Alejandro Bruzual
Como un detalle al pasar, que casi nadie comentó, el
canciller Jorge Arreaza informó en la ONU que el gobierno venezolano había
entregado información “veraz” al Fondo Monetario Internacional sobre la
hiperinflación en Venezuela, e insinuó que el organismo la avalaba. ¿Qué
sentido tuvo ese apelar nada menos que el coco del FMI, al instrumento
imperialista expulsado de Venezuela, al arma de los países dominadores sobre
los países pobres, etc., etc.? ¿Será que el FMI maneja datos para nosotros
ocultos de lo que padecemos? ¿Confirmará que son la guerra económica y el
bloqueo los culpables exclusivos de nuestros males? ¿Sí, canciller, sí?
¿Podríamos aprovechar para que nos diera esa información también a nosotros?
Por otra parte, ¿está Ud. participándole al mundo que Venezuela tiene tratos
con el FMI, quizás mendigando más deuda? ¿Y lo sabremos cuando sea también un
hecho cumplido? ¿Es otra medida soberana de la cúpula oficialista, como la
entrega del 12% de nuestro territorio a las transnacionales en el Arco Minero
del Orinoco? ¡Dígalo Ud., canciller!
Este gobierno, y con grave responsabilidad del mismo
Chávez, desde hace muchos años, se ha negado a dar las cifras de la economía
venezolana, si es que las calcula. Y no sólo de la inflación: deuda pública,
PIB, crecimiento (o decrecimiento, que es el caso…), desempleo, todo lo que
tiene que ver con producción petrolera, etc. Esto es tratar al pueblo todo y,
en particular, a sus economistas y analistas como eunucos, o lo mínimo como
cornudos. ¿Cómo se puede manejar o entender el funcionamiento macroeconómico
sin índices, mediciones ni estadísticas? Esconder esos números es prueba
fehaciente del fracaso administrativo, porque si fueran mínimamente favorables,
si fueran al menos decentes, siquiera estables, se ofrecerían a boca llena, se
difundirían en el mundo entero, como lo han hecho con tantas otras
pretensiones, que están hoy por el piso, o más abajo. No lo cree,
canciller, ¿no?
Pero incluso si no es así, ¿con qué derecho nos
ocultan “nuestra” propia información? ¿Es caridad ante el que va a morir? Así
estaremos… ¿Cómo que no se dan las cifras “públicas”? Eso no se pide ni se
negocia, es una obligación de empleados públicos. ¿Qué potestad ampara este
atropello o cómo se la arrogan? Es como si nos negaran los recibos de lo que
pagamos en el mercado. O que nos viéramos obligados a aceptar lo que nos pidan
sin verificar precios, cantidad, peso… sólo pagar y callar, aceptar. Somos
víctimas culpables de esta torpeza, por haberlo permitido. ¿Es fe lo que
exigen? ¿Cómo creer incluso en el más mínimo ofrecimiento de enmienda, de
cambio de rumbo, si ni siquiera sabemos por dónde vamos? ¡Dígalo Ud., canciller, dígalo!
Esto ha sido tierra abonada para la especulación, para
la angustia; pero también para la corrupción y la falta de escrúpulos.
Cualquiera ofrece cálculos, toda cifra es buena, a la medida de lo que
convenga. Lo hace en un sentido el gobierno y en el opuesto, la oposición.
Ahora, según el canciller, las naciones extranjeras que meten su hocico en
nuestra casa. ¿Para qué tenemos Banco Central? ¿Qué suerte de cobardes
guardaespaldas de la mentira han sido sus presidentes, sus directores y
empleados, que han aceptado o conservado cargos bajo esa condición? Es su
trabajo, ¿no lo han hecho o sencillamente son cómplices viles del descalabro? Dígaselo, también Ud., canciller.
¿Y cómo sacó la cuenta de la inflación “verdadera”
para sus amigos del FMI? ¿Es que el haber pasado del 1.000 % o del 100.000% o
del más de un millón por ciento anual significa algo distinto? ¿Cuánto han
durado los aumentos salariales con los precios descontrolados? Sólo de
anunciarlos, arranca una desbocada carrera para acabar con ellos. Y no negamos
la necesidad de aumentarlos, es algo imprescindible pero con precios estables,
si no es hambre, el hambre que ustedes ayudan con ese alto IVA, injusto y
malamente igualitario. Eso no está represado en los bancos del Norte; eso no
son medidas de presión extranjeras, eso no es socialismo, canciller. Si no hay
estabilidad de precios, si hay esa hiperinflación, no habrá nunca un sueldo
decente para la gente. Díganoslo a nosotros, de
cuánto hablamos, canciller.
Necesitamos ya un pacto económico real –pero no entre
gobierno corrupto y oposición golpista y antinacionalista–, pues sin
estabilidad ni reglas claras no habrá recuperación alguna. No se podrá detener
esa hiperinflación, que los gobiernos “enemigos” sobrecalculan… Un pacto de las
pocas fuerzas productivas que permanecen y que no quieren el hundimiento del
país, que las habrá. De quienes no apuestan a la destrucción para beneficiarse
del retorno. Todo pasa por el control absoluto de las precarias importaciones
que se hacen con dinero del Estado. Pasa por una verdadera razia feroz contra
la corrupción (que se expresa en los más ineficientes trámites burocráticos
hasta en las riquezas del desbarajuste cambiario). Un pacto que reestablezca la
convivencia económica perdida, de todos los factores, de todos los registros
sociales, que haga posible la vida en el país. Y no necesitamos un pacto
neoliberal (¿el
que pide el FMI, canciller?),
ni mucho menos, sino de supervivencia y entre nosotros, que tenga al frente a
la inmensa mayoría de la población que padece hoy penurias profundas. Una
población que lleva a cuestas la crisis y que apenas participa con lo que
pierde en su humilde trabajo y las necesidades que no satisface. Volver a un
vivir digno sin regalos ni bonificaciones. Es un derecho a dejar de ser las
víctimas empobrecidas de un país saqueado por los cuatro costados. ¿No le parece, canciller Jorge Arreaza?
Pero para esto, para reestablecer economía y sociedad,
para lograr sociabilidad y convivencia, para emprender la discusión sobre
nuestro destino y el camino que tomaremos, son imprescindibles los estudios
macroeconómicos, discutir métodos y cálculos, conocer cifras confiables,
índices, estadísticas, en fin, tener esa información que ustedes nos niegan. ¡Dígalo, Ud. mismo, canciller, dígalo de una vez por todas!
[Tomado
de https://www.aporrea.org/actualidad/a275150.html.]
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