Abraham Coiman
Durante el transcurso de las últimas décadas, resulta realmente sorprendente como una región del mundo cuya economía se basaba en el desarrollo sustentable local bajo premisas de conservación y protección de los recursos locales, así como de sus raíces milenarias ancestrales, se haya convertido de la noche a la mañana en uno de los grandes emporios del sistema capitalista mundial.
Me refiero en este caso al famoso y mayor “Tigre Asiático”; China. Cifras muestran que este país es la segunda potencia económica del mundo en cuanto al PIB (Producto Interno Bruto) nominal. No obstante, es todavía una economía pobre en términos de PIB per cápita, por debajo del puesto número 100. En China al igual que muchos otros países del mundo con economías basadas en el sistema capitalista, existen desigualdades sociales, industrias sobredimensionadas, contaminación medioambiental insostenible, entre otros.
Sin embargo, el tema del presente artículo no se basa en hacer un análisis exhaustivo de la economía de este país asiático, aunque sería un punto de interés desde la perspectiva de develar los entretelones de un país “socialista-capitalista”, en donde existe una clase media con modelos de consumo iguales a los de la clase media estadounidense, y en donde se ejerce presión sobre los recursos ambientales hasta su agotamiento a favor de la reproducción desmesurada del capital.
Hago este pequeño preámbulo ya que en esta oportunidad deseo referirme a la cada vez creciente inmigración de ciudadanos chinos a nuestro país. Ello no significa una posición xenofóbica ni racista. Al contrario, todos los que apostamos por el socialismo libertario revolucionario luchamos por la destrucción de las fronteras, la extinción del Estado, y la sustitución de las pequeñas patrias que nos dividen por una gran patria que una a todos los habitantes del planeta.
En su lugar, pretendo aportar algunos elementos como punto de partida para el análisis del doble discurso de gobierno “revolucionario” venezolano, y la pululación de centros de comercios al por menor regentados por ciudadanos chinos, cuyas características son la concentración de capital, especulación, acaparamiento, monopolio, entre otros males económicos.
La China se avecina
En las fuentes de dominio público, es decir Internet y documentos extraoficiales, no se encuentra información cierta y exacta acerca del número de ciudadanos chinos que habitan en nuestro país. Se habla de unas 120 mil personas, pero tal vez esto no es lo más importante, podían ser 500 mil, 2 millones, etc., la cifra de inmigración pasa a segundo plano. Lo realmente resaltante sobre la afluencia de los provenientes de la nación milenaria es el hecho de que el sector de comercio detallista -es decir abastos, mini-mercados, quincallas, entre otros- está siendo paulatina y progresivamente ocupado y monopolizado por ciudadanos chinos.
Como indicador de la penetración china en nuestro país podemos establecer que existe en las grandes y medianas ciudades del país, especialmente en las zonas de alta densidad comercial, entre 5 y 10 establecimientos administrados por nuestros hermanos chinos por cada kilometro lineal, es decir el indicador promediado sería I=7,5. Sí tomamos una ciudad como Maracay, cuya área comercial principal (Av. Bolívar, Miranda y Satos Michelena) mide 8 km, el indicador arroja un total de 60 establecimientos (abastos, restaurantes, quincallas, etc.).
Ahora bien, más allá de la cifras hay un elemento subyacente a las mismas, mucho más importante. Es bien sabido que la primera afluencia de importancia de chinos a nuestro país se produjo a lo largo el siglo pasado, los cuales partieron desde la isla de Cuba con rumbo a Venezuela. Ciertamente, este grupo de hermanos chinos se han caracterizado por ser personas con alta mística de trabajo, dedicados al sector comercial, con crecimientos paulatinos y graduales a lo largo de los años en sus emprendimientos. Es decir, muchos de ellos comenzaron como comerciantes informales (buhoneros), luego pasaron a conducir un establecimiento un poco más formal (abasto, quincalla, etc.). Aun podemos observar algunos de esos establecimientos caracterizados por ser pequeños en espacio y de poca envergadura.
Lo que ha venido ocurriendo desde hace aproximadamente unos diez años atrás es una situación que dista 180 grados de la descrita anteriormente. Se ha venido generando una asombrosa tasa de penetración de ciudadanos chinos en nuestro país, tanto así que podemos encontrarlos en lugares inaccesibles como Canaguá, ubicado a seis horas de difícil carretera desde la ciudad de Mérida, o en pequeños pueblos como Farriar en el estado Yaracuy, en donde hacía unos 30 años no se había establecido un comercio detallista (existían dos, ahora tres con el de los chinos).
Igualmente resulta sorprendente como los inmigrantes chinos están comprando puntos vitales de las zonas comerciales en las grandes ciudades de nuestro país, en donde en un abrir y cerrar de ojos construyen una gran edificación de tres y cuatro pisos hacia arriba y abajo (sótanos). Por ejemplo, en Barquisimeto, ya se puede hablar de un “Chinatown” (barrio chino) porque la cadena de comercios de chinos es realmente apabullante.
De la misma manera, es importante destacar que en gran parte de los nuevos expendios edificados por chinos, además de ofrecer productos alimenticios, se expenden todo tipo de bisutería con la etiqueta “made in China”, dentro de lo que destacan juguetes, utensilios para el hogar, mercerías, entre otros. ¿De dónde provienen los recursos que soportan la construcción de esas millonarias edificaciones y su dotación?
¿Quién ama a Mao?
