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Relato y reflexiones sobre las actividades del 11 de julio
en Toribío. Mientras el presidente Santos bajaba de su helicóptero para reunirse
con sus ministros, que las avionetas y helicópteros sobrevolaban el municipio
de Toribío, que los militares y los policías se ubicaban en cada casa, la
comunidad indígena Nasa, movilizada frente a los hostigamientos sufridos desde
hace varios días - y desde hace varios años – se reunía para demostrarle al
presidente y a su fuerza pública que no eran bienvenidos en el territorio
ancestral.
El gobierno, nunca atendió a los toribianos cuando, el año
pasado, una chiva bomba de la guerrilla destruyó la casi totalidad del casco
urbano. Ayer, el presidente ni siquiera quiso recibir a un grupo de la
comunidad para escuchar su voz, sus decisiones y sus reivindicaciones. Santos
aceptó recibir algunas autoridades, pero
los indígenas no se dejan engañar: los Nasas ya sabían desde antes que las
negociaciones con algunos representantes sólo sirven para legitimar las
acciones del gobierno sin tener en cuenta la comunidad. “Aquí hay muertos y
nadie nos atiende” gritaron comuneras, “¡nosotros es bala lo que hemos
recibido!”.
Negando las vueltas estratégicas de Santos, la comunidad y
las autoridades indígenas se reunieron en Asamblea y decidieron seguir con las
acciones de control del territorio. Que el presidente se quede hablando solo
con sus ministros, que se quede vomitando sus mentiras. Porque la comunidad va
a seguir defendiéndose sola, pues no necesita que la defiendan. Por la Minga , el pueblo Nasa ejerce
su autonomía, la ejerce contra los que la niegan: el gobierno, la policía, el
ejército, los paramilitares y la guerrilla.
Tres comisiones se formaron para recorrer el territorio, con
el fin de sacar a los actores armados legales e ilegales de la zona. Mientras
una comisión subía a la torre ubicada en el cerro Berlín, otra bajó en
dirección del Tierrero, donde la guerrilla hacía un retén, a dos kilómetros
apenas de Toribío.
Esa comisión fue encargada de debatir con los guerrilleros
para que dejaran de atacar al pueblo, de señalar a los comuneros, de controlar
la circulación de la población civil, de reclutar a los niños, de colocar minas
en los campos, de amenazar, de asesinar... en suma pedir que se fueran del
territorio para vivir dignamente en el marco de la autonomía y del gobierno
proprio.
Una chiva y varias camionetas ocupadas por comuneros y comuneras,
así como vehículos de prensa, bajaron hacia un río cuyas orillas estaban
minadas. Allí la guardia indígena recogió varios tatucos que la guerrilla había
dejado tirados. Las bombas fueron llevadas con mucho cuidado hacia el pueblo
para destruirlas. Los artefactos de la guerrilla se encuentran en todo el
territorio y cuando la guardia no los destruye, son los niños que, jugando a la
pelota, los pisan y les cambia la vida y pierden sus sueños.
Tras limpiar las orillas del río, la comisión bajó hacia el
retén del sexto frente de las FARC, donde unos tres guerrilleros revisaban los
carros subiendo a Toribío. El gobernador, con el respaldo de la comunidad, dio
a conocer las decisiones de la asamblea al grupo armado. Se les exigió que se
fueran del lugar y que dejaran de hostigar al pueblo, afectando a los civiles.
La guerrilla aceptó retirarse, aunque no tomó en cuenta la posición de la
comunidad en respeto al conflicto armado.
El jefe guerrillero afirmó por su parte que “mientras esté
el batallón y el puesto de policía, las confrontaciones van a seguir”. Ellos
dicen que los combates son los frutos de las operaciones del ejército y de la
policía en contra de la guerrilla. Pero, ¿acaso no fueron las FARC las que
colocaron una chiva bomba al lado del puesto de policía, destruyendo Toribío,
asesinando civiles e hiriendo a centenas de personas? ¿No fueron ellos los que
tumbaron la antena en Jambaló?, privando el pueblo de emisora, herramienta
vital en tiempo de combates y para la resistencia.
Las FARC también manejan discursos bonitos con demagogia y,
al igual que el señor presidente, usan los medios de comunicación para
justificar sus actos violentos contra los civiles. “No estamos contra los civiles pero contra la
policía.” contestó el representante del sexto frente a la prensa, “el conflicto
se acaba cuando hay inversión social aquí en Toribío y al nivel nacional,
cuando no hay más niños pobres, cuando ya no hay más indígenas con hambre,
cuando los indígenas tengan una vida digna”, prosigue. ¿Entonces si la
guerrilla quiere el bien de los indígenas por qué siguen asesinando a sus
líderes? ¿Por qué siguen amenazando a los integrantes del proceso organizativo,
a los comunicadores, a los comuneros y comuneras que vienen caminando la
palabra y construyendo la autonomía? ¿Por qué no respetan las tierras
colectivas donde colocan sus bombas?, ¿por qué hacen de los cultivos
ancestrales y sagrados -como la hoja de coca- un negocio?, ¿por qué se ubican en las casas poniendo en
riesgo a los habitantes?, ¿por qué impiden la autonomía indígena controlando el
territorio? Los contra-argumentos sobran.
Lo que quiere la guerrilla es satisfacer sus intereses, pues
la guerra es un negocio que produce muchas ganancias. Hace tiempo que el
proyecto político de la guerrilla ha fallado para convertirse en una lucha por
el control de los recursos naturales. La guerrilla se aprovecha de la llegada
de las multinacionales en los territorios indígenas, quienes les compran “servicios
de protección” frente a la resistencia de las comunidades, también hace su
negocio sobre los cultivos de coca y marihuana, los cuales permiten apenas el
sustento de los campesinos. Lo que busca la guerrilla es la acumulación de
capital, o sea que tiene motivos iguales a los del gobierno nacional junto a
los capitalistas del planeta.
Los discursos son bonitos. La realidad es otra. Cuando la
guerrilla dice que lucha por la vida digna de los indígenas es lo mismo que
cuando Santos dice que quiere la paz con toneladas de municiones y aparatos
militares financiados por el Plan Colombia.
“La visita de Santos es un fracaso” dice la guerrilla, “no
van a acabar con la guerrilla con eso”. Sí, la visita de Santos es un fracaso,
pero debido a la movilización de las comunidades indígenas, porque ellas se
levantaron y rechazaron la política de Santos. El gobierno no va a acabar con
la guerrilla, pero el proceso indígena sí, y acabará con todos los grupos
armados legales e ilegales presentes en el territorio.
Porque las comunidades indígenas quieren decidir. Quieren
aplicar sus Planes de Vida sin que vengan el gobierno o la guerrilla a decirles
cómo proceder con sus planes de muerte.
En Toribío lo demostraron con acciones de control
territorial, y seguirán haciéndolo hasta que se vayan todos y hasta que puedan
ejercer su autonomía y su gobierno proprio sin condiciones.
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