Patricia Molina / Fobomade *
Los conflictos por la tierra en territorios indígenas han
ido intensificándose en el país en los últimos años, pero es la construcción de
la carretera Villa Tunari - San Ignacio de Moxos y la férrea oposición de los
pueblos del TIPNIS, lo que ha evidenciado las profundas contradicciones entre
formas de uso del espacio territorial practicadas por pueblos indígenas
originarios y la lógica productiva de la colonización.
El TIPNIS ha visibilizado el proceso de avance de la
economía de la coca y en consecuencia, los mecanismos de expansión territorial
y acumulación capitalista, que extienden permanentemente las relaciones de
mercado, integrando progresivamente el territorio indígena al espacio económico
de la producción de coca, en base al principio de división del trabajo y
especialización.
Pero el TIPNIS también coloca en el mapa geopolítico a los
capitales petroleros, mineros y de la especulación financiera que generan la
lucha de clases, que actualmente aparecen semi encubiertos, en tanto que la
clase ascendente cocalera, es la visible y receptora de toda la crítica y
rechazo.
Paralelamente los pobladores del TIPNIS han demostrado su
capacidad de resistir y defender su territorio, capacidad desarrollada en
siglos deenfrentarlosintereses económicos sucesivos para los cuales el trabajo
indígena semi esclavo fue la fuente inmediata de acumulación, durante los años
de la explotación cauchera, la hacienda cocalera y finalmente la colonización
cocalera.
A más de lo anterior, lo que se ha puesto en evidencia es
también el discurso que legitima el avance económico territorial de un sector
sobre otro. No es casual que el presidente de Bolivia sea a la vez el
presidente de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba y que y los
colonizadores cocaleros del Chapare sean protagonistas centrales del proyecto
de poder que encarna el presidente Evo Morales.
Aparentemente el discurso gubernamental ha ido tomando
distancia de la propuesta internacional del Vivir Bien, la defensa de los
derechos de la Madre
Tierra y los derechos indígenas, mientras el modelo de
desarrollo no ha cambiado sustancialmente, ya que la economía del país continúa
basada en la explotación extractiva y la expansión capitalista.
En este contexto, se revive la discusión entre del siglo
XVIII, entre Hobbes y Rousseau por la que el primero concebía al estado de
naturaleza como la perdición absoluta del hombre, mientras que para Rousseau el
estado de civilización lo ha degradado. Para el imaginario gubernamental, el
indígena, sobre todo el de tierras bajas, pero también cualquiera que defiende
su territorio del extractivismo y la degradación ambiental que conlleva, ha
pasado de ser sinónimo de armonía con la naturaleza, al “temible salvaje de
tierras bajas, incivilizado, que se considera miembro de una raza pura y
superior por encima de las otras culturas”.
En consecuencia, para los administradores gubernamentales,
el conflicto del TIPNIS no es más que una confrontación entre indígenas colonos
e identidades amazónicas “manipuladas por ONGs y otros agentes del
neoliberalismo”. O la lucha entre la modernidad y la prehistoria, el desarrollo
y el atraso. De lo que se trataría es de civilizar al salvaje, eliminando los
obstáculos que opone a la apertura de la frontera agrícola, los capitales
petroleros y la penetración de carreteras, condición sine quanum para el
progreso capitalista.
Sin embargo como veremos más adelante, el distanciamiento
mencionado es aparente, puesto que la construcción discursiva basada en el
indigenismo, que también tomó préstamos del nacionalismo, ecologismo y marxismo
para crear la
Revolución Cultural , -la ideología del proceso de cambio-, en
realidad hace abstracción de los principios de todas esas corrientes.
“La tesis del “capitalismo andino-amazónico” actualiza
aquella antigua narrativa burguesa que promovía la transformación del pequeño
productor en capitalista y la transformación de una sociedad de pequeños
productores en una sociedad capitalista, ideas ciertamente legitimadas por un
fuerte discurso indigenista de identidad cultural que se ha convertido en el
distintivo de lo nacional y lo popular en Bolivia durante los últimos años.”
(L. Orellana. 2006).
