Por June Fernández
“Ven con algo rojo y besa a alguien. ¡Porque todas las formas de amor importan!”. El pasado 28 de junio, cuarenta y seis personas que habían recibido ese mensaje por sms o correo electrónico se reunieron en la terminal de ómnibus de
Aunque medio centenar de personas pueda parecer poca cosa,
organizar una acción reivindicativa ajena al Gobierno y a la disidencia anticastrista
es algo inédito en un país en el que la polarización política empaña toda
iniciativa social. En el caso de la diversidad sexual, el Centro Nacional de
Educación Sexual (Cenesex), responsable de las políticas de diversidad sexual,
que dirige Mariela Castro (hija de Raúl) no reconoce el 28-J (Día Internacional
del Orgullo LGBT: lesbiana, gay, bisexual y transexual) porque lo considera una
celebración imperialista y capitalista. En cambio, organiza en mayo el mes
contra la homofobia, con actividades para sensibilizar a la población a favor
de cuestiones como las uniones civiles entre personas del mismo sexo o la
cobertura sanitaria para las personas transexuales. Así, en anteriores 28-J
sólo el Observatorio de los Derechos LGTB, un colectivo identificado con la
disidencia, ha salido a la calle. En definitiva, actividades institucionales en
mayo, o un Orgullo anticastrista en junio. Proyecto Arcoiris ha roto con esa
lógica y se ha sumado sin complejos a celebrar el aniversario de los disturbios
de Stonewall en sintonía con la comunidad LGTB internacional.
Sus organizadores estaban de los nervios (“desde el martes
tenía un tic nervioso en el ojo derecho”, dice Yasmín), pero esta vez no hubo
incidentes. Eso sí, recibieron mensajes de personas que temían por su seguridad
o de que quienes habían escuchado que la iniciativa era de un grupo opositor,
cuenta en su blog otro de los promotores, Luis Rondón Paz. Pese a esos rumores,
la policía no apareció ni recibieron presiones. “Supongo que tal permisividad
estuvo asociada a que el acto de besarse puede verse como algo legítimo,
inocente, hermoso”, escribió Isbel Díaz Torres, fundador también del colectivo,
quien reivindica el carácter político de la acción en un post en el que
recuerda cómo fue multado hace años por besarse con su novio en la playa.
Después de la lectura del comunicado titulado La revolución es la lucha contra
todas las discriminaciones, la gente esperó nerviosa la señal, y se besó.
Escasearon la pasión y, sobre todo, los besos entre mujeres, “pero la foto de
Isbel con su novio ha dado la vuelta al mundo entero así que está lograda la
visibilidad LGBT en Cuba. Logramos nuestro objetivo”, celebra Luis.
Izquierda crítica
Proyecto Arcoiris es uno de los pequeños colectivos
autónomos que han emergido en la última década bajo el paraguas de la
experiencia más destacada de activismo social al margen de las instituciones
cubanas: Observatorio Crítico. Esta red aglutina a personas que defienden el
anticapitalismo, el socialismo (y algunas el anarquismo) y la soberanía de
Cuba, desde la crítica contundente a todas las formas de discriminación,
autoritarismo y represión que promueve o consiente el Gobierno.
Lo hacen a través de iniciativas como Proyecto Arcoiris, La Cofradía de la Negritud (que critica el
racismo institucional y social que persiste en la sociedad cubana y recupera la
memoria histórica de la comunidad negra) o El Guardabosques (proyecto
ambientalista liderado por Isbel). El Observatorio Crítico difunde por correo
electrónico compendios de artículos, organiza debates sobre temas tan diversos
como los transgénicos, el transfeminismo o el reguetón y la cultura popular, y
celebra anualmente foros sociales que se han convertido en el espacio de
referencia de la izquierda crítica cubana. Están con el proyecto socialista,
pero no con el talante estalinista del régimen. Defienden las libertades, pero
se desmarcan de la disidencia oficial, partidaria de implantar un sistema
capitalista tutelado por Estados Unidos. Frente a quienes se vuelcan en la defensa
incondicional de lo que llaman la
Revolución , y quienes dirigen sus esfuerzos a derrocar lo que
definen como una cruenta dictadura, las personas vinculadas a Observatorio
Crítico se centran en denunciar
expresiones concretas de desigualdad y en debatir sobre un modelo que permita
conciliar los principios revolucionarios con el respeto a las libertades. Dicen
que la Revolución
será feminista, antirracista y antihomófoba, o no será. La proclama recuerda al
movimiento 15-M del que estos activistas cubanos se sienten hermanos.
