Wendela de Vries
Tras años de presión por parte de las ONG, la ONU ha decidido comenzar las negociaciones para la elaboración de un Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA) internacional. El objetivo de dicho tratado es la creación de un mecanismo legal para prevenir el comercio de armas “poco ético”. La exportación de armas no debería estar permitida en caso de que existiese un importante riesgo de que se produjesen violaciones de los derechos humanos, crímenes de guerra, crimen organizado o terrorismo. Asimismo, no se debería permitir la venta de armas a regiones inestables, países pobres y gobiernos corruptos. Leyendo estas palabras, la única conclusión a la que podemos llegar es que el tratado va a acabar por completo con el comercio de armas. Sin embargo, como sabemos, no podemos tomarnos en serio ningún tratado, y más aún cuando los objetivos perseguidos son tan poco ambiciosos. Por un lado, las astutas formulaciones diplomáticas dejarán infinidad de vacíos legales que serán de mucha utilidad para lograr que el tratado no cumpla los objetivos para los que ha sido creado. Por otro lado, si un país no cumple con las exigencias del tratado, no habrá consecuencia alguna, a no ser, por supuesto, que ese país en concreto sea ya un paria.
El mejor ejemplo para ilustrar las escasas consecuencias que tendrá el TCA es que no causa ningún problema a las industrias armamentísticas. Muchas de ellas incluso apoyan el TCA. El portavoz de la Asociación británica de fabricantes de armas se refirió al tratado como “un punto de referencia internacional para el control de la exportación. (...) No podemos tomarlo como un instrumento tradicional de desarme o de control de armas”. En su opinión, el TCA será una especie de tratado de la OMC para el comercio de armas; algo que allana un poco el terreno a la industria armamentística y que espera pueda limitar la competencia de empresas chinas e israelíes.
Esta no es la idea que tenían en mente las ONG promotoras del TCA, entre las que se encuentran Intermón Oxfam y Amnistía Internacional. Al contrario, esperan que se cree un instrumento que ponga freno a los casos más serios de exportación de armas. Estas organizaciones no están en contra del comercio de armas per sé y al comienzo de todos y cada uno de sus informes manifiestan que todos los países tienen derecho a defenderse (art. 51 de la Carta de la ONU). Por desgracia, este derecho anula casi todos los demás, el derecho a la educación, a la sanidad o al trabajo, por ejemplo.
Muchos grupos pacifistas se muestran escépticos ante la idea de que un tratado de la ONU pueda reducir el comercio de armas. Hay muchos intereses en juego, no sólo económicos, sino también militares. En el peor de los casos, puede ser que el Tratado de la ONU sobre el Comercio de Armas sea utilizado como tapadera para asuntos turbios. Los doce años de experiencia de los ocho criterios de la UE en materia de exportación de armas, que están basados en los mismos principios humanitarios que el TCA, demuestran que, de acuerdo con los criterios sobre comercio de armas de la UE, los gobiernos consideran totalmente legales las exportaciones a países tales como Sri Lanka, Pakistán o Israel. Es casi imposible iniciar un proceso cuando un gobierno exporta a un país que, según la ONU, no debería recibir armas. La formulación de los criterios sobre la exportación de armas, deliberadamente ambigua, ha quedado abierta a muchas interpretaciones políticas. Así pues, puede haber cabida para cualquier tipo de interés militar, económico o de política exterior. La única manera de acabar con ciertos tipos de exportación es la organización de campañas de forma permanente por parte de los grupos pacifistas y de derechos humanos para aumentar la indignación moral de la opinión pública.
A nivel internacional, es mucho más difícil formular criterios aceptables a los que se puedan adherir todos los países. Las negociaciones para la firma de un TCA, que han comenzado este año, tienen como objetivo la elaboración de un tratado para 2012. Hasta la fecha, existen tantas discrepancias entre los países que se han hecho muy pocos progresos. Entre las cuestiones de debate se encuentran, por ejemplo, las siguientes: ¿A qué tipo de armas debería afectar el Tratado? ¿Debería incluir la munición? ¿Debería incluir la corrupción? (La corrupción quedó fuera de los criterios comunes de la UE a propósito. Parece ser que los países de la UE se dieron cuenta de que el comercio de armas no es posible sin ella).
A pesar de sus muchas limitaciones, una de las cosas que sí conseguirá el TCA es dar un pequeño paso hacia delante en la creación de un mecanismo de control del comercio de armas. Asimismo, puede que también haga posible una mayor transparencia en materia de comercio de armas; aunque quizás esto tampoco funcione, pues Holanda cuenta con una de las políticas sobre el comercio de armas más transparente del mundo, sino la más y, sin embargo, sigue siendo el quinto exportador de armas del planeta.
En caso de que se logre elaborar un buen tratado, lo máximo a lo que puede aspirar es a la creación de unas bases para la elaboración de políticas éticas de exportación de armas, del mismo modo que la Declaración de los Derechos Humanos sentó ciertas bases. A partir de ese momento, la tarea difícil es hacer que esas bases sean respetadas.
(Extraído del boletín Noticias de Especuladores de la Guerra de la Internacional de Resistentes a la Guerra)
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