Alexander Berkman (1870-1936)
* A.B., anarquista ruso-estadounidense, fue testigo y participante de la lucha anarquista en la Revolución Rusa entre 1917 y años subsiguientes.
El movimiento de Kronstadt fue espontáneo, sin preparativos preliminares y pacífico. Si se transformó en un conflic-to armado de fin trágico y sangriento, fue únicamente gracias al despotismo de la dictadura comunista. Dándose bien cuenta del carácter general de los bolcheviques, Kronstadt, no obstante, creía en la posibilidad de una solución amistosa. Creía que el gobierno comunista entraría en razón; le prestaba un cierto espíritu de justi-cia y de libertad.
Otra lección, una lección estratégica, nos ha sido dada por esta rebelión. El éxito de una revuelta depende de su determinación, de su energía y de su fuerza agresiva. Los insurrectos tienen siempre la simpatía de las masas. Esta simpatía se acelera con la ola creciente de la insurrección. El apaciguamiento no debe permitirse jamás; no debe nunca debilitarse por una vuelta a la monotonía normal.
Por otro lado, toda revolución tiene en contra el aparato omnipotente del Estado. El gobierno puede concentrar fácilmente en sus manos las fuentes de aprovisionamiento y los medios de comunicación. No hay que permitir al gobierno que haga uso de sus poderes. La rebelión debe ser vigorosa, sus golpes deben ser dirigidos de improviso y resueltamente. No debe quedar localizada; ello significaría un estancamiento. Debe propagarse y desarrollarse. Una rebelión que queda localizada, que emplea la política de la espera o que se coloca a la defensiva, está inevitablemente condenada a la derrota. Sobre todo, en esto Kronstadt repitió los errores estratégicos fatales de los comuneros de París. Estos últimos no quisieron seguir la opinión de los que proponían un ataque inmediato a Versalles, cuando el gobierno de Thiers estaba desorganizado. No extendieron la revolución a todo el país. Ni los obreros de París, en 1871, ni los marineros de Kronstadt, tenían por objeto la abolición del gobierno. Los comuneros no querían, en suma, más que ciertas libertades republicanas, y cuando el gobierno intentó desarmarlos expulsaron a los ministros de Thiers de París, establecieron sus libertades se prepararon a defenderlas y nada más. Kronstadt exigió sólo elecciones libres a los Soviets. Habiendo arrestado a varios comunistas, los marineros se dispusieron a defenderse contra el ataque. Kronstadt rehusó seguir la opinión de los peritos militares de apoderarse inmediatamente de Oranienbaum. Este fuerte era de la mayor importancia militar y tenía además 50.000 puds [8] de harina perteneciente a Kronstadt. La toma de Oranienbaum era fácil, dado que los bolcheviques, sorprendidos, no tenían tiempo de enviar refuerzos. Pero los marinos rehusaron tomar la ofensiva; así se perdió el momento psicológico. Algunos días después, cuando las declaraciones y los actos del gobierno bolchevique debieron convencer a Kronstadt de que era arrastrada a una lucha a vida o muerte, era demasiado tarde para corregir el error [9]. Lo mismo pasó en 1871. Cuando la lógica de la lucha a que fueron llevados demostró a los comuneros la necesidad de abolir el régimen de Thiers, no sólo en París sino en toda la extensión del país, era ya demasiado tarde. En París, como en Kronstadt, la tendencia hacia la táctica pasiva y defensiva fue fatal.
Kronstadt cayó. El movimiento de Kronstadt por los Soviets libres fue ahogado en sangre, en el mismo momento que el gobierno bolchevique hacía concesiones a los capitalistas europeos, firmaba la paz de Riga, gracias a la cual una población de doce millones fue arrojada a merced de Polonia y ayudaba al imperialismo turco a estran-gular las repúblicas del Cáucaso.
