domingo, 22 de enero de 2012
Una propuesta libertaria para la Cuba actual
* Desde la isla antillana nos llega este documento, donde se expresa parte de la reflexión que proponen l@s compas están bregando hoy por el ideal (A). Ha sido publicado originalmente en COMPENDIO (20 de enero de 2012), boletín electrónico de la Red Protagónica Observatorio Crítico http://observatoriocriticodesdecuba.wordpress.com
Gonzo Pedrada
En los últimos meses se ha producido una prolífica y amplia polémica acerca de los intríngulis y paradojas de la situación cubana actual, en la cual han participado importantes pensadores, nacionales e internacionales, personalmente o desde variados espacios, fundamentalmente digitales. Las ideas que sobre Cuba se tienen en estos días están creando todo un espectro de posibilidades que, reales o no, conforman un horizonte social completamente nuevo frente a la experiencia de la isla de los últimos cincuenta años.
A nuestro parecer existen dos realidades de nuestro país que consideramos importante destacar, sin ir donde semás allá en su explicación puesto que ya han sido exhaustivamente analizadas y expuestas:
° La cuestión económica en la Cuba de hoy es hartamente complicada y la tan cacareada brecha entre ricos y pobres, cuya existencia en otros países sigue alegando el Estado cubano, se está reproduciendo crudamente en la isla, lo cual no es para nada nuevo en su historia.
Este escenario de escasez para la mayoría de la población contrasta sobremanera con las enormes posibilidades de una gerencia tecno-política con amplia base en el aparato estatal y partidista y cuya existencia es intuida, o apenas palpada, pero que esconde sus más íntimos trapos de la vista del cubano común. Cuba es una pequeña isla pero lo es grande cuando de cuentas bancarias o casas suntuosas se trata. En este sentido la cultura del cuentapropismo de timbiriche y el consumo en TRD y discotecas no pueden hacer ver a la población lo que determinados espacios cívicos o políticos podrían proveer.
Por ello el problema del consumo o, más propiamente dicho, del nivel de vida de la población es enormemente importante pues se presenta como antesala de la mencionada cuestión de crisis económica nacional: las principales visiones de la crisis no son los impagos a las empresas extranjeras que hacen convenios con Cuba, ni las posibles consideraciones numéricas que se puedan manejar en los pasillos de la sede estadounidense de la ONU.
La crisis económica cubana empieza y termina en el cubano de a pie y ese, antes de pensar en la ampliación del PIB nacional o en la cada vez más precaria posición de Cuba en las listas de países a nivel regional, está cavilando sobre la disponibilidad de CUC en la libreta de ahorros familiar, o en la compra de un refrigerador –o DVD, cada cual con sus prioridades-, o en el arreglo de alguna parte de la casa que les ablande la existencia. Y estas realidades a nivel de la calle hacen al país, quiéranlo o no los que están sentados en escalones superiores. Si no mejoran las realidades de la mayoría de la población no habrá mejoramiento nacional. Esto no tiene otro significado que el siguiente: sólo el bien de la mayor parte de la población puede hacer avanzar una propuesta a la salida de la crisis.
Y aquí comienzan a entrar en consideración las posibles salidas a tal complicación. La tan cacareada renovación económica del Estado cubano responde a la ruptura holística e inevitable de un paradigma civilizatorio cuyos niveles de autocracia, tanto hacia su interior como su entorno, han permitido su actual negación a través de variadas soluciones que van, entre otras, desde la adaptación por apatía o conveniencia, el alejamiento de las raíces –a través de la emigración y⁄o el desprecio hacia algún(os) elemento(s) de la noción cultural nacional-, o la vivisección del cuerpo político con instrumentos ideológicos de variado tipo.
Llegamos por consiguiente a la segunda realidad que queríamos mencionar:
° El Estado cubano no está (re)produciendo revolución alguna y la reforma económica actual, lo es ante todo política. Ante los hechos evidentes desde 2008 de corruptela funcionarial en todos los niveles estatales –que no pueden esconder la posibilidad de luchas e intrigas palaciegas- y la posición hipócrita de seguir pidiendo (exigiendo) confianza y tiempo al pueblo, es ingenuo e irresponsable pensar que la “batalla contra la burocracia y la corrupción” del Estado en los límites de la situación actual puede llevar a otra cosa que no sea la conformación de un funcionariado eficaz tanto en verticalidad y voluntarismo político como en pragmatismo corruptivo.
