Raiza Sifontes (armando.info)
Desde que comenzó la migración masiva de venezolanos a través de las fronteras terrestres han salido del país más de un millón de niños, de los que cerca de 25.000 lo han hecho a Colombia y Brasil sin la compañía de algún representante o familiar. Parten escasos de cualquier recurso, muchas veces buscando al padre o la madre que los dejó atrás o simplemente en pos de un trabajo que les permita conseguir un sustento. Las motivaciones para esta silenciosa Cruzada Infantil son tan poderosas como para que los menores de edad superen el temor natural a un recorrido de miles de kilómetros por lo desconocido y amenazante.
Desde que comenzó la migración masiva de venezolanos a través de las fronteras terrestres han salido del país más de un millón de niños, de los que cerca de 25.000 lo han hecho a Colombia y Brasil sin la compañía de algún representante o familiar. Parten escasos de cualquier recurso, muchas veces buscando al padre o la madre que los dejó atrás o simplemente en pos de un trabajo que les permita conseguir un sustento. Las motivaciones para esta silenciosa Cruzada Infantil son tan poderosas como para que los menores de edad superen el temor natural a un recorrido de miles de kilómetros por lo desconocido y amenazante.
Cuando Jesús (nombre ficticio) llegó al albergue de la Fundación Colombo Venezuela Nueva Ilusión, en el departamento colombiano de Norte de Santa a mediados de 2019, estaba desorientado, hambriento y sin papeles. Con solo nueve años y una mochila casi vacía recorrió más de 800 kilómetros desde el estado venezolano Aragua en busca de su padre, que se había marchado a Cali. No avisó a nadie. Hizo la travesía solo y no es el único. Los niños, niñas y adolescentes venezolanos que se desplazan sin acompañamiento por el sur de América como consecuencia de la crisis socioeconómica del país ya no son un fenómeno aislado. Lo que fue una excepción hoy es una situación alarmante que se registra con frecuencia.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estima que desde el año 2015 más de 25.000 menores de edad han migrado de Venezuela no acompañados y/o separados y podrían encontrarse en situación de vulnerabilidad, de acuerdo con las evaluaciones realizadas por el Sistema de Naciones Unidas en 2019. Un número que, en proporción, es como si todos los habitantes de Ortiz, en el estado llanero de Guárico, hubiesen abandonado el pueblo. Una especie de reedición de Casas Muertas, la obra de Miguel Otero Silva que narra la huida de un mísero lugar debido al boom petrolero. Solo que este boom no tiene nada de desarrollo en su concepto, solo la onda expansiva del hambre y la pobreza. Los datos de ACNUR contabilizaban para finales de 2019 la migración de 1,1 millones de menores de edad salidos de Venezuela con necesidades de protección, en situación de riesgo y bajo amenazas durante todo el ciclo de desplazamiento. De ese número, 2,3% son niños y niñas no acompañados y/o separados, unos 25.000. En España se les conoce por las siglas de “Mena”: “Menores de edad no acompañados”. Esta es una fracción del total de refugiados y migrantes que sobrepasa los 4,7 millones de venezolanos, según la actualización más reciente de la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial (R4V), publicada el 5 de diciembre de 2019, una iniciativa de Naciones Unidas en la que participan 41 organizaciones. La información de los reportes de gobiernos anfitriones, sin embargo, no consideran a los ciudadanos sin estatus migratorio regular, con lo cual, el número es probablemente más alto. Aunque el porcentaje luce reducido, basta imaginarse las circunstancias que empujan a un menor de edad a tomar camino solo para que el fenómeno se convierta en un reflejo ineludible de fracaso y abandono.
Como Jesús, los menores de edad que viajan solos y comienzan a contabilizarse al otro lado de la frontera cuentan que él y su familia están pasando hambre y que “deben trabajar” para ayudar en la casa. Provienen de hogares empobrecidos y no tan conscientes de sus capacidades y derechos parecen dispuestos a trabajar incluso en condiciones de esclavitud y maltrato infantil, dentro y fuera del territorio venezolano. Son también parte del fenómeno de “niños dejados atrás”, cuyos padres -uno o ambos- han emigrado para garantizar algún ingreso que puedan enviar mientras los hijos quedan al cuidado de algún familiar, en el mejor de los casos. Otros son atendidos por terceros sin vínculos filiatorios y los más grandes han quedado solos.
