Por Lluís Rodríguez
Hoy jueves 29 de marzo de 2012 las organizaciones sindicales del Estado español, entre ellas tambiénla CNT , han convocado una huelga general de 24 horas
para exigir al gobierno la derogación de la contrarreforma laboral (Real
Decreto 3/2012 de 10 de Febrero). Esta contrarreforma va a suponer la
destrucción de las pocas garantías que tenemos los trabajadores y trabajadoras
para no ser explotados salvajemente en los mercados de trabajo capitalistas. Pero
no se convoca huelga general solamente por este motivo.
Hoy jueves 29 de marzo de 2012 las organizaciones sindicales del Estado español, entre ellas también
Las "medidas anticrisis" aplicadas por tanto este
como el anterior gobierno del PSOE, no son más que un robo planificado y un
expolio a las clases trabajadoras desde los aparatos del Estado para entregar
ese botín a empresarios y banqueros. Dicho así puede parecer chocante y podría
decirse que poco riguroso empíricamente, pero, ¿a quién benefician las
contrarreformas en los mercados de trabajo? Evidentemtente a los empresarios,
puesto que sirven para facilitar el despido, debilitar el poder laboral y
posteriormente reducir los salarios a costa del incremento de los beneficios
empresariales. Los datos del INE son demoledores: el peso de los salarios ha
pasado de representar el 53% del PIB a principios de los 80 (frente al 41% de
los beneficios empresariales), a solamente el 46% del PIB en 2011 (frente al
46'2% de la cuota de los empresarios), superando ya los beneficios a los
salarios. Es decir, una gran mayoría de la población cada vez recibe menos mientras
una minoria de empresarios y banqueros cada vez se enriquecen más. Por supuesto
que la patronal paga a los políticos los servicios prestados con suntuosos
cargos en múltiples empresas. ¿Alguien duda que con menor inversión pública
incrementará el paro? ¿A quién beneficia el paro masivo? Otra vez a la brutal y
violenta disciplina patronal. Pero no es ésta la única fuente de expolio promovida
por el Estado capitalista en su fase neoliberal, ¿quién está pagando los
intereses de la deuda pública a la banca? Si bajan los impuestos a los ricos
-que, por cierto, con ello pueden comprar deuda pública- y suben el IVA a los
trabajadores, la respuesta es evidente: los intereses a la banca los pagan los
trabajadores con sus impuestos, interesante redistribución que hace el Estado;
¿qué son si no las reformas de pensiones? Cuando los ingresos provienen
exclusivamente de las cotizaciones de trabajadores al sistema estatal de
Seguridad Social y el gasto social que proviene de esas cotizaciones es
recortado impunemente, ¿a quién beneficia ese recorte? De nuevo al capital
financiero por dos vías: la disminución del gasto público para asegurarse el
cobro de intereses por la deuda y el estímulo de las pensiones privadas por el
recorte que deja las pensiones públicas en la miseria -pensiones privadas que
acaban gestionando los bancos-. Lo mismo podríamos decir de la sanidad o la
educación, servicios sociales que son provisionados gracias al pago de
impuestos de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, no de los impuestos
de los empresarios. Los empresarios pagan un minoría de los impuestos, cuando
son también los que más defraudan.
Medios de comunicación de masas como portavoces de la
patronal
El discurso antisindical y antihuelga es abrumador en los
medios de comunicación de masas. La voz de los dirigentes políticos y
patronales es cuasi-monolítica y hegemónica en los medios: "la huelga del
29 de marzo no tiene sentido"; "es necesario que todo el mundo aporte
su grano de arena para salir de la crisis"; "se trata de una huelga
inútil y costosa por el perjuicio que supone para el erario, para el prestigio
de España en el extranjero, para los ingresos de los microempresarios y de los
mismos asalariados"; "la gente no quiere una huelga, sino un trabajo";
"no está claro que los españoles estén dispuestos a una huelga";
"la huelga es innecesaria y no es el momento de plantearla", "es
una huelga política". Alguno del PP afirma que la huelga "generará
más paro", otro de la patronal dice que "muchas personas pasan por
una situación muy crítica, lo que obliga a arrimar el hombro y ser
optimistas".
