Por Mariana.
El nombre es atractivo, milicia revolucionaria, parece de novela, el sueño de cualquier revolucionario antimilitarista, trae ecos de la guerra civil española, del asalto al Palacio de Invierno. Lástima que es, y no más, que una fábula, un cuento, que oculta una maniobra de las neo-dictaduras militaristas de los últimos años. Pasó en Libia, en Irak, en Panamá y pasa en Irán y en Venezuela, donde los autoritarismos gobernantes han modificado el viejo modelo de apoyarse en los ejércitos nacionales para pasar a sostenerse en grupos armados personales.
La
gente no ha seguido la enseñanza de la democracia de Atenas que,
luego de la batalla naval de Salamina, la más grande la antigüedad
en la que derrotaron al imperio persa, enviaron al ostracismo a
Temístocles, el general que comandó las fuerzas griegas, porque su
prestigio militar era un peligro para la democracia. Y tenían razón
porque todos los gobiernos, pero en especial las dictaduras, en todas
partes, se han apoyado en la fuerza armada. Sin ejército, no había,
ni hay, vida para dictadores, emperadores, señores feudales,
monarcas o cualquiera que deseara encumbrarse. Pero algo ha cambiado
en los últimos tiempos quizás recordando la decadencia del imperio
romano cuando los emperadores devinieron cada vez peores en sus
cualidades personales y la sociedad entró en una franca decadencia,
entonces ya no fueron las legiones las que respaldaban a los
dictadores sino que abiertamente eran las que los elegían.
Esta
conducta la hemos visto sucediendo una y otra vez en América Latina,
en la que los ejércitos dejaron de ser defensores de uno u otros
grupo para tomar el poder y hacerse cargo de sus propios intereses
como casta. MicoMandante-Presidente-Candidato-jefe
del partido-mando de la Fuerza Armada
sabe esto. Él mismo encabezó el grupo que, cuando sus ambiciones
superaron las prebendas recibidas, dio un golpe. Muchos lo apoyaron
por acción, muchos lo hicieron en las sombras y por omisión, muchos
los que lo traicionaron y muchos a los que él traicionó. Y sabe
también cómo el apoyo militar se puede voltear, como se volteó en
abril del 2002, aunque después lo volvieron a poner sin que él
pudiera hacer nada ni en un caso ni en el otro. En pocas palabras,
conoce que el ejército ya no es una institución confiable para
sostener un gobierno cuando las cosas se ponen difíciles, ni
siquiera un gobierno encabezado por militares mesmos.
No en vano lleva casi 10 años tratando de borrar la imagen de que,
en abril del 2002, él fue un yo-yo
político en manos de los generales.
Adelante
a luchar milicianos
De
que los militares institucionalizados son un buen apoyo para ascender
al poder pero que luego se convierten en un peligro permanente se han
dado cuenta bastantes dictadores y es por ello que han decidido
volver a una tradición tan vieja como la guerra misma: los ejércitos
personales nutridos y/o entrenados por mercenarios. Y entonces
aparecieron milicias revolucionarias, guardianes de la revolución,
guardias de este o aquel color o como quieran llamarlas cuya más
reciente prueba de fuego fue la defensa de Gadaffi en Libia que, por
supuesto, Mico-etcétera
siguió con atención porque es determinante para su futuro.
Claro
que el camino para organizarlas no ha sido fácil entre nosotros,
porque el ejército estaba allí y no deja de tener influencia por lo
que primero hubo que minar su poderío. Los altos oficiales fueron
neutralizados, expulsando a los dudosos y dándoles poder a los que
quedan en las empresas nacionalizadas, en la gestión del gobierno y
en cuanto negociado ilícito haya en el país desde contrabando de
gasolina hasta narcotráfico. Mientras, la oficialidad media obtenía
sus galones mostrando la más abyecta sumisión porque a todos los
anima llegar a los grandes negocios y esto los hace acentuar su
obsecuencia. Si no, están fuera y Baduel es un ejemplo para todos
ellos. Los de bajo nivel contribuían con su actividad al desempleo
participando en cuanto cosa se le ocurriera al
Mico-etcétera,
desde invadir fincas hasta vender pollos evitando, dicho sea de paso,
que la gente trabajara en esos menesteres y, lo que es peor,
pretendiera cobrar por ello. De vez en cuando se les regalaba a esos
militares un carrito iraní o alguna otra prebenda minúscula, según
el ánimo de un régimen que había dejado de ser un Estado
distributivo
para ser uno dispensador
de limosnas.
Cierto que se compraron armas, pero se sabe que los militares
venezolanos no son ya los que las controlan ni manejan.