El psicólogo y coordinador adjunto del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap), Abel Saraiba, señala que en Venezuela esta movilidad forzada supone que en 2019 al menos “1 de cada 5 migrantes dejó un niño atrás”, lo que incrementó la cifra de niños dejados atrás a 930.020. Específicamente 81.000 niños, niñas y adolescentes más que en 2018. Al respecto, Acnur apunta como uno de los motivos para que los niños migren solos el deseo de “reunirse con sus padres o familiares que salieron de Venezuela anteriormente”, según Olga Sarrado, oficial de comunicaciones de la agencia. Hace referencia expresa que “trabajan de forma conjunta con las autoridades nacionales de los distintos países para facilitar la reunificación familiar de una forma segura y evitar la exposición del menor a riesgos de protección”. Un apoyo que la institucionalidad venezolana no otorga. “Los niños y adolescentes requieren una atención especializada y no reciben ningún tipo de apoyo psicosocial para enfrentar esta situación”, señaló Saraiba.
Jesús, contra todo pronóstico, llegó a su destino. La fundadora y presidenta de la organización Nueva Ilusión, Nelsy Patricia Salguero, una colombiana que vivió en Venezuela hasta el 2015, narró que se hicieron las gestiones para contactar a su papá. El niño fue enviado al Albergue Avivamiento, en Los Vados, muy cerca del primer refugio y allí pasó la noche. Por intermedio del pastor del pueblo, el papá envió el dinero para un ticket de pasaje y el menor siguió su viaje en bus. Los refugios de la ruta entre Los Patios y Tunja, a 115 kilómetros al noreste de Bogotá, se han organizado en una red humanitaria que se mantienen en constante comunicación y levantan las “alertas” de casos en un grupo de WhatsApp.
Salguero levanta su celular uno de los días de enero de este año y lee que en el refugio del páramo de Berlín -una meseta a 3.200 metros de altura en el camino hacia el departamento Santander- una madre venezolana embarazada dejó abandonados a sus dos hijos de 1 y 3 años. Advierte que cada vez es más frecuente encontrarse con estos casos. Hasta diciembre de 2019 funcionaban 14 albergues pero, sin recursos para operar en enero de 2020 cerraron cinco, entre ellos, el de Los Vados que disponía de pernocta. En estos lugares es obligatorio mostrar un documento para poder recibir alimentos, un kit humanitario (primeros auxilios y aseo personal) y pasar la noche. Es en ese momento cuando los menores de edad no acompañados son identificados por los voluntarios de los refugios. Algunos adultos expresamente admiten que no existe ninguna relación con los niños que los acompañan en el trayecto.
Uno pasivo, otro rebasado
El Estado venezolano ha sido testigo pasivo ante migración de sus pobladores, especialmente frente a la niñez que se le escapa. El Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna) es el organismo al que le toca velar por los derechos de los menores de edad, creado en el 2007 después de la reforma de la Ley Orgánica de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (Lopnna). Desde su fundación hasta el 2013, el Idenna ha sido responsabilidad burocrática de cinco ministerios hasta que aterrizó en el Despacho de la Presidencia, adscrito al Viceministerio de la Suprema Felicidad del Pueblo, una estructura estatal que se encarga de coordinar los programas sociales gubernamentales y que bajo la administración de Nicolás Maduro cuenta más fracasos que aciertos.
Cuando se visitó la sede del Idenna para este reportaje, no había vocero presente ni autorizado para dar declaraciones. La institución no cuenta con material informativo sobre las competencias actuales, programas activos o centros de atención especializada para la infancia que ha quedado sola, que está en crisis, o que quiera regresar. “No existe programa de localización familiar”, explica Saraiba referente a los niños, niñas y adolescentes que migran solos. En el Idenna, a lo sumo, señalan que cualquier deportación de menores desde otros países pasa por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Siendo Colombia el principal receptor de la migración venezolana, es visible una mayor y mejor organización para detectar y atenderla, aunque con las limitaciones y decisiones improvisadas que sobrevienen ante un fenómeno que se hizo masivo en muy poco tiempo. En Nueva Ilusión, aunque detectan a los menores no acompañados, no pueden retenerlos contra su voluntad. Los responsables de los refugios que quedan en la ruta de los migrantes apenas advierten la presencia de estos menores. “No estamos preparados para afrontar este tipo de situaciones”, reconoce la abogada venezolana Vanessa Apitz, colaboradora de Nueva Ilusión. “Debido a los casos que nos han llegado ahora contamos con los contactos en Colombia de la Comisaría de Familia y de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, que tiene enlace directo con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF)”. Comenta que la recomendación que le han hecho algunos funcionarios colombianos es que “los deje ir”. La cantidad de NNA venezolanos migrantes ha rebasado las capacidades de atención del Estado colombiano.