El mensaje que transmiten los medios y los tertulianos como
altavoces de la patronal es claro: los trabajadores no deberían secundar la
huelga, las huelgas son malas en sí mismas y deberían evitarse. En general, los
medios de comunicación sirven como un mecanismo para debilitar las huelgas
porque, al fin y al cabo, comparten los mismos valores que los empresarios, no
en vano son empresas. Los medios de comunicación vehículan hegemonicamente
insultos a la inteligencia de todos nosotros: ¿qué es eso de arrimar el hombro
y ser optimistas? Pagad impuestos y dejad de explotarnos económicamente a los
trabajadores -también como consumidores-, ladrones; ¿que la huelga generará más
paro? No aprobéis leyes que faciliten el despido, cínicos.
Cabe preguntarse por qué tanta agresividad contra las
huelgas si realmente "no tienen sentido", si efectivamente son
"innecesarias" e "inútiles". La respuesta es evidente.
Tienen mucho miedo.
Frente a los discursos de la debilidad obrera, que solo
refuerzan esa debilidad en nuestro imaginario, es preciso evidenciar que los
trabajadores y trabajadoras tenemos mucho poder. Con la huelga tenemos la
capacidad de cesar el trabajo, de suspender totalmente y con efecto
multiplicador la capacidad de generar riqueza que nosotros mismos producimos.
Con la huelga tenemos la capacidad de parar la economía e inflingir cuantiosos
daños a los beneficios empresariales y a sus privilegios, daños que podrían
llegar a ser muy superiores a los que nos inflingen a nosotros si nos lo
propusiéramos. Tenemos también la capacidad de forzar el cierre de una empresa
y desalojar expropiando a los empresarios para cooperativizarla nosotros. La
huelga da pánico a los capitalistas y sus servidores. El miedo debe huir de
nosotros para trasladárselo a ellos.
Patronal, leyes y Estado. En defensa de la huelga
La huelga y sus herramientas complementarias como son los
piquetes, el boicot y el sabotaje son la principal expresión de la acción
directa de los trabajadores. Es por ello, porque supone la expresión del poder real
de los trabajadores, que se limita, prohibe y castiga. El Estado y la
judicatura tienen un papel fundamental de contención y represión del conflicto
sociolaboral. Son herramientas de defensa de los empresarios ante la acción
sindical, que no es sino la derivada de la explotación empresarial, el paro y
la pobreza.
La huelga tiene una expresión rica y multiforme. La huelga
de celo con ejecución minuciosa y reglamentaria del trabajo; la huelga
intermitente que altera horas de trabajo y huelga a lo largo del día y a lo
largo de la semana; la huelga rotatoria realizada en diferentes sectores de una
empresa o de actividad económica en un ámbito geográfico, alternando los días
de cese de actividad; la huelga escalonada cuando las actividades són
paralizadas progresivamente unas después de otras; la huelga estratégica que
afecta a sectores básicos y estratégicos de la empresa o del sistema económico
que comunica sus efectos en cadena; la huelga salvaje sin preaviso ni
autorización; la huelga solidaria en apoyo a reivindicaciones de trabajadores
de otras empresas. Todo esto es la huelga, todo esto está limitado o prohibido
y castigado. Todo esto es lo que hay que aplicar con inteligencia y con
convicción de su legitimidad.
¿Los gobiernos europeos quieren hacer reformas? ¿queréis
desrregular? Pues quitad el corsé legal y represivo a la huelga si os atrevéis.
Dejad al desnudo el poder laboral y comprobaremos la utilidad o no de las
huelgas.
¿Qué hay del coste que tienen las huelgas para la economía y
los trabajadores?
