Por Comité de Víctimas contra la Impunidad
EL AUTOBASTECIMIENTO AGRICOLA PROMETIDO, ALGO DE HISTORIA.
EL AUTOBASTECIMIENTO AGRICOLA PROMETIDO, ALGO DE HISTORIA.
En agosto
del 2008 el entonces Ministro de Agricultura y Tierras, hoy vicepresidente Elías
Jaua, lanzaba una de las frases más famosas y repetidas por el actual gobierno
referida al autoabastecimiento agrícola, “Las
políticas y medidas que ha implementado el Gobierno Bolivariano a lo largo de
este tiempo, darán sus resultados en los próximos cuatro años, donde tendremos
total abastecimiento en los principales productos de la cesta básica tales como
carne y leche”.(1)
Estamos a
un año del cumplir el plazo previsto, y cuáles son los resultados de aquella
promesa: En el periodo “socialista” (2006-2010) el promedio de las
importaciones agrícolas pasó de 80,5
$/per cápita a 188,8 US$ con un máximo de 276
en el año 2008, cuando para el gran saqueo de PUDREVAL se importaron el máximo
histórico de unos 7500 millones de $
en alimentos. Según FEDEAGRO, de los 12 rubros agrícolas más importante de
Venezuela siete cerraron el 2010 con un decrecimiento entre 11% y 60%, destacándose
entre ellos el arroz, sorgo, caña de azúcar, papa, tomate, cebolla y ajonjolí,
de los cuales solo el maíz subió en un 4,5%”. Ante esas cifras es lícito concluir que la
dependencia agrícola exterior, ha aumentado al punto que, conservadoramente,
las importaciones agrícolas totales del país en el periodo 2008-2010 están
cercanas a los 20.000 millones de dólares, lo que demuestra que el fulano
autoabastecimiento agrícola sigue siendo una frase mediática mas para engañar a
fanáticos e incautos, mientras se enriquecen los burócratas rojos rojitos y boliburguesía
con las licencias y dólares de importación.
Donde realmente el gobierno ha logrado el “autoabastecimiento agrícola” es en la floreciente industria de la siembra, bien sea de drogas, delitos y armas; práctica ampliamente conocida y aplicada por los cuerpos policiales y militares, en detrimento de la población trabajadora del país. Cada día vemos cómo surgen, en todos los niveles de la jerarquía policial y militar del Estado, cualquier cantidad de compañías anónimas, microempresas, empresas de producción social y hasta cooperativas (todas bandas criminales), integradas por estos funcionarios con alta capacidad para fabricar delincuentes enrolándolos, por las buenas o por las malas, en esta pujante industria del crimen.
Donde realmente el gobierno ha logrado el “autoabastecimiento agrícola” es en la floreciente industria de la siembra, bien sea de drogas, delitos y armas; práctica ampliamente conocida y aplicada por los cuerpos policiales y militares, en detrimento de la población trabajadora del país. Cada día vemos cómo surgen, en todos los niveles de la jerarquía policial y militar del Estado, cualquier cantidad de compañías anónimas, microempresas, empresas de producción social y hasta cooperativas (todas bandas criminales), integradas por estos funcionarios con alta capacidad para fabricar delincuentes enrolándolos, por las buenas o por las malas, en esta pujante industria del crimen.
La prensa
diaria es prolija en noticias sobre este “desarrollo industrial” sin precedente
en el país. Las informaciones reseñan la participación de oficiales de diversos
rangos (encabezados por el famoso Cartel de los Soles, ligados a Walid Makled),
comisarios, inspectores, sargentos, cabos, distinguidos y hasta simples agentes,
como socios activos o directivos de las citadas “empresas”. Esto no es secreto
para nadie, y mucho menos para los funcionarios del propio gobierno.
La
Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional que investigó el problema
de la inseguridad desbordada, concluyó que:
“bandas enquistadas en los cuerpos de seguridad del Estado, dirigidas por
funcionarios de alto nivel, están detrás de la ola de secuestros que sacude el
país”. Uno de los diputados, Ángel Landaeta (del PSUV-Guárico) fue más
categórico y preciso, cuando acusó “…a
elementos de las policías de Guárico y Anzoátegui, del Cuerpo de Investigaciones
Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) y de la Guardia Nacional de
orquestar los raptos. …Los cuerpos de investigación están infiltrados por el
hampa y no hacen su trabajo bien para que los secuestradores salgan libres”.