Su ideología anticapitalista les lleva a oponerse a toda
injerencia estadounidense, pero también a cuestionar el modelo económico raulista –que promueve la
iniciativa privada, la inversión extranjera y también los despidos masivos– y a
abogar por fórmulas colectivistas como el cooperativismo. También fue
significativo su toma de postura ante la visita del Papa a Cuba el pasado
marzo. Mientras los castristas se frotaban las manos por la legitimidad que les
daría la visita, y los anticastristas lamentaban la escasa atención que les
dedicó el jefe de la iglesia católica, Isbel, Yasmín y demás miembros del
Observatorio fueron la nota discordante: criticaron que un Estado laico como el
cubano derroche dinero público para acoger al líder de una institución que no
reconoce los derechos sexuales y reproductivos, ironizaron sobre el empeño del
Partido Comunista en agasajar a un líder beligerante contra el marxismo, y
censuraron que las religiones afrocubanas (cuya influencia supera a la del
catolicismo) no hayan recibido tales reconocimientos gubernamentales. Meses
antes fantasearon con indignarse ante la visita del Papa, pero al final se
conformaron con expresarse en medios de comunicación y blogs.
El derecho de asociación en Cuba
Para entender la situación en la que se encuentra esta
izquierda aútonoma, cabe aclarar primero si en Cuba existe el derecho de
asociación. Un Estado que se define como revolucionario ha obstaculizado
históricamente que existan movimientos sociales independientes. El discurso
aperturista de Raúl Castro –quien, al menos de palabra, ha defendido la
libertad de expresión y de prensa– es uno de los factores que explica la
eclosión y supervivencia de iniciativas sociales y culturales autónomas, pero
el castrismo sigue defendiendo que son las organizaciones de masas oficiales
como la Unión
de Mujeres Cubanas o los colectivos ligados al Cenesex quienes tienen la
legitimidad para movilizar a la ciudadanía en torno a reivindicaciones
sociales.
El bloguero y miembro de Observatorio Crítico Rogelio M.
Díaz, lo atribuye al discurso oficial de que el concepto sociedad civil es
“burgués, subversivo y una estrategia de Estados Unidos para penetrar en el
Tercer Mundo”, mientras que “las organizaciones de masas incorporan en sus
estatutos la noción de acatar el liderazgo del Partido”. Lo atribuye a tres
factores: el clima de agresión por parte de Estados Unidos, el estilo de
liderazgo de Fidel y la política del campo socialista. Dado que muchas
supuestas asociaciones independientes “no son más que grupúsculos promovidos
por la CIA y
demás fuerzas de los USA”, el bloguero subraya que es imprescindible para que
la situación se normalice que Estados Unidos cese en su intención de promover
un cambio de régimen: “Si esto ocurriera milagrosamente mañana, habría que ver
entonces qué voluntad tiene el Gobierno cubano de dejar de ejercer sus férreos
controles”.