Teniendo en cuenta los derroteros postcomunistas ruso, chino, vietnamita y koreano, y después de acusar los golpes antipopulares y reaccionarios provenientes de la agenda del PCC –a través de sus Lineamientos económicos y los objetivos de la reunión de enero-, resulta infantil concebir no ya una reformulación emancipatoria y liberadora del aparato político cubano, sino incluso en la reorganización y refrescamiento de las conciencias estalinistas tropicales propias de la época de Fidel. Como los antiguos maoístas chinos de la china de Tiananmen, los funcionarios comunistas cubanos y toda su contradictoria cohorte se plegarán al amo capitalista.
Para ello, la actual estructuración del aparato estatal cubano, con algunas variaciones cosméticas siempre para más alejamiento del control popular, es imprescindible. Tómese nota de todas las medidas unilaterales llevadas a cabo hasta ahora –por ejemplo, esos nuevos, especializados, todopoderosos y fuera de todo designio grupo empresarial azucarero cuyo rimbombante nombre es mejor ni mencionar o la omnipresente Contraloría- y la forma y metodología de la ya mencionada agenda partidista. Ningún tipo de democracia asoma en el horizonte del Estado cubano, y ello solo puede significar conservadurismo y tendencia a una usurpación capitalista, signada por el verticalismo burocrático y la piñacera por el poder y los dineros.
Los numerosos análisis a los que nos referíamos al principio de este escrito hacen hincapié en la estrechez de los mecanismos políticos existentes en Cuba, incluidas las promesas del Estado, que promuevan un tratamiento eficaz de la situación actual. Se han presentado con suma claridad las principales variantes ideológicas y estratégicas que están reflexionando sobre los problemas a los que hicimos referencia, siendo las producidas en territorio nacional tal vez las más menos amplias o ambiguas, quizás por razones por todos conocidas.
Se han tenido en cuenta incluso las posiciones que abrazan la autogestión desde el punto de vista de izquierda (1), llegando a aceptarse la existencia de planteamientos anarquistas y libertarios. Quisiera detenerme en algunas ideas relacionadas con esta propuesta y su necesaria inserción en un más amplio escenario de prácticas cívico-políticas. Y quisiéramos comenzar con la misma idea que destacábamos párrafos atrás respecto al consumo y el nivel de vida de la población cubana: La situación económica cubana actual presenta una doble especificidad cortante hasta el hueso: por un lado genera sentimientos y posicionamientos individualistas –incluso en sus sentidos más conservadores-, consumistas y pro-capitalistas elevados hasta niveles extremos (2). La escasez, la inflación evidente, el atraso tecnológico, la particular pero histórica práctica política verticalista y centralista del Estado cubano –socializada en su punto más cotidiano- cerrada a todo despliegue democrático, incluso la pertenencia a una cultura occidental-liberal; todo esto y mucho más hacen que varios sectores y millones de la población cubana actual apueste por cualquier práctica que promueva el despliegue individual en su búsqueda de la posibilidad de la (re)producción de más decorosas y efectivas formas de vida.
Esta visión de la sociedad cubana actual y futura puede ser válida hasta el mismo punto en que la concepción de individuo comience a presionar negativamente a la de comunidad. Indudablemente, el capitalismo –ya fuere como realidad enervante o como episteme⁄némesis de la tecnología- en cualquiera de sus variantes light o total, es esencialmente un enemigo de cualquier comunidad, incluso la capitalista misma. Y esto no es retórica politológica o desvarío utópico: es por ello que el capitalismo ha fallado ya no en la mayoría, sino en todas sus aplicaciones puesto que su efectividad sólo es aplicable en su dimensión clasista y no en la que lo intenta analizar por países o locaciones específicas. La cuestión no es en qué país es más o menos eficiente el ideal liberal sino en qué país no ha influido negativa y esencialmente en el devenir histórico y esto es concluyente: sólo las clases y sectores dominantes de cualquier país capitalista están convencidos que la aplicación extrema del ideal liberal ha sido favorable al despliegue histórico de ese lugar del mundo. Y sólo los países hegemónicos del modelo liberal a nivel mundial se tragan la infamia de su efectividad total.