Como evidencia de los beneficios que obtienen de la actividad ilícita, el
diputado describió una realidad también conocida por todos los venezolanos y
que tiene que ver con el nivel de vida que ostentan “hay funcionarios que tienen camionetotas, apartamentos playeros,
lanchas y motos de agua» (2)
Como se
sabe no es fácil para los simples mortales, obtener cifras “oficiales”
actualizadas, pero veamos al menos indirectamente, cómo funciona la industria
de la siembra.
Los
delitos cometidos por los cuerpos policiales del país, incluida la Guardia
Nacional Bolivariana, tradicionalmente
asociada a esta industria, fueron reconocidos por la Fiscalía General en su
informe del 2008, donde reportó que en el país “se cometieron 33.259
(100%) CASOS
DE VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS POR LESIONES, VIOLACIÓN DE DOMICILIO,
PRIVACIÓN DE LIBERTAD, ACOSO U HOSTIGAMIENTO, TORTURA, DESAPARICIÓN FORZADA denunciados
ante las fiscalías de Venezuela en el
periodo 2000 - NOVIEMBRE 2007. En estos delitos estuvieron involucrados 18.313 funcionarios policiales y
militares con saldo de 33.252
víctimas”. Del total de esos delitos contra los DD.HH, 18.106 (54,5%) correspondieron
precisamente a delitos relacionadas con la “industria de la siembra”.
Como
puede verse, estas cifras comprenden solo los casos conocidos por la fiscalía,
pero no incluyen las llamadas cifras negras del delito, que son la “cantidad de incidencias no denunciadas
ante un ente público” (3), que a juicio de los propios investigadores pueden elevar el doble de las cifras denunciadas,
como se demostrará más adelante.
Pero, qué
relación tienen estos delitos cometidos por los cuerpos policiales con la
industria de la siembra. En casos de violaciones a derechos humanos, los
funcionarios suelen ser juez y parte, actúan sin testigos, generalmente contra
personas solas a quienes acechan y detienen sin orden judicial, son ellos mismos
quienes colectan las evidencias y, en
última instancia, si otro cuerpo policial interviene, este actuará en
complicidad con los funcionarios autores de la violación alterando las pruebas,
adulterando actas e informes, para encubrir los hechos.
El modus
operandi de esta industria del crimen es ampliamente conocido, tanto por las
víctimas como por los fiscales. En una primera fase se encargarían de crearle
un “colchón delictual” a una persona
ya seleccionada con base a sus ingresos, algún antecedente penal, o una disputa
previa, luego en un punto de control o una alcabala, una comisión policial, “debidamente inscrita dentro de la
industria de la siembra”, o sea con “conocimiento
de sus superiores”, detiene al ciudadano bajo cualquier pretexto y se
dispone a extorsionarlo bajo amenaza de sembrarle drogas, armas o llevárselo
preso si no accede a las peticiones financieras de los funcionarios y a la
advertencia de no denunciar. Los allanamientos sin órdenes judiciales, el
secuestro exprés y hasta el presunto “enfrentamiento”, son algunos de los mecanismos
de siembra más utilizados.
Basta que
cualquier ciudadano de este país, especialmente joven, sea detenido y fichado
para que se le aperture un expediente que irá engrosándose con posteriores
detenciones por cualquier motivo, y así van armándole una “cama delictual”, mejor conocida como los antecedentes penales o
policiales, que salen a relucir en boca de los funcionarios policiales y
poliperiodistas para justificar la siembra del delito o la muerte del “peligroso delincuente abatido cuando
enfrentó a la comisión policial”.
EL
VERDADERO “AUTOBASTECIMIENTO AGRICOLA”
Entre
julio del 2008 y julio de 2009, la vicepresidencia de la Republica bajo el
mando del mismo ex ministro de agricultura que prometió, y fracasó, el autoabastecimiento agrícola, ordenó la
realización de la ENCUESTA NACIONAL DE VICTIMIZACION Y PERCEPCION DE SEGURIDAD
CIUDADANA 2009 (ENVPSC-2009). Este
informe fue publicado en mayo del 2010, en él Elías Jaua da a conocer los
verdaderos “resultados agrícolas” prometidos en el 2008. Verdaderamente las
cifras que arroja la encuesta pueden llegar a asombrarnos ante el desmesurado
auge de esta “agrícultura”, pero no de los productos
de la cesta básica, sino de la industria
de la siembra de delitos y de la violencia social y policial endógena en todos
los estados de Venezuela.