Se refiere entre otras cosas a la conjunción de trabas
burocráticas y falta de voluntad política que hace prácticamente imposible
constituir asociaciones. Si bien la Constitución reconoce en su artículo 54 los
derechos de reunión, manifestación y asociación (aunque el artículo 62,
advierte que es punible ejercer esas libertades contra “la existencia y fines
del Estado socialista”), para que el Ministerio de Justicia autorice la
inscripción de una asociación en el registro correspondiente, esta tiene que
recibir el aval de una entidad estatal, “que se convierte en su órgano de
relación, el que le controla y atiende”, explica Dmitri Prieto, fundador del
Observatorio Crítico.
El registro tarda años en llegar (cuando llega), así que los
colectivos optan por fórmulas como crear cátedras académicas o proyectos
adscritos a centros culturales: “Mientras no hay confrontación con el sistema
actual, las autoridades no ponen impedimentos, pero pueden toparse con
incomprensión, falta de recursos y poca visibilidad”, señala. “Toda iniciativa
individual asociativa se demoniza sistemáticamente, más si es de carácter
político. Cuestionar de fondo las estructuras políticas y sociales es muy
difícil, y además es suicida”, lamenta Yasmín.
Observatorio Crítico nació de la Cátedra Haydée
Santamaría, creada dentro de la Asociación Hermanos Saiz (AHS, la institución de
jóvenes artistas y escritores) para investigar las transformaciones de la
sociedad cubana. En 2010, cuando sus propuestas empezaron a resultar incómodas,
AHS les comunicó que sus integrantes habían superado la edad para permanecer
vinculados a la institución. “Entonces ya no hubo la necesidad de ser
políticamente correctos en cuanto a la crítica a las instituciones”, señala
Yasmín, lo que convirtió al Observatorio en uno de los colectivos más
contestatarios de la Isla.
Pero haberse convertido en una red sin respaldo
institucional tiene sus consecuencias. Los exiguos recursos de Observatorio
Crítico, que apenas alcanzan para comprar la merienda para las reuniones,
provienen de la solidaridad de colectivos anarquistas y anticapitalistas
europeos. No tienen sede: lo mismo celebran debates en un paladar (restaurante
de iniciativa privada) regentado por alguien simpatizante o en un parque.
Eligieron la segunda opción para un coloquio con una activista del movimiento
15-M en Madrid que contó con la presencia tanto de un agente de la Seguridad del Estado
como de un periodista independiente (de la disidencia oficial).
La izquierda crítica cubana se proclama revolucionaria, sus
activistas trabajan estrechamente con las instituciones cubanas o con proyectos
amparados por éstas, y se resisten a autodenominarse “oposición”, porque se
identifican más con un proyecto socialista cubano que con el que defiende la
disidencia. Esto les sitúa en una posición incierta: no sufren una represión
frontal, se puede decir que se tolera su actividad, pero a medida que se
consolidan sí que sienten un marcaje cada vez mayor. El último susto ha sido
que el exagente de la
Seguridad del Estado Percy Francisco Alvarado Godoy ha
acusado en un artículo a un grupo de reconocidos intelectuales cubanos de
trabajar contra la Revolución
desde proyectos dirigidos por Estados Unidos en la conocida como guerra
cibernética contra el castrismo. Alvarado Godoy ha pedido disculpas por lo que
califica como un desafortunado error, pero los afectados no las han aceptado:
“Errores similares hundieron en el ostracismo durante años a autores como José
Lezama Lima, Virgilio Piñera y otros; trajeron dolor innecesario a muchos y
causaron un daño irreparable a la cultura y a la sociedad cubanas”, alerta el
escritor Daniel Díaz Mantilla, uno de los difamados.