A lo anterior hay que añadir el discurso de los derechos de la Madre Tierra , que no
fueron constitucionalizados en Bolivia, como en el caso ecuatoriano y la
constitucionalización de los derechos indígenas, bajo el concepto ampliado de
pueblos indígenas originarios campesinos, incorporando de esta manera a los
numerosos pobladores migrantes de tierras bajas, cuya visión mercantil entra en
conflicto en numerosas ocasiones con los pueblos indígenas amazónicos, como es
el caso del TIPNIS.
Capitalismo andino vs lucha de clases
El gobierno del MAS enfatiza el respeto por la propiedad
privada y por las instituciones del Estado capitalista. Al igual que gobiernos
anteriores, incentiva la inversión extranjera, promueve la seguridad jurídica y
trabaja en sociedad con las empresas transnacionales (L. Orellana 2006), promoviendo
una “nacionalización responsable”.
La diferencia radica en la composición de clase de su
movimiento y de su dirección política, la orientación ideológica de sus
propuestas, y las reformas que se propusoimplementar. El concepto ideológico de
“capitalismo andino-amazónico”, de industrializar el país, y en consecuencia de
fomentar una burguesía ascendente andina o amazónica queequivaldría a decir una
burguesía nacional, se dirigiría hacia sectores muy amplios como los pequeños
productores de la ciudad de El Alto, cooperativistas mineros, colonizadores
(ahora denominados interculturales), entre ellos, cocalerosy comunidades
indígenas, es decir, clases y grupos sociales oprimidos que han sido la base de
las movilizaciones de los últimos cinco años.
Así quedan homogeneizados los sectores o fracciones de clase
teóricamente en el poder, lo cuál se resume en las frases del vicepresidente
García Linera quien reiterativamente sostiene que el proceso de cambio es tal
porque en la actualidad rostros más morenos y mujeres de pollera están en el
poder, pero no hace referencia a ningún cambio en el proceso de acumulaciónque
se encuentra intacto.
El capitalismo se caracteriza por la lucha de clases y la
generación de ejércitos de trabajadores que no tienen más que su fuerza de
trabajo para vender. También se caracteriza por la acumulación constante de
capital que tiene un punto de inicio, la acumulación originaria, en base al
despojo de la tierra y de los medios de producción del poblador rural,
utilizando formas de esclavitud y colonialismo, con base en la violencia.
Para el proceso de acumulación, los capitalistas requieren
tomar tierras, en diferentes frentes y con intermedio de trabajadores sin
tierra, colonos nuevos y en estado de pobreza extrema, con los cuales establecerán
diversos acuerdos arrendatarios, pero siempre asociados a la disponibilidad de
los mismos como mano de obra. Se genera una diferenciación social marcada entre
estos colonos sin tierra y los propietarios. El sistema “al partir” ampliamente
aplicado en las comunidades colonizadoras, constituye una forma de explotación
de fuerza de trabajo que beneficia principalmente a los dueños de tierras, ya
que estos se quedan con los nuevos cultivos de coca, fuente directa de
acumulación de capital. Otras tareas de servicio doméstico, forman también
parte de las tareas no remuneradas del arrendatario, cercanas a la esclavitud.
Una vez lograda la ocupación de tierras indígenas, -porque
las tierras de latifundistas o ganaderos dejaron de estar en la mira-, el nuevo
asentamiento demanda más mano de obra para las nuevas plantaciones de coca.
Este, no sólo es el único cultivo rentable, aunque tenga problemas de
interdicción o narcotráfico, sino porque para cumplir acuerdos internacionales
se deben cumplir compromisos de erradicación, normalmente de los viejos
cocales.
La plantación de coca es un monocultivo que requiere
bastante trabajo manual para ser establecido, antes y después de que empieza a
producir. Los indígenas cuyas tierras colectivas están siendo avasalladas
constituyen una fuente de mano de obra barata o impaga. Lo siguiente es
incorporar a los despojados al sindicato y convertirlos en poseedores privados
de un pedazo de tierra, donde la agricultura campesina será subsidiaria de la
actividad principal de peón en las plantaciones de coca, sino lo es también en
las pozas de maceración y otras acciones relacionadas. De esta manera, los
territorios indígenas titulados, espacios de producción precapitalista, serán
paulatinamente asimilados al mercado y al modo de producción imperante, bajo
criterios de modernidad y capitalismo andino.