El ICBF es el organismo homónimo del Idenna, pero en Colombia. El coordinador del Grupo Especial de Niñez Migrante, Felipe Cortés Cleves, declaró a Armando.Info que “el Estado colombiano definió como prioritario el caso de los niños, niñas y adolescentes venezolanos” que se han desplazado hasta su país. Expuso que es una situación sin precedentes en la región y que la tendencia es que se duplique el próximo año. Hasta octubre de 2019, el ICBF registró 212 menores de edad no acompañados, actualmente bajo protección y restablecimiento de derechos. El 35% de ellos viajó con documentos y el restante sin papeles, lo que suma complejidad al problema. “En 2018 fueron aproximadamente unos 50 niños y adolescentes que se desplazaban no acompañados”, puntualizó.
En cuanto a la atención de niños, niñas y adolescentes venezolanos, el ICBF registra un incremento significativo en los últimos ocho años. En 2012 era de 501 beneficiarios y para el corte de octubre de 2019, la cifra era de 98.473 atendidos entre cero y 17 años, de los cuales, 8.121 eran mujeres gestantes. Para este año se estima que ingresen a Colombia 400.000 niños, niñas y adolescentes venezolanos y para el 2021 el pronóstico es de 800.000. “La gran mayoría son menores de cinco años, con necesidades de cuidado y educación inicial”, indicó Cortés, abogado que trabajó anteriormente con la Organización Internacional de Migraciones (OIM) y lideró en Sri Lanka el establecimiento de la unidad de víctimas.
Desde 2015 hasta el 31 de octubre de 2019, el cálculo de migrantes venezolanos en Colombia fue de 1.630.903, según el Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM) en ese país. Este fue creado a finales de 2016 y está liderado por la ACNUR en conjunto con la OIM. Las organizaciones no gubernamentales han alertado de una Emergencia Humanitaria Compleja en Venezuela desde 2014 aunque ha habido un tardío reconocimiento internacional. El GIFMM atienden en promedio 10.000 NNA migrantes venezolanos mensuales concentrados en 7 municipios de frontera. Mientras que el ICBF atiende la misma cantidad, principalmente en 20 municipios de frontera.
Save the Children es otra organización de atención a la infancia, especializada en los derechos de la niñez y que mantiene activos programas de educación y atención a los NNA migrantes venezolanos en situación pendular. Esto es, que viven en Venezuela y pasan a Colombia a estudiar o trabajar y regresan a territorio venezolano. Tiene presencia en dos puntos fronterizos, uno en La Guajira colombiana, al norte del país y, también en el departamento de Arauca, al sur de los llanos venezolanos. Ellos también tienen un subregistro que supera la cifra arrojada por el ICBF en el Arauca y que es compartida por el GIFMM. Desde noviembre de 2018 a octubre de 2019, identificaron 136 niños casos de NNA no acompañados: 4 menores de un año, 5 niños entre 2 y 5 años, 13 niños hasta 11 años y el resto adolescente de 12 a 17 años. La mayoría eran varones. El mes en que se identificó más fue octubre. De estos 136 casos, el ICBF solo identificó a 66.
Jasec Moreno, coordinadora de Incidencia Política y Campañas Humanitarias de Save the Children, advierte la necesidad de hacer seguimiento al recorrido de estos menores de edad que se desplazan solos para tratar de garantizar sus derechos, sobre todo el de la reunificación familiar. Aunque un niño podría solicitar en los campamentos de la Cruz Roja y ACNUR estar con sus padres o abuelos, es difícil la ejecución de un protocolo de protección cuando los protagonistas no son conscientes de sus derechos. En eso han venido trabajando las organizaciones desde mediados de 2019. “Han sido niños dejados atrás que se han encargado de sus hermanos menores. Incluso, a los 12 años ya están a cargo de los más pequeños y de sus primos”, comentó la vocera de Save the Children, que para este año elabora unas cartillas destinada a la población migrante, no para persuadirlos de emprender el viaje, sino para que sepan a lo que se enfrentan.
Los números ocultos
A principios de 2019, la Fundación Nueva Ilusión recién se había instalado en el local de Los Patios, a 10 kilómetros de La Parada en el departamento Norte de Santander, e iniciaba las modificaciones en su infraestructura. Sus trabajadores no esperaban que se prolongara tanto la crisis migratoria venezolana, así que empezaron a sistematizar su capacidad de atención y recalcular sus insumos. Algunos caminantes se quedaron y se convirtieron en voluntarios. Priorizaron la atención a menores de edad y mujeres. “Empezamos a visualizar la situación, se acercaban muchos pidiendo comida y alojamiento, pero cada vez había más presencia de menores de edad”, explica Apitz. A finales del primer trimestre del año pasado les llegó un grupo de cuatro jóvenes entre 12 y 17 años, tres varones y una adolescente.