La relación con las instituciones
Rogelio destaca la estrategia del Gobierno de “recoger y canalizar inteligentemente las
tensiones en varios potenciales conflictos”. El caso paradigmático es el del
movimiento LGTB. El Cenesex, adscrito al Ministerio de Salud, promueve redes de
gays, lesbianas y transexuales que, si bien salen a la calle para plantear sus
movilizaciones, actúan tuteladas por la institución. Odaymara Cuesta y Olivia
Prendes, las raperas Krudas Cubensi (emigradas a Texas), recuerdan cómo el
colectivo de lesbianas Oremi, en el que participaron, fue fagocitado por el
Cenesex. “Un buen día, Mariela llegó con una actitud autoritaria a decidir que
el grupo debía trabajar de una manera vertical. Nos impuso la presencia y
liderazgo de unas psicólogas que no eran lesbianas, que nos traían los casos
con patologías que atendían en sus consultas. No pudimos hablar de nuestros
problemas como lesbianas sanas. Por eso preferimos la autonomía”, explica
Prendes.
No fue su primer encontronazo con Mariela Castro. En los
años noventa trataron de montar un colectivo queer con amigas de Estados Unidos
y planearon llevar una bandera arcoiris a la manifestación del 1 de mayo. “El
objetivo de la marcha es unirnos contra el imperialismo y por el socialismo,
así que dijimos: ¿por qué no llevamos nuestra banderita, que nosotras también
somos parte de este país? Ay, mija. Nos dieron una mano de golpes. Nos robaron
la bandera, después empezaron a ir a la casa de cada activista. Le dijimos a
Mariela Castro si nos daba algún papelito o algo para hacer un grupito LGTB.
Ella dijo: “No, Cuba no está preparada para esto”. “Coño, Mariela, esta gente
nos están contando que por ahí lo que hay es mucho”: “No, esto es una cultura
muy machista. Quizás en diez años””.
Y más de diez años después, el Cenesex sigue tratando de
monopolizar el activismo LGTB a través de sus organizaciones, si bien algunos
de sus integrantes se muestran partidarios de que existan colectivos autónomos.
“Creo que sí, es necesaria la formación de un movimiento por los derechos
sexuales que sea autónomo, pero que incluya a las personas heterosexuales que
disienten de las hegemonías y que tenga un funcionamiento horizontal,
participativo y ajeno a rencillas, rencores y vanidades personales. Ello no
implica una negación de los principios del socialismo cubano, sino su
fortalecimiento y la construcción de una sociedad más justa y digna”, defiende
Alberto Roque, dinamizador de Hombres por la Diversidad y militante
del Partido Comunista.
Sus participantes sienten que este espacio adscrito al
Cenesex da margen para canalizar críticas a las políticas del Gobierno y para
expresarse con libertad. Algunos, como Luis Rondón Paz y Paquito el de Cuba,
mantienen también sus propios blogs, en los que arremeten contra cuestiones
como la homofobia en el trabajo, en el deporte o en los medios de comunicación.
“Hace tiempo me la estoy jugando. Me dice un amante que tuve: ‘¡Tú estás loco
pal carajo!’, yo le respondí: ‘Oiga, los cambios no caen del cielo, y lo que está
mal hay que decirlo usando todos los canales necesarios para que el mensaje
llegue a su destino lo menos contaminado posible’”. Así explicó Luis su apuesta
por hacer activismo dentro y fuera de las instituciones en un post a modo de
desahogo, harto de quienes le recriminan que participe también en proyectos
autónomos como Proyecto Arcoiris.
Luis fue, junto con Yasmín, uno de los promotores del
boletín NotiG, que difundía por correo electrónico tanto artículos sobre
identidad de género como contenidos más ligeritos. Se les informó de que el
boletín no podía circular sin estar inscrito en el Registro Nacional de
Publicaciones Seriadas. Aceptaron el requisito de pedir el aval de Cenesex,
pero siguen esperando respuesta.
En todo caso, Proyecto Arcoiris se presenta como una
iniciativa más ambiciosa que aspira a ofrecer asesoría legal en caso de
discriminación por orientación sexual o identidad de género, además de promover
el debate y el compromiso ciudadano contra los prejuicios heteronormativos, a
través de acciones como la besada. Se encuentran también difundiendo una
encuesta entre personas no heterosexuales para recabar sus demandas.
