Ramón Rocha Monroy (Cronista de la Ciudad de Cochabamba)
Hace tiempo conocí la versión electrónica de este libro escrito por el investigador boliviano Huáscar Rodríguez García (Ed. Libros de Anarres, Buenos Aires), cuyo subtítulo es “El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912-1965)” y fue su tesis de Licenciatura en Sociología.
Se necesita una gran dosis de generosidad y entrega para estudiar los movimientos de base y entrevistar a los viejos anarquistas que fundaron el movimiento obrero boliviano, como lo hizo Huáscar. Pero además, Huáscar es un prosista vigoroso y formidable y sus conclusiones son equilibradas y precisas al examinar el periodo de la pre y posguerra, que coincidió con el florecimiento de los sindicatos, la activa participación del anarcosindicalismo en el movimiento indígena que tuvo su primer congreso nacional en 1945, bajo el gobierno de Villarroel y su agonía y letargo tras la revolución del 52, por la cual los anarquistas lucharon sin calcular que desembocaría en el fortalecimiento del Estado y la manipulación del voto de obreros y campesinos en lo que René Zavaleta llama “el restablecimiento de las relaciones de señorío”. El de Huáscar es un libro de lectura imprescindible, no sólo por el vigor de su prosa, sino por la rotundidad de sus juicios, particularmente en el capítulo sobre la relación entre lo cholo y lo anarquista y el apéndice biográfico sobre la vida y muerte de Cesáreo Capriles.
Es evidente que en todo momento hubo en Bolivia una “choledad estatal” y otra “antiestatal”. Los cholos estatales florecieron durante los 20 y más años del Partido Liberal y del republicanismo saavedrista. Se trataba de matones sostenidos por el gobierno y reclutados con canonjías y alcoholes. Por eso Cesáreo Capriles se mostraba como un caballero pulcro hasta el extremo de pedir la institución del Día del Jabón, según comentaba Alfredo Medrano, y de preconizar la extensión de la higiene como recurso básico de la civilización. No en vano un colaborador de la legendaria revista “Arte y Trabajo”, como José Antonio Arze, en su “Manifiesto por la unidad de las izquierdas”, de 1939, hace un tributo a la época y a sus influencias al colocar en su programa la extensión de la higiene al medio rural y la prohibición progresiva del consumo de alcohol y de coca. En cambio los artesanos y obreros tuvieron en todo momento conciencia de su choledad antiestatal.
Un amigo íntimo de Cesáreo fue Luis Ponce Suárez. Si no me equivoco, se trata de los Pinky Ponce y don Luis era el célebre profesor de colegios nacionales que caminaba como pulga, a saltitos, al pinky pinky, y su sobrenombre se debía a ese estilo y no a que fuera rosadito. Gracias a uno de sus descendientes, hoy conocemos 24 cartas escritas por Cesáreo Capriles a Luis Ponce entre los años 1906 y 1907. Huáscar hace votos porque el alma de don Cesáreo le perdone por esta indiscreción.
Cesáreo era un anarquista libertario muy al estilo cochabambino, es decir, de formación autodidacta que incluía lecturas de La Boetié, Proudhon, Bakunin y Kropotkin, y probablemente a su amistad con un fotógrafo de apellido Modotti, que tenía estudio en la plaza 14 de Septiembre. Pienso que alguien, tal vez Huáscar, debería estudiar la relación que hubo entre Capriles, Adela Zamudio, Man Césped y Modotti, quien pudo haber estimulado la vocación de Rodolfo Torrico Zamudio por la fotografía.
A ratos siento una sana y verde envidia cochabambina cuando leo la prosa de Huáscar: “Respecto a la profilaxis social, hay que advertir que muchas de las calles de la pequeña urbe cochabambina eran un auténtico mierdero”, dice Huáscar, y me recuerda una pregunta que le hice a don Augusto Guzmán para preguntarle cómo era Cochabamba cuando él se vino de Totora. “Un muladar”, me dijo, al igual que Huáscar, que analiza los desbordes de una aldea que crece sin servicios públicos, con basuras y cagaderos a la luz de las estrellas, como todavía son frecuentes hoy incluso en el centro de la ciudad.