Dentro de los discursos patronales antihuelga se encuentra
uno muy acorde con el tipo de corporativismo puesto en marcha por los gobiernos
de corte fascista en la historia: con la huelga perdemos todos. Hablar de la
economía política de la huelga y su coste, nos obliga a hacer una primera
precisión. La economia no es "el interés general", aunque lo pueda
parecer, sino fundamentalmente un sistema de producción-consumo que, bajo la
forma actual, el capitalismo, resulta injusto, ineficiente y antidemocrático,
toda vez que el trabajo asalariado es el que produce pero los beneficios de ese
trabajo están jerarquizados concentrándose en las cúpulas dirigentes, tanto de
las empresas como de ciertos sectores económicos, como el bancario. Por lo
tanto es incierto que cuando hablamos de coste de una huelga todos perdamos por
igual: algunos, los empresarios, pierden muchísimo más que otros, los
trabajadores.
Cuando los medios apuntan el daño que provoca a la economía
una huelga general siempre se trata en términos del Producto Interior Bruto.
Para el caso de la huelga del 29 de septiembre de 2010, la patronal CEOE
calculó que un paro del 100% de los trabajadores supondría una caída del 0'4%
del PIB (4.200 millones de euros). Estas cifras habría que contrastarlas con
todos los elementos en juego puesto que probablemente el impacto fuese mayor.
Pues bien, haciendo un ejercicio simple de análisis de este agregado
macroeconómico podremos comprobar que en la huelga cae principalmente el
consumo, las exportaciones y las importaciones, siendo menos sensible (por este
orden) el gasto público y la inversión. Por lo tanto es evidente que afecta más
directamente a las empresas en términos de disminución de consumo familiar,
consumo entre empresas, así como las exportaciones. En el caso de las
importaciones, su caída en una huelga provoca el efecto estadístico de
compensación y por lo tanto de trasladar menor impacto para la economía
española. Visto esto desde la perspectiva de la distribución funcional de la
renta, veríamos que la caída de la parte salarial que incluye las cotizaciones
a la seguridad social es menor que la caída del beneficio bruto empresarial. Ya
una estimación realizada por un periódico en junio de 2010 evidenciaba que con
un paro del 100%, la caída del PIB sería de 4.799 millones de euros, mientras
que la pérdida de salarios (1.346 millones de euros) y cotizaciones a la
seguridad social (385,7 millones de euros) supondrían, operando nosotros, que
la caída del beneficio bruto empresarial rondaría los 3.067,3 millones de
euros, es decir que en este caso el impacto económico de la huelga general
recaería aproximadamente en un 35% en los salarios y cotizaciones, y en un 59%
en las rentas del capital. Podemos concluir y entender con todo lo argumentado
hasta aquí por qué la patronal y sus servidores tienen miedo a las huelgas. Es
evidente que el coste de esta huelga y las que vendrán será superior al coste
de un acuerdo de derogación de la medida. La huelga general es, pues, la
factura que imponen el Estado y la patronal a la sociedad con sus actuaciones
antisociales.
Es evidente, por otra parte, que secundar una huelga
representa una serie de sacrificios para los trabajadores, aún cuando éstos son
diferentes de los que ponen de relieve los empresarios y los políticos
referidos al "interés general". Por ello, la decisión de convocar una
huelga es siempre una apuesta. Cabe preguntarse si es posible evaluar el efecto
que puede tener una contrarreforma que facilita el despido y el descuelgue
salarial, con la debilitación que esto conlleva de la organización obrera, con
una posible bajada salarial futura, y compararlo con la pérdida de salarios que
causa la huelga (¿50, 100 euros?). No hay manera de comparar la pérdida de
dinero en salarios con la mejora de la relación de fuerzas en el centro de
trabajo o en la sociedad tras una huelga contundente y los beneficios
cotidianos que produce esta nueva situación dado que pueden desembocar en el
medio plazo en medidas de mejora efectiva del nivel de vida de la clase
trabajadora al traducirse la mayor correlación de fuerzas en nuevas conquistas
a nuestro favor. Es necesario evidenciar la conflictividad latente para dejar
claro a los empresarios y a los poderes estatales que vamos en serio.