“Nos impactó verlos solos. Eran las siete de la noche. Nosotros los sentamos y les preguntamos. Uno de los varones dijo que se iban a trabajar, porque la mamá se había quedado en Venezuela y el papá se había ido, desentendiéndose de ellos. Eran familias, unos hermanos y otros primos”, narró. A pesar de las advertencias -“ustedes están a tiempo, no pueden estar solos, no pueden caminar a esta hora”- los menores le explicaron que su destino era Ecuador donde estaba el papá del mayor de los jóvenes. Le pidieron el número de teléfono y la responsable de Nueva Ilusión hizo contacto. Ninguno de los padres del adolescente de 17 años sabía de la travesía. “La mamá en Venezuela estaba incomunicada por los problemas de luz”. El asombro arropaba a los trabajadores del refugio. “Nosotros no sabíamos cómo tratar el caso. Pedimos apoyo a un cura que nos dijo que lastimosamente ‘él hacía la vista gorda’, los albergaba, les daba comida y al día siguiente que se fueran. Había tenido mala experiencia con Bienestar Familiar porque no había condiciones para los niños colombianos, menos para los venezolanos”, recordó.
Destino Sur
-Viajo con dos niños que no son mis hijos, uno de 3 y otro de 7 años. No tienen pasaporte. Si los niños no tienen pasaporte aplica el combo refugio. Este consta de traslado en vehículo particular hasta Pacaraima. Allí debe aguardar dos noches de hospedaje por el trámite del refugio de la frontera. Una vez cumplido ese paso, los trasladamos a Boa Vista donde pasarán otra noche mientras aguardan el vuelo hasta Foz de Iguazú (frontera con Argentina). De allí continúa el viaje en bus hasta Buenos Aires durante 20 horas.
° ¿Combo Refugio?
- Es un
documento de identidad con foto que se tramita en la frontera con
Brasil. Esto le permite al pasajero venezolano tomar vuelos dentro del
territorio brasileño que viajan con niños que no poseen pasaportes, solo
partida de nacimiento. Si viaja sin los padres, necesita un permiso
emitidos por ellos, la Policía Federal no se complica si el documento no
está apostillado, solo los ven.
Esta fue una conversación telefónica con una agente de viajes que ofrecía alternativas para salir del Venezuela con niños que no tienen pasaportes.
A principios de diciembre de 2019, la organización Human Rights Watch (HRW) emitió un informe sobre el estado de los derechos en la frontera entre Venezuela y Brasil arrojando un dato revelador: en seis meses de ese año contabilizaron 529 niñas y niños venezolanos no acompañados que se desplazaron hacia el estado brasileño de Roraima, según la Defensoría Pública Federal de Brasil.
Entre el 1 de mayo y el 21 de noviembre de 2019 los menores fueron detectados y entrevistados, casi el 90% de ellos tenían a la fecha entre 13 y 17 años. Cerca del 60% eran niñas, una cifra que incluye a las menores no acompañadas que llegaron al país con hombres con quienes mantienen una relación. En el mismo período contabilizaron a 2.133 niños y niñas “separados” que viajaban con un familiar adulto que no es su tutor legal. El 43% llegó con su abuela, 19% con una tía y el resto con otros familiares, cita el informe. Nuevamente, cerca del 50% eran niñas. Aunque Armando.Info intentó contactar a voceros de Unicef, HRW y otras organizaciones de derechos humanos radicadas en Brasil para ampliar la información, a la fecha de la publicación no se obtuvo respuesta.
La ACNUR contestó sobre la situación de los menores de edad venezolanos que se desplazan a Brasil e indicó que desde julio de 2019, el Comité Nacional para los Refugiados (Conare) de Brasil aplicó “la definición ampliada de asilo recogida en la Declaración de Cartagena para analizar las solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado de ciudadanos venezolanos”, que contemplen la violación grave y generalizada de los derechos humanos. La mayoría de las solicitudes reconocidas correspondían a mujeres, niños y niñas. Si se encuentra no acompañados o separados, les será asignado un tutor mientras realizan los trámites. Sobre aquellos menores de edad que viajan sin identificación, ACNUR advierte que “los menores de edad solicitantes de refugio tienen derecho a no ser investigados o multado por entrada irregular en territorio brasileño”.
