Frank Mintz
Curiosamente,
el origen de la palabra «autogestión» viene de los idiomas eslavos porque era
la adaptación a mediados del siglo XIX del concepto anglo-sajón de «selfgovernment»,
con el sentido de «autonomía regional». Pero la equivalencia rusa
«samoupravlenie» significa tanto «administración con cierta independencia» como
«actuación por sí mismo». Miguel Bakunin escribió Estatismo y anarquía en
ruso en 1873 y ofrece dos ejemplos claros de samoupravlenie con la misma
ambigüedad que actualmente:
«[...],
la administración del país se aleja de la autogestión por el pueblo [narodnogo
samoupravlenia] [...] la conciliación de la autogestión democrática y de la
igualdad jurídica.»
Lenin
también emplea «autogestión» en 1905: «La organización de la autogestión
revolucionaria, la elección por el pueblo de sus representantes no es el
prólogo, sino el epílogo de la insurrección.»
La autogestión en Yugoslavia
En
Francia, la palabra «autogestión» aparece a través de la propaganda yugoslava a
partir de los años 1950 para enseñar su práctica marxista leninista distinta a
la de la URSS. Yugoslavia atraía en aquel momento a la militancia de la
izquierda desconcertada por el modelo leninista representado por Stalin.
De paso,
si Stalin pareció más brutal que Lenin, solo siguió la orientación marxista
impuesta por Vladimir Ilich Lenin, que resumo en tres citas:
-«obediencia
absoluta» de los obreros y obreras a los dirigentes bolcheviques [abril de
1918]
-«Es
imprescindible organizar una defensa reforzada eligiendo a gente segura para
llevar a cabo un despiadado terror de masas contra los kulaks, popes y guardias
blancos; y para encerrar a los sospechosos en un campo de concentración fuera
de la ciudad.» [agosto de 1918]
-«El buen
comunista es al mismo tiempo un buen chekista.» [abril de 1920].
Obviamente,
¿qué autogestión podía existir en la URSS con la ley mordaza de la obediencia
absoluta, el campo de concentración y la cheka (creada por Lenin en 20 de
diciembre de 1917, siendo hasta hoy cada 20 de diciembre la fiesta de las y los
«trabajadores del ministerio del Interior»)?
Antes de
enfocar cómo brotó en 1950 la autogestión entre los leninistas yugoslavos, es
preciso tener en cuenta algunos datos sobre la situación del país.
Entre
1944 y 1948, el partido comunista de Yugoslavia no consiguió imponer su doble
singularidad. Primero ser el único PC de Europa occidental que pudo liberar a su
propio país, y además con más ayuda militar del Oeste que del Ejército Rojo.
Luego, no se había zanjado claramente en los acuerdos de Yalta dónde iba a
quedar Yugoslavia, entre el bloque capitalista y el bloque capitalista estatal
y leninista.
La
consecuencia fue una lucha dentro del campo leninista para domar al partido
comunista de Yosip Broz Tito, tan leninista como sus enemigos. De ahí, la
necesidad para el PC de Yugoslavia de someter a parte de su militancia partidaria
de la URSS, de ganarse el apoyo de sus propios trabajadores y trabajadoras,
sometidos a presiones violentas en todas sus fronteras con países
pro-soviéticos. Albania con influencias entre los albaneses de Yugoslavia, Bulgaria
con intereses en grupos macedonios, Rumanía y Hungría con minorías rumanas y
húngaras de Yugoslavia. Solo Grecia, Italia y Austria mantenían cierta calma en
sus fronteras con Yugoslavia.
El
gobierno de Tito introdujo súbitamente la ley de 1950 sobre los salarios en
parte pactados con los trabajadores. La ley fue completada en 1952 por la
autogestión en las fábricas y en las cooperativas y las aldeas agrícolas. Es
cierto que fue una maniobra para lograr el apoyo de las y los trabajadores,
pero, paralelamente, se beneficiaban de leyes corrientes en cualquier país
(seguridad social, jubilación) pero casi inexistentes o siempre pisoteadas desde
la instauración de la monarquía serbia.
