Rafael
Uzcátegui
Desde el
año 2003, fecha en que el presidente Chávez anunció desde El Menito la
triplicación de la explotación carbonífera en la Sierra del Perijá, el
cacique de la comunidad de Shaktapa, Sabino Romero, convocó a las comunidades
del Rio Yaza a resistirse al proyecto que los desplazaría de su territorio.
Sabino y los yukpas fueron los protagonistas de la única pero significativa
marcha contra la explotación del carbón que se realizó en el año 2005 en
Caracas. Este movimiento, de manera similar como ha ocurrido en Bolivia y
Ecuador, tenía todas las potencialidades para convertirse en un gran vector de
tensión para el proyecto bolivariano. Por eso había que neutralizarlo a toda
costa.
A pesar que
Sabino Romero simpatizaba con el presidente Chávez, mantuvo altos niveles de
autonomía convocando a las comunidades para movilizarse por sus derechos,
siendo refractario a la electoralización que buenos dividendos había arrojado
para el resto del movimiento popular que acompañaba al zurdo de Sabaneta. Ante
el estancamiento del proceso de demarcación de territorios indígenas,
contrariando lo expresado en la
Constitución , Sabino apeló a la acción directa para presionar
por una respuesta efectiva de las autoridades. Su comunidad ocupó varias fincas
ganaderas asentadas sobre territorios originarios, entre ellas una ubicada en
Chaktapa, en el año 2009. Como tomar militarmente la finca daría muy mala
prensa internacional, de “izquierdas”, se desarrolló una estrategia para
dividir a los ocupantes, con un saldo trágico de tres indígenas muertos en un
episodio oscuro. Por ello Sabino Romero pasó 18 meses de cárcel.
La lucha de
Sabino Romero era contra el modelo de desarrollo extractivista energético. La
demarcación estaba paralizada no por la “presión de la oligarquía ganadera”
–como afirma cierta propaganda oficial-, sino porque en tierras indígenas de
todo el país hay recursos ya negociados a futuro. Por eso Sabino estaba
enfrentado a todos sus beneficiarios: Los medios privados regionales que lo
acusaban de “robaganado”, los ministros que sugerían que era un bandolero, la
burocracia del PSUV que privilegiaba liderazgos indígenas dóciles para
eclipsarlo. Sabino Romero venía denunciando que había un plan para asesinarlo. Y
es uno que se cumple, paradójicamente, cuando el estado es gobernado por el
chavismo. Flaco favor a su causa realizó un sector del bolivarianismo, aislando
al cacique de la solidaridad de organizaciones sociales independientes.
Sabino
Romero se une a la lista de luchadores asesinados durante “el proceso”, junto a
Joe Castillo, Mijaíl Martínez, Luis Hernández, Richard
Gallardo y Carlos Requena. Como en todos estos casos, la norma será la
impunidad. @fanzinero
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