Alvine Andersson
1. El militarismo no es sólo una guerra, un ejército o un
avión de combate. El militarismo es un sistema, una lógica y un conjunto de
normas que perpetúa y recrea nuestras sociedades y nuestras vidas diarias. El
análisis queer del poder es una herramienta política que nos puede ayudar a
desafiar estas normas. La liberación queer no trata de la igualdad dentro de un
sistema patriarcal y militarista, sino que trata de ir más allá de la política
de inclusión y crear unas sociedades futuras justas que no se dediquen
simplemente a recrear sistemas de poder con distintos nombres.
2. El militarismo perpetúa las rígidas normas de género y
está basado en ideas hetero-sexistas de género que definen la masculinidad como
físicamente poderosa y agresiva, mientras que la femineidad es sumisa y dócil.
La gente queer y transgénica, así como el análisis y el activismo queer,
desafían la legitimidad de dichas normas y, por lo tanto, retan las bases y las
ideas del militarismo.
3. El militarismo depende de, y recrea, un orden mundial
racista y jerárquico que nos dice la vida de quién merece ser defendida y la de
quién no. La imagen “del otro” debe existir además del “nosotros” (blanco,
heterosexual, sin discapacidad, hombre) cuya vida merece ser defendida. El
análisis queer que resalta, cultiva y nutre la diferencia es un reto a la
existencia de este “nosotros” homogéneo y, por lo tanto, supone un reto a la
lógica que existe tras el ejército.
4. La oposición al militarismo por parte de las comunidades
queer y de otros grupos marginados viene de largo. Dichos grupos hace mucho que
se dieron cuenta que el ejército no actúa en su propio interés. Ahora, son las
otras facciones del movimiento antimilitarista las que necesitan reconocer este
tremendo activismo antimilitarista y unirse a todos los grupos que luchan por
la paz y la justicia.
5. Claro está, los movimientos en los cuales la gente queer
o los transexuales – o cualquier otro grupo – se sienten excluidos, ignorados o
no tomados en serio, fracasan drásticamente a la hora de las responsabilidades.
Trabajar activamente para que nuestros movimientos sean más inclusivos, no nos
convierte sólo en un movimiento más grande, sino que además ofrece espacio para
más perspectivas y experiencias y nos hace más creativos y efectivos en nuestro
trabajo contra el militarismo.
6. La gente LGBTQ sigue sufriendo el ataque de ejércitos y
gobiernos en todo el mundo. El Estado discrimina y sanciona la violencia contra
la gente LGBTQ, en las comunidades militarizadas las tasas de criminalidad por
odio aumentan, a la vez que las posibilidades para los transgresores de las
normas y otros grupos marginados son reprimidos. Los movimientos radicales
deben unirse en solidaridad con los más afectados por el militarismo, lo cual
incluye a la gente LGBTQ.
7. En la actualidad el ejército utiliza a las comunidades
LGBTQ para legitimar sus actividades. Creando una (falsa) imagen pública de un
ejército “moderno” y “abierto”, intentan obtener la aceptación del militarismo
y de las “soluciones” militares. La gente queer se está organizando en contra
de este mal uso de su lucha y se niegan a ser utilizados para legitimar la
muerte o la destrucción. Juntos debemos mostrar que un antimilitarista es un
mundo seguro para la gente LGBTQ y otros.
8. Cualquier cambio comienza en casa. Una cultura
hetero-sexista y patriarcal promueve y legitima la guerra. Un movimiento en
contra de la guerra debe desafiar estas normas en sus propios movimientos y
comunidades además de en la sociedad como un todo. Tenemos que abordar todos los
problemas de violencia íntima, personal y estructural dondequiera que existan
para crear unas culturas verdaderamente seguras y sostenibles que promuevan la
paz y la justicia.
Alvine Andersson participa activamente en la red antimilitarista
sueca, Ofog.
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