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lunes, 9 de julio de 2018

Inercia en la presente coyuntura venezolana



Humberto Decarli

Transitamos en estos momentos una paralización e inhibición de la sociedad venezolana. Hay un marasmo en el contexto de la descomunal crisis atravesada en todos los órdenes. No obstante la situación catastrófica desde el ángulo económico-social, relativamente hay, hasta ahora, una contención de las protestas populares e incluso hay una penetración en el imaginario social por medio de la domesticación de los seres humanos mediante el control de alimentos y la represión despiadada incluyendo torturas, cárceles y violación de los derechos humanos.

La gente se pregunta acerca de la ostensible paradoja del apremio alimentario junto a la pobreza y la sumisión presentada por amplios sectores de la población, capaz de protestar porque no le llegó oportunamente la bolsa de comida pero no cuestiona la hambrienta política económica de este régimen autoritario. Es la enervación de la iniciativa popular bajo el paragua de múltiples factores.

Los pronósticos son aciagos

En materia económica todas las empresas dedicadas al análisis macro y microeconómico coinciden en el empeoramiento de la dura travesía del último año. Continuará la honda recesión por tercer año consecutivo con visos de entrar en una probable depresión. La hiperinflación castiga con saña a los sectores populares quienes ante la impotencia y el hambre, han apelado a hacer mutis del escenario hacia los países vecinos. La escasez y el desabastecimiento van in crescendo debido a brillar por su ausencia la producción nacional y la carencia de divisas del Estado para hacer las importaciones sucedáneas dadas las características de una economía de puertos.
 

Existe una devaluación continuada, especialmente desde noviembre del pasado año con perfiles terribles. Ya el mismo Estado ha autorizado a empresas del sector a realizar una nueva paridad respecto al dólar. Comenzaron superando al valor del Dicom (Noventa mil Bolívares por dólar americano) a dos millones doscientos mil y la última cotización es a dos millones quinientos mil. Toda una aceptación gubernamental de la caída del Bolívar en un país donde se vive de las importaciones.

Históricamente la causa más palmaria de la inflación ha sido la devaluación y a pesar del control de cambio nunca se detuvo la fuga de divisas por la vía de la carencia de producción y la necesidad de comprar en el exterior los bienes y servicios necesarios y básicos para cualquier sociedad. Otra circunstancia a tomar en consideración dentro del desajuste nacional es el corralito practicado exacerbadamente por las entidades bancarias obedeciendo instrucciones de las autoridades monetarias. Es muy poco el efectivo circulante por diversas razones. Lo asombroso ha sido la aceptación de tal óbice en la circulación del Bolívar cuando la gente hace filas pasivamente en los bancos para recibir cantidades insignificantes. Es similar a las cumplidas por los jubilados y pensionados quienes son castigados de esa forma y lo realizan desde tempranas horas del día en actitud de resignación.

Hay un aspecto relativamente nuevo en Venezuela. Se trata de las remesas enviadas por la diáspora en el exterior. De acuerdo a estudios de Datanálisis alcanza a aproximadamente el diez por ciento de los venezolanos. Es un referente económico no basado en el trabajo y el esfuerzo dentro del país e incluso es muy azaroso porque habiendo recesiones internacionales se disminuiría tal aporte al igual que si los países de origen decidieran pechar estas remisiones dinerarias. Tiene un efecto paradójico porque a pesar de ser en generalde baja cuantía permite el acceso a los alimentos y bienes básicos a los familiares y amigos acá creando concomitantemente una injusticia respecto de quienes no tienen esa vinculación con el extranjero. De alguna manera estas transferencias mantienen muy moderadamente el consumo. 
El deterioro de los servicios es descomunal. La prestación de electricidad es harto deficiente al igual que la del agua, siendo un país con exceso de recursos hídricos y de generación de esa energía. La infraestructura de la salud está por el piso y la educación en su mayor nivel de deserción y frustración.El delito tiene un crecimiento espantoso porque el Estado lo posee como una política de contención y seguridad. Hay un toque de queda fáctico que permite el ahorro de recursos a través del miedo.

La respuesta del Estado

Ante esta grave coyuntura el Estado venezolano ha buscado panaceas que atizan más el fuego. La consabida receta de aumentos del salario mínimo bimestrales y el control de precios son sus medidas estelares. El incremento de sueldo es apodícticamente incapaz de combatir la inflación y la actividad de policía administrativa sobre los establecimientos de consumo no impiden estructuralmente el aumento de precios. Así lo ha demostrado el acontecer nacional en los últimos años.