Sin
embargo, la persistente y significativa insuficiencia de la autogestión
yugoslava fue que no podía existir (excepto en intersticios insignificantes) en
la vida social y cultural. Era una herramienta de poco alcance, incapaz de pesar
sobre la sociedad y el partido único leninista, cuya cúpula decidía en todos
los ámbitos de la vida.
El auge
de la economía yugoslava y, por tanto, de la autogestión fue bastante similar
al desarrollo de España. Con la necesidad de mano de obra de los seis países de
la futura Unión Europea, Yugoslavia recibió remesas contantes de sus numerosos
emigrantes y su industria turística en la costa del mar Adriático aseguró un maná
constante.
La
autogestión existió hasta la guerra civil. Una guerra, a partir de 1990, en
gran parte fomentada por la última tendencia de Tito de fomentar oposiciones
entre las Repúblicas de la Federación yugoslava y, más aún, por las manipulaciones
de la OTAN.
La
autogestión fue conocida a través de la propaganda de los teóricos yugoslavos
de la autogestión que se apoyaba en argumentos más que en textos bolcheviques
para dar una base «marxista» a su táctica frente al proletariado yugoslavo.
Encontró un campo abonado entre algunos leninistas desalentados por la Patria
del socialismo y los grupos trotskistas; y también entre libertarios, sorprendidos
por la experiencia yugoslava.
Hubo
realmente un interés con el brotar de la autogestión en Argelia en 1962, un
país recién liberado de la ocupación cultural y militar de Francia y que, aparentemente,
emprendía una singladura fuera de las tutelas extranjeras. Por supuesto, la
discusión sobre la autogestión tenía fundamentos inestables: el mejor
especialista y simpatizante de la autogestión yugoslava era el suizo Albert Meister.
Publicaba mucho a partir de encuestas económicas y, en parte, sociológicas que
realizaba en fábricas. En 1963 le pedimos una entrevista y fuimos tres
compañeros de la revista anarco-comunista francesa Noir & Rouge. Nos confesó que no hablaba el serbo-croata y que
iba siempre acompañado por personas que le traducían sus preguntas y las
repuestas que le daban. Tampoco sabía que un compañero nuestro, yugoslavo y ex
maqui titista, había escrito en 1959 un estudio en francés sobre la legislación
y la práctica de la autogestión yugoslava.
¡Evidentemente,
un investigador o un intelectual (leninista o no) de la época no iba a perder
su tiempo en leer textos anarquistas!
La
síntesis del artículo es la siguiente:
«Tras la
ruptura del PC de Yugoslavia con Moscú, la
clase
dirigente, liberada ya de la obligación de acatar sin
rechistar
las directivas soviéticas para la organización y
la
economía del Estado, tuvo que hacer importantes concesiones tanto al campesinado
como a la clase obrera. Así los campesinos reconquistaron la libertad de
decidir libremente la producción, y se abandonó paulatinamente la compra
obligatoria de sus productos.
La
concesión consentida a la clase obrera era la creación de los consejos obreros
de fábrica. La propaganda oficial afirma que los mismos obreros deciden sobre
el monto de sus salarios y la distribución de los ingresos de las empresas
económicas. Esta participación obrera en la gestión de las empresas debía poner
fin a la baja continua del nivel de vida de las y los trabajadores. [...]
«El
Director dirige la producción y todos los asuntos de la Empresa. Los obreros y
los empleados son responsables ante el Director del cumplimiento del trabajo.
El Director representa a la Empresa ante el Estado y las otras empresas. » (Ley
del 18 de junio de 1950, articulo 8).
El
director es miembro de la oficina del Comité de Gestión pero, un hecho por lo
menos extraño, la Ley le coloca encima de dicho Comité:
«Si el
Director encuentra que una decisión del Comité de Gestión no corresponde a la
ley, a las prescripciones legales y a las órdenes de las autoridades estatales
competentes, está obligado avisar inmediatamente a aquellas autoridades y debe
suspender la ejecución de la decisión del Comité de Gestión hasta que tome la
decisión definitiva el organismo competente del Estado.» (Art. 40 de la misma
Ley). [...]
