Nadia Rodríguez (Ejecentral)
* Un medio "mainstream" entrevista a un grupo de anarquistas en México DF.
Ellos son furia que habla entre vidrios rotos y bardas pintadas. Que enfrentan embozados a la policía, lanzan piedras y visten de negro. Que aprovechan las marchas para lanzar su mensaje a golpes de rabia, una forma de revancha social que para ellos demuestra que no habrá apatía ni silencio contra el abuso y la opresión.
* Un medio "mainstream" entrevista a un grupo de anarquistas en México DF.
Ellos son furia que habla entre vidrios rotos y bardas pintadas. Que enfrentan embozados a la policía, lanzan piedras y visten de negro. Que aprovechan las marchas para lanzar su mensaje a golpes de rabia, una forma de revancha social que para ellos demuestra que no habrá apatía ni silencio contra el abuso y la opresión.
Son los anarquistas. La mayoría jóvenes con vidas comunes. Toman el Metro y se suben al camión, asisten a la prepa o a la universidad, o van trabajar. Pero también van a protestas, toman la letra “A” como bandera y se juntan para “organizar y reivindicar la digna rabia”. Ese enojo que les ha hecho incendiar el Metrobús, pintar monumentos históricos, destruir el inmobiliario de la ciudad o atacar librerías y tiendas. Actos vandálicos vistos por la sociedad, pero actos de lucha y reivindicación para ellos.
A pesar de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es identificado de izquierda, su llegada al poder no disminuyó la presencia de los anarquistas en las movilizaciones sociales, por el contrario, han aumentado su acción. Pero al mismo tiempo han aparecido en las manifestaciones grupos de choque que utilizan ropas negras o botas, están encapuchados, y a quienes no importa lastimar a los manifestantes, a los policías o paseantes. Aparecen de forma repentina, se despliegan generalmente en una acción bien planificada y desaparecen tratando de ser identificados como anarquistas. Pero los verdaderos anarquistas responden: No, no somos lo mismo.
Entrevistamos a ocho jóvenes que pertenecen a estos bloques negros, con presencia en planteles de nivel preparatoria y universitaria y que, por primera vez, hablan con un medio de comunicación sobre sus métodos de protesta y acción directa, y explican su visión para cambiar la realidad. Se trata de chavos que forman un movimiento no totalmente integrado ni unificado, pero con vasos comunicantes en distintos países, y que en varios de ellos ya han tenido eco, como en Chile, Colombia o Hong Kong. Todos ellos están dispuestos a salir a las calles y apoderarse de ellas.
Células contra el Estado
Trece es una chica muy joven de quien no identificamos su nombre real por su seguridad. Ella estudia la universidad, su rostro es tan jovial que raya en ternura, y si no vistiera de negro o tuviera el rostro medio tapado no se pensaría que es anarquista, pero lo es y está plenamente convencida de ello. Algo similar ocurre con Volkova, una anarcofeminista, estudiante universitaria, y persona no binaria de ojos pequeños y cafés, que proyectan su desconfianza a pesar de la capucha improvisada que hizo para no ser identificada durante la entrevista. Trece y Volkova trabajan en un espacio de la UNAM, un salón “tomado”, es decir un aula que se apropiaron los estudiantes. Es un lugar que parece desordenado y que cuenta con lo importante: papel kraft y pintura para preparar pancartas; libros y manuales sobre anarquismo, entre ellos destacan los fanzines, que son materiales de lectura que no produce una editorial, sino la misma comunidad de anarquistas. Sobre el pizarrón en el que se leen listas de actividades para la siguiente movilización hay cartelones con los rostros de los 43 alumnos de Ayotzinapa, también hay imágenes de frases zapatistas que insisten en que “otros mundos son posibles”. Un espacio indudablemente anarquista porque al costado de un casillero están enrolladas las banderas rojinegras.
La presencia de jóvenes en manifestaciones, en su mayoría vestidos de negro y encapuchados, no es endémica de México, ni de la capital. Basta entrar a Twitter o Facebook para ver fotografías de Hong Kong, Chile o Ecuador en llamas o con destrozos. Sin embargo, a diferencia de los grupos estudiantiles o de trabajadores, los anarquistas se organizan de otra forma. Ociel Adame señala que no existe una gran agrupación de anarquistas en la CDMX, sino grupúsculos que se organizan para ir a las manifestaciones.
En ese sentido Trece, una trabajadora doméstica y anarcofeminista, puntualiza que “es espontáneo, muchas veces cada escuela o cada organización tiene su bloque negro (grupo de anarquistas). Son individuos que, al ver un banco, un Oxxo, propiedad del Estado o propiedades de capitales grandes lo que hacen es ir a pintar, ir a accionar y pues toda la demás banda te respalda”.
