Ya
verán después de éste proceso electoral, como esa izquierda y esa
derecha, se reparten el botín, los privilegios quedaran como
siempre, dentro de ellos como clase política, pero eso sí, ambos
sectores, unos identificados con el socialismo del siglo XXI y otros
con el capitalismo, quedaran como siempre: de rodillas frente al
imperio del capital, arrastrándose como siempre frente a los que
tienen el poder real y ellos conformándose con el poder formal, pero
vendiendo a Venezuela.
Por Enrique Contreras Ramirez.
En
algunas oportunidades he señalado, que la izquierda en América
Latina se encuentra tan recolonizada, al igual que la derecha. A esa
izquierda le cercenaron su capacidad creativa, no tiene pensamiento
propio y se ha limitado a jugar un triste papel como es la de
legitimar, las expresiones políticas, ideológicas y económicas de
los grupos dominantes, al avalar en todas sus manifestaciones el
poder opresor, que se ejerce a través del Estado, un Estado que no
representa los intereses de los pueblos.
Es
una izquierda que se desvirtúa dentro de esas instituciones para
garantizar el poder de la clase que domina, la misma se encuentra
integrada al sistema de dominación o bien por conveniencia o por
“coincidencias” con el modo de producción que predomina, se
inserta en la propuesta de manera natural y conformándose con las
cuotas de poder que le da el mundo financiero global, hasta el punto
que le puede otorgar el “favor” de poder manejar un país, con
tal de que le corresponda a lo planificado de acuerdo a sus
intereses.
Esos partidos que
se dicen “revolucionarios”, “tienen el corazón en la
izquierda, pero el bolsillo en la derecha”, olvidando su compromiso
con los cambios estructurales necesarios para poder salir del modelo
socio – económico que establece esa relación opresor-oprimido. Su
discurso ideológico se disfraza, al igual que el de la derecha de
utopías, para poder engañar y manipular sin que la población
pueda percatarse de la realidad, por lo que hemos venido planteando
con respecto a la alienación colectiva.
Esa
izquierda asumió y aprendió de la derecha, a utilizar el discurso
electoral, que observando las necesidades de los pueblos, construye
su arenga de manera falaz, para poder seguir subsistiendo y viviendo
electoralmente, de las angustias y la esperanzas que desarrollan
los pueblos, como mecanismo de defensa psicológica, para compensar
su desesperación por no tener un modo de vida, que le pueda
satisfacer dignamente, como seres humanos sus necesidades.
Esta
lamentable posición, de una izquierda institucionalizada, legaliza
la dominación cotidianamente en los procesos electorales, para
recibir las migajas que le otorga la derecha que dice combatir, se
fusiona con ella, negocia, se vende, traiciona, engaña, pacta, se
presta para pisotear los intereses de un pueblo que aspira cambios
sustanciales y que cree que votando por esa izquierda puede llegar a
mejorar sus condiciones de vida. Es una praxis siniestra y mal
intencionada, cuyo discurso confunde dando a entender que dentro del
modelo que domina, se pueden cambiar las cosas, haciendo que los
pueblos asuman de manera “natural” la subordinación.
Es
una izquierda, que se organiza en partidos políticos, al igual que
la derecha e incluso sin diferencias sustanciales, en la concepción
de lo que son los partidos políticos, pues los mismos son
instrumentos reguladores y controladores del descontento colectivo.
Ambos sectores, no soportan la concepción utópica creadora,
revolucionaria, subversiva, pues la misma les representa un peligro
en las relaciones de poder que sustentan, además de que la utopía
no es posible según sus argumentos, son simplemente sueños de
sectores revolucionarios disociados de la realidad en que viven,
ignorando que cuando se sueña sólo, es eso, un sueño. Pero cuando
se sueña con otros es el comienzo de una realidad, tal y como lo
planteaba Helder Cámara.
Para
esa izquierda y esa derecha, que siempre termina fusionada en pactos
y arreglos, todo lo que se sale del juego electoral, que mantiene y
“legaliza” la dominación imperante, queda fuera del contexto
institucional y por lo tanto todo lo que atenta contra esas
estructuras amañadas y tramposas son subversivas, de allí que el
Estado está en obligación de aplastarlas con sus respectivos
cuerpos represivos.
Ya
verán después de éste proceso electoral, como esa izquierda y esa
derecha, se reparten el botín, los privilegios quedaran como
siempre, dentro de ellos como clase política, pero eso sí, ambos
sectores, unos identificados con el socialismo del siglo XXI y otros
con el capitalismo, quedaran como siempre: de rodillas frente al
imperio del capital, arrastrándose como siempre frente a los que
tienen el poder real y ellos conformándose con el poder formal, pero
vendiendo a Venezuela.
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