También en el caso del feminismo, el discurso oficial sigue
siendo que la existencia de la
Federación de Mujeres Cubanas hace que no haga falta un
feminismo autónomo. Sin embargo, esta organización de masas sigue reproduciendo
la feminidad tradicional y no afronta con valentía problemas como la violencia
machista o la persecución policial contra las mujeres que ejercen la
prostitución.
Probablemente la iniciativa autónoma más potente a favor de
la igualdad de género fuera la
Asociación de Mujeres Comunicadoras, Magín, a la que se
sumaron más de un centenar de periodistas, artistas, científicas e incluso
políticas. No duró mucho: en 1996, tres años después de su fundación, en los
que no lograron ser legalizadas, se les informó de que no podían seguir
funcionando, bajo el argumento de que se temía que Estados Unidos las
utilizase.
Desde hace año y medio, el foro de debate Mirar desde la
sospecha se ha consolidado como un espacio de encuentro para las feministas
cubanas. Han tratado temas como el ciberfeminismo, género y nación, o
literatura y feminismo, contando como ponentes con académicas como Isabel Moya
o Norma Vasallo, pero también con activistas autónomas como Negra Cubana,
Yasmín Portales o Krudas Cubensi. Lo promueven tres comunicadoras: Helen
Hernández Hormilla, Lirians Gordillo Piña y Danae C. Diéguez. Lograron el
respaldo legal del Grupo de Reflexión y Solidaridad Monseñor Óscar Arnulfo
Romero (OAR), una ONG de inspiración cristiana legalizada, y de la Unión Nacional de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en cuya sede se celebran los debates.
“Podíamos habernos reunido en nuestras casas, pero nos interesaba penetrar en
el espacio institucional y dialogar con esa estructura, que también tiene
fortalezas”, explica Danae. Sin embargo, varias de las asistentes fantasean con
la idea de crear una red de comunicadoras autónoma y transgresora, como lo fue
Magín.
Otro proyecto lanzado de forma autónoma pero con cierto
respaldo institucional, es Afrocubanas, promovido por la bloguera Sandra
Álvarez y la escritora Inés María Martiartu, con el objetivo de “visibilizar
las contribuciones de las negras cubanas a la cultura e historias nacionales”,
explica la primera. Su resultado es un libro, un blog y varias reuniones de
mujeres negras en casa de la propia Sandra, para debatir sobre feminismo y
antirracismo.
Internet, la llave para la autonomía
En Cuba la mayoría de la población sigue sin acceso a
internet, y quienes lo tienen sufren una conexión muy precaria. Eso sí, en La Habana la información
circula mediante las socorridas memorias USB. El Gobierno sostenía que el
bloqueo por parte de Estados Unidos impedía habilitar la banda ancha, con lo
que justificaba definir sectores con acceso prioritario a internet vía satélite
(instituciones públicas, universidades, hoteles...). En 2007 Hugo Chávez
anunció que se instalaría un cable de fibra óptica desde Venezuela a Cuba, pero
el proceso ha sido lento, misterioso y no han faltado los rumores de
corrupción. A día de hoy, el Gobierno declara que el cable se encuentra
“absolutamente operativo”, pero los internautas no han notado mejora alguna en
la conexión. Incluso blogs considerados oficialistas, como La Joven Cuba , han
criticado la falta de transparencia y las resistencias a universalizar el
acceso a internet. La mayoría de ciberactivistas publica en sus blogs y en las
redes sociales desde sus puestos de trabajo, con el consiguiente riesgo de
vigilancia y despido.
En todo caso, internet ha sido uno de los elementos que ha
permitido a personas de izquierda crítica hacerse visibles, sobre todo fuera de
la isla, e ilusionarse al menos con esta nueva forma de compartir información y
difundir sus denuncias. En junio, por ejemplo, la policía detuvo durante doce
horas en La Habana
a dos miembros de Observatorio Crítico que portaban sprays de pintura en las
mochilas. “A esas horas ya el OC había hecho pública la denuncia en Facebook,
Twitter, y el blog del colectivo en WordPress. Afortunadamente, las nuevas
tecnologías logran acelerar un poco el proceso de justicia, aunque no alcanzan
a transformar el absurdo”, escribió Isbel en Havana Times.