[Para "bajar" el libro de H. Rodríguez desde Internet, ir a http://es.scribd.com/doc/125398672/Rodriguez-El-Anarcosindicalismo-en-El-Movimiento-Obrero-Boliviano-1912-1965]
Hace tiempo conocí la versión electrónica de este libro escrito por el investigador boliviano Huáscar Rodríguez García (Ed. Libros de Anarres, Buenos Aires), cuyo subtítulo es “El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912-1965)” y fue su tesis de Licenciatura en Sociología.
Se necesita una gran dosis de generosidad y entrega para estudiar los movimientos de base y entrevistar a los viejos anarquistas que fundaron el movimiento obrero boliviano, como lo hizo Huáscar. Pero además, Huáscar es un prosista vigoroso y formidable y sus conclusiones son equilibradas y precisas al examinar el periodo de la pre y posguerra, que coincidió con el florecimiento de los sindicatos, la activa participación del anarcosindicalismo en el movimiento indígena que tuvo su primer congreso nacional en 1945, bajo el gobierno de Villarroel y su agonía y letargo tras la revolución del 52, por la cual los anarquistas lucharon sin calcular que desembocaría en el fortalecimiento del Estado y la manipulación del voto de obreros y campesinos en lo que René Zavaleta llama “el restablecimiento de las relaciones de señorío”. El de Huáscar es un libro de lectura imprescindible, no sólo por el vigor de su prosa, sino por la rotundidad de sus juicios, particularmente en el capítulo sobre la relación entre lo cholo y lo anarquista y el apéndice biográfico sobre la vida y muerte de Cesáreo Capriles.
Es evidente que en todo momento hubo en Bolivia una “choledad estatal” y otra “antiestatal”. Los cholos estatales florecieron durante los 20 y más años del Partido Liberal y del republicanismo saavedrista. Se trataba de matones sostenidos por el gobierno y reclutados con canonjías y alcoholes. Por eso Cesáreo Capriles se mostraba como un caballero pulcro hasta el extremo de pedir la institución del Día del Jabón, según comentaba Alfredo Medrano, y de preconizar la extensión de la higiene como recurso básico de la civilización. No en vano un colaborador de la legendaria revista “Arte y Trabajo”, como José Antonio Arze, en su “Manifiesto por la unidad de las izquierdas”, de 1939, hace un tributo a la época y a sus influencias al colocar en su programa la extensión de la higiene al medio rural y la prohibición progresiva del consumo de alcohol y de coca. En cambio los artesanos y obreros tuvieron en todo momento conciencia de su choledad antiestatal.
Un amigo íntimo de Cesáreo fue Luis Ponce Suárez. Si no me equivoco, se trata de los Pinky Ponce y don Luis era el célebre profesor de colegios nacionales que caminaba como pulga, a saltitos, al pinky pinky, y su sobrenombre se debía a ese estilo y no a que fuera rosadito. Gracias a uno de sus descendientes, hoy conocemos 24 cartas escritas por Cesáreo Capriles a Luis Ponce entre los años 1906 y 1907. Huáscar hace votos porque el alma de don Cesáreo le perdone por esta indiscreción.
Cesáreo era un anarquista libertario muy al estilo cochabambino, es decir, de formación autodidacta que incluía lecturas de La Boetié, Proudhon, Bakunin y Kropotkin, y probablemente a su amistad con un fotógrafo de apellido Modotti, que tenía estudio en la plaza 14 de Septiembre. Pienso que alguien, tal vez Huáscar, debería estudiar la relación que hubo entre Capriles, Adela Zamudio, Man Césped y Modotti, quien pudo haber estimulado la vocación de Rodolfo Torrico Zamudio por la fotografía.
A ratos siento una sana y verde envidia cochabambina cuando leo la prosa de Huáscar: “Respecto a la profilaxis social, hay que advertir que muchas de las calles de la pequeña urbe cochabambina eran un auténtico mierdero”, dice Huáscar, y me recuerda una pregunta que le hice a don Augusto Guzmán para preguntarle cómo era Cochabamba cuando él se vino de Totora. “Un muladar”, me dijo, al igual que Huáscar, que analiza los desbordes de una aldea que crece sin servicios públicos, con basuras y cagaderos a la luz de las estrellas, como todavía son frecuentes hoy incluso en el centro de la ciudad.
[Para "bajar" el libro de H. Rodríguez desde Internet, ir a http://es.scribd.com/doc/125398672/Rodriguez-El-Anarcosindicalismo-en-El-Movimiento-Obrero-Boliviano-1912-1965]
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