Según la
citada encuesta, comprendida sólo para el período de un año, en Venezuela se registraron
2.364.452 delitos, incluyendo las cifras
negras, (Pág.67), de los cuales 1.826.718 (100%) fueron reportados
oficialmente. En 1.184.499 (64%) de
los casos en que se le preguntó a las víctimas “si la persona que cometió el delito era policía o Guardia Nacional”,
“ésta no sabía o no respondió” (Pág.72), pero en los 642.219 (100%) casos donde las victimas identificaron al autor del
delito en 219.202 o sea en el 33,13 % de los casos, estas señalaron a
la policía, Guardia Nacional u otros
cuerpos policiales como los autores del hecho. Dentro de estos delitos
cometidos por los cuerpos policiales 55.506 son casos de amenazas y 1.639 son casos
de extorsión. Esto permite concluir que uno de cada cuatro delitos que perpetrados
por funcionarios de los cuerpos policiales, están vinculados a la “industria de la siembra de delitos”.
Al fin
entendemos a qué se refería el Sr Jaua, en el 2008, con el autoabastecimiento
agrícola y hemos de reconocerle que el gobierno lo ha logrado con creces a
través de la “siembra endógena”.
Esta cifra es la prueba más contundente de que
la principal banda delictiva del país,
es el Estado y su gobierno, siempre en estrecha asociación para
delinquir, con las fiscalías, jueces y tribunales de Venezuela que en última
instancia son los encargados de “legalizar” la siembra. No se debe olvidar que
la mayoría de los jueces y fiscales, incluido el Tribunal Supremo de Justicia,
son funcionarios y funcionarias designados directamente por el poder ejecutivo y la camarilla político-militar dirigente
del PSUV, con la aprobación de los diputados de la Asamblea Nacional, en su
triste papel de focas.
La creciente
delincuencia policial y militar, y la impunidad de sus delitos en lo cuerpos
policiales y militares, es necesariamente fiel reflejo de lo que se gesta en
los estratos más altos del Estado y la sociedad.
Se
trata simplemente de que cada miembro-delincuente de estas “sociedades anónimas”
bien sea funcionario público o empresario privado, tiene un ámbito especial para
cometer sus crímenes y delitos, es decir, dispone de un “radio de acción” propio,
solamente limitado por su jerarquía o ramo de negocio.
Por
ejemplo: Un policía regional o municipal, o un
inspector de tránsito pueden llegar hasta extorsionar y aplicar la célebre
matraca al ciudadano común y corriente. Una comisión de funcionarios policiales
o Guardias Nacionales pueden amenazar con sembrarle droga, detenerlo o
secuestrarlo; no obstante difícilmente pueden acceder al Sistema de Transacciones en Moneda Extranjera (SITME) donde
diariamente el Banco Central de Venezuela le transfiere a la banca, pública y
privada, millones de dólares a 5,30 Bs.F
para estas especulen con la reventa en el mercado paralelo.
Así mismo
un Guardia Nacional en cualquier aduana o frontera puede sacar sus “ingresos
extras” del contrabando o del célebre “martillo” por hacerse de la vista gorda.
En una cárcel el custodia puede alquilar
las armas o pasar la droga, pero no tiene acceso a créditos con la banca y
gobiernos extranjeros de donde los funcionarios públicos y politicos de mayor
rango obtienen sus jugosas comisiones.
De la
misma manera, un agente del CICPC puede sembrarle un delito a un ciudadano y posteriormente
cobrarle por exculparlo, pero dificilmente puede participar del negocio de las
licencias de importación o de los cupos de CADIVI, porque no dispone ni del
capital, ni de la empresa, ni de las relaciones y el crédito bancario necesario
para llevarlo a cabo.
Un Guardia
Nacional, un policía o un agente del CICPC puede integrarse a bandas de traficantes
de drogas y obtener de ellas importantes ganancias, pero ellos estarán
limitados de participar en el gran negocio con el innombrable Cartel de los
Soles, integrados por generales, que en definitiva serían los encargados de
administrar los 3000 $ que arroja el kilo de cocaína que sale por los puertos y
aeropuertos del país. (Según afirmaran dos reconocidos narcotraficantes, Walid
Makled y Farid Domínguez)
La
floreciente industria de la siembra de delitos por parte de las policías contra
la población trabajadora, es el ejemplo que sigue el funcionario policial, a la
corrupción e impunidad reinante en las altas esfera del Estado y algunos
sectores de la sociedad venezolana. Es una de las formas modernas de la
redistribución interna de la “Renta Nacional”, permitida, protegida y
estimulada por el propio Estado y gobierno. En cierta medida el funcionario
público civil o militar en su radio de acción especifico “recauda” directamente
de la población, su parte de la Renta Nacional.