Dentro de esa espontaneidad lo que ha ocurrido también es que grupos de choque se han hecho presentes y la evidencia más clara se vio en la explanada de la Rectoría de Ciudad Universitaria, en octubre de 2018, cuando un grupo de porros agredió a estudiantes de CCH Azcapotzalco. Algo similar ocurrió el año pasado, el 26 de septiembre, en las marchas por Ayotzinapa y 2 de octubre en las manifestaciones por Tlatelolco, en donde la presencia de grupos de choque y de anarquistas se ha hecho evidente. En ninguno de estos casos los grupos de choque han sido detenidos. “Grupos de choque son grupos políticos financiados por el Estado en contra de nuestras posiciones de tendencia comunista o anarquista, habrá quienes digan que actuamos de la misma forma (violenta), pero la cuestión es que nosotros nos solidarizamos con una causa. En cambio, los grupos de choque atentan contra la organización estudiantil o actúan como grupos paramilitares que representan intereses de un grupo político que buscan sembrar el terror en la población”, sostiene el Colectivo Anarco Comunista “Nestor Makhno”.
Hugo Sánchez Gudiño, académico de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, en su texto Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM explica que los grupos de choque son casi tan viejos como la propia Universidad y que su función es desarticular la organización estudiantil a través de la violencia.
"Desde la posición anarquista, y las diversas corrientes que emanan de ella, la presencia de los grupos de choque es identificable porque “nunca dejan pintas, nunca dejan folletos, sólo llegan golpean y se van, además, golpean o lastiman a matar, con navajas o con petardos”, apunta Ociel Adame. Además, esta violencia, señala el anarquista e historiador, es dirigida contra estudiantes, trabajadores, manifestantes o contra los propios anarquistas y del “grupo de choque nunca sabes claramente cuál es su reivindicación”. En contrario, los actos vandálicos de los anarquistas tienen, ideológicamente, una reivindicación clara, pues van contra las oligarquías, los grupos empresariales y el Estado, cosa que no ocurre con los grupos de choque.
Acción directa: herramienta poderosa
Desde el pensamiento anarquista, las paredes pintadas, los vidrios rotos y los incendios provocados, pueden englobarse en un solo concepto: acción directa. De acuerdo con la filosofía anarquista del siglo XIX y XX, la acción directa es una forma de praxis anarquista, es decir, actuar sin intermediarios. Si algo no me gusta, si hay algo con lo que no estoy de acuerdo voy a arreglarlo por mí mismo. Pero efectivamente, la forma violenta en la que algunos de los anarquistas han decidido actuar en las manifestaciones ha sido reprochada sobre todo por lis empresarios capitaloistas.
Ante estos señalamientos de las pérdidas millonarias que dejan los actos violentos y sus repercusiones, anarquistas responden en tres sentidos. El primero es equiparando la violencia; el segundo es aquello que llaman “digna rabia”, y el tercero es que la acción directa tiene un mensaje. “Llega un punto donde vemos que importa más un vidrio roto o una librería saqueada, y se deja de lado la violencia contra las mujeres, el hecho que de los 43 no hay indicio de su paradero, así como otro tipo de violencias estructurales desde el Estado que nos perjudican y que en la sociedad se dejan de lado”, afirma el colectivo Colectivo Anarco Comunista “Néstor Makhno”.
Para los anarquistas ni todos los destrozos, ni todos los rayones en las paredes que se hacen en las horas de movilización se pueden comparar con la violencia diaria que hay en el país y en el mundo. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en promedio fueron asesinadas 98 personas cada día en México durante 2019. En total, de enero a noviembre de 2019 se registraron 35 mil 568 crímenes, de los cuales el 2.8% las fiscalías los catalogaron como feminicidios; es decir, 916 mujeres, lo que significa que, en promedio, el año pasado casi tres mujeres fueron asesinadas cada 24 horas. Al dato anterior hay que añadir que se calcula que cada año el país tiene pérdidas por más de 422 mil millones de pesos anuales sólo por el concepto de impunidad, de acuerdo con el estudio El costo de la impunidad 2019, a cargo de la organización Creatura y el Iteso.
El segundo sentido de la respuesta en la que los anarquistas coinciden es que estos actos de violencia canalizan y externan la rabia, pero en un sentido colectivo, donde se es empático con una situación que vulnera a otros.
