surgidos al calor de un
Estado así como también del asentamiento de una burocracia que administra las
principales empresas estatales que fue generando intereses propios y por tanto
antiobreros. Estos nuevos sectores económicos en los que drena ahora la renta
petrolera, comparten la condición de clase de los sectores tradicionales que
surgieron de los gobiernos anteriores. Hoy, al igual que hace 30 años, los
ajustes necesarios para cerrar las brechas de los periodos de caída del ingreso
petrolero, se siguen saldando del mismo modo, recayendo sobre las grandes mayorías
un importante deterioro en sus condiciones de vida, directamente proporcional
al enriquecimiento de los sectores burgueses en general y de los mejor ubicados
en la competencia por el manejo del estado rentista petrolero, en particular.
De manera que hoy al igual que en los gobiernos anteriores, se hará necesario,
enfrentar en las fábricas, lugares de trabajo, en las calles a unas políticas
que los de las viejas generaciones podrán equiparar a las de esos gobiernos,
porque la lógica siempre es meter mano en los salarios y bolsillos del pueblo
trabajador, en lugar de atacar las ganancias de los banqueros y empresarios,
nacionales y extranjeros, que es donde están los recursos para satisfacer las
necesidades nacionales, obreras y populares.
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