Pero el «triunfo» de los bolcheviques en Kronstadt lle-vaba en sus entrañas la derrota del bolcheviquismo. Ex-puso el carácter verdadero de la dictadura comunista. Los comunistas mostraron que estaban dispuestos a sacrificar el comunismo, a sellar cualquier compromiso con el capi-talismo internacional; y por tanto rehusaron las justas peti-ciones de su propio pueblo, peticiones que repetían las consignas de 1917, lanzadas por los bolcheviques mis-mos: Soviets elegidos por el voto directo y secreto, según la constitución de la R. S. F. S. R.; y la libertad de palabra y de prensa para los partidos revolucionarios.
El segundo congreso panruso del partido comunista se reunía en Moscú en el momento de la rebelión de Kronstadt. En ese congreso, toda la política económica bolchevique cambió de color debido a los acontecimientos de Kronstadt y a la actitud amenazante de las masas trabajadoras de las distintas partes de Rusia y de Siberia. Los bolcheviques han preferido liquidar su política fundamental, abolir la requisa obligatoria, introducir la libertad de comercio, hacer concesiones a los capitalistas y deshacerse del comunismo -del comunismo por el cual fue proclamada la revolución de noviembre, por el cual se derramaron mares de sangre y por el cual fue llevada Rusia a la ruina y a la desesperación- antes que permitir la elección de los Soviets libres.
¿Hay alguno, en la hora actual, que pueda dudar de las intenciones reales de los bolcheviques? ¿Han perseguido el ideal comunista o el ideal estatista?
Kronstadt es de una gran importancia histórica. Tocó la campana fúnebre del bolcheviquismo con su dictadura de partido, su centralización insensata, su terrorismo chequista y sus castas burocráticas. Desencantó al mismo tiempo a los espíritus inteligentes y honrados de Europa y de América, y los obligó a examinar las teorías y los hechos bolcheviques. Deshizo el mito bolchevique del Estado comunista «como gobierno de los obreros y campesinos». Demostró que la dictadura del partido comunista y la revolución rusa eran dos fenómenos opuestos, contradictorios, que se excluían recíprocamente. Demostró que el régimen bolchevique es una tiranía y una reacción implacables, y que el Estado comunista es la contrarrevolución más poderosa y peligrosa.
Kronstadt cayó. Pero cayó victorioso en su idealismo y su fuerza moral, en su generosidad y su humanidad superiores. Kronstadt estaba orgulloso. Estaba orgulloso con razón de no haber derramado la sangre de sus enemigos, los comunistas que se encontraban en su seno. Los marinos ineducados e incultos, toscos en sus modales y en su lenguaje, eran demasiado nobles para seguir el ejemplo bolchevique de la venganza: no fusilaron ni a los odiosos comisarios. Kronstadt encarna el espíritu generoso y clemente del alma eslava y del movimiento emancipador secular de Rusia.
Kronstadt fue la primera tentativa popular y enteramente independiente para libertarse del yugo del socialismo de Estado, una tentativa hecha directamente por el pueblo, por los obreros, soldados y marinos mismos. Era el primer paso hacia la tercera revolución, que es inevitable y que, así lo esperamos, llevará a la desdichada Rusia la libertad permanente y la paz.
Notas:
[8] El pud es igual a 16'4 kilos.
[9] La negativa a apoderarse de Oranienbaum dió al gobierno la posibilidad de reforzar la fortaleza con sus regimientos fieles, de eliminar las partes «infectadas» de la guarni-ción y de fusilar a los jefes de la escuadra aérea que iban justamente a unirse a los rebeldes de Kronstadt. Más tarde, los bolcheviques hicieron uso de la fortaleza como de un punto ventajoso de ataque contra Kronstadt. Entre los fusilados en Oranienbaum se enconiraban: Kolosov, jefe de la división de los aviadores de la flota roja y presidente del Comité revolucionario provisional que acababa de organizarse en Oranienbaum; Balabanov, secretario de ese Comité; Romanov, Vladimirov, etc.
[Sección final del texto "Kronstadt", Incluido en el folleto La insurrección de Kronstadt, Barcelona, varios editores, marzo 2001. Accesible en versión completa en https://sindominio.net/etcetera/files/insurreccion_kronstad.pdf.]
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