Andrés Lomeña
El anarquismo se presenta a veces como el hermano apestado de los dos grandes sistemas sociales conocidos: el comunismo y el capitalismo. El anarquismo de finales del siglo XX y principios del XXI tiene un nombre propio que deberían recordar: Bob Black. Conocí al autor de La abolición del trabajo en 2013 y en 2017 volvimos a vernos, aunque esa vez no fue en Estados Unidos, sino en España. Lo mejor que pueden hacer es leer su manifiesto o algunos de los textos que circulan por la red, pero tampoco les vendrá nada mal esta pequeña entrevista que le he hecho:
A. L: Como anarquista no apoya la existencia del Estado. ¿Cuál destruiría en primer lugar? ¿Alguna monarquía?
B. B.: Me cargaría alguna superpotencia. Desde un punto de vista egoísta, el primer país que aboliría sería Estados Unidos, pero esa también sería una decisión altruista. Haría del mundo un lugar algo mejor. En cuanto a la monarquía, ya no es la forma de gobierno más despótica, pero sí la más ridícula. Estoy seguro de que cuando Thomas Jefferson murió en 1826, se fue convencido de que en el siglo XXI el único Borbón [Bourbons] que quedaría en el mundo sería el whisky de Kentucky [el whisky es originario del condado de Bourbon, en Kentucky].
El anarquismo se presenta a veces como el hermano apestado de los dos grandes sistemas sociales conocidos: el comunismo y el capitalismo. El anarquismo de finales del siglo XX y principios del XXI tiene un nombre propio que deberían recordar: Bob Black. Conocí al autor de La abolición del trabajo en 2013 y en 2017 volvimos a vernos, aunque esa vez no fue en Estados Unidos, sino en España. Lo mejor que pueden hacer es leer su manifiesto o algunos de los textos que circulan por la red, pero tampoco les vendrá nada mal esta pequeña entrevista que le he hecho:
A. L: Como anarquista no apoya la existencia del Estado. ¿Cuál destruiría en primer lugar? ¿Alguna monarquía?
B. B.: Me cargaría alguna superpotencia. Desde un punto de vista egoísta, el primer país que aboliría sería Estados Unidos, pero esa también sería una decisión altruista. Haría del mundo un lugar algo mejor. En cuanto a la monarquía, ya no es la forma de gobierno más despótica, pero sí la más ridícula. Estoy seguro de que cuando Thomas Jefferson murió en 1826, se fue convencido de que en el siglo XXI el único Borbón [Bourbons] que quedaría en el mundo sería el whisky de Kentucky [el whisky es originario del condado de Bourbon, en Kentucky].
A.L.: Usted defiende que el anarquismo no tiene nada que ver con la democracia representativa ni con la democracia directa. Si es así, ¿por qué ciertos demócratas proclaman que son anarquistas?
B.B.: Algunos anarquistas dicen que son demócratas, pero los demócratas no se suelen reivindicar como anarquistas. Creo que los anarquistas, al igual que los demócratas, abogan por la democracia porque creen que es popular. Yo creo que eso fue una moda. Los anarquistas nunca intentan ser populares.
A.L.: ¿Qué deberíamos hacer para dar a conocer el anarquismo?
B.B.: Mantener en circulación los textos del príncipe Kropotkin y los míos, concretamente mi manifiesto La abolición del trabajo. Ninguno de ellos encenderá la mecha de la revolución. Las revoluciones modernas son siempre espontáneas y desorganizadas. Las revoluciones anarquistas son posibles, pero los revolucionarios no sabrán que son anarquistas. Puede que sea mejor que los anarquistas se queden con la boca cerrada.
A.L.: Cody Wilson es un conocido anarcocapitalista que ha publicado diseños para hacer armas de fuego con impresoras 3D. No parece muy buena publicidad para su concepción del anarquismo.
B.B.: Lamento que los europeos hayan oído hablar del anarcocapitalismo. Eso pasa porque en Estados Unidos fue financiado por dos multimillonarios, los hermanos Koch, y más tarde se exportó el concepto. Por favor, no le presten atención. Solo los AnCaps [anarcocapitalistas] creen que son anarquistas; el típico AnCap viene a ser un jovencito blanco de clase media y virgen que aún vive en casa de mamá.
