“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”… a lo que me gustaría agregar: y tienen vidas privadas destrozadas, nunca comparten con sus seres queridos, viven privilegiando reuniones a una vida de mortales sin permitirse siquiera salir a la calle sin el traje de super “hombre”.
Años oyendo la frase de Brecht citada hasta la saciedad por la izquierda mundial como un ejemplo a seguir. Pero cabe preguntarse si no será precisamente esa famosa frase la que refleja un punto esencial del problema de buena parte de la izquierda: su desconexión con la gente.
Una característica común a muchos sectores de la izquierda es que viven hablando en nombre de un “pueblo” al cual muchas veces desconocen, un pueblo que no entienden, al que han idealizado tanto que no pueden hacer un diagnóstico correcto del momento histórico ni de su entorno social, por lo que viven adoptando estrategias erradas que invariablemente llevan al fracaso una y otra vez. La izquierda mundial vive de encuentro en encuentro, haciendo análisis profundos, intercambiando teorías complejas, llenando los espacios de citas de pensadores y evaluando cómo darle a la humanidad un futuro (lejano) mejor, mientras la gente está viviendo su realidad fuera de esos guetos donde se buscan las estrategias para que la gente sea feliz.
Pero ¿cómo saben en realidad esos “planificadores” de felicidad con qué vibra la gente, cuáles son sus miserias, sus anhelos, sus alegrías o problemas cotidianos? Sus diagnósticos suelen ser en base a “pueblos que nunca se equivocan”, a seres idealizados de características esbozadas con superioridad condescendiente, a teorías de hace siglos, a realidades de hace décadas sin comprender que el mundo es otro, los códigos de comunicación son nuevos, las herramientas han cambiado, la tecnología nos avasalla y la gente no es impoluta ni perfecta.
El contrapeso hace falta. El planeta se está asfixiando producto de su explotación desmedida. El consumo excesivo e inútil debe cuestionarse y el desarrollo sustentable debe ser una cuestión esencial, ya ni siquiera por ideología, sino incluso por supervivencia.
Esos son temas que deberían ser inherentes a la izquierda, pero a una opción con los pies sobre la tierra, dispuesta a bajar del Olimpo a discutir fuera del gueto, con quienes piensan diferente, rompiendo esquemas tradicionales, sin idealizar aunque duela, sin autoengaño, enfrentando la realidad en discusiones francas, autocríticas, hurgando en las contradicciones, sin proclamas con promesas irrealizables, sino sobre terreno firme que empiece por entender qué quiere la gente, cuáles son sus valores y también sus antivalores. Si no hay diagnóstico correcto, la estrategia del fracaso será la norma.
Mariella Rosso (Tal Cual 22/07/2011)
http://bit.ly/oO4MWi
Años oyendo la frase de Brecht citada hasta la saciedad por la izquierda mundial como un ejemplo a seguir. Pero cabe preguntarse si no será precisamente esa famosa frase la que refleja un punto esencial del problema de buena parte de la izquierda: su desconexión con la gente.
Una característica común a muchos sectores de la izquierda es que viven hablando en nombre de un “pueblo” al cual muchas veces desconocen, un pueblo que no entienden, al que han idealizado tanto que no pueden hacer un diagnóstico correcto del momento histórico ni de su entorno social, por lo que viven adoptando estrategias erradas que invariablemente llevan al fracaso una y otra vez. La izquierda mundial vive de encuentro en encuentro, haciendo análisis profundos, intercambiando teorías complejas, llenando los espacios de citas de pensadores y evaluando cómo darle a la humanidad un futuro (lejano) mejor, mientras la gente está viviendo su realidad fuera de esos guetos donde se buscan las estrategias para que la gente sea feliz.
Pero ¿cómo saben en realidad esos “planificadores” de felicidad con qué vibra la gente, cuáles son sus miserias, sus anhelos, sus alegrías o problemas cotidianos? Sus diagnósticos suelen ser en base a “pueblos que nunca se equivocan”, a seres idealizados de características esbozadas con superioridad condescendiente, a teorías de hace siglos, a realidades de hace décadas sin comprender que el mundo es otro, los códigos de comunicación son nuevos, las herramientas han cambiado, la tecnología nos avasalla y la gente no es impoluta ni perfecta.
El contrapeso hace falta. El planeta se está asfixiando producto de su explotación desmedida. El consumo excesivo e inútil debe cuestionarse y el desarrollo sustentable debe ser una cuestión esencial, ya ni siquiera por ideología, sino incluso por supervivencia.
Esos son temas que deberían ser inherentes a la izquierda, pero a una opción con los pies sobre la tierra, dispuesta a bajar del Olimpo a discutir fuera del gueto, con quienes piensan diferente, rompiendo esquemas tradicionales, sin idealizar aunque duela, sin autoengaño, enfrentando la realidad en discusiones francas, autocríticas, hurgando en las contradicciones, sin proclamas con promesas irrealizables, sino sobre terreno firme que empiece por entender qué quiere la gente, cuáles son sus valores y también sus antivalores. Si no hay diagnóstico correcto, la estrategia del fracaso será la norma.
Mariella Rosso (Tal Cual 22/07/2011)
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