Es la
policía la que impone la aplicación de los reglamentos, la disciplina laboral y
el cumplimiento de las órdenes del director. En la entrada de cada fábrica
yugoslava hay un policía. Hasta los turistas occidentales de izquierda no
pueden dejar de verlo. Lo que no ven es este «órgano de seguridad interior que
los obreros yugoslavos llaman, en su argot, el «Tzinkar [zinquero, el que
trabaja el zinc]». [...]
El
artículo terminaba con una breve reflexión:
«Queremos,
sobre la base de los hechos descritos, afirmar que las y los obreros no pueden
controlar la administración de la economía sin disponer de los derechos esenciales
de la libertad de palabra, de reunión, de organización. La misma idea de
consejos obreros es incompatible con la existencia del aparato estatal. Cada
vez que se intentó que ambos convivieran juntos (Estado-Consejo obrero) nunca
fue el Estado el que «menguó» sino que, al contrario, absorbió a los Consejos.
¿Qué queda de ellos en Yugoslavia?»
Una
respuesta indirecta nos la da el sociólogo Neca Jovanov (1928-1993) que publicó
un estudio en 1979, con el interesante título de «Las huelgas de trabajadores
en la República Federal Socialista de Yugoslavia de 1958 a 1969». En la
introducción se indica que es un «tema delicado», pero tratado seria y
científicamente.
La
conclusión soslaya cualquier juicio global y consiste en 26 observaciones
técnicas, pero elocuentes.
«N°12.
[...] La huelga aparece exclusivamente en el nivel micro (no hubo huelgas
generales), pero sus causas reales están en el sistema macroeconómico y
político. De ahí el carácter contradictorio de la huelga.
N°17. En
el 27,7% de los casos, las y los trabajadores utilizaron la huelga como último
recurso y en el 72,3% de los casos, las y los trabajadores trataron de ejercer
sus derechos siguiendo los trámites habituales, pero fueron a la huelga por
haber agotado todas las vías posibles de resolución de su problema. De hecho,
en relación con la autogestión instituida y la estructura del Estado, la huelga
en sí tiene un carácter contradictorio. Si se puede aceptar la huelga como
último medio, no se la puede aceptar como primer medio, ni tampoco como única
manera de ejercer los derechos de la autogestión y de la política.
N° 18 Los
datos sobre las huelgas que tuvieron un grupo dirigente son aproximativos. Las
y los trabajadores mantienen el secreto sobre los grupos dirigentes y sus miembros.
N° 19.
Durante las huelgas, las y los trabajadores se quedaron en general en los
lugares de trabajo en un 89,7% de los casos. Solo hubo 10 grandes huelgas con manifestaciones
por las calles, o intentos de manifestarse pero que abortaron. No se
registraron deterioros de máquinas o en las fábricas.
N° 26.
Las opiniones de las y los encuestados sobre la actitud de los sindicatos y
órganos de autogestión frente a futuras huelgas no son completamente idénticas,
y a veces se contradicen. El sindicato y los órganos de autogestión deberían,
en la mayoría de los casos, actuar de manera preventiva, y el 24.3% de los
encuestados cree que el sindicato debería apoyar esas huelgas que los trabajadores
hacen como último recurso.»
Argelia. La autogestión como herramienta del
proletariado
La
paradoja, ya subrayada, es que se discutía de la autogestión yugoslava sin
conocer su realidad. En el caso de la autogestión en Argelia en 1962, tres
hechos fueron relevantes. La espontaneidad de cómo se organizaron trabajadores
y trabajadoras agrícolas argelinos para autogestionar grandes propiedades
abandonadas por los amos (franceses que optaron por dejar el país). El segundo
fue una tendencia por extender la creatividad proletaria a algunas fábricas. Y,
muy rápidamente, el último que fue la prohibición impuesta desde la cúpula del
partido único (que estranguló lo que tenía visos de escaparle, como el movimiento
de emancipación de la mujer).
