Por: Gonzalo Fanjul
Luis Morago, Director de Campañas de Avaaz, comienza sus colaboraciones periódicas con este blog con una entrada sobre las nuevas estrategias del activismo digital y las oportunidades que ofrece para influir en retos globales como la pobreza, la corrupción o la violación de los derechos humanos. Lean y actúen:
Durante los últimos años hemos sido testigos de una verdadera explosión de iniciativas y acciones ciudadanas por Internet. Un ejemplo citado a menudo es la extraordinaria victoria electoral de Obama, cimentada en gran parte sobre el uso estratégico de las tecnologías online. Gracias a ellas pudo conectar con una fragmentada y adormecida base social demócrata y convertirla en una poderosísima maquinaria electoral.
Destacadas organizaciones como Greenpeace, Intermon Oxfam, Amnistía Internacional y otras muchas llevan tiempo utilizando Internet como herramienta de sus campañas. Y varios países ya cuentan con plataformas progresistas de acción ciudadana por Internet, como MoveOn.org en los Estados Unidos, GetUp.org en Australia, y 38 degrees en el Reino Unido. Con distinto formato, encontramos a Change.org y, más recientemente, a Actuable en España. Y a nivel global, Avaaz.org que, en apenas cuatro años se ha convertido en la comunidad ciudadana global online más grande del mundo, con más de 7 millones de miembros distribuidos por todo el planeta (400.000 de ellos en España).
Este nuevo tipo de iniciativa no está exenta de críticas. Hay quienes denuncian que se trata de un modelo que promueve un activismo de salón, vago e ineficaz, frente a los métodos más tradicionales. Pero las experiencias de estas organizaciones nos revelan un amplio campo de acción que va mucho más allá de un simple 'clic' en una petición, y que es capaz de lograr victorias sorprendentes.
Sin ir más lejos, los británicos de 38 degrees han contribuido a tumbar una propuesta legislativa del gobierno conservador que proponía la venta de gran parte de los bosques del país por 250 millones de libras esterlinas. ¿Sus armas? Un pequeño equipo de profesionales, Internet y las acciones coordinadas de más de medio millón de ciudadanos. Y en Brasil, Avaaz impulsó el año pasado la campaña por Internet más grande de la historia de este país, con una petición online de más de 2 millones de firmas, 500.000 mensajes y decenas de miles de llamadas telefónicas a políticos e instituciones clave. Este esfuerzo resultó en la aprobación de una ley que excluyó a cientos de candidatos corruptos de las listas electorales. Una iniciativa similar se acaba de lanzar aquí en España.
También en el marco de la acción humanitaria el potencial es enorme, como vimos en 2008 tras el devastador ciclón que asoló Birmania dejando decenas de miles de muertos. Ciudadanos de todo el mundo se movilizaron, donando por Internet 2 millones de dólares para comprar alimentos, medicinas y materiales de emergencia que pudieron llegar directamente a los afectados en cuestión de días a través de la colaboración entre Avaaz y una red de monjes birmanos que lograron sortear el bloqueo impuesto por la Junta Militar sobre toda ayuda internacional.
Así, junto a las grandes movilizaciones mundiales de la pasada década (contra la pobreza, por un acuerdo climático ambicioso y justo, etc.), estamos viendo el surgimiento de un activismo más ágil y estratégico, en el que convergen modelos de acción convencionales e innovadores, donde más y más ciudadanos unen sus voces en plataformas organizadas y se movilizan en torno a problemas y oportunidades locales, nacionales o globales para lograr un impacto.
No sabemos lo que nos va a deparar el futuro. Pero lo importante es no caer en el fatalismo que nos lleva a creer que el mundo no puede cambiar y que no hay nada que podamos hacer al respecto. No debemos pensar que el activismo por Internet será esa varita mágica que necesitamos para construir un mundo mejor y más justo, pero empieza a demostrarnos que, junto a las incertidumbres y retos por las que navegaremos durante los próximos años, también existe un enorme universo de posibilidades.
¡Aprovechémoslas!
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