Havana Times es el diario digital de referencia de la
izquierda crítica: entre sus articulistas habituales destacan varios militantes
de Observatorio Crítico. Su director, Circles Robinson, lo define como “una
fuente independiente sobre la compleja realidad cubana, que lucha por un
pluralismo informativo y de criterios en un país donde esa voluntad ha sido
vista con ojos de sospecha”. “Navegando en aguas muy polarizados, pretendemos
contribuir a elevar el debate para encontrar soluciones incluyentes a las
problemáticas del país”, añade. HT publica en castellano e inglés artículos de
opinión sobre el multipartidismo, las relaciones con la iglesia católica o las
reformas económicas; noticias que informan sobre cuestiones que los medios
oficiales silencian (los derrumbamientos de edificios o el misterioso cable de
fibra óptica) y entrevistas para dar a conocer a nuevos talentos de la cultura
cubana.
Durante el último mes, Havana Times ha sido acusada en dos
artículos publicados en Cubadebate y Rebelión, respectivamente, de ser un medio
“alentado por Estados Unidos” y de apoyar a “contrarrevolucionarios” como la
bloguera Yoani Sánchez o Estado de Sats, por haberles entrevistado. Que Circles
naciera en Estados Unidos (como podía haber nacido en cualquier otra parte, dice
él, que ha vivido en diferentes países y ha trabajado durante siete años para
el Gobierno cubano) facilita las cosas a quienes le acusan de estar ligado a la Oficina de Intereses de
Estados Unidos en Cuba.
Otro espacio interesante para quienes quieran salirse de la
llamada ciberguerra entre blogs anticastristas y oficialistas es la comunidad
Bloggers Cuba. Nació con la vocación de “romper con la dicotomía entre la
experiencia de vida en la Isla
y su escaso reflejo en los medios nacionales y extranjeros”. La mayor parte de
sus integrantes defienden abiertamente el socialismo, pero la incorporación de
blogueras feministas, antirracistas y a favor de la diversidad sexual, como
Yasmín o Sandra Álvarez, autora de Negra cubana tenía que ser, ha reforzado el
contenido crítico y comprometido de este agregador de bitácoras.
Sandra, Yasmín, Isbel, Luis, Dmitri, Rogelio... Los nombres
se repiten cuando se trata de hablar de izquierda crítica, de activismo
feminista y LGTB, de blogs y medios independientes, o de proyectos culturales
ligados a las instituciones. Son un puñadito de personas, pero van ganando
adeptas en su empeño por construir una Cuba socialista y soberana, fiel a los
principios revolucionarios que guiaron la lucha contra la dictadura de Batista,
y libre de represión y autoritarismo. En plena eclosión del cuentapropismo a
raíz de que Raúl Castro ampliase el catálogo de profesiones que se pueden
ejercer de forma autónoma, bromean con solicitar a la Organización Nacional
de Administración Tributaria una licencia para activistas por cuenta propia.
Mientras el Gobierno sigue obstaculizando la consolidación de movimientos
sociales independientes, la gente de la órbita del Observatorio Crítico pide a
los colectivos de izquierda de otros países que abandonen la complacencia hacia
el régimen castrista y les apoyen como el movimiento que puede sacar a Cuba de
la pugna entre dos modelos en crisis, el comunismo estalinista y el capitalismo
imperialista.
June Fernández es periodista. Dirige la revista digital Pikara
Magazine y colabora con Diagonal y eldiario.es, entre otros medios. Su blog:
http://junefernandez.net. En Twitter: @marikazetari
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