Una vez más llegamos a, según nuestro criterio, la cuestión clave en lo tocante a las garantías de tal o cual régimen de civilización construir: el bien de la comunidad, esto es, de las comunidades, es el camino a seguir. Y el capitalismo con su reinado de la propiedad individual –incluso en aquellas comunidades de propiedad privada- ha demostrado su total ineficacia como creador del bien social.
Esta característica fundamental se proyecta con mayor o menor intensidad en diferentes escenarios y es en aquellos del gran cinturón que abraza el núcleo desarrollado donde es más clara: Cuba, por tanto, nunca ha estado ni se ha sentido en el lugar de los más privilegiados en la realidad del capital… ni nunca lo estará. Aquellos que creen en el advenimiento de un futuro promisorio, incluso después de una etapa de fuerte implosión, capitalista para nuestro país deben llamarse a capítulo, nuestro lugar en esa comunidad fue en una época, es y podría ser de los más precarios. Esto no tiene otro nombre que desarrollo desigual, del cual los expertos capitalistas son maestros en apoyarse.
Y aquí planteamos el otro polo de la especificidad del momento actual cubano: si bien es evidente que la situación es crítica y es amplio el número de personas cuyas posiciones y actitudes tienden a la revitalización del ideal (neo)liberal, las posibilidades reales de concreción efectiva de las dinámicas más radicalmente negativas del mismo son por ahora débiles. Y lo son gracias a la contradictoria y especial esencia del régimen existente, tendiente –es muy cierto- a la restauración del reinado del capital pero renuente a abandonar los espacios alcanzados del estatismo socialista-burocrático que evidentemente son incapaces de sostenerse en aquel. En efecto, la propia fundamentación totalitaria del camino escogido (3) hace imposible tanto legal como políticamente, al menos por ahora, la generalización del accionar capitalista en nuestra sociedad. Aún las principales empresas productivas y de servicios del país se presentan como propiedad del Estado –la idea de la propiedad popular hace rato que fue abandonada por todos- y patrimonio del pueblo cubano. Si bien consideramos que el camino hacia la privatización de esos espacios y la creación de mecanismos para el advenimiento de muchos ya privatizados ya empezó a construirse, aún este proceso está incompleto pues no hay personificaciones jurídicamente individuales a las cuales entregárselos. El gran problema está en que ese camino, por supuesto y no puede ser de otra forma, está siendo pavimentado a espaldas del pueblo y ello es lo que define su casi definitivo completamiento.
Y es debido a este antipopular pero parcial proceso que las posiciones de izquierda tienen todavía posibilidades de acción ante la casi segura avalancha de modernidad que se nos aviene, con toda su Internet, su omnipresencia consumista y supuestas libertades para hacer lo que queramos, incluso el mal absoluto legalmente.
Y en este presente e imperfectísimo escenario las praxis autogestionarias de izquierda y el anarquismo tienen mucho que hacer. Aunque, como apunta la destacada estudiosa cubana Marlene Azor: “La inmensa mayoría de los intelectuales de izquierda cubanos al interior del país tienen una demanda clara de democratización del sistema pero aún de una manera muy general: socialización de la propiedad y socialización del poder. Demandas que sin aterrizarse en instituciones y derechos precisos y desarrollos jurídicos concomitantes la hacen por su generalidad un «deseo», pero a la vez imposible de incorporar a la agregación de demandas ciudadanas” (4). Y en cuanto a lo que varios autores han venido en los últimos meses la “Nueva Izquierda” cubana –en cuyos marcos se insertan los ácratas, destaca: “Otra parte de la izquierda que podemos describir como una Nueva izquierda, plantea la demanda de cambios estructurales distanciándose definitivamente de la tradición autoritaria de la izquierda heredada en Cuba, pero a la vez, se focaliza en el entorno comunitario sin plantearse las instituciones y procedimientos, así como los cambios jurídicos necesarios para construir una democracia autogestionaria a nivel local ni a nivel nacional. Esta es la debilidad fundamental de la agenda de la nueva izquierda en Cuba, el poco o ausente desarrollo de las instituciones necesarias, los procedimientos del funcionamiento de esas instituciones, así como los necesarios cambios jurídicos que la hagan posible a nivel local y también a nivel nacional.”(5)
Consideramos que este es el meollo de la cuestión no sólo para las posiciones de izquierda cubanas en la situación actual sino también para todo aquel que se plantee un futuro viable a construir en nuestro país. Mas, el problema está en que tanto las prácticas o posiciones que tienden al ideal (neo)liberal como aquellas de la izquierda estatista tradicional – estalinista, socialdemócrata o como se le quiera llamar- están convencidas de que la creación de un sistema jurídico-político con un mínimo de libertades democráticas con base estatal es el único camino a seguir. Y el anarquismo tradicional no presenta estas consideraciones entre sus fundamentos.
