Por: Miguel Cabrera
Muchos honestos trabajadores y activistas sindicales seguidores
del proyecto chavista, sembraron sus expectativas en Nicolás Maduro y le
respaldaron electoralmente el pasado 14 de abril, convencidos que su pasado
laboral como conductor de autobús en Metro Caracas, era una buena carta de
presentación y garantía de que una vez posesionado como Presidente de la
República atendería con esmero, sin discriminación, ni arbitrariedad y mucho
menos sin represión, los justos reclamos de la clase trabajadora venezolana.
Estos abnegados trabajadores, que confiados atendían el
último llamado que les hiciera el Presidente Chávez de respaldar a Nicolás
Maduro en caso de presentarse un hecho sobrevenido, lejos estaban de imaginarse
de que el ex trabajador del Metro y heredero político de Chávez, en poco menos
de cinco meses como Presidente, encargado y electo, dejaría en el piso hecho
girones las bragas que alguna vez lo identificaron como trabajador. Era y sigue
siendo difícil para estos compañeros trabajadores que han creído durante muchos
años en el supuesto carácter socialista del proyecto chavista, prever que este
gobierno que desde los tiempos del Presidente Chávez se auto califica como
“obrerista”, terminaría al final del camino atacando precisamente a los propios
trabajadores.
Orlando Chirino, quien además de ser un honesto luchador
tiene la virtud de ser bastante gráfico al momento de hacer calificaciones
políticas, dijo un buen día, que los dirigentes sindicales “rojo-rojitos” eran
como jarrones chinos, es decir, simplemente sirven de adorno. En otra
oportunidad, expresó que los aumentos salariales unilaterales decretado por el
ejecutivo nacional, eran tan limitados que ni siquiera alcanzaban para tomarse
un café diario.
Y no hace mucho, cuando se decretó en febrero pasado la
devaluación en un 46,5% el signo monetario nacional y un periodista le
interrogara sobre qué opinaba del hecho de que esta medida anti popular fuera
adoptada por el Presidente- Trabajador, Chirino no dudó y se apresuró en
corregirle, diciendo que Nicolás Maduro nunca había sido trabajador, sino que
simplemente había cumplido un ciclo de “pasantía” en el Metro.
Obviamente Chirino al decir que Maduro había cumplido una
“pasantía” en el Metro de Caracas en ningún momento quería con ello
desacreditar al Presidente de la República, sino realizar una necesaria y
precisa calificación política de clase social. Es decir Chirino reconocía que
en el mejor de los casos Nicolás Maduro había sido un trabajador “en sí”, en su
época de conductor en el Metro, pero nunca un trabajador “para sí”; categorías
que inteligentemente utilizó Carlos Marx para diferenciar a un individuo que a
diario se levanta para ir a su trajo, utilizar sus músculos y su cerebro
durante determinadas horas de jornada laboral, recibiendo a cambio un salario
el 15 y último, el cual es completamente distinto de otro individuo trabajador
que además de cumplir un horario de labores y percibir un salario, es conocedor
de su posición y situación histórica en la sociedad y es plenamente consciente
que tiene intereses y establece relaciones sociales antagónicas en el plano
económico, político y social con los propietarios de los medios de producción,
es decir con los empresarios nacionales e internacionales, sus partidos
políticos y los gobiernos que les representan.
En tal sentido, Luiz Inácio “Lula” da Silva y Nicolás
Maduro, tienen muchísimo en común, ya que a ambos los podemos catalogar como
trabajadores “en sí”, pero jamás tuvieron conciencia de clase, razón que
explica por qué cuando fueron jefes de gobierno siempre ejecutaron planes y
medidas al servicio de los empresarios, las multinacionales, mientras atacaron
los derechos de la clase trabajadora.
El caso de Nicolás Maduro es mucho más que evidente. Por
ejemplo, un día le preguntaron si había soñado con ser Presidente de la
República, y en forma honesta el respondió más o menos de la siguiente forma:
nunca fue esa mi meta, me bastaba con ser un soldado de la revolución y ser
leal al Comandante Chávez. En resumen su estrategia era estar al servicio de un
proyecto encabezado por elementos extraños a la clase trabajadora, cuyo
propósito no era la emancipación de los trabajadores, sino edificar un proyecto
de corte nacionalista, sin romper con la burguesía, por el contrario
alimentarla.
Las actuaciones esmeradas frente a Lorenzo Mendoza y el
resto de la burguesía dan buena prueba que Nicolás Maduro no tiene como norte
la ruptura con ellos, sino gobernar con ellos y para ellos. Los compromisos con
el gobierno de Santos y los renovados intentos para normalizar las relaciones
con Estados Unidos y España indican otro tanto. El endeudamiento con la Chevrón
y multinacionales chinas y rusas, hipotecando a Pdvsa, son ejemplos más
palpables.
Pero lo más ilustrativo es su actuación frente a los
reclamos de los docentes universitarios y la militarización de Ferrominera
Orinoco con el innoble propósito de quebrantar la huelga y desconocer los
derechos de los trabajadores. Esta es la prueba reina que corrobora que Nicolás
Maduro fue trabajador “en sí”, en el pasado, pero en la actualidad gobierna
para otra clase social, para los empresarios. Cuánta razón tuvo entonces
Orlando Chirino al hacer esa calificación de Nicolás Maduro, como un individuo
que simplemente cumplió una “pasantía” en El Metro.
Retomando la reflexión inicial de que aún hay muchos
trabajadores que no logran visualizar ni ser conscientes de cuál es el papel de
Nicolás Maduro en Venezuela ni cuál fue el de Lula da Silva en Brasil; debemos
decir que una de las principales tareas de la izquierda revolucionaria es
contribuir mediante la propaganda política a develar el contenido político,
económico y social del chavismo, de tal forma que la clase trabajadora alcance
conciencia plena de que debe luchar por ser gobierno y gobernar para sí, es
decir a favor de la inmensa mayoría del país, y no como sucedió antes y durante
la V República, en la que se beneficiaron y enriquecieron pequeños cogollos a
costa de nuestros derechos y nuestras esperanzas.
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