Pero este proceso expansivo genera conflictos, porque la
expansión territorial del capital conlleva violencia, pone en juego el tema de
la propiedad de la tierra y atenta a la sobrevivencia de diferentes sectores
sociales. Por tanto el crecimiento económico del nuevo capitalista, lo llevará
a la búsqueda del poder, para ejercer el control del conflicto y eliminar los
obstáculos a dicha expansión.
Esto implica también la necesidad de otras imposturas, como
las del lenguaje. La homogeneización del sector colonizador en la época
presente oculta una realidad de clases incompatibles y contradictorias, por un
lado, de élites, dueñas de medios de producción, como maquinaria y capital y
por el otro, de una clase desprovista de todo, excepto su fuerza de trabajo y/o
una pequeña parcela para la subsistencia familiar.
La impostura invisibiliza también la realidad comunitaria
indígena contrapuesta a la propiedad privada del colono, lo que se refleja en
sus formas de organización y asociatividad. Aparenta homogeneizar e igualar al
indígena, al colono pobre y al colono capitalista bajo un solo paraguas: el
antiguo sindicato - tipo minero-, conformado frente al descalabro de las
haciendas cocaleras, durante la década del 40, cuando la migración de mineros
continuaría a la primera migración de ex combatientes de la Guerra del Chaco. Estos
nuevos migrantes enfrentaron desde su misma llegada a los pobladores yurakarés,
sobre cuyo territorio se instalaron, empujándolos progresivamente al norte,
hacia las tierras más difíciles de habitar o utilizándolos como peones en la
apertura de caminos, construcción de puentes y como cazadores-pescadores.
En la actualidad las diferenciaciones de clase pueden verse
en el interior del sindicato. Por estoni el derecho a la participación y menos
a la toma de decisiones están garantizados con la burocracia sindical. El
indígena es tratado en el sindicato como flojo y alcohólico, porque no tiene ni
la competitividad del obrero industrial ni el sacrificio místico del trabajador
asiático y, retirado de su territorio, perdida toda posibilidad de uso del
espacio vital para la reproducción de su vida y para la actualización de su
historia, -que implica la reproducción de sus compromisos culturales-, pierde
también su vitalidad y su capacidad de reinventarse más maneras de vivir.
Y finalmente, el proceso colonizador de frentes pioneros,
ligado a las nuevas plantaciones de coca y a su procesamiento, no sucede en
territorios vacíos ni en praderas ganaderas o tierras de cultivo, sino en
territorios indígenas amazónicos, espacios localizados de alta vulnerabilidad.
Los frentes pioneros normalmente desprovistos de medios propios, abren el
territorio a otros intereses que vienen detrás, como los madereros,
comerciantes y petroleros, poseedores de recursos y medios, especuladores y
acaparadores de tierras. La sindicalización de comunidades indígenas enteras,
cuya vida transcurría como cazadores, pueblos ribereños o pescadores, ocupando
un amplio espacio territorial sin modificarlo sustancialmente, convierte a esos
pobladores amazónicos en poseedores de parcelas individuales. Esto significa la
muerte cultural lenta, por la imposibilidad del uso de su espacio territorial,
de sus relaciones interétnicas, de su intercambio y dinámica cultural, de sus
propios mestizajes.
Sus sociedades, forzadas a la penetración de colonizadores
con una lógica económica de acumulación, ligada al mercado legal o ilegal,
serán desparecidas convirtiendo a pueblos enteros, en asalariados rurales,
despojados de los medios que les permitían reproducir su vida y sus compromisos
culturales en un territorio colectivo.
Petroleras en el TIPNIS: ¿financiarización de la economía?
Las crisis históricas del capitalismo no son sino rupturas
definidas por los parámetros tradicionales: decrecimiento del volumen de
exportaciones, decrecimiento del PIB, interrupción del ciclo del capital. Las
crisis producen algunos cambios en las relaciones de fuerza, como la
acumulación de reservas por algunos países, pero hasta ahora, no han modificado
la lógica global de aceleramiento del consumo para acelerar el flujo de
producción, la polarización del ingreso, de la riqueza y de la pobreza.