Existe un protocolo provisional sobre las solicitudes de asilo de la niñez venezolana. “En Brasil nadie puede ver sus derechos restringidos por causa de ser menor de edad, ser mujer o por la orientación sexual ni por la religión”, comenta la vocera de ACNUR. En el informe de Monitoreo del Flujo Migratorio Venezolano N° 2, emitido por la OIM en el 2018, se levantó la alerta de de “menores de edad (mayores de 15 años) sin acompañamiento de un adulto”. De las 3.785 personas entrevistadas 726 eran menores de edad, 27 de ellos se encontraban sin acompañamiento y 224 relataron que acompañaban niños y adolescentes que no eran sus hijos.
Sin vuelta a la patria
El programa de retorno al país ideado por las autoridades venezolanas y que llamaron “Vuelta a la Patria”, también incluía a NNA migrantes. Poco se conoce sobre el protocolo venezolano de repatriación en estos casos y la Cancillería venezolana se abstuvo de dar explicaciones para este reportaje.
Sin embargo, Felipe Cortés del ICBF explicó que en diciembre de 2018 se empezaron las conversaciones con Venezuela para ejecutar la repatriación de 44 niñas, niños y adolescentes no acompañados que se encontraban bajo resguardo de Colombia. La vía fue consular y también se estableció contacto con el Idenna.
“Desarrollamos un protocolo en conjunto con la Unicef: niño que manifestara su interés en irse, identificación del NNA, restablecimiento del contacto familiar, garantía del derecho de protección que la institución homóloga en Venezuela (Idenna) debía comprobar”, explicó.
Todo se paralizó tras el 23 de febrero de 2019, cuando Venezuela rompió relaciones consulares con Colombia en la pulseada política generada por la presidencia interina de Juan Guaidó, después de que el régimen de Nicolás Maduro acusara de “fascista” al gobierno colombiano y expulsara a los diplomáticos de ese país en 24 horas. Cualquier intento para que los menores regresaran a su país no llegó a concretarse y “hoy por hoy no existe ningún proceso de reunificación familiar que se haya dado con Venezuela”, indicó Cortés.
El proceso de reunificación familiar, establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) -suscrito por 194 países, entre ellos Venezuela- está expuesto en el artículo 10: “A los efectos de la reunión de la familia será atendida por los Estados Partes de manera positiva, humanitaria y expeditiva”.
Se han continuado con los intentos por atajar la situación de los infantes y adolescentes migrantes, incluso después de la asunción de Guaidó. El gobierno del presidente colombiano Iván Duque reconoció el mandato interino del venezolano -al igual que otros 50 países- y los nuevos representantes diplomáticos restablecieron los diálogos parciales sobre el tema, aunque sin mucho éxito para lograr los mecanismos de búsqueda y reunificación familiar.
De acuerdo con lo descrito por el vocero del ICBF, se concilió un equipo con los designados por Guaidó y se acordaron algunas rutas. Sobre este particular, las agencias de cooperación y organizaciones no gubernamentales han sumado esfuerzos para lograr el restablecimiento de derechos de los menores de edad migrantes venezolanos que se esparcen por la región. Pero el tema escala sin condescendencia. En promedio 45.000 personas cruzan la frontera desde Venezuela todos los días, unos para quedarse en Colombia, otros para seguir. Van y vienen con morrales, cobijas y almohadas. Se amontonan sobre el Puente Internacional Simón Bolívar cada madrugada esperando cruzar el corredor donde los oficiales migratorios de Colombia observan y a discreción piden documentos. Unos llevan en las manos las hojas desgastadas y las Tarjetas de Migración Fronteriza (TMF). Son miles de rostros que se acompañan pero no tienen ninguna relación. Ese río humano es imperceptible para distinguir quién es quién. Cruzan niños en brazos, tapados hasta la cabeza y llevados en cochecitos. Algunos más grandes van arrastrados por la velocidad del adulto que los lleva. Los adolescentes parecen suficientemente mayores para cruzar solos y, al final, queda en manos del azar el destino de estos caminantes.
Alans Peralta es periodista venezolano y se fue a Colombia a trabajar. Allá ha desarrollado distintas actividades de ayuda a los migrantes venezolanos. Su iniciativa es la organización Caminante Tricolor y centraliza las donaciones a los albergues de la ruta humanitaria. Estima que el tope de caminantes venezolanos ha llegado a las 1.200 personas diarias. En estos momentos, la migración venezolana no tiene comparación alguna en la región. Es el desplazamiento de personas vulnerables más rápido y numeroso del mundo, después de la crisis de Siria. Cada día el flujo migratorio aumenta y la acción gubernamental de los países del continente y de las agencias de cooperación es limitado a las proporciones.