Claro
es que con el ejército nunca se sabe y en consecuencia,
paralelamente, lento pero con seguridad, la supuesta milicia
se
desarrollaba manejada por mercenarios, tratando de minimizarla al
público, mostrando unas señoras y unos señores maduros y gorditos,
permitiendo burlas y chascarrillos, haciendo una campañita contra el
dengue y hasta que fuera tímidamente demorada por parte de los
mismos militares, temerosos de perder favores si adoptaban posiciones
firmes, pero sabiendo que era cuchillo para su garganta. Finalmente,
gracias a una ley habilitante autorizada para solventar los problemas
derivados de las lluvias de diciembre, se oficializaron las milicias
en la ley. Esto abre todo el espacio necesario para su funcionamiento
legal
como parte del cuerpo armado de la república, con acceso a recursos
y armas que paulatinamente tomarán bajo su control a pesar de las
declaraciones de los mandos militares y la oficialidad vende-pollos.
Preguntas
incómodas
Con
esta institucionalización, la milicia llegó para quedarse en
defensa del MicoMandante-Presidente-Candidato-jefe
del partido-mando de las fuerzas armadas-comandante único de las
milicias.
Esto abre una serie de atemorizantes interrogantes. Si la milicia,
como renacidos tontons-macoutes,
se desarrolla adecuadamente (y los mercenarios que se ocupan de
encuadrarlas suelen ser efectivos, sean cubanos, faracos, franceses o
iraníes) ¿Qué harán si el susodicho pierde las próximas
elecciones y le toque dejar el gobierno? Más aún ¿Qué papel
jugarán cuando meses antes se sepa por encuestas que su
Mico-etcétera
puede perder las próximas elecciones? ¿Qué rol tendrán cuando, en
alguna de las eventualidades anteriores, el ejército deje de apoyar
a Esteban?
Las
milicias puede llegar a ser el factor determinante en el cambio de
gobierno, si lo hay, porque ellas dependen solamente de
MicoMandante-Presidente-Candidato-cabeza
del partido-mando de las fuerzas armadas-jefe unipersonal y exclusivo
de las milicias,
son su ejército personal. La creación de las milicias ha concretado
uno de los objetivos importantes que sintetizamos en este
razonamiento: La
revolución es armada, Las milicias son revolucionarias. Chávez es
la revolución. Las milicias son el cuerpo armado de Chávez.
Pero bueno, dirán los rojo-rojitos cándidos, ¿Y el pueblo no
importa? Para quienes todavía se amarran a este cantinflérico
recurso, la función del pueblo también está clara: Desnudos
y con hambre por la revolución,
y la revolución es Chávez. En todo caso, una de las posibles
misiones de la milicia será ayudarlos
a entender esto cuando tengan dudas, para lo cual dispone de
entrenamiento y la dotación de armas adecuada. En esto, bien podemos
considerar a la difunta Lina Ron como La
Precursora.
En
pocas palabras, con cualquier excusa (este gobierno es un fabricantes
de excepción en montar excusas increíbles que muchos creen), las
milicias pueden llegar a ser El
Elector
del próximo proceso electoral, encargados de la tarea de convencer
a los descontentos, atender
a los que están en huelga, de hambre o no, apaciguar
a los exaltados, neutralizar
a los estudiantes, controlar
a los militares díscolos, sapear
a los vecinos, desaparecer
a los peligrosos, infiltrarse
en todas partes hasta ser el instrumento de fuerza cuando se decida
si vamos a elecciones o no, si se entrega el poder o no, si se da un
autogolpe o no. Quienes crean que eso no será posible vean lo que
sucedió en Libia, Siria, Irán y, en la historia un poco más
lejana, con los guardias de Hussein en Irak, los paramilitares de
Centroamérica, la AAA de Juan Perón, o los
tontons-macoutes
de Papa Doc en Haití. Si no, basta con mirarse en el espejo de Costa
de Marfil donde en el año 2000 ascendió a la presidencia Laurent
Gbagbo y luego, modificando constituciones y dictando leyes a su
medida, logró extender su mandato, que vencía en 2005, hasta 2010
cuando perdió las elecciones. Pero recién más de 1 año después,
contando muchas muertes en una casi guerra civil, con intervención
de la ONU y de Francia, se logró que entregara a su sucesor el poder
que conservaba para
defender la revolución y la soberanía contra el ataque
imperialista.
Como
dice el refrán, más
vale prevenir que lamentar
y se sabe que en esto de prevenir no somos muy buenos, porque nuestro
gurú favorito sigue siendo Eudomar Santos con su mantra: como
va viniendo vamos viendo,
lo cual frente a desvergonzados afanes de poder, puede ser muy grave.
Por supuesto, de esto poco sabemos y, para muchos, esta ignorancia
hace de los venezolanos una de las poblaciones más felices del
mundo.
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