Helena Flam, socióloga polaca reconocida por sus estudios de movimientos sociales y emociones, apunta que la rabia colectiva y organizada en una protesta es subversiva y movilizadora, toda vez que los grupos manifestantes reclaman su derecho a sentir. “Digna rabia” es un concepto popularizado en México por el Ejército Zapatista de la Liberación Nacional desde 2008, en el inicio del “Festival Mundial de la Digna Rabia”; pero que tras la desaparición de los 43 normalistas retomó fuerza, tanto que en las diversas jornadas mundiales por Ayotzinapa una consigna muy visibilizada fue “Su rabia es nuestra”. De acuerdo con John Holloway, politólogo y filósofo marxista, el concepto puede explicarse así: “Es la rabia anticapitalista que busca romper con la condición de víctima, porque ya tiene el deseo de otra cosa, de un mundo diferente; porque detrás de los gritos y de las barricadas hay otra cosa, la construcción de otras relaciones sociales, la creación de otro hacer, de otro amar”.
Para Volkova, anarquista y persona no binaria, la digna rabia es también lo que rompe con la normalidad de la ciudad, es aquello que nos hace voltear a mirar, a ver que las paredes nos hablan y que obligan a salir de la cotidianidad, porque “la comodidad es la cuna de la apatía”, sostiene.
En un tercer sentido, Volkova, al igual que Ociel Adame, reconoce que los actos vandálicos parecen pequeños, pero que ese “golpe de respuesta” es un mensaje de que no habrá apatía ni silencio ante la violencia estructural del Estado. “Es frustrante cómo la gente no se da cuenta de que el mundo se está yendo a la mierda y es precisamente por ese tipo de gente (la clase empresarial), por este tipo de personas. Porque el 1% de la población es la que tiene la riqueza y el 99%, los que andamos de a pie, los que compramos unos litros de gasolina para chingarles el día somos los criticados. El que no se mueve no siente sus cadenas”, explica Trece.
¿De la izquierda radical a ser conservadores?
La mañana del 27 de septiembre de 2019, desde Palacio Nacional, López Obrador transformó con su discurso a los anarquistas, una de las expresiones de la izquierda más radical, en conservadores. “No, el anarquismo es un movimiento muy profundo en ideales, productivo, propositivo; no es anarquismo lo de ayer”, declaró ese día el Presidente de la República al referirse a los actos vandálicos cometidos por jóvenes anarquistas y por grupos de choque.
Sobre este discurso hay dos lecturas para estos grupos de izquierda radical. La primera es que López Obrador conoce tan bien la izquierda radical, incluso fue recibido en alguna ocasión por el EZLN, que sabe cómo actúa y por ello no la quiere cerca, y la otra es que se trata de una broma. “López Obrador y Sheinbaum conocen las posiciones radicales más críticas, incluso hubo eventos de él años atrás con los zapatistas. Entonces obviamente alguien como Enrique Peña Nieto, no se iba a pasear con las posiciones más radicales como AMLO, ni mucho menos las podía saber confrontar”, explica el Colectivo Anarco Comunista “Néstor Makhno”. Sin embargo, a otros anarquistas lo que les provoca las palabras del Presidente es risa. Volkova apunta que lo que causa a los anarquistas el discurso de López Obrador es risa, pues busca darle una lectura institucional a un movimiento que se niega a hacerlo y que va justamente en contra de la institución máxima que es el Estado.
“Yo creo que esta es una estrategia discursiva de Andrés Manuel, de tachar de conservadores a todos los que estén en contra de su proyecto. Me parece un discurso hegemónico de nombrar a los otros de manera despectiva. Tampoco es que nos importe mucho cómo nos caracterice el poder. Yo creo que los compañeros vamos actuando y vamos haciendo las cosas y le vamos dando salida”, apunta Ociel Adame.
La idea de esta joven izquierda radical parece que rebasa la visión de las autoridades. Los anarquistas no van a dejar de actuar con una enorme carga idealista y quieren cimbrar a través de esta violencia. “No puedes andar por la vida sin cuestionar, sin ver las realidades ajenas, sin sentir los dolores de los otros como tuyos. Somos gente, somos pueblo, por eso Durruti (anarcosindicalista español) decía, no le tenemos miedo a las ruinas porque nosotros somos los que les construimos palacios. No tenemos miedo, que te cuestiones por qué lo estamos haciendo, por qué estamos pintando, eso, es hacer política”, advierte Trece.
[Versión resumida de reportaje original accesible en http://www.ejecentral.com.mx/laportada-anarquistas-en-mexico-el-idioma-de-la-furia.]
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