Sin embargo, creemos que el punto de nuestro análisis, las posibilidades de praxis ácrata en la situación cubana actual, debe hacerse eco de algunas cuestiones planteadas por el universo de la democracia liberal, sintetizadas en los anteriores fragmentos del trabajo de Marlene Azor. Desde 1959 las prácticas libertarias y autogestionarias de izquierda han sido minimizadas sobremanera, lo cual significa que en el momento actual existen tres opciones para las mismas, si de restar sendas a la totalización capitalista –de nuevo recuérdense los ya mencionados ejemplos de Rusia, China y Vietnam- se trata:
- La lucha por la conformación de una república federalista ácrata cubana. Este proyecto necesitaría de un imponderable esencial: la creación de una hegemonía libertaria que permitiera la ampliación y efectividad de numerosas comunidades de todo tipo a nivel nacional que presente un paradigma aceptable por la misma población y que sea lo suficientemente poderoso como para trascender los demás posicionamientos políticos. Esta opción es evidentemente inalcanzable en un plazo de tiempo cercano. Las prácticas ácratas existen en nuestro país desde, por lo menos, el siglo XIX y nunca lograron alcanzar tales niveles. -Ante la imposibilidad de hacer desaparecer el aparato estatal (6) actual sólo queda retomar el nivel de análisis y el trabajo truncado en los años 60 del pasado siglo pero adecuándolo a las condiciones actuales, lo que significa desplegar una praxis lo más auténtica posible dentro de los marcos de una democratización económica y política de la sociedad cubana, lo cual tiene que pasar inevitablemente por la reestructuración del aparato legislativo. Y aunque ello tiene, por fuerza, que llevarse a cabo bajo la existencia del Estado, los cubanos tienen la salida de que no se plantee la irreversibilidad del Socialismo Cubano en la continuidad de un insondable limbo capitalista.
Por lo tanto, consideramos que es necesidad inaplazable tanto del posicionamiento ácrata cubano como del de la izquierda en general el alimentarse de la amplia gama de recursos políticos provenientes de la histórica resistencia progresista y de izquierda más tolerante –hasta donde sea posible- y abarcadora. En palabras de Dilla, es estos momentos no es posible exigir derechos y espacios propios sin aceptar en principio los de otros y, por supuesto, sin perder nunca de vista dos elementos fundamentales: el mantenimiento de la soberanía nacional –puesto que sólo ella podría hacernos ver nuestras propias limitantes ante otras naciones más poderosas- y los logros populares alcanzados.
Amén de que la situación actual sea ampliamente especial como para producir prácticas tendientes a la movilidad autogestionaria y libertaria, que estamos seguros que existen en algún lugar de Cuba, no creemos que aún sean lo suficientemente atractivas. Una legislación que defina espacios económicos para prácticas autogestionarias y cooperativas en Cuba –cuestión que la agenda del PCC no contempla ni minimamente- necesita de un marco más amplio de desarrollo que las definen como propositivas, positivas y deseables. Y para ello es imprescindible despejar el camino de toda cerrazón y designios defenestradores, nacionales o extranjeros, que sigan etiquetando a la sociedad cubana como obtusa e inculta políticamente.
En este escenario, convivir con otras prácticas económicas e ideologías es una de las mecesidades del cuerpo anarquista cubano. Los casos de las Damas de Blanco, el periodismo y el sindicalismo independiente (“disidente”), el posible futuro caleidoscopio partidista, la blogosfera y otras tribunas de nuestra sociedad civil y política deben tenerse en consideración como lo que son: espacios de participación de la ciudadanía cubana que, sean de la posición que sean, tienen todo el derecho a ser analizados, apoyados o echados a un lado por ella. No le toca al anarquismo de Cuba, más allá de apreciaciones de principio, método o estrategias, definir los destinos de aquellos… será el ciudadano cubano el máximo decisor.