Al cierre de 2019, Migración Colombia enciende la alarma cuando señala en sus estadísticas que casi el 50% de los venezolanos que ingresan al país son irregulares.
De la misma forma, el ICBF expone que 2.411 menores de edad venezolanos se encuentran bajo protección y responsabilidad del Estado colombiano. No todos estaban solos pero sí con alguna vulneración de derechos. De estos, el 65% está indocumentado. El ICBF distingue a 533 que están en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) y 1.878 ingresaron al Proceso Administrativo de Restablecimiento de Derechos (PARD) por motivo de maltrato. El 50% de los PARD se abren por violencia sexual y omisión o negligencia, niñez no acompañada, y trabajo infantil.
Nelson Villasmil, consejero de Derechos del Niño, Niña y Adolescente del municipio Sucre del estado Miranda, comentó que ha recibido casos de familiares interesados en conocer el proceso de repatriación de un menor de edad. “Les han pedido hasta 250 dólares por enviarle a su nieto que está en Perú”, le contó una señora que había recibido un mensaje de un policía local que había identificado al joven adolescente no acompañado.
Cada paso del camino
En los albergues se hace necesario entregar identificación para los registros que permiten contabilizar las asistencias a migrantes. Es allí cuando se detectan a NNA no acompañados.La vulnerabilidad de los menores venezolanos se hace cada vez más visible conforme aumenta la migración. En 2018 el descontrol fue tan visible y la migración venezolana hasta tal punto indetenible que el Tribunal Supremo de Justicia instaló una mesa técnica de trabajo continuo para “intercambiar información en cuanto a la forma en que son otorgados los permisos de viajes al exterior de niñas, niños y adolescentes, y así evitar irregularidades en este procedimiento”, según nota de prensa. Los niveles de control fueron más estrictos, igual que las formas de esquivarlos.
“Diariamente atendíamos entre 15 y 20 personas que solicitaron autorizaciones de viajes para NNA”, comentó Nelson Villasmil, consejero de derechos del NNA del municipio Sucre, del estado Miranda. A su juicio, el punto más álgido fue en el año 2016, sin embargo, el impacto regional de semejante movimiento poblacional no fue estimado ni vaticinado correctamente. Son cientos las historias de los caminantes, algunos niños y adolescentes que persiguen la ilusión del padre o de la madre que se fue. Otros siguen su camino.
Mientras tanto, activistas como Alans Peralta relatan sus recuerdos más impresionantes, como la historia de unos padres separados de sus hijos cuando hubo el cierre de frontera entre Ecuador y Colombia, “unos quedaron de un lado y otros, del otro” en el Puente Internacional de Rumichaca. Este venezolano ahora residenciado en Cúcuta tampoco olvida a unas hermanas tachirenses de 5 y 7 años que cruzaron a Colombia junto a su madre, quien las “alquilaba” a un hombre mayor que las inducía en la mendicidad hasta que un día la madre no las buscó más. El hombre fue detenido y las niñas fueron atendidas por el ICBF. Meses después, la abuela hizo las gestiones con un cura para saber de ellas y poder reclamarlas, así llevarlas de regreso a casa. En la ruta humanitaria supo de eventos desafortunados en que “olvidaban a uno de los niños o adolescentes en la vía” para poder correr detrás de un transporte público o camión de carga pesada que les ofrecía un aventón.
[Versión resumida de texto original mas amplio, disponible en https://www.facebook.com/notes/armandoinfo/se-van-los-ni%C3%B1os-venezolanos-y-se-van-solos/1523112827869072.]
Esta fue una conversación telefónica con una agente de viajes que ofrecía alternativas para salir del Venezuela con niños que no tienen pasaportes.
A principios de diciembre de 2019, la organización Human Rights Watch (HRW) emitió un informe sobre el estado de los derechos en la frontera entre Venezuela y Brasil arrojando un dato revelador: en seis meses de ese año contabilizaron 529 niñas y niños venezolanos no acompañados que se desplazaron hacia el estado brasileño de Roraima, según la Defensoría Pública Federal de Brasil.
Entre el 1 de mayo y el 21 de noviembre de 2019 los menores fueron detectados y entrevistados, casi el 90% de ellos tenían a la fecha entre 13 y 17 años. Cerca del 60% eran niñas, una cifra que incluye a las menores no acompañadas que llegaron al país con hombres con quienes mantienen una relación. En el mismo período contabilizaron a 2.133 niños y niñas “separados” que viajaban con un familiar adulto que no es su tutor legal. El 43% llegó con su abuela, 19% con una tía y el resto con otros familiares, cita el informe. Nuevamente, cerca del 50% eran niñas. Aunque Armando.Info intentó contactar a voceros de Unicef, HRW y otras organizaciones de derechos humanos radicadas en Brasil para ampliar la información, a la fecha de la publicación no se obtuvo respuesta.