En la etapa actual de crisis ambiental, hay un
reordenamiento de los roles productivos de los territorios, los países de
América Latina, sean “progresistas” o no, han entrado a asimilar su rol. Esta
conquista de nuevos territorios conlleva a la vez el desplazamiento de la
violencia hacia los territorios del sur porque capital necesita conquistar
mercados para exportar capital. Para ello se están generando productos
financieros artificiales o de especulación financiera. Esto significa que hay
creación de dinero sin crear riqueza, lo que se llama la financiarización de la
economía o la desvalorización de la base material. Como esto no es sostenible
en el tiempo, demanda un saqueo mas acelerado.
Por ello vemos a empresas petroleras, mineras y otras, en la
fila para obtener concesiones o contratos por 30 0 40 años, que luego mantienen
a como de lugar, con es el caso de Río Hondo de Petrobras y Tuichi de Repsol.
Estas empresas tenían concesiones para exploración obtenidas en gobiernos
anteriores en Pilon Lajas, Madidi y Tipnis, los mismos que fueron convertidos a
pesar de haberse acogido a la “claúsula de fuerza mayor”. Por esta cláusula,
ambas empresas alegaron que no habían podido cumplir con el contrato por la
sobreposición con áreas protegidas, aunque más que eso, lo que les hizo
desistir fue la movilización local contra las actividades petroleras en
territorios con una intensa actividad ecoturística. Estos contratos les
servirán para la especulación financiera y además son transables.
Capitalismo andino y territorios indígenas
Los territorios indígenas, despreciados por algunos
marxistas ortodoxos por ser espacios precapitalistas ¿tendrán entonces que ser
asimilados al modo de producción imperante, sus pobladores convertidos en
peones agrícolas y sus tierras tomadas por el capital legal o ilegal, para que
a futuro puedan ser liberados por la revolución socialista? ¿Es esta la misión
del gobierno del capitalismo andino? Evidentemente esto tiene un nombre:
etnocidio. Esto es la condena a muerte y la desaparición precisamente de la
riqueza cultural de los pueblos indígenas con todo su bagaje de conocimientos,
-quizá fuente de soluciones por descubrir para la humanidad-, incluyendo
soluciones médicas y tecnológicas.
Lo más detestable de esta confrontación son las acciones
para enfrentar pobres contra pobres: cocaleros sin tierra, buscando una
oportunidad de trabajo en un Estado que no ha generado fuentes de empleo
dignas, invadiendo territorios indígenas para establecer cultivos ilegales,
cuya manifestación extrema fue la contramarcha del CONISUR, empujada desde el
gobierno del presidente Morales. La legalización de este accionar ocurre desde
el momento que se pretende ignorar las diferencias entre indígenas y colonos,
cuyas distancias culturales y de visión productiva hace que los primeros sean
realmente vulnerables a procesos de deculturización, transculturización y
etnocidio.
Como complemento o consecuencia de este proceder, resurge un
racismo anticocalero, azuzado por diversos oportunistas (derecha y otros) que
intentan aprovechar la ocasión.
Dicho racismo, como la confrontación de pobres
contra pobres, es la expresión de la dinámica básica del capitalismo que
polariza la sociedad, para garantizar el control del poder.
Es absolutamente inaceptable que el proceso de cambio,
generado por las luchas sociales en el país, sea uno mas de los procesos
etnocidas de la historia boliviana, tal vez el último. Es claro también que en
esos territorios con economía precapitalista puede estar el germen de las
nuevas formas de vida y de sociedad, porque las culturas son dinámicas y los
procesos de movilidad, mestizaje e interculturalidad son permanentes y porque
su existencia nos recuerda la historia del genocidio cometido para imponer una
modernidad que no hace feliz ni a los dignos representantes de las sociedades
modernas cuyas enfermedades sociales y físicas no deberíamos querer transmitir.
Resulta evidente que todas las acciones de protección a los
pueblos indígenas y sus territorios de las agresiones del capitalismo salvaje o
encubierto quedan insuficientes. Ellos son quizás el otro mundo posible, el
germen de la nueva sociedad, de la utopía socialista de Mariátegui.
Referencias:
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Gustavo Cardoso Subieta. El Pueblo Indígena Yuracaré: La Ecuanimidad y la
exclusión en el Trópico de Cochabamba.
Hubert Mazurek.2006.Espacio y territorio. Instrumentos
metodológicos de investigación social. IRD-PIE. La Paz.
* Activista del Foro Boliviano sobre Medioambiente y
Desarrollo (Fobomade). Fuente: SENA-Fobomade N. 109.
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