Por una estrategia de huelga: hay que parar los sectores
estratégicos por todos los medios necesarios
Los y las trabajadoras tenemos el poder de parar la
economía. Tenemos además la posiblidad de hacerlo con inteligencia para que nos
suponga mucho menor coste que a la patronal y al Estado. Es evidente que sin un
incremento de la conflictividad social no van a parar. Por su parte la
burocracia sindical de CCOO y UGT adoptan una estrategia de desgaste del propio
movimiento obrero: hacer huelgas puntuales con impacto localizado y poco
efectivo -sector público-, pactar reformas que deslegitiman el sindicalismo
ante la población, vuelta a convocar huelgas puntuales, etc.
Es necesario adoptar una estrategia colectiva de huelga
centrada en los sectores y subsectores estratégicos de la economía. Éstos són
principalmente energía, telecomunicaciones, finanzas y transportes. La energía
ya sea petróleo, gas o electricidad es fundamental para el funcionamiento de la
economía. Sin ella el sistema capitalista español se bloquea. De la misma forma
las telecomunicaciones suponen hoy en dia una palanca funamental de la economia
por funcionar la mayor parte de empresas y administraciones con sistemas
informáticos e internet. A su vez, las finanzas representan el flujo de aceite
principal que engrasa el sistema productivo. Sin tener operativos los sistemas
bancarios la economía se para. Por último, los transportes sirven para la
mobilidad de personas y mercancias por lo que con un paro también en este
sector se consigue una caída importante de la producción. Una huelga de varios
días coordinada en estos sectores puede suponer una claudicación del gobierno a
los intereses, esta vez sí, generales, es decir, los de los trabajadores
(empleados o desempleados), que somos la inmensa mayoría de la población, no se
nos puede olvidar.
La huelga general como primer paso a la autogestión
La patronal y los gobiernos -español y europeo- están
utilizando todas sus armas, con una violencia estructural sin precedentes y
personificada contra las clases trabajadoras y los más débiles de la sociedad.
Nadie puede negar la agresividad y violencia implícita al ejercicio del poder
empresarial y político que ampara la legislación del Estado. Esto es así tanto
en un despido que supone paro y riesgo de pobreza para que las empresas tengan
más beneficios, en el recorte de subsidios de desempleo o pensiones -pagadas
además previamente por los asalariados-, o en que los bancos nos quiten las
viviendas mientras, por otra parte, reciben el apoyo financiero del Estado,
todo ello mientras los políticos prosiguen impunes sus actuaciones corruptas y
de robo de recursos públicos. Ante esta agresión y violencia no está habiendo
una respuesta al mismo nivel, y ello provoca que no retrocedan en sus
pretensiones. La huelga general es un primer paso.
Además, en el actual contexto de reestructuraciones de
empresas y administraciones en crisis, apoyar la implementación de una política
sindical de lucha total contra los depidos y recortes es fundamental. En este
campo es precisamente donde el anarcosindicalismo tiene uno de sus mejores
activos para establecer esa imprescindible conexión entre reivindicación
cotidiana y autogestión. Las negociaciones sobre el empeoramiento de las
condiciones de trabajo o despidos masivos se pueden plantear en términos
amplios de viabilidad económica -también social-, control obrero-sindical para
los servicios públicos y, si hace falta, de expropiación o recuperación de los
medios de producción con cooperativización autogestionada. Esto se puede
resumir en la frase "si no nos podemos emplear todas, ya nos repartiremos
nosotras el trabajo”. Los empresarios y los políticos ya se pueden ir
preparando porque vamos a por sus privilegios, a por los medios de producción,
distribución y bienestar colectivo.
Hay que devolver golpe por golpe y nuestros golpes deben ser
más duros.
Solo el pueblo salva al pueblo.
A por la
Huelga General.
Lluís Rodríguez. Economista y miembro del Instituto de
Ciencias Económicas y de la
Autogestión en Barcelona.
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