Revista Fenrir
… A alguna parte, efectivamente, tienen que ir a
parar las 50 millones de toneladas anuales de ordenadores, teléfonos y otros
artilugios electrónicos que a un ritmo cada vez más acelerado, vista su corta
duración, cada año se transforman en residuos. Residuos muy tóxicos, de los que
todavía millones de desesperados buscan sacar algo con lo que sobrevivir .
Procesar estos residuos en Europa costaría más del doble que cargarlos en
barcos mercantiles y descargarlos en África, así se explica fácilmente por qué
hay quién no tiene escrúpulos en trasformar África en el basurero del mundo.
El vertedero de Agbogloshie se encuentra cerca de Accra, capital de Ghana. Alrededor de este
vertedero se han instalado ilegalmente cerca de 80.000 personas que viven en
chabolas de chapa, en condiciones higiénicas precarias, y desprovistas de
servicios mínimos como luz y agua, con el riesgo constante de se desalojadas por
la policía enviada por el ejército o por bandas rivales respecto a las que
controlan la zona.
Frigoríficos, ordenadores, impresoras, teléfonos móviles,
hornos eléctricos, pero también objetos de plástico, cubiertas de grandes camiones,
y todo cuanto aquí confluya, será desmantelado con manos desnudas o quemado para
sacar aún partes internas, como el aluminio crudo que resulta de la quema de
cubiertas de camiones. Fuegos y humo denso contaminan perennemente la tierra, el
aire y el agua de esta zona, que es una de las 10 más contaminadas del mundo, con
altísimos niveles de plomo, cadmio, arsénico, cromo, dioxina, bromo y otras sustancias
muy nocivas, que sobrepasan decenas de veces el límite máximo permitido y se
dispersan en el aire causando el envenenamiento constante y la muerte prematura
de los habitantes de estos territorios.
Alrededor de 250-300 contenedores llegan diariamente
a las costas ghanesas con residuos electrónicos provenientes sobre todo de
Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Suecia, Francia e Italia. Los
residuos son transportados desde los puertos hasta el vertedero de Agbogbloshie
o en otros vertederos de la misma zona, donde niños y chavales de todas las
edades excavan para recuperar aparatos para reparar y revender o piezas para
montar de nuevo, mientras que otras piezas son quemadas para reciclar materia prima
que será pagada por kilos, además de una dosis asegurada de tumores debidos a
las inhalaciones de las hogueras. Dentro de un tubo catódico se pueden encontrar
cerca de dos kilos y medio de plomo, que contiene toxinas dañinas para los riñones
y para el aparato reproductivo; pero también bario, que ataca el estómago y
puede causar problemas respiratorios; el mercurio presente en los circuitos impresos
y en los interruptores puede provocar daños al cerebro y a los riñones; algunos
revestimientos anti-corrosivos son cancerígenos. Además, los principales vertederos
se encuentran adyacentes a dos importantes cuencas de agua, una laguna y un
río, que ahora ya no contienen ninguna forma de vida a causa de la fuerte contaminación
causada por las aguas residuales tóxicas, que además se filtran por el subsuelo
hasta contaminar todas las aguas.
Si nos trasladamos de África a China, la situación no
es muy diferente. Guiyu, en China, acarrea dos tristes récords: posee el
vertedero de basura electrónica más grande del mundo, y es el lugar más
contaminado del planeta. Estos dos aspectos obviamente tienen una relación causa-efecto.
