Miles Rutendo Tanhira
Steve Biko, un activista anti-apartheid, dijo una vez que
los oprimidos aspiran a ser los opresores. Esto es verdad en el caso de los
efectos de la guerra contra las minorías, como las personas LGBTI. En la
mayoría de los países africanos, por ejemplo, el tema de homosexualidad ha sido
utilizado por parte de los políticos hambrientos de poder para convencer a la
gente de que la homosexualidad es la causa de su miseria.
En Zimbabwe, por ejemplo, siempre cuando las cosas van mal
para los políticos, ellos buscan un tema social altamente emotivo e intentan
utilizarlo para hacer sus guerras privadas, y por eso la gente no está
interesada en entender la población LGBT y está solamente interesada en la
existencia del tema y en la búsqueda de justicia instantánea. Los políticos
sienten la necesidad de mantener la sociedad en el estado emocional para que,
siempre cuando las cosas no van bien para ellos o sus partidos políticos,
puedan invocar el tema de la homosexualidad, para que la gente comparta el
mismo odio y miedo que ellos, los políticos.
Los políticos y algunos líderes religiosos escogen el tema
que les trae ventaja numérica, mientras que la minoría homosexual se convierte
en el blanco perfecto para aquellos que persigan sus guerras personales.
Entonces, imponiendo un tema que mucha gente no entiende completamente, y
bloqueando cualquier ruta de acceso de información, estos políticos esperan que
la gente se movilice a su favor.
Cuando las dinámicas del poder entran en el juego, no hay
duda que la guerra produce mucha miseria para los que tienen menos poder.
Cuando la gente se polarice en temas de política, raza y cuestiones de género,
el vínculo más débil, en este caso la población LGTBI, es la que sufre más en
la guerra. Los medios de comunicación, especialmente los que pertenecen al
estado, son los primeros que utilizan la retorica homofóbica e historias
sensacionalistas sobre la gente LGTBI. La mayoría de los reportajes sirven para
incentivar el odio y la violencia.
El discurso del odio contra la población LGBTI es el
combustible para el fuego de la homofobia, que de ella hace el blanco la gente
que siente que tiene manos libres para ir en contra de las minorías. En esta
situación no hay mucha protección, inclusive si las personas LGBTI deciden
reportar estos casos a la policía.
La guerra lleva a la opresión e injusticias que se perpetúan
contra la gente. Todas las formas de guerra contribuyen a los abusos de los
derechos humanos y disminución de los derechos constitucionales, como la
libertad de la asociación y la libertad de expresión. Durante la guerra la
gente difícilmente encuentra el acceso a las cosas básicas como la comida, agua
o sanidad. Homofobia incentivada por el estado tiene efectos muy negativos
sobre las condiciones de la vida de la población LGBTI. Cuando se trata del acceso
a los servicios de salud, por ejemplo, acaban siendo clandestinos, y muchas
personas LGBTI se mueren en el silencio, por culpa del sistema que criminaliza
su manera de vivir.
El fundamentalismo gana fuerza en la guerra porque la gente
se vuelve más radical sobre las cosas en las que cree; cualquier diversidad se
trata con sospecha y se oprime. Aquellos que son disidentes se convierten en
blancos. Esto afecta a los activistas quienes intentan hacer su trabajo en un
entorno tan hostil. Zimbabwe tampoco se salva de la avalancha de actividades en
la Cultura Global
de las guerras influenciadas por algunos conservadores americanos que
introducen en las iglesias la agenda anti-homosexual, que se nota en toda
África. Algunos fundamentalistas religiosos de Uganda quienes abogaban para que
los homosexuales se castiguen con pena de muerte también vinieron a Zimbabwe
para predicar su gospel del odio.
Tampoco se debería olvidar que los líderes tradicionales
también ridiculizan la homosexualidad como una enfermedad occidental y
no-africana. Esta homofobia – profundamente arraigada en las prácticas
culturales – lleva a la violencia familiar y callejera contra las personas
LGTBI y sus aliados.