Su estímulo
y amparo por parte del Estado y el gobierno de turno, tiene una doble finalidad
muy clara: De un lado, pone a su disposición una amplia banda de delincuentes
que son “pagados” por la propia población que es su víctima. En cierta medida,
estas bandas son verdaderos ejemplos de “autogestión”. Estos “ingresos extras”
que perciben estos funcionarios delincuentes, a su vez contribuyen a disminuir
las presiones derivadas de los reclamos policiales por el aumento salarial. Acaso
se ha visto en Venezuela alguna huelga por mejoras económicas en el CICPC,
Guardia Nacional, SEBIN el DIM. Por otro lado, el Estado hace cómplice de su
actividad delictiva a este numeroso grupo de funcionarios que quedan a su
servicio para realizar el “trabajo sucio” en el momento que el Estado así lo
requiera, como ha sucedido a lo largo de la historia del país. Y si a este
accionar de los cuerpos policiales, se le une la impunidad declarada en los
casos de homicidios y secuestros cometidos por policías y funcionarios de otros
cuerpos de “seguridad’, no queda lugar a duda de que estamos en presencia de un
verdadero modelo de Estado delincuente dispuesto a arremeter contra todo, y
contra todos, en su misión principal de garantizar la “paz y seguridad“del
orden interno necesario para el normal progreso de los negocios del capital.
Para ello
dispone de dos eficaces arsenales de sometimiento social: el material, que es
el monopolio de las armas y la violencia “legítima” en manos de sus cuerpos
policiales y militares; y el ideológico, masificado a través de la televisión y
demás medios de comunicación, las diversas religiones diseminadas entre la
población que terminan estableciendo tradiciones, costumbres, modelos
educativos, que juegan un papel crucial en el control social.
En
síntesis, así como los grandes empresarios y banqueros privados nacionales y
extranjeros, los altos funcionarios públicos del oficialismo y de la llamada
oposición, en especial los que tienen que ver con la política económica del
país, libran una verdadera lucha a cuchillos por el reparto del botín petrolero
y de la creciente industria del narcotráfico y el lavado de dinero, en beneficio propio y de los diferentes sectores
del capital nacional y extranjero, en la misma medida las diferentes policías, militares,
jueces y tribunales han hecho de la siembra de delitos, de la “impartición de justicia”
y la impunidad, una floreciente industria del delito.
Los de
arriba se reparten el lomito de la Renta Nacional, como es la Renta Petrolera,
a través de la corrupción, comisiones, créditos, subsidios, lavado de dinero,
compra de bonos de la deuda pública, etc. Mientras que los de abajo pugnan para
que esta renta en forma de salarios, ganancias o ingreso que reciben la mayoría
de la población fruto de su trabajo o negocios, sea redistribuida entre los flamantes”industriales”
de la siembra de delito y del crimen organizado. A juzgar por los hechos y las
propias estadísticas de la vicepresidencia, no les ha ido tan mal porque los
cuerpos policiales además de apuntalarse los homicidios, secuestros y tráfico
de droga, han fortalecido su banda con la presencia de jueces y fiscales, lo
cual desde luego hace más pujante su industria.
Si en el
CICPC y otros organismos policiales de Venezuela hay una división contra el
crimen organizado, no se entienda en absoluto, que se trata de un organismo
policial para luchar contra las bandas criminales organizadas que azotan la
sociedad venezolana. En absoluto, estas divisiones policiales tienen como única y exclusiva finalidad luchar contra las
bandas que se escapan al control de la principal y monopólica banda organizada
del país, como es el Estado, gobierno, el sistema bancario y el poder judicial
de Venezuela.
En
conclusión la supuesta lucha del Estado y gobiernos contra la delincuencia
organizada, es la lucha de la principal banda delictiva del país en contra de
la competencia “desleal e ilegal” de las innumerables bandas y gang de
exterminio, que han crecido a la sombra de la más floreciente industria en la
Venezuela “bolivariana: La industria del crimen y el delito en todas sus ramas
de actividad, tanto arriba como debajo de la sociedad venezolana.
"CUANDO LA INJUSTICIA SE
CONVIERTE EN LEY, LA RESISTENCIA SE CONVIERTE EN DEBER". BERTOLT BRECHT
¡¡GUARDAR SILENCIO ANTE LA
IMPUNIDAD ES ACTUAR A SU FAVOR!!
NOTAS
2.- http://www.quepasa.com.ve/desarrollo.php?edicion=00328&idcolumna/ http://www.eluniversal.com/movil/1897200.html
3.- Pág.14,
E
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