Y es aquí donde consideramos oportuno destacar lo que en el primer párrafo de este escrito: hasta el momento toda la reflexión más clara sobre la situación actual o futura cubana se ha desarrollado mayoritariamente desde espacios digitales y, específicamente, vinculados con Internet, alejados en mayor o menor medida de las posibilidades informativas de los cubanos de a pie. La cuestión de la información y la educación, incluso en la praxis ácrata, es esencial. Tenemos plena convicción de que acciones autónomas son perfectamente desarrollables incluso sin pertenecer a la ideología libertaria y sin necesidad de ninguna movilización u organización previas. Casos existen en Cuba a montones y decididamente, incluso desde la más rampante ilegalidad, y el Estado cubano y sus ramificaciones tienen conocimiento de las efectivas y testarudas soluciones del pueblo cubano en comunidad.
Mas, no es lo mismo la acción autónoma espontánea –aunque sea poderosa- que aquella con objetivos bien planteados y decididamente no es lo mismo la praxis autónoma de cualquier tipo, incluida la liberal, que la autonomía libertaria. De esto pueden dar fe países de bases eminentemente comunitarias y de antigua herencia de cooperación como algunos países asiáticos y latinoamericanos. Incluso en nuestros días, ejemplos como los de China y Vietnam plantean prácticas, conciencias y destinos fuertemente arraigados en la cooperación comunal de las villas campesinas las que, no obstante, y he aquí la problemática esencial, son tributarios de un más amplio marco de mercantilización y consumo capitalistas que localizan sus poderosos nodos en las megaciudades. Es en estas últimas donde se desarrolla el destino de las sociedades de la actualidad, incluso en países particularmente agrícolas, atrasados y dependientes en grado sumo de aquellos donde el adelanto de servicios e industrias hacen pensar que la clase obrera ha desaparecido.
En Cuba no es completamente diferente. En nuestro país no existen comunidades campesinas y aquellas formadas después de 1959 en casi su totalidad han demostrado su ineficacia. No es nuestro objetivo reflexionar sobre este punto, baste señalar que las más efectivas de esas cooperativas son precisamente las de créditos y servicios, o sea, las que menos visos de emancipación anticapitalista presentan. Por lo tanto, el futuro del anarquismo cubano debe definirse en las realidades de las ciudades y, existiendo ya espacios definidos de apertura económica, aunque sean pobres y pequeños deben ser aprovechados en direcciones que permitan el desarrollo de prácticas progresistas, emancipadas y de izquierda, incluso si no comulgan con el ideario ácrata.
Las medidas adoptadas por el Estado cubano, míseras y eminentemente contrarias a los ideales anticapitalistas, promueven paradójicamente espacios de aprendizaje y cooperación entre los trabajadores. La cultura del timbiriche también puede relacionarse con la comunicación horizontal y la cooperación: sobran los comentarios de muchos cubanos que se han aventurado en el veleidoso destino de los negocios privados, evidencia de la abusiva política de impuestos y la negativa terca e inexplicable del Estado a conformar mercados mayoristas que no sólo beneficiarían al pequeño, y repetimos, pequeño (7), negocio privado sino también al conjunto mayoritario de la población cubana. Esos precarios negocios privados harían bien en juntarse y aprovechar los beneficios de una cooperación amistosa aunque fuese temporal, en vez de seguirle el jueguito a una competitividad espuria que ellos saben los lleva a la quiebra al primer rollito financiero que aparezca –¡incluso eso saben de antemano!- o de seguir aceptando un porvenir incierto, impuestos leoninos y legislación depravada mediante.
Por otro lado, recientemente se dieron permisos relacionados con el arrendamiento de barberías y otros servicios como la reparación de equipos electrodomésticos, etc., los cuales necesitan de un aprovisionamiento y abastecimiento que el Estado está imposibilitado de resolver, dejando a las personas que se dediquen a esos trabajos el difícil destino de gestionarlos. De nuevo vemos potencialidades enormes en estos escenarios para la búsqueda de actitudes que proporcionen, no el germen de la ambición desmedida de más poder, dinero y ego, sino la creación de apropiaciones laborales que se traducirían en verdaderos campos de liberación. Todos estas puntuales zonas de labor pueden incluso llevar desarrollo y organización material a las comunidades en las que se encuentren, haciendo más llevadera y puntual la vida en ellas y promoviendo las valoraciones ciudadanas hacia los destinos de otras empresas y capacidades, entiéndase las privadas de cualquier tipo y las estatales.
