Juan Carlos La Rosa
“Qué hacer con la ciudad chorreando orines milenarios” Lydda Franco Farías
Anoche, en vísperas de las elecciones presidenciales del 20 de mayo, estuve escuchando radio hasta tarde y escuche al Presidente Chávez llamando a votar unas cincuenta veces en tres horas de programación. Esta resurrección clientelar es dolorosa y enfermiza y me da la segura evidencia del usufructo que el poder hace de un símbolo acaso que, por músculo mediático y por testamento, mas le pertenece, hasta que finalmente lo seque, lo desgaste, lo erosione hasta hacerlo polvo.
Igual sucede cuando la gobernación del Zulia, use el nombre de Lydda Franco Farías para justificar una destitución a la que nos guste o no, tiene derecho administrativo. Vaya usted a saber si legitimidad en un tiempo donde no se le cree ni la embriaguez a un borracho. Y el esfuerzo posterior, relativamente gratuito, en el que pendejos comunes cómo yo, pretenden justificar y polarizar las razones para la destitución con tal soltura que pareciera que el Gobierno Regional los consultó ampliamente, recordándonos que Lía Bemúdez es guarimbera y opositora, cómo si ella hubiera ocultado con celo ese “alarmante” secreto.
Aquí hago una apunte a nuestro asunto principal: esta rendición espiritual frente a la pranización de la política y las relaciones sociales es sólo es imaginable desde un refugio cómodo en medio de esta guerra, o desde algún oratorio unilateral, no desde el diálogo con los nuestros. Es decir, si aceptas y justificas que desde las últimas elecciones el estado-gobierno elabore a través del carnet de la patria una data donde cruza la lista de beneficiarios de su política social con el ejercicio del voto y que de un día para otro un censo de necesidades se convierta en la nómina de un movimiento llamado “somos venezuela”, no sólo te estás saltando el privilegio de las críticas que la modernidad se hizo a si misma y la violación de la propia carta de derechos humanos, sociales y culturales que esa modernidad convino en su sistema mundo, estás rindiendo todos tus fueros y entregando tu alma cultural entera.
El cambiarle el nombre y la imagen a una institución en cada cambio de gestión es lo que llamaba nuestro profesor fundador de la EDG-LUZ, Andrés García, nominalismo vandálico. Cada vez que ves una nueva identidad, decía, ves un contrato para hacerla a espaldas de las necesidades y la opinión de la gente y del servicio a la gente, y ves el anuncio de un saqueo mayor!, nos decía el viejo. Esta identidad “nueva” ya no pretende construir un cultura de relaciones de servicio y pertenencia, sino marcar la gestión como “mía”, llegando al extremo de poner la foto del mandante en los camiones de recolección de basura y pasearlos con la imagen chorreada por toda la ciudad.
Este nominalismo, vale decir, cambio de nombre y de imagen y de más nada, no solo señala cambios de turno en la polarización, sino en la continuidad de un mismo partido en el gobierno, muchas veces las medidas administrativas y comunicacionales cuando cambia un funcionario chavista por otro son tan drásticas que se les hace necesario igualmente apelar y sugerir la filiación “guarimbera” de la gestión saliente. Esta enfermedad no es un resfrío a estas alturas, sino una enfermedad estructural donde nada termina siendo creíble y donde el poder es una maternidad que aborta fetos ancianos. Todos se desgasta hasta el desprecio y el asco en esta histérica dilapidación comunicacional de los fondos públicos.
Nadie logra cerrar la boca por estos días cada vez que el Presidente Maduro pide el voto para impulsar un cambio al punto de ponernos a pensar si no es el mismo tipo que está gobernando. Ningún diseñador o impresor de oficio puede evitar sacar las cuenta de los gastos que se evidencian en la calle para que el presidente se derrote a si mismo, o triunfe sobre si mismo en estas elecciones.
Sin ser invadidos físicamente por imperio alguno todo funciona ahora, con la credibilidad que funcionaba la llamada república de Vichi, el gobierno francés de los títeres de la ocupación nazi en la segunda guerra mundial a los ojos de la población francesa de entonces, nadie siente pertenencia ante la representación simbólica del poder, todo está marcado para recordarte que te fue despojado y aquí después de 20 años, el poder fagocita los símbolos de la resistencia cultural y ancestral para remozarse, Algo sí como esos brujos de ficción que en el cine, se chupan la energía de los inocentes para mantenerse jóvenes y fuertes.
Así es la fagocitación desesperada y cada vez más insuficiente de los símbolos ancestrales y de las luchas sociales, así cada vez mas insuficientes para mantener el vigor requerido para el día siguiente. Me recuerda a un gran amigo pornólogo que me dijo que el consumo pornográfico es desechable, nadie consigue la misma expectativa en la misma imagen dos veces, por eso lo prospero de esa industria.
Así el nombre de los rebeldes en las entradas de los edificios y en las campañas, así el de Lydda Franco Farías, así el de Sabino Romero Izarra, asesinado por los agentes del poder colonial que intenta con alguna inversión considerable de fondos enmascarase con su imagen mientras sigue exterminando a los suyos.
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