Estas
actitudes de la Administración argelina contrastaban totalmente con lo que se
conocía de la autogestión en Yugoslavia. Por eso, a pesar de sus defectos
ignorados o silenciados, es indudable que la autogestión provocó reflexiones
importantes.
Fue
patente con dos revistas que estimularon el debate.
La
revista anarco-comunista Noir & Rouge
publicó en el número 30 (en realidad 31-32) de junio de 1965 un estudio
intitulado «Collectivités espagnoles» y que aparecía también en la portada. Era
la traducción de una entrevista al compañero José Llop sobre la colectividad de
barberos de Barcelona y las de Flix y Ascó y el final del estudio salió en el
número siguiente. Y en abril de 1966 la portada del n° 33 era «Autogestión». No
recuerdo si nos dimos cuenta de que ya empleábamos la palabra como definición
de una táctica obrera que se auto organiza desde la base.
Lo que sí
es cierto es que en Noir & Rouge de
junio de 1965, publicamos también un texto de una conferencia de diciembre de
1964 de Daniel Guérin «L’Autogestion contemporaine» en el que se describía que
«La
autogestión es, incontestablemente, si no la descabezan, una institución de
tendencias democráticas y hasta libertarias. Como las colectividades españolas de
1936-1937, tiene como objetivo confiar la gestión de la economía a los mismos
productores. Para tal fin, instaura en cada empresa, a través de elecciones,
una representación obrera, con tres niveles: la asamblea general soberana, el
consejo obrero, y luego un órgano ejecutivo. La legislación prevé ciertas
garantías contra la amenaza de una burocratización. Las personas elegidas no
pueden renovar indefinidamente sus mandatos. Deben estar trabajando
directamente en la producción, etc. En Yugoslavia, las y los trabajadores,
fuera de las asambleas generales, pueden igualmente ser consultados por referéndum.»
Por otra
parte, a los pocos meses (diciembre de 1966) se publicaba el primer número de
la revista Autogestión, con una clara
orientación universitaria y militante, tanto la tendencia autoritaria como la
libertaria. La presentación de la revista se colocaba en la singladura del
sociólogo (ex soviético no leninista y gran conocedor de Proudhon) francés
Georges Gurvitch (1894-1965), como creador de «una teoría sociológica de la
autogestión». Y se citaba una intervención suya:
«[...] Puedo
dar testimonio de la extraordinaria penetración de las ideas proudhonianas,
tanto entre los intelectuales rusos como en los sindicatos obreros rusos. En
cuanto a mí, no es en Francia sino en Rusia donde me hice proudhoniano, y si
vine a Francia, fue para ahondar mejor mi conocimiento de Proudhon. Puedo dar
por tanto un testimonio personal directo: los primeros soviets rusos fueron organizados
por proudhonianos, que procedían de elementos de izquierda del Partido
Socialista Revolucionario o del ala de izquierda de la socialdemocracia rusa.
No fue en textos de Marx donde pudieron tomar la idea de la revolución por los
soviets de base, porque es una idea esencialmente, exclusivamente proudhoniana.
Puesto que soy uno de los organizadores de los soviets rusos de 1917, puedo decirlo
por saber lo que eran.»
Antes de
1965, Georges Gurvitch no descartaba otra variante:
«En
segundo lugar, los consejos obreros pueden ser instaurados por un gobierno
político formado durante la revolución social, un gobierno que tras lograr
previamente estabilizarse y eliminar a las fuerzas opositoras, se fue
persuadiendo de que el mejor medio de realizar una planificación a la vez democrática
y capaz de dar el máximo de rendimiento consiste en apartarse para que actúe la
representación directa de los trabajadores. Es la vía yugoslava.»
Visiblemente
Gurvitch no se había enterado de declaraciones contradictorias de 1956 del
teórico de la autogestión yugoslava, Edvard Kardelj.