Muchos definieron Zimbabwe como un país militarista: la
fuerte presencia de los policías armados y soldados en las esquinas, combinado
con el reclutamiento de los jóvenes en los campos nacionales de servicios
juveniles es una clara evidencia de esto. La mayoría de los jóvenes que pasan
por el entrenamiento militar son militantes del partido gobernante y están
entrenados a perpetuar terror contra cualquiera con opinión disidente. Como el
premio para el “trabajo” que hicieron se les dan manos libres para atacar a la
población LGBTI como si fuera un acto de patriotismo. La ideología del partido
en poder culpa la oposición por pedir que se impongan sanciones al país, porque
las sanciones llevan sufrimiento al país. Esto ha logrado que en mucha gente se
invoque una rabia hacía la oposición como la fuente de su miseria y, porque la
oposición está patrocinada por el Occidente, también se considera que tenga
simpatías para la agenda LGBTI. Este vínculo entre las sanciones, la oposición
y la homosexualidad ha sido mencionada demasiadas veces, y ha causado que la
población LGBTI fuera blanco del odio y de los ataques.
La guerra y el militarismo imponen las normas y papeles de
género, y castigan aquellos que los rompen, así que la población LGBTI es
excluida y atacada. Esto se evidencia en la militarización del deporte, lo que
causa efectos adversos contra algunas personas LGBTI que lo practican. Los
equipos deportivos patrocinados por el ejército atraen a los jóvenes, y una vez
entran en ellos, automáticamente se tienen que involucrar con las fuerzas
armadas. Esto es especialmente cierto para las mujeres jóvenes a las que les
gusta el fútbol. Estas mujeres son forzadas a que se comporten y vistan de
manera socialmente aceptada, y aquellas que transgreden las fronteras, se
castigan severamente y se echan fuera del equipo y del ejército.
Aparte de la violencia sexual y la doméstica, las mujeres
también sufren otras formas de la violencia de género antes, durante y después
de los conflictos bélicos. Por ejemplo las mujeres podrían no tener el acceso a
los servicios de la salud reproductiva en los tiempos de crisis, y las mujeres
y las comunidad LGBTI puede experimentar el retroceso en sus derechos sexuales
Según los informes, una de las consecuencias del militarismo
es el uso de la violencia sexual para mostrar el poder sobre los demás. El
militarismo tiende a privilegiar una forma particular de la masculinidad
agresiva, y por eso la violación es frecuentemente utilizada como una táctica
de guerra, para asustar y humillar las mujeres y sus comunidades. La violencia
sexual en las situaciones de conflictos y de post-conflicto se utiliza para
imponer las jerarquías del género y las jerarquías políticas. Por otra parte,
la violencia en la pareja es otra forma de ejercer control – especialmente
cuando el abusador nota que pierde el poder en otros aspectos de su vida.
Acceso a las armas ligeras, entrenamiento militar, o estar expuesto a la
violencia intensa y trauma en las situaciones de conflicto, puede exacerbar la
violencia en la pareja, con impunidad para los miembros del ejército en casos
de violencia contra las mujeres, violaciones perpetuadas por los miembros de
las fuerzas de mantenimiento de la paz, y también la violencia y el abuso sobre
las mujeres que viven y trabajan en las bases militares y sus vecindarios.
Los gobiernos militarizados también pueden utilizar la
fuerza contra sus propios ciudadanos, pueden suspender el estado de derecho en
el periodo de “emergencia”, o utilizar las leyes “antiterroristas” para oprimir
los movimientos pro-democráticos o silenciar los defensores de los derechos humanos.
Las instituciones como la policía, organizaciones de apoyo, lugares de culto,
medios de comunicación, escuelas, y también el sistema legislativo, también se
pueden militarizar para que las líneas entre lo militar y lo civil se hagan
inciertas.
La comunidad LGBTI ha sido la que ha sufrido las
consecuencias del aumento del militarismo en Zimbabwe. La estrategia de
instalación del miedo en los corazones y las mentes de las masas bajo la
máscara del mantenimiento de la paz y seguridad es por si misma una amenaza a
la coexistencia pacifica porque frecuentemente acaba en violaciones de los
derechos de las minorías.
Miles Rutendo Tanhira
Miles Rutendo Tanhira es defensora de los derechos humanos,
activista para los derechos de las personas LGBTI, activista para la paz y
feminista. Miles también tiene pasión por la fotografía y otras maneras
creativas de expresarse contra las injusticias. Actualmente, Miles es Oficial
de Información y Comunicación en Gays y Lesbianas de Zimbabwe (GALZ),
organización afiliada a la IRG.
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