Por Galadoya
Que
el espíritu político femenino ha sido uno de los más ofendidos a raíz del
reciente testimonio de Mario Silva en su polémico audio es innegable.
No
se trata de algo nuevo, como lo ha dicho Rafael Iribarren: el “chavismo sin
Chávez”. Es el mismo chavismo con Chávez, el cuadro vivo de la cúpula chavista
de siempre; y actual, luego de su muerte. Que lo escuchemos de Mario Silva es,
cuando menos, preocupante, delante del actual caldero de vanidades y “empuja
empuja” de los guapetones “Machos Alfa” de la política venezolana.
Muchas
cosas fueron dichas, y nada que much@s no hayamos ya pensado alguna vez. A tod@s
nos ha tocado hacernos los sorprendid@s u horrorizad@s; o entonces los escéptic@s,
indignad@s. Y es que la verdad lo habría hecho divinamente el Mossad, como ladinamente
argumentó Silva; en su defensa debo decir que me sentiría muy orgullosa si tal
argumento de defensa se me hubiese ocurrido a mí. Porque significa que su
intimidad con el poder y los vericuetos de la información son ahora su métier.
Sea
cual fuere la postura desde la cual “se escuche el audio”, el consejo para que
mantenga a Cilia en las sombras, o “a la sombra”, por aquello de que un macho
que se respete mantiene a su mujer como “potiche”,
demuestra el desprecio y la falsedad de los preceptos igualitarios de la
sociedad venezolana. Porque se trata pues de los operarios de los hilos del circo
social. “Que la mujer no cabe en el escenario político” fue otra de las
amenazas veladas que nos enviaron los “hacedores de vida” del país: “Este es un
continente de caudillos, compadre, y la mujer tiene que estar en la sombra. Por
muchas vainas místicas, vainas espirituales, la misma mujer venezolana le gusta
el hombre de poder” decreta Silva, de entre otras cosas, cuyo velado mensaje
llegó como cachetada a través de su último hit en las paradas.
Y es
que aunque ésta es una de esas cosas que tod@s parecemos saber, no deja de ser
ridículamente falsa al mismo tiempo. Nos ha gustado a las mujeres juntarnos a
hombres de o con poder (y aquí el orden de los factores no altera el producto),
pero no por vainas místicas o razones espirituales, es por el calculado
objetivo de compartir el proceso de toma de decisiones, jugueteando, y a veces
asumiendo de hecho, el poder. No apenas para comprar trapos, vernos bien y ser
un sofisticado objeto decorativo. Pero si por siglos hemos sido indulgentes con
los hobbies masculinos, déjennos pues tener derecho a los nuestros sin que los
usen contra nosotras mismas. Entonces si al ciudadano (mi marido, mi papá, el
Diputado, Mario Silva, etc.), le gusta masajearse el ego con la posesión de un
auto, un “pied-à-terre”, o
cualquier otra permitida banalidad masculina ¿podremos legítimamente marginarlo
y dejarlo “a la sombra”? Nada más absurdo, sin embargo es lo que igualitariamente consigo desprender de
las confesiones de Mario Silva.
Narro
y cito algunas afirmaciones que deberían llamar nuestra atención sobre el
audio, asombrada de no haber leído u oído sobre el fuerte clamor de indignación
y rabia que me ha producido leer y oír tal descarada afirmación. Que diferenciar
las acciones femeninas de las masculinas, en este caso, ha sido argumento para
cuestionar la hombría de Maduro, y para cometer un abusador acto de
discriminación abusiva de la mujer para con el poder.
Latinoamérica
es “tierra de extrañamientos” ha
dicho Graciela Soriano, y éste es uno de esos. Convivencia “pseudo” pacífica de
diferentes niveles de desarrollo social y humano que al enfrentarse, generan
asombro. Etapas diferentes, momentos evolutivos distintos, sin aspiraciones de
linealidad temporal en un presunto proceso evolutivo (ni hombres o mujeres, ni latinoamericanos
o europeos, ni calvo ni con dos pelucas). Y es éste el caso. Leer u oír lo que
ha dicho Silva sobre la mujer ha enfrentado en mí, y estoy segura que en much@s,
o al menos así me gustaría creer, a la mujer y al ciudadano; me extraña, me
asombra, me incomoda. La primera quiere salir gritando consignas feministas,
“quemando sostenes”, y a algunos Judas también; la segunda aspira a que
formulen los involucrados sus respectivas renuncias y en acto de constricción
reciten el mea culpa por atentar
contra los derechos civiles y humanos de las mujeres. Conspiración para
perpetuar la discriminación femenina en la política, proselitismo político a
favor del Gendarme Necesario.
Un
pastor brasileño se propone “curar” el homosexualismo como una de sus
propuestas de gobierno. En el contexto actual de conquistas de derechos civiles
de las comunidades gays sus “agallas”
son una prueba más de esos extrañamientos.
La mera constatación de su discurso político significa una ruptura, un “gap”
histórico que no puede ser explicado y promueve la resonancia de mitos y/o
engaños intelectuales para suplir tal carencia; lo ha expresado muy bien
Graciela Soriano con su teoría de desarrollo discrónico. Que la mujer sea mero adorno y su lugar sea a la sombra
es recurrir al mito para explicar lo inexplicable. Es nuestro deber indignarnos
y rechazar tal propuesta, así como innumerable grupos sociales se han sumado a
la campaña contra el pastor Feliciano y su bizarra teoría en Brasil.
Levanto
mi voz para alertar y rechazar la perpetuación del mito de que la política es
asunto de machos. Es ardid intelectual para justificar lo injustificable, es
usar un viejo mito para manipularnos, para descalificarnos y con subterfugios,
tratar de legitimar un discurso machista corrompido a través de la tradición.
Que desde
lo más alto de sus miserias y desventuras Silva haya expresado tamaña injuria
sugiere, al igual que propone el pastor Feliciano en otros menesteres, que las
mujeres debemos ser “curadas” de nuestras certezas de igualdad y que debemos
retroceder a algún mítico lugar donde el conservadurismo social amenice la
crisis política que vive el país.
¡No
más Cuentos Chinos!
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