Mi punto de vista es que la República Popular China depende enormemente de sus exportaciones, es decir de los ingresos derivados de la venta de sus productos en el exterior, situación que se ha visto mermada en los últimos años producto de la caída del poder adquisitivo en los países “desarrollados”. Ello ha llevado a los empresarios y gobierno de China a colocar sus productos (y a quienes los venden) directamente en mercados alternativos, donde Venezuela ha sido un lugar ideal, país en el que el consumo de productos importados se ha acrecentado en estos años de una “revolución” que ha sido tan exitosa en desmantelar la producción nacional.
Otro aspecto importante a considerar es la premisa que esgrimió el anterior presidente Hugo Chávez, quien planteó un argumento válido desde el punto de vista del desarrollo tecnológico local y de soberanía nacional, relacionado con que según sus palabras, la que él llamó “la cuarta república” vendía el petróleo venezolano a las grandes potencias extranjeras, y éste regresaba a nuestro país convertido en productos con alto valor agregado. Pues bien, al parecer dicho argumento tiene una excepción para “la quinta república”.
Venezuela vende a la China 640.000 barriles diarios de petróleo, de los cuales 264.000 barriles se destinan a pagar la deuda que mantiene nuestro país con el gigante asiático, parte de ese petróleo regresa a nuestros países convertido en costosos electrodomésticos, juguetes, computadoras, vehículos, etc. Es de hacer notar que el petróleo venezolano que se quema en China y el que “La Revolución” le vende a Estados Unidos (en el argot chavista "El Imperio") contribuye con el aumento de la temperatura global, ya que ambos países son los principales responsables de las emisiones de dióxido de carbono hacia la atmósfera, causante del calentamiento global.
Finalmente, un elemento a destacar en este análisis es la creciente acumulación de capital por parte de los regentes de los establecimientos comerciales chinos en nuestro país. Sin temor a equivocarme pienso que todos los que de alguna manera hemos adquirido un producto o bien en algún comercio de chinos, hemos observado la existencia de fenómenos típicos del sistema capitalista: especulación, acaparamiento, monopolio y explotación. En estos espacios existe una especulación desbordada, maltrato a los consumidores, y explotación de ciudadanos chinos (trabajadores traídos de China) por parte de otros chinos (dueños o encargados), por no hablar de los burócratas que se benefician por facilitar el tráfico de esa fuerza de trabajo casi esclava. ¿Dónde está la mano del “Gobierno Bolivariano” que dice controlar el sistema de acumulación salvaje de capital en favor de los más pobres? ¿Qué oscuros intereses yacen detrás de toda esta pululación de establecimientos comerciales?.
Dejo pues estas reflexiones como aporte para el análisis del alcance de las presuntas políticas socialistas adelantadas por el gobierno nacional. Hagámoslo por el ciudadano o el campesino pobre de nuestro país, quienes se ven obligados día a día a dejar lo poco que ganan en las zarpas del tigre que desgarra sus sueños y esperanzas por una vida mejor, así de esta forma, podremos truncar las pretensiones de aquellos que pretenden que nos coma el tigre.
Otro aspecto importante a considerar es la premisa que esgrimió el anterior presidente Hugo Chávez, quien planteó un argumento válido desde el punto de vista del desarrollo tecnológico local y de soberanía nacional, relacionado con que según sus palabras, la que él llamó “la cuarta república” vendía el petróleo venezolano a las grandes potencias extranjeras, y éste regresaba a nuestro país convertido en productos con alto valor agregado. Pues bien, al parecer dicho argumento tiene una excepción para “la quinta república”.
Venezuela vende a la China 640.000 barriles diarios de petróleo, de los cuales 264.000 barriles se destinan a pagar la deuda que mantiene nuestro país con el gigante asiático, parte de ese petróleo regresa a nuestros países convertido en costosos electrodomésticos, juguetes, computadoras, vehículos, etc. Es de hacer notar que el petróleo venezolano que se quema en China y el que “La Revolución” le vende a Estados Unidos (en el argot chavista "El Imperio") contribuye con el aumento de la temperatura global, ya que ambos países son los principales responsables de las emisiones de dióxido de carbono hacia la atmósfera, causante del calentamiento global.
Finalmente, un elemento a destacar en este análisis es la creciente acumulación de capital por parte de los regentes de los establecimientos comerciales chinos en nuestro país. Sin temor a equivocarme pienso que todos los que de alguna manera hemos adquirido un producto o bien en algún comercio de chinos, hemos observado la existencia de fenómenos típicos del sistema capitalista: especulación, acaparamiento, monopolio y explotación. En estos espacios existe una especulación desbordada, maltrato a los consumidores, y explotación de ciudadanos chinos (trabajadores traídos de China) por parte de otros chinos (dueños o encargados), por no hablar de los burócratas que se benefician por facilitar el tráfico de esa fuerza de trabajo casi esclava. ¿Dónde está la mano del “Gobierno Bolivariano” que dice controlar el sistema de acumulación salvaje de capital en favor de los más pobres? ¿Qué oscuros intereses yacen detrás de toda esta pululación de establecimientos comerciales?.
Dejo pues estas reflexiones como aporte para el análisis del alcance de las presuntas políticas socialistas adelantadas por el gobierno nacional. Hagámoslo por el ciudadano o el campesino pobre de nuestro país, quienes se ven obligados día a día a dejar lo poco que ganan en las zarpas del tigre que desgarra sus sueños y esperanzas por una vida mejor, así de esta forma, podremos truncar las pretensiones de aquellos que pretenden que nos coma el tigre.
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