Armando Vergueiro
Venezuela es hoy un país en ruinas, endeudado por más de 150 mil millones de dólares -algunas estimaciones hablan de 180 mil millones–,con su principal fuente de ingresos la industria petrolera por los suelos, llegando al extremo que el país que presume de las mayores reservas petroleras del mundo y con refinerías catalogadas entre las más importantes a nivel internacional, no es capaz ni de abastecerse de gasolina. En igual situación las industrias básicas como la siderúrgica, aluminio, petroquímica, entre otras, en total debacle. Además, los bienes extraterritoriales del Estado ve confiscados por las sanciones imperiales, como la importante empresa Citgo en Estados Unidos y las reservas en oro incautadas o cuentas líquidas, como lo hicieron Inglaterra y Alemania.
Venezuela es hoy un país en ruinas, endeudado por más de 150 mil millones de dólares -algunas estimaciones hablan de 180 mil millones–,con su principal fuente de ingresos la industria petrolera por los suelos, llegando al extremo que el país que presume de las mayores reservas petroleras del mundo y con refinerías catalogadas entre las más importantes a nivel internacional, no es capaz ni de abastecerse de gasolina. En igual situación las industrias básicas como la siderúrgica, aluminio, petroquímica, entre otras, en total debacle. Además, los bienes extraterritoriales del Estado ve confiscados por las sanciones imperiales, como la importante empresa Citgo en Estados Unidos y las reservas en oro incautadas o cuentas líquidas, como lo hicieron Inglaterra y Alemania.
Aunado a lo anterior, hay una situación de calamidades para toda la población llegando al extremo nunca visto en la historia de llegar al nivel de un salario mínimo que ronda los 2 dólares al mes, tomando en cuenta el dólar oficial. Todo esto viene a marcar un cuadro infausto, pues no se trata de una crisis más, sino la más importante del país en toda su historia como nación petrolera. Padecemos de una dictadura que con su gestión torpe y sus planes de ajuste no hace más que aumentar la miseria colectivas; con una burocracia corrupta e indolente enriquecida con la administración de la renta pública en complicidad con sus asociados boliburgueses.
En síntesis, ya no es que la catástrofe nos amenace es que no deja de profundizarse, llegando a niveles históricos nunca vistos de salarios practicamente inexistes, donde la desnutrición se acrecienta, vuelven enfermedades ya erradicadas, con un sistema hospitalario público abandonado por la desinversión y el abandono, escuelas donde a los niños se les hace difícil asistir y a los maestros no les alcanza el sueldo ni para el transporte, teniendo que recurrir a otras actividades para completar el sustento de sus hogares. En las barriadas más pobres la miseria es sin parangón, pero increíblemente aun así continúa empeorando.
Frente a toda esta situación se siembra intencionadamente el pretendido sentido común de que “no hay nada más que hacer” que abrirse a la mayor depredación extractivista del capital privado, los mercados y las transnacionales. Es la lógica que subyace al discurso y las políticas concretas del Gobierno y la oposición de derecha y socialdemócrata.
Que no hay cómo salir de la catástrofe si no es por la vía de la capitulación ante el extractivismo, donde a las transnacionales y grupos locales asociados a ellas, con sus supuestos “capitales frescos”, se les ofrece vía libre en la explotación de los recursos y el control de las industrias claves, con mano de obra de las más baratas del mundo y aprovechando toda una infraestructura ya instalada por décadas en el país, prometiéndoseles los más grandes niveles de ganancias y exonerándolos de la mayoría de los impuestos, con su presencia y acción serán capaces de reactivar el país. Pero es a la rapacidad de transnacionales y cómplices locales en alianza a lo que se le facilita el camino, en un país de grandes recursos naturales en hidrocarburos, en minería y en biodiversidad.
Esto no es más que un entreguismo privatizador que va de la mano de la idea de nuevos paquetes de préstamos del capital financiero, que abultarían la ya enorme deuda externa y profundizarían la dependencia, la expoliación y el chantaje hacia el país. De la mano del FMI y en nombre de un “rescate internacional”, en la versión de la oposición, o de la mano de los “aliados” (Rusia, China y cualquier otro que se ofrezca) en la versión de la dictadura.
Es claro, que la burocracia estatal, incluyendo fundamentalmente a los militares, se aprestan a engrosar o a robustecer sus negocios y pasar a ser parte de los nuevos grupos económicos de poder, en un traspaso de intereses de lo que ya controlan pero aún bajo órbita estatal, para pasar a hacerlo desde la órbita privada apoderándose “con todas las de la ley” de las empresas que ya manejan: comprar empresas estatales quebradas (por ellos mismos), controlar las nuevas áreas de la economía que se “abren” al capital privado, son parte de este mecanismo perverso.
La oposición ofrece su celestinaje al capital transnacional
Ciertamente la oposición encabezada por Guaidó no están en las condiciones de los primeros meses del año pasado, o en momentos anteriores, cuando se creyó en las puertas del poder estatal, pero insiste en su plan de aperturismo extractivista, claramente expuesto en lo que publicamente difunden como "Plan País".Para dejar evidencia de su compromiso con el extractivismo entreguista, incluso han avalado la confiscación directa de bienes en el exterior, y en las giras internacionales, como la realizada por el propio Guaidó el año pasado, estaban los ofrecimientos de “oportunidades” económicas a los capitalistas de esos países para hacer negocios y abrirles el acceso a los recursos de Venezuela.
La oposición de derecha y socialdemócrata siempre ha sostenido que la única salida ante la debacle completa de la industria petrolera es acelerar el curso privatizador, por lo que plantean proyectos que retrotraer a comienzos del siglo XX, tal como lo expresa el nuevo Anteproyecto de Ley presentado por Luis Stafelli, de las filas de Guaidó, a la Comisión de Energía de la Asamblea Nacional en abril de 2020, proponiendo reducir las regalías a entregar al fisco nacional y permitiendo a las empresas privadas operar sus propios campos, en lugar de solo hacerlo en empresas conjuntas con PDVSA.
La dictadura repite el guión opositor
Se trata, ya sea de la mano de la dictadura como de esa oposición, de avanzar hacia un proceso de privatizaciones, que implica prácticamente volver al período pre 1976, donde el Estado le cabía solo el papel de cobrar impuestos y regalías a las trasnacionales, en tanto estas controlaban el negocio petrolero. Pero llegar a este nivel, claro está conlleva, obviamente, toda una reconfiguración del Estado venezolano, empezando por las leyes fundamentales del país, inclusive la Constitución. Que este proceso está en marcha se ve con lo establecido con la imposición por decreto del Arco Minero del Orinoco, en una vasta porción territorial del país con leyes incluso que contradicen la propia Constitución Nacional con grandes concesiones a las transnacionales y donde hasta la propia Ley del Trabajo desparece, dejando claro cúal va a ser el modelo a imponer a nivel nacional.
En conclusión, unos u otros son la perspectiva de profundizar un modelo nefasto que, mas alla de la promesa de salir de esta crisis que padecemos, condena a Venezuela al futuro negro de un país que está hipotecando recursos sumamente preciados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.