La ACNUR contestó sobre la situación de los menores de edad venezolanos que se desplazan a Brasil e indicó que desde julio de 2019, el Comité Nacional para los Refugiados (Conare) de Brasil aplicó “la definición ampliada de asilo recogida en la Declaración de Cartagena para analizar las solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado de ciudadanos venezolanos”, que contemplen la violación grave y generalizada de los derechos humanos. La mayoría de las solicitudes reconocidas correspondían a mujeres, niños y niñas. Si se encuentra no acompañados o separados, les será asignado un tutor mientras realizan los trámites. Sobre aquellos menores de edad que viajan sin identificación, ACNUR advierte que “los menores de edad solicitantes de refugio tienen derecho a no ser investigados o multado por entrada irregular en territorio brasileño”.
Existe un protocolo provisional sobre las solicitudes de asilo de la niñez venezolana. “En Brasil nadie puede ver sus derechos restringidos por causa de ser menor de edad, ser mujer o por la orientación sexual ni por la religión”, comenta la vocera de ACNUR. En el informe de Monitoreo del Flujo Migratorio Venezolano N° 2, emitido por la OIM en el 2018, se levantó la alerta de de “menores de edad (mayores de 15 años) sin acompañamiento de un adulto”. De las 3.785 personas entrevistadas 726 eran menores de edad, 27 de ellos se encontraban sin acompañamiento y 224 relataron que acompañaban niños y adolescentes que no eran sus hijos.
Sin vuelta a la patria
El programa de retorno al país ideado por las autoridades venezolanas y que llamaron “Vuelta a la Patria”, también incluía a NNA migrantes. Poco se conoce sobre el protocolo venezolano de repatriación en estos casos y la Cancillería venezolana se abstuvo de dar explicaciones para este reportaje.
Sin embargo, Felipe Cortés del ICBF explicó que en diciembre de 2018 se empezaron las conversaciones con Venezuela para ejecutar la repatriación de 44 niñas, niños y adolescentes no acompañados que se encontraban bajo resguardo de Colombia. La vía fue consular y también se estableció contacto con el Idenna.
“Desarrollamos un protocolo en conjunto con la Unicef: niño que manifestara su interés en irse, identificación del NNA, restablecimiento del contacto familiar, garantía del derecho de protección que la institución homóloga en Venezuela (Idenna) debía comprobar”, explicó.
Todo se paralizó tras el 23 de febrero de 2019, cuando Venezuela rompió relaciones consulares con Colombia en la pulseada política generada por la presidencia interina de Juan Guaidó, después de que el régimen de Nicolás Maduro acusara de “fascista” al gobierno colombiano y expulsara a los diplomáticos de ese país en 24 horas. Cualquier intento para que los menores regresaran a su país no llegó a concretarse y “hoy por hoy no existe ningún proceso de reunificación familiar que se haya dado con Venezuela”, indicó Cortés.
El proceso de reunificación familiar, establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) -suscrito por 194 países, entre ellos Venezuela- está expuesto en el artículo 10: “A los efectos de la reunión de la familia será atendida por los Estados Partes de manera positiva, humanitaria y expeditiva”.
Se han continuado con los intentos por atajar la situación de los infantes y adolescentes migrantes, incluso después de la asunción de Guaidó. El gobierno del presidente colombiano Iván Duque reconoció el mandato interino del venezolano -al igual que otros 50 países- y los nuevos representantes diplomáticos restablecieron los diálogos parciales sobre el tema, aunque sin mucho éxito para lograr los mecanismos de búsqueda y reunificación familiar.
De acuerdo con lo descrito por el vocero del ICBF, se concilió un equipo con los designados por Guaidó y se acordaron algunas rutas. Sobre este particular, las agencias de cooperación y organizaciones no gubernamentales han sumado esfuerzos para lograr el restablecimiento de derechos de los menores de edad migrantes venezolanos que se esparcen por la región. Pero el tema escala sin condescendencia. En promedio 45.000 personas cruzan la frontera desde Venezuela todos los días, unos para quedarse en Colombia, otros para seguir. Van y vienen con morrales, cobijas y almohadas. Se amontonan sobre el Puente Internacional Simón Bolívar cada madrugada esperando cruzar el corredor donde los oficiales migratorios de Colombia observan y a discreción piden documentos. Unos llevan en las manos las hojas desgastadas y las Tarjetas de Migración Fronteriza (TMF). Son miles de rostros que se acompañan pero no tienen ninguna relación. Ese río humano es imperceptible para distinguir quién es quién. Cruzan niños en brazos, tapados hasta la cabeza y llevados en cochecitos. Algunos más grandes van arrastrados por la velocidad del adulto que los lleva. Los adolescentes parecen suficientemente mayores para cruzar solos y, al final, queda en manos del azar el destino de estos caminantes.