El hambre se ha administrado como un dispositivo disciplinario de la gente. A través de los Clap se controla a las personas, creándoles dependencia del aparato de coerción y obligándolos a bajar la cerviz ante tanta necesidad. Aunado a esta circunstancia aparece el llamado carnet de la patria, mecanismo identificador para otorgar los referidos alimentos así como los beneficios de bonos entregados de acuerdo a las circunstancias.

El colmo ha sido que el ministerio de educación promueva las inscripciones escolares con un bono otorgado a los padres de los niños para de esa manera sobornarlos y disminuir las cifras del mutis de la escuela por parte de los muchachos. Es el mismo dispositivo empleado para captar votantes cuando se les anunció una bonificación de 10 mil Bolívares por cada sufragio ejercido y luego no lo cancelaron porque en la saga de mentiras la presidente del C.N.E. dijo que ese pago era ilegal, lo cual era cierto, pero fue para cumplir un guion prestablecido dentro del universo chavista.

Han requerido reprimir implacablemente para alcanzar la intimidación y de esa manera garantizar la permanencia en el poder. Lo prueba la actitud punitiva de los cuerpos policiales, ora en los operativos conocidos como OLP y después OHLP, efectuados en las zonas de exclusión social con ejecuciones extrajudiciales incluidas; ora con la persecución implacable de los opositores con desapariciones, torturas y presentaciones extemporáneas ante los tribunales, diferir sine dia las audiencias penales, detenciones sin proceso alguno, libertades concedidas con medidas cautelares de presentación ante los tribunales, prohibición de salida del país y de opinar, el uso de los paramilitares o colectivos para presionar a los trabajadores en huelga así como para inhibir a quienes osen protestar, el auge delictivo auspiciado por el Estado, las cárceles convertidas en centros de secuestros administradas por los mafiosos conocidos como pranes, obligar a solicitar permisos, gracias a una sentencia de la Sala Constitucional del tribunal supremo, para poder manifestar, son entre mucho medidas, las expresiones de un Estado policial y militarizado. Adicionalmente impera, en ejercicio de la llamada hegemonía comunicacional, la censura y la autocensura sobre los medios de difusión de masas para impedir la recepción de información sobre la tragedia nacional.

Sin embargo, ese aparato de sumisión ha sido incapaz de rectificar su tanática política económica y se ha negado a aceptar ayuda humanitaria internacional para mitigar de alguna manera las vicisitudes cotidianas de las personas en Venezuela. Sus iniciativas se han limitado a impedir la libertad de manifestar, de expresión y el encarcelamiento de quienes deseen protestar.

La comunidad internacional

Hay muchas iniciativas en el mundo para aislar y sancionar a la administración madurista. Desde denuncias sobre violación de derechos humanos por parte de Ongs, ante la Corte Internacional de La Haya hasta planteamientos de ayuda humanitaria incluyendo intervenciones militares, pasando por aplicación de medidas económicas y financieras contra los funcionarios de esta gestión y la Carta Democrática de la OEA. Es verdad que esas restricciones han golpeado seriamente a las finanzas gubernamentales aunadas a la poca producción petrolera y el default parcial del Estado venezolano, pero no presionan seriamente su existencia.

Nuestro país no representa mucho en el concierto internacional de naciones. Ni siquiera es un proveedor de petróleo seguro por el descenso de las cifras de exportación de barriles mostradas en las publicaciones de la OPEP. Esto a contrapelo del mito del país con más reservas petroleras en el mundo y de la fantasía chavista de ser una potencia. Somos importantes por los daños causados por el éxodo ingente hacia Colombia y Brasil y resto de América Latina.

Por otra vertiente, no aparecemos en la agenda de los Estados Unidos como prioridad y de allí la conducta moderada de la administración Trump hacia Venezuela, más declarativa que real. Empero, debemos hacer notar que la comunidad internacional tiene una mayor claridad sobre el chavomadurismo que la fementida oposición como lo ha evidenciado sus apreciaciones en general.

La conflictividad social

Se aprecia diáfanamente, por las condiciones adversas en todos los ángulos, una gran turbulencia de diferentes sectores de la sociedad venezolana. Hemos visto últimamente cómo las enfermeras y las profesionales de la salud, además de los profesores universitarios hacen llamados, y la llevan a cabo, a una huelga en sus respectivos espacios de trabajo. Los trabajadores eléctricos intentan la búsqueda de una convención colectiva para salir del atasco significado por los salarios de hambre pagados por la empresa pública y monopolizadora del sector eléctrico, Corpoelec.La gente sale a la calle para manifestar la indignación por la carencia de agua, electricidad, alimentos, medicinas, gas, internet y muchos servicios inoperantes.