A.L.: En una sociedad anarquista sin prisiones, ¿habría pena de muerte?
B.B.: En principio, la mayoría de los anarquistas no siempre está en contra de matar, aunque casi ninguno de ellos lo ha hecho. Hablas de "pena" de muerte. En la anarquía, no hay crímenes ni castigos, sino litigios y procesos de resolución de los conflictos. En las sociedades anarquistas primitivas, la mediación fue bastante efectiva. Si una persona no se marcha y persiste en su carácter intolerable y antisocial, a pesar de la persuasión, el ostracismo y las amenazas, entonces algún magnánimo miembro de la tribu lo quitará de en medio, algo que de todos modos ocurre en las sociedades con Estado.
A.L.: Emma Goldman ha sido una inspiración para algunos políticos como Anna Gabriel. ¿Ha significado algo para usted?
B.B.: Emma Goldman también ha sido una inspiración para mí. No se me ocurre cómo ha podido ser una inspiración para algún político. ¡Emma la Roja se indignaría! Mi anarquista clásico favorito es Errico Malatesta y Kropotkin está bastante bien. Me gustan Friedrich Nietzsche y Max Stirner. He de decir que mi crítica del trabajo estuvo muy influida por Charles Fourier y William Morris. Leo cosas de todo tipo, pero nadie me inspira con fuerza... quizás sea mi turno para que yo inspire a otros.
A.L.: Las escuelas Montessori son cada vez más populares aquí. ¿Preferiría la escuela privada a la pública?
B.B.: Me gusta la idea del Emilio de Rousseau de que ningún niño debería recibir enseñanzas antes de los doce años. ¿Montessori? ¿Por qué no la escuela moderna de Ferrer i Guàrdia? En realidad, personas como John Dewey, A.S. Neill, John Holt o Paul Goodman también exigieron una atmósfera no coercitiva y aprender las cosas haciéndolas [learning by doing]. Estoy de acuerdo con Goodman en que la escuela formal no es para todo el mundo; he enseñado a estudiantes de universidad que deberían dedicarse a conducir tractores. Ivan Illich habló de la sociedad desescolarizada y sus ideas me impactaron, seguramente porque fui expulsado de la escuela cuatro veces antes de llegar a la universidad. Por supuesto, desearía mayor diversidad de escuelas, sean públicas o privadas, y oportunidades para aprender fuera de ellas.
A.L.: Recomiende alguna película anarquista o que trate sobre la anarquía.
B.B.: Grupo salvaje (1969), de Sam Peckinpah. Una banda de ladrones sufre la emboscada de unos cazadores de recompensas y los supervivientes huyen desde Texas a México, cerca de donde se inició la revolución mexicana. Contratan a un vil general mexicano. Alguien pregunta a la banda si el gobierno comparte su postura. Pike, el líder de la banda, responde: "Compartimos muy poco con nuestro gobierno". Las bandas ya estaban obsoletas en el mundo moderno. Había honor entre los ladrones, pero era un mundo donde el honor se desvanecía. Estos rudos criminales se apoyaban unos a otros hasta la escena final, la gran masacre del grupo salvaje y la guarnición mexicana. Además, me gustan Brazil, International House y las películas de los hermanos Marx.
A.L.: ¿Alguna novela o poema anarquista? La máscara de la anarquía de Percy Shelley usa la palabra anarquía, pero él es anterior al anarquismo.
B.B.: Es probable que Shelley fuera anarquista. Era yerno de William Godwin, el primer anarquista filosóficamente sistemático. En aquel periodo, anarquía era una palabra que hacía referencia al maltrato y nadie se hacía llamar anarquista. En 1840, Pierre-Joseph Proudhon fue el primero que lo hizo. Por otro lado, he leído muchas novelas que eran vagamente anarquistas, como Catch-22, o novelas escritas por verdaderos anarquistas como El barco de la muerte, de B. Traven, y El buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek.
A.L.: Por último, ¿cree en Dios?
B.B.: Soy ateo con tendencias paganas.
[Tomado de https://www.huffingtonpost.es/andres-lomena/el-anarquismo-segun-bob-black_a_23501797.]
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