Para terminar con los ejemplos de posibles prácticas que sean a su vez método, fuente y logro, nuestra obsoleta y ahuecada Constitución plantea la única posibilidad de creación de legislación por parte de la población –ya que estamos en tiempos de renovación y búsqueda de soluciones, ¿por qué no vamos más lejos, eh?-allí donde ningún nivel de las asambleas del “Poder Popular” lo permite. Peticiones masivas de variados y específicos puntos, destacados mínimamente o inexistentes en la reciente agenda del PCC, suficientemente alejados de lo que se pueda considerar nocivo a la soberanía nacional o el clamor popular, o desprovistos de petulancia e irresponsabilidad política o ciudadana, todo ello plantearía memorables progresos en la creación de posiciones y concepciones a todo lo largo del panorama de izquierda o progresista cubano.
Si hasta el momento no ha quedado bien claro que ninguno de los planteamientos hechos tienen como objetivo insertar a las presentes y futuras acciones y proyectos autónomos de izquierda y⁄o libertarios en un posible escenario de contiendas políticas centradas en el coqueteo con demócratas de nuevo tipo o republicanismos al más puro estilo postmodernista, entonces lo ponemos completamente en negro: La izquierda cubana debe centrarse en los más legítimos y expresos reclamos de la mayor parte de la sociedad cubana, sin perder tiempo con reclamos cosméticos o insensatos, un amplio marco de actuación que puede definir hasta qué punto la restauración capitalista sea total o no. Y en ese escenario, los posicionamientos de atogestionarios y libertarios pueden jugar un papel esencial, al presentar destinos que puedan adecuar a los cubanos a una sociedad más justa, equilibrando ambientes comunes y desgajando distancias en cooperación y solidaridad. Y, sobre todo, teniendo como máxima: Mejor Estado, entendible; más Estado, nunca.
(1) Por alguna razón, y tal vez podemos avanzar alguna relacionada con la pobreza económica que se trasluce en cultural del escenario cotidiano cubano, se hace difícil pensar en autogestión capitalista o de mercado en la isla.
(2) La salida neoliberal, inexistente o tal vez reducidísima años atrás se ha convertido en un paradigma social en las disquisiciones sobre el futuro del país.
(3) Decididamente debido a las circunstancias señaladas sólidamente por el destacado investigador cubano Haroldo Dilla en su trabajo ¿Nos han extirpado el órgano de la rebeldía? (http://www.havanatimes.org/sp/?p=55553), cuando explicaba la decantación de factores cívicos e ideológicos después del ´59 cubano. Siempre me he sorprendido de la enorme pista política que el segundo video clip, más que el primero, del folclor “Chamamé a Cuba” del grupo Moncada presentó –teniendo en cuenta por supuesto que fue producido en la importante década de los años 2000-10, especial en el devenir reciente de los cubanos- desde el primerísimo momento: 1959 es presentado como una señal hecha por el campesinado (representación política del pueblo completamente errónea pero coyunturalmente casi real) a los barbudos de la sierra (el socialismo) ante el peligro del casquito batistiano (el capitalismo). Y sabemos que este video siempre ha formado parte del paquete propagandístico de la TV cubana, o sea el Estado.
(4) http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/quien-demoniza-la-democracia-liberal-en-cuba-272807
(5) Ídem.
(6) De algo están claro los anarcos cubanos de la actualidad: una coyuntura violenta que permita el derrocamiento del sistema político actual cubano no es admisible ni aconsejable.
(7) ¿Cuál es el temor al establecimiento de esos mercados mayoristas? Si el miedo es a que se produzca una explosión de millonarios que haga más evidente aún la separación de pobres y ricos, se sabe hasta el hartazgo que los adinerados y millonarios propietarios no compran en esos mercados, son ellos los dueños de varios de esos negocios juntos. ¿O es que sólo puede haber adinerados de un tipo en Cuba, los funcionarios? ¿O es que el Estado tiene otro temor, que es evidente, el de no poseer un céntimo, negarse a dar la información precisa y clara a la población y estar obligado a aceptar la inversión extranjera directa?
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