No obstante, son expresiones aisladas sin articulación alguna que beneficia al régimen militarista toda vez que quedan como voces apagadas en el concierto del vacío. Los gremios, los sindicatos y las organizaciones sociales se encuentran atadas por la falta de eficacia en su accionar contestatario. Además, hay ámbitos en los cuales existe una paralización altísima como el caso del segmento automotriz, parado en un noventa por ciento en el transporte público y no tiene ningún sentido llamar a un paro porque está sin funciones.

Los partidos políticos

Si alguna organización está en crisis, es la política. Los movimientos formados por la mentalidad clientelar propia de las democracias populistas, solo tienen razón de ser en el medrar del erario y de allí su iniciativa en colaborar con el régimen para ver las ventajas posibles de una cohabitación pero resulta que la dictadura solo piensa en absorber lo máximo del poder sin compartirlo en términos adecuados.

En este orden de ideas se ha dado el desgaste de esa oposición oficial conformada por las cuatro grandes organizaciones asociadas en la MUD y aparece ahora en los estertores de la agonía como lo evidencia la separación de AD y la nula respuesta de la gente frente a convocatorias a marchar. Los agrupados en Vente Venezuela no tienen base social ni popular y poco influyen en el devenir nacional. Al final encontramos a la gente más cercana al gobierno integrada por quienes apoyaron a Henri Falcón, organizaciones y políticos profesionales tradicionales agotados, quienes plantean un pacto económico con el chavismo como si fuera posible un golpe de timón en esa materia por parte del gobierno.

El chavismo tiene un partido esencial, el PSUV, pero es el Estado a través de su funcionariado y las fuerzas armadas, quienes conforman el apoyo político al gobierno. Los empleados públicos y los militares constituyen la verdadera militancia del régimen, plagados de vínculos clientelares como lo demuestran todos los vectores populistas, los vasos comunicantes basados en bonos, salarios inflados en el área castrense y bolsas de alimentos.

La crisis de la representación

Hemos sostenido en varias oportunidades la debacle del esquema más importante de la democracia formal, la representación. Es la delegación en manos de personeros el mandato popular, una ficción creada en la Revolución Gloriosa británica para sostener y organizar el poder. Se fraccionó en segmentos con competencias específicas y funciones bien delineadas con la finalidad de establecer contrapesos. Y uno de esas secciones fue el parlamento, el padre de los modelos de gobiernos europeos. El problema ha sido el distanciamiento entre la base y el representante, quien desarrolla intereses particulares a defender distintos para los cuales se eligió. El poder mundial ha apelado al mundo del espectáculo para resolver esta carencia y lo ha intentado hasta el infinito, siendo entre los últimos jefes de Estado parte del entretenimiento, Donald Trump, el presidente de Guatemala Jimmy Morales y el jefe del mayor partido político italiano, el Movimiento Cinco Estrellas, Beppe Grillo.
La anterior situación ha llevado a la pérdida de legitimidad de los mandatariosy en el caso venezolano se puede colegir fácilmente de los hechos en los últimos años. La gente perdió la fe en los partidos políticos, en los sindicatos, las organizaciones patronales, los gremios y demás organizaciones sociales. Esto nos puede llevar a reconsiderar la clase de democracia que se ha ejercido hasta ahora y pensar en dispositivos de democracia directa a través de las redes sociales y de una alta rotación en los cargos de representación a objeto de impedir su burocratización.

Esperanzas
Ante el dantesco cuadro existente podríamos concluir en un escepticismo total, dada la anomia social, un Estado policial y delincuente y la ausencia de oposición. No obstante, el escenario de gran conflictividad ante demasiadas carencias sumado a la disminución y desmoralización de los socios opositores del gobierno, podría abrir intersticios organizativos para encauzar una opción frente a las coordenadas de la dictadura. Podrían ser organizaciones de derechos humanos, sindicatos, redes sociales y demás fuentes alternas democráticas, los llamados a encabezar un movimiento alterno ante esta dictadura del siglo veintiuno. Se requerirá imaginación, ética, destreza y audacia para emprender tan ciclópea tarea.

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