Alans Peralta es periodista venezolano y se fue a Colombia a trabajar. Allá ha desarrollado distintas actividades de ayuda a los migrantes venezolanos. Su iniciativa es la organización Caminante Tricolor y centraliza las donaciones a los albergues de la ruta humanitaria. Estima que el tope de caminantes venezolanos ha llegado a las 1.200 personas diarias. En estos momentos, la migración venezolana no tiene comparación alguna en la región. Es el desplazamiento de personas vulnerables más rápido y numeroso del mundo, después de la crisis de Siria. Cada día el flujo migratorio aumenta y la acción gubernamental de los países del continente y de las agencias de cooperación es limitado a las proporciones.
Al cierre de 2019, Migración Colombia enciende la alarma cuando señala en sus estadísticas que casi el 50% de los venezolanos que ingresan al país son irregulares.
De la misma forma, el ICBF expone que 2.411 menores de edad venezolanos se encuentran bajo protección y responsabilidad del Estado colombiano. No todos estaban solos pero sí con alguna vulneración de derechos. De estos, el 65% está indocumentado. El ICBF distingue a 533 que están en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) y 1.878 ingresaron al Proceso Administrativo de Restablecimiento de Derechos (PARD) por motivo de maltrato. El 50% de los PARD se abren por violencia sexual y omisión o negligencia, niñez no acompañada, y trabajo infantil.
Nelson Villasmil, consejero de Derechos del Niño, Niña y Adolescente del municipio Sucre del estado Miranda, comentó que ha recibido casos de familiares interesados en conocer el proceso de repatriación de un menor de edad. “Les han pedido hasta 250 dólares por enviarle a su nieto que está en Perú”, le contó una señora que había recibido un mensaje de un policía local que había identificado al joven adolescente no acompañado.
Cada paso del camino
En los albergues se hace necesario entregar identificación para los registros que permiten contabilizar las asistencias a migrantes. Es allí cuando se detectan a NNA no acompañados.La vulnerabilidad de los menores venezolanos se hace cada vez más visible conforme aumenta la migración. En 2018 el descontrol fue tan visible y la migración venezolana hasta tal punto indetenible que el Tribunal Supremo de Justicia instaló una mesa técnica de trabajo continuo para “intercambiar información en cuanto a la forma en que son otorgados los permisos de viajes al exterior de niñas, niños y adolescentes, y así evitar irregularidades en este procedimiento”, según nota de prensa. Los niveles de control fueron más estrictos, igual que las formas de esquivarlos.
“Diariamente atendíamos entre 15 y 20 personas que solicitaron autorizaciones de viajes para NNA”, comentó Nelson Villasmil, consejero de derechos del NNA del municipio Sucre, del estado Miranda. A su juicio, el punto más álgido fue en el año 2016, sin embargo, el impacto regional de semejante movimiento poblacional no fue estimado ni vaticinado correctamente. Son cientos las historias de los caminantes, algunos niños y adolescentes que persiguen la ilusión del padre o de la madre que se fue. Otros siguen su camino.
Mientras tanto, activistas como Alans Peralta relatan sus recuerdos más impresionantes, como la historia de unos padres separados de sus hijos cuando hubo el cierre de frontera entre Ecuador y Colombia, “unos quedaron de un lado y otros, del otro” en el Puente Internacional de Rumichaca. Este venezolano ahora residenciado en Cúcuta tampoco olvida a unas hermanas tachirenses de 5 y 7 años que cruzaron a Colombia junto a su madre, quien las “alquilaba” a un hombre mayor que las inducía en la mendicidad hasta que un día la madre no las buscó más. El hombre fue detenido y las niñas fueron atendidas por el ICBF. Meses después, la abuela hizo las gestiones con un cura para saber de ellas y poder reclamarlas, así llevarlas de regreso a casa. En la ruta humanitaria supo de eventos desafortunados en que “olvidaban a uno de los niños o adolescentes en la vía” para poder correr detrás de un transporte público o camión de carga pesada que les ofrecía un aventón.
[Versión resumida de texto original mas amplio, disponible en https://www.facebook.com/notes/armandoinfo/se-van-los-ni%C3%B1os-venezolanos-y-se-van-solos/1523112827869072.]
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