Alex Picado
[Nota previa de El Libertario: El texto original apunta todo su alegato contra la minería "ilegal", como si la reconocida por las instituciones estatales no fuese también responsable de lo que acá se denuncia, así que eliminamos ese adjetivo interesado de "ilegal" para exponer el problema como corresponde.]
Hace 25 años, un grupo de mineros brasileños invadieron la comunidad recién contactada de Haximú situada en la densa selva amazónica y le prendieron fuego a dos casas comunales. Armados de armas, machetes y cuchillos persiguieron y asesinaron a 16 indígenas yanomamis, la mayoría de ellos mujeres y niños.
[Nota previa de El Libertario: El texto original apunta todo su alegato contra la minería "ilegal", como si la reconocida por las instituciones estatales no fuese también responsable de lo que acá se denuncia, así que eliminamos ese adjetivo interesado de "ilegal" para exponer el problema como corresponde.]
Hace 25 años, un grupo de mineros brasileños invadieron la comunidad recién contactada de Haximú situada en la densa selva amazónica y le prendieron fuego a dos casas comunales. Armados de armas, machetes y cuchillos persiguieron y asesinaron a 16 indígenas yanomamis, la mayoría de ellos mujeres y niños.
Esta masacre premeditada fue la culminación de tensiones entre comunidades indígenas y mineros que habían ido escalando en esta zona remota de Venezuela, fronteriza con Brasil. Marisa Yanomami y Leida Yanomami, supervivientes de esta agresión, recuerdan el doloroso episodio. “Vivíamos en un lugar llamado Haximú, donde la masacre comenzó. Luego huimos hacia la selva, pero los buscadores de oro vinieron tras nosotros y mataron a otras diez personas, llegando el total de muertes a dieciséis. Los buscadores de oro mataron a nuestros hermanos y hermanas y también mataron a nuestro padre con machete; algunos fueron asesinados con pistolas”, cuenta una de ellas.
El caso obtuvo mucha atención, y una corte brasileña condenó a cinco de los mineros por genocidio, una decisión sin precedentes. "La minería solo destruirá la naturaleza. Destruirá los arroyos y los ríos y matará a los peces y al medioambiente, y nos matará a nosotros. Traerá enfermedades que nunca existieron en nuestra tierra", declaró Davi Kopenawa, portavoz de los yanomamis y presidente de la asociación yanomami Hutukara.
La masacre de Haximú tal vez fue uno de los episodios más violentos y aterradores del pueblo yanomami con los mineros. Pero no fue ni el primero ni el ultimo. Durante el auge de oro en los años 80 cerca de 40.000 buscadores de oro invadieron su tierra, transmitiendo enfermedades, agrediéndolos y contaminando los ríos y bosques con mercurio. El 20 % de los yanomamis brasileños murieron en solo siete años.
Desgraciadamente la inagotable sed por el oro continua. Organizaciones indígenas en Brasil y Venezuela estiman que actualmente hay miles de mineros invadiendo sus tierras a ambos lados de la frontera. Además, las consecuencias de estas invasiones van mas allá de la intimidación y el conflicto. Los mineros son la probable fuente del actual brote de sarampión que está atacando al pueblo indígena yanomami, una crisis humanitaria que continúa sin recibir atención adecuada por parte de las autoridades de la salud. Este brote de sarampión al parecer ha surgido tras años del fracaso por parte de los gobiernos responsables de proteger sus territorios.
Si bien el sarampión es una preocupante enfermedad en cualquier contexto, en las comunidades indígenas relativamente aisladas hasta podría aniquilar a todo un pueblo. Cientos de indígenas podrían morir. Los yanomamis tienen una población actual alrededor de 35,000 personas y la mayoría de los yanomamis no cuentan con inmunidad a enfermedades como el sarampión. Si una persona la contrae, es muy probable que el resto de la comunidad también sea afectada si no han recibido vacunas. En estas zonas muy remotas de difícil acceso terrestre, se carece de acceso a atención médica básica que podría prevenir o controlar complicaciones e infecciones secundarias que conllevan a fatalidades. Desafortunadamente, sus propias medicinas indígenas no pueden enfrentarse a estas infecciones foráneas.
Pero sería un grave error considerar la actual crisis del sarampión sin tomar en cuenta el contexto histórico y político que la ha creado y las líneas que lo conectan a la masacre que este año conmemoramos. La crisis del sarampión es un síntoma de la invasión de su territorio que se ha venido evidenciando desde hace décadas.
El pueblo yanomami necesita atención médica urgente y es imprescindible que los gobiernos de Venezuela y Brasil respondan a esta emergencia humanitaria de inmediato. Los yanomamis que ya tienen contacto con la sociedad nacional deben de ser atendidos. Para las comunidades yanomamis no contactadas incluso el contacto con personal de salud podría ser fatal. La única respuesta para ellos es la protección de su territorio para evitar el contagio.
La triste realidad es que aunque una respuesta a corto plazo es necesaria, por si sola no será suficiente. Epidemias como estas seguirán sucediendo mientras el pueblo yanomami no pueda ejercer el pleno y exclusivo uso de sus tierras y territorios. Las comunidades yanomamis tienen el derecho a un futuro rico y fructífero, un futuro que les permita practicar sus maneras de vida y que les garantice espacios para forjar sus propios caminos.
Aunque los primeros casos de sarampión fueron reportados en marzo de este año, las autoridades han hecho oídos sordos a los llamados de las organizaciones indígenas yanomamis que laboran día a día para garantizar su derecho a prosperar, crecer y cambiar a su propia manera.
[Versión resumida y con modificaciones de original accesible en https://elpais.com/elpais/2018/07/19/3500_millones/1531993839_746461.html?id_externo_rsoc=TW_CC.]
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