Según un reportaje, aquí “pirámides de smartphone, teclados de ordenador y
tablets ocupan las calles y esconden las casas. Una manada de búfalos acuáticos
beben de estanques negros de los que afloran pantallas de ordenador, televisores,
auriculares e impresoras que se amontonan en los arrozales. El aire es fétido,
la niebla espesa y de color naranja. Después de pocos minutos los ojos y las
fosas nasales queman”. Esta vieja aldea de Guangdong, a cuatrocientos kilómetros
de Guangzhou, ha sido elegida como cementerio mundial de la revolución digital porque
es inadecuada para la agricultura industrial, a causa de las frecuentes inundaciones
del río Lianjiang. Además, se encuentra cerca de la costa sur de China, donde
se concentran las multinacionales de la electrónica más importantes, que
también son las primeras en generar residuos. De hecho, la mayor parte de los
aparatos electrónicos para eliminar llega de la propia China, que además de ser
el principal productor mundial, ahora ya es también uno de los mayores consumidores
de estos aparatos. Pero la industrialización acelerada vivida en China en los
últimos años está teniendo consecuencias en el ambiente y en la salud de sus
habitantes, con una contaminación a nivel estratosférico.
En esta ciudad de doscientos mil habitantes, el 80%
de las personas trabajan en el reciclaje de residuos electrónicos, con 6.000 empresas,
todas familiares. Cada mañana, más de 130.000 mujeres, hombres y adolescentes trabajan
con las manos desnudas, sin protecciones, para desmantelar, quemar, fundir con
los ácidos la escoria electrónica, para después enterrar en los campos o
dispersar en los ríos el polvo tóxico y otros residuos. De una tonelada de
residuos hi-tech se puede sacar cerca de 300 gramos de oro, 10 de platino, 50
de paladio, 2 kilos de argento, 25 de estaño y 130 de cobre. El año pasado del
5% del oro de China, 15 toneladas, fueron extraídas de residuos electrónicos, concentradas
entre cuarenta y ochocientas veces más respecto a los yacimientos naturales. Quien
no escatima en química, utiliza ácidos, disolventes y sustancias químicas muy
tóxicas que aceleran la disolución de circuitos y de microchips, separando cantidades
mayores de elementos caros. Así se aseguran conquistar a más clientes entre las
grandes marcas mundiales, producir más beneficios para las empresas familiares y
enfermarse más rápidamente.
“En el suelo, el plomo supera 212 veces el umbral de
riesgo. Los pozos están contaminados hasta a tres kilómetros de profundidad. El
agua contiene los mismos residuos registrados en Chernobyl después de la
explosión y encontrados en el lago Karachay, donde la Urss empezó el enriquecimiento
del plutonio. Entre los habitantes el porcentaje de tumores supera un 64% el
promedio nacional. Un estudio sobre 165 niños de uno a seis años ha revelado niveles
de plomo “peligrosos” en la sangre , el 80% de estudiantes está afectado por
molestias respiratorias y en el sistema nervioso central”. El agua de Guiyu está
tan contaminada de plomo, cromo y zinc que ya no es potable y en toda la zona
se registran las concentraciones de dioxina cancerígena más altas del mundo. Y
además nos encontramos en uno de los lugares de trabajo más anhelados de China,
porque desmontar residuos electrónicos puede producir mucho dinero, mucho más del
que se puede ganar en la minería o en los pueblos pobres del interior: por esto
la mayoría de las personas que trabajan aquí son jóvenes emigrados de las zonas
más subdesarrolladas, que tienen el objetivo de hacer tanto dinero como sea
posible en poco tiempo, para después irse, siempre que la muerte o la
enfermedad no se los lleve antes.
Los pocos habitantes de la zona que no están
enrolados en el negocio del e-waste, resisten en granjas cultivando arroz que, sin
embargo, nadie de la zona quiere comer, porque es un concentrado de cadmio y
otras substancias. En cualquier caso está destinado a la exportación, no se sabe
bien hacia dónde, y en las cajas viene escrito que ha sido cultivado en
Sichuan. Aquí se le llama el arroz electrónico.
[Texto extraídos del artículo "La
sangre en el microchip", incluido en la revista Fenrir # 8, 2017. El número completo de la revista es accesible en https://es-contrainfo.espiv.net/files/2018/04/Fenrir-8-ESP-1.pdf.]
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