«Sin el
derecho [del partido] a la injerencia, es imposible establecer la unidad del
sistema y del funcionamiento uniforme de los servicios públicos. [...] Nuestra
intervención, en ciertos casos, tiende a aplicar pura y simplemente a una
administración burocrática. Es verdad que la base financiera de la autogestión
de nuestros consejos obreros y de nuestros municipios es demasiado estrecha.»
En este
número 1, también se leen declaraciones como:
«Por
consiguiente, el partido de la autogestión no es más que el partido que lleva
la política hacia el término y el fin de la política, más allá de la democracia
política.»
«Pero el
mérito histórico de la Escuela Marxista Yugoslava, respecto de la experiencia
de la autogestión, consiste en querer reanudar con las tradiciones críticas,
creadoras, del marxismo auténtico, en la búsqueda de la vía hacia la
reconstrucción socialista de la sociedad, teniendo en cuenta el contexto histórico
actual.»
Conclusiones
Este recorrido
demuestra que, pese a la desinformación o a ilusiones sobre Yugoslavia, el
término “autogestión” acabó por abarcar una práctica secular de la lucha de clase
(«La emancipación de la clase obrera será obra de los mismos obreros», como
rezaba en1864 el lema de la AIT).
La
autogestión supone una construcción de la nueva sociedad por la clase obrera,
con el derecho y el deber de la crítica fraternal y, eventualmente, la
revocación de las y los delegados designados para representar a sus hermanos.
Al mismo
tiempo, la autogestión mantiene parte de la experiencia histórica de las luchas
proletarias. Y, sobre todo, es una práctica diaria que educa a sus miembros y
que se está formando a sí misma sobre la marcha. Por ejemplo, en 1936 en la
España revolucionaria hubo sectores que funcionaron primero con la igualdad de
salarios, y luego con el salario familiar, porque la experiencia demostró que
era la manera que correspondía mejor a las necesidades locales.
Una
última observación. Se suele pensar que la autogestión tiene una vertiente
autoritaria y otra libertaria.
De hecho,
en España, antes de 1936, existían dos concepciones del Comunismo Libertario:
el de Isaac Puente (que inspiró a la mayoría de los compañeros de base) y la de
Horacio Martínez Prieto que poco se diferenciaba de
aspectos
del marxismo leninismo y que inspiró a miembros de la cúpula anarcosindicalista
entre 1936 y 1939.
A la
inversa, y a partir del marxismo leninismo, hubo prácticas muy distintas como
en Alemania en 1920-1922 con la Unión General Obrera (AAUD-E):
El
objetivo último de la AAUD-E es una sociedad sin dominación; el camino hacia
esta meta es la dictadura del proletariado como clase. La dictadura del proletariado
es el ejercicio exclusivo por parte de los trabajadores de su voluntad sobre la
institución política y económica de la sociedad comunista, por medio de la organización
de consejos
.
Las
tareas inmediatas de la AAUD-E son:
(a) La destrucción
de los sindicatos y de los partidos políticos, principales obstáculos para la
unificación de la clase proletaria y el ulterior desarrollo de la revolución
social, que no puede ser el asunto de partidos y sindicatos.
(b) La unificación
del proletariado revolucionario en las fábricas, los embriones de la
producción, el fundamento de la sociedad venidera. La forma de toda unión es la
organización de fábrica.
La AAUD-E
descarta todos los métodos de lucha reformistas y oportunistas y se opone a
cualquier participación en el parlamentarismo y en los consejos de fábrica
legales, porque esto significa el sabotaje de la idea consejista.
La AAUD-E
prescinde fundamentalmente de la dirección profesional. Los llamados dirigentes
solo pueden ser considerados como consejeros.
Todas las
funciones en la AAUD-E son honorarias
.
Es desde la base como brota y se define la
autogestión que ya es una dirección política en sí misma, y muere o está
asesinada si subsiste un Estado.
[Artículo
publicado originalmente en la revista Libre
Pensamiento # 95, Madrid, otoño 2018. Número completo accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2018/12/LP-N%C2%